Partida Rol por web

LVPERCALIA.

¡Adeptos!

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07/08/2009, 22:01
Director

Los gritos de Carmela se han extinguido coincidiendo con la última convulsión del asaltante. Tras comprobar que la prisionera sigue a buen recaudo, el arqueólogo regresa caviloso al vestíbulo y hace por arrebatarle el candelabro a Isabel, que anda vociferando, mientras que Silvia atiende a su hija. Alberto está empezando a replicarle a la auxiliar de clínica:

-¡¿Pero ir a dónde?! ¡Hay más de… estas cosas ahí fuera, por los caminos, tú lo viste!

El remate de su objeción es sofocado por el imperio de un silencio aturdidor y pleno aposentado repentinamente en la estancia, del mismo modo que si una losa acabase de desplomarse sobre sus sentidos. Un zumbido al inicio, luego un campanilleo, por fin el eco de unos flautines cobran viveza al fondo de sus oídos, mientras que la casa adopta las cualidades resonantes de una caja de hueso.

En estas circunstancias, de improviso, unos pasos resuenan justo sobre sus cabezas en la planta de arriba. Los oyen aún, alejándose, el gemido de una puerta, recorriendo un pasillo, acercándose al rellano. Y se detienen. Los cinco aguardan expectantes. Nadie aparece. A las melodías desquiciadas se une el sonido atropellado de la sangre bombeándoles en las sienes.

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07/08/2009, 22:05
Director

Estas casas tienen azoteas, azoteas separadas entre sí por un sencillo pretil. Es posible que alguien haya accedido a la vivienda saltando desde alguna casa vecina. Aunque también podría ser que… Pero eso no es posible, no.

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14/08/2009, 12:27
Silvia Montes

A la réplica de Alberto, aparto la mirada de mi hija. Ahora que veo que Alicia se encuentra mejor, me siento bastante más tranquila.

¿No ten... Empiezo a comentar, intentando averiguar si alguno de ellos dispone de algún coche para poder salir del pueblo. Pero mi voz se silencia junto a esa sensación opresora que abarca la casa. Un sudor helado recorre mi columna, los pelos de mis brazos se erizan al escuchar unos pasos en el piso superior. Inconscientemente abrazo fuertemente a mi pequeña. En un gesto de protección, bastante inútil en la situación en la que nos encontramos.

Miro con los ojos bien abiertos el techo del salón, intentando seguir el sonido de los pasos que se escuchan. A... Alguien habrá entrado por la azotea. Susurro casi sin pestañear, O quizás... No, dios, eso no es posible... Mi tía estaba bien muerta... Intento apartar pensamientos más escabrosos de mi mente.

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18/08/2009, 19:37
Isabel Fernández

Los ruidos en el piso superior hacen que un escalofrío recorra el cuerpo de Isabel de arriba a abajo. Su mirada se posa en los rostros de Alberto, Paco y Silvia respectivamente, dándose cuenta de que no es fruto de su imaginación, sino que realmente se oyen esas pisadas sobre sus cabezas.

Será mejor salir de aquí... y sí  Alberto.. fuera también están estos hijos de puta... pero quedarnos aquí sería como estar en una jodida trampa para ratones... Hay que salir de aquí, cagando leches! No se vosotros pero yo no pienso quedarme esperando a que esos putos cabrones acaben con nosotros. Hay que encontrar algún coche... joder... vamos... salgamos !

La mujer no espera ni respuesta y aprobación por parte de los demás, directamente se dirige a la puerta con la intención de salir de aquella casa.

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21/08/2009, 11:17
Silvia Montes

Por un momento me he quedado parada, sin saber como reaccionar... Con la vista clavada en el techo, y el corazón bombeando fuertemente en mis oídos... La decisión y el valor, por llamarlo de alguna manera, de Isabel, hace que por fin reaccione...

Dios... Es lo único que mis labios llegan a articular antes de coger nuevamente a Alicia en mis ya cansados brazos y salir detrás de la mujer. En la mano derecha, todavía mantengo agarrado con fuerza el cuchillo con el que di muerte a ese pobre desgraciado... Mis dedos pegajosos de sangre empiezan a estar algo entumecidos, pero ni por todo el oro del mundo soltaré el cuchillo...

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28/09/2009, 02:36
Francisco Jose Gonzalez "Pacojó"

 Paco mira hacia el techo con aprensión. ¿Otro de esos seres? Ciertamente no había muchas ganas de descubrirlo.

No quería morir, pero aunque pareciese una locura no tenía intención de marcharse del pueblo hasta que descubriese que había sido de su amada. No obstante, Isabel tenía razón si se quedaban allí parados no durarían mucho y retener en el pueblo a los demás por sus necesidades egoístas no sería justo. Por muy vergonzoso que fuera, había quedado patente que con su torpeza habitual no estaba cualificado para pelear con nadie. Pero Silvia y su hija necesitarían toda la ayuda posible para conseguir escapar de ese maldito pueblo y el no estaba dispuesto a abandonarlas a su suerte.  ¿Y quién sabia? tal vez si salían fuera podía descubrir alguna pista que le indicase donde se encontraba Helena.

Aferrando con fuerza el candelabro y sin apartar la mirada del rellano de la escalera, Paco se arma de valor y atraviesa el pasillo cubriéndoles las espaldas a Silvia y su hija. Si algo bajaba para atacarles al menos su orondo cuerpo serviría para algo. O eso esperaba.

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30/09/2009, 20:49
Director

Alberto cubre la retirada de las mujeres, codo con codo con el arqueólogo, y es el último en salir. Se reúnen bajo el balcón para protegerse de la lluvia; el arrullo del agua sofoca aquellos flautines ominosos que persisten sin embargo en el fondo de sus cabezas.

La calle continúa desierta. Alicia es demasiado pesada ahora para Silvia, que no tiene más remedio que conformarse con cogerle de la mano fuertemente. La niña no se queja, anda absorta.

El joven auxiliar clínico no deja de vigilar el interior de la casa. Casi está murmurando cuando les comenta:

-Isabel tiene razón. Deberíamos conseguir un coche y escapar de aquí. Nosotros tuvimos un… accidente con el nuestro. ¡Qué coño un accidente! Vimos algo espeluznante en la carretera: un cuerpo que flotaba, los pies de un ahorcado… ¡Yo qué sé! Me distraje unos instantes, cuando levanté la vista me asusté y nos empotramos en un árbol. –Menea la cabeza, aturdido. -¿Cómo llegaron ustedes a la aldea?

Notas de juego

Mapa del pueblo:

Mapa de situación del grupo:

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30/09/2009, 21:39
Silvia Montes

Sin nuevos incidentes conseguimos salir de la casa. Una vez fuera, miro aterrorizada a uno y otro lado de la calle, con un breve suspiro de alivio compruebo que está desierta, esta vez no hay ningún hombre arrastrándose por los suelos. Bajo a Alicia al suelo, la pequeña ha abierto los ojos, y mis brazos cansados son incapaces de mantenerla en alto. La cojo fuertemente de la mano, por nada del mundo dejaré que le ocurra nada a mi pequeña. Mantengo el cuchillo en la otra mano, no me permito relajarla, y lo mantengo también fuertemente agarrado.

El joven auxiliar clínico nos explica su llegada al pueblo. Después de todo lo que he visto no me sorprendo al escuchar que vieron a un hombre flotando en medio de la carretera. Le miro con los ojos algo desenfocados. Respiro profundamente intentando calmar los latidos histéricos de mi corazón.

No... Nosotras vinimos a casa de mi tía Rosario, y cuando llegamos... Dios, fue horrible... Su cuerpo sin vida se hallaba sobre el lecho, y mi prima Carmela intentó atacarnos. Fue cuando ustedes llegaron, pero al salir... En este momento vuelvo a mirar con ojos asustados la calle de arriba a abajo. Cuando salimos... Se me ocurrió dejar a mi pequeña un momento sola, y al volver un hombre arrastrándose y deformado intentaba llegar a ella y lamerle los tobillos.

Me guardo para mi la impresión que tuve de que ese hombre era mi difunto marido. Nuevamente respiro profundamente, intentando calmarme. Mi estado nervioso no ayudará en nada.

Dios! Busquemos enseguida un coche y salgamos de aquí....

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30/09/2009, 23:35
Francisco Jose Gonzalez "Pacojó"

 Pacojo mira alternativamente a sus compañeros, al parecer es la ronda de sincerarse entre ellos. Escucha absorto las palabras del joven, y involuntariamente se estremece preguntándose cuantos horrores abran de presenciar antes de salir de aquel lugar maldito. En ese momento Silvia acabo su relato. Al parecer era su turno.

-          Yo vine para ver a Helena, una vieja “amiga que me llamo supuestamente para examinar unas muestras arqueológicas.- comenzó sonrojándose levemente.

Que estúpido debía parecerles. Estaban a punto de morir y él se sonrojaba por una mujer que le había tratado como un perro. Ironías del destino.

-          Desde que llegamos a este pueblo…- Su mirada se volvió vacía y fija en un punto indeterminado.- He… he tenido una serie de… bueno podríamos decir que he tenido una serie de visiones horribles que prefiero no comentar delante de la niña-

“Bien hecho Francisco, ahora creerán que eres un verdadero lunático”. Pensó con ligera amargura.

Poniéndose cada vez mas colorado, parpadeo nervioso y miro a lo largo de la calle. Más adelante a unas tres casa de distancia a la derecha de donde se encontraban, estaba estacionado el Ford Scort verde que le había indicado Manuel, el panadero, enfrente a la casa que supuestamente Helena tenía alquilada.

-          Aquella es la casa de Helena.-  Continuo señalando el edificio.- Y delante tiene el coche aparcado, tal vez se encuentre en casa y nos pueda llevar fuera del pueblo.- Término mirándoles con gesto más confiado.

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02/10/2009, 22:06
Isabel Fernández

Solo imaginarse al hombre deformado arrastrándose para lamer los tobillos de la niña, hizo estremecerse a Isabel. Recreó visualmente la imagen en su cabeza y se le puso la carne de gallina al pensarlo. Sacudió su cabeza lanzando algún que otro improperio y se encaminó hacia fuera de la casa.

Vayamos a casa de tu amiga - dice a Pacojo - aunque tengo la sensación de que allí nos esperarán más problemas... porque este pueblo... - Isabel no terminó la frase, pues todos sabían a qué se refería, y tan solo mencionarlo provocaría más nerviosismo y miedo en ellos. - Cojamos su coche y salgamos de aquí cagando ostias.

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05/10/2009, 11:33
Director

Alberto accede y, guiados por el arqueólogo, el grupo cruza la calle, dispuestos a cubrir los escasos cincuenta metros que los separa de su meta. Trotan apiñados, apretados contra las fachadas, mirando por encima del hombro a cada paso, recelosos frente a cada umbral clausurado, expeliendo bocanadas de pánico.

De la casa que acaban de abandonar nada sale para arrojarse sobre ellos, aunque pongan todo su empeño en imaginarlo.

Pasan junto al solar.

El sol está sepultado allá arriba. La cadencia hipnótica de la lluvia, el cabello apelmazado sobre los cascos, la ropa pegajosa, el pavor en los rostros… todo esto se conjuga para que unos a otros se impresionen como supervivientes, únicas almas en un pueblo engañosamente desocupado.

Y ahora alcanzan la puerta, de madera reforzada. La fachada es estrecha, encalada, la de una casa bastante antigua, y presenta, además, para la planta baja, una ventana enrejada. Cuelga sobre ellos un balcón herrumbroso, en donde distinguen que una de las puertas correderas que da al interior no está encajada: los faldones de unas cortinas asoman por la abertura, movidos por el viento.

El Ford Scort verde que está aparcado allí tiene la luna delantera destrozada.

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05/10/2009, 11:33
Director

No es sólo el olor a tierra mojada, a humedades de monte, lo que inunda sus fosas nasales. Y si lo fuese, entonces esta tierra tendría que estar… corrompida. No cabe otra explicación. Porque ese olor tiene el fondo dulzón de lo putrefacto, un regusto a sexo y a mostrador de carnicería, y, en una de sus esquinas, Silvia puede paladear el tufo a fármacos y desesperanza del cuarto de su prima Carmela.

Silvia ha ido sucumbiendo a la impresión de que los observan. No es como si hubiese alguien vigilando a través de los visillos de una ventana, es otra cosa: son los mismos cerros quienes los vigilan. Y ahora fijan sus ojos ciegos, estallados a causa del poder que, bajo la marca de una cruenta inocencia, ha sido desatado en los bosques, en ella que se apercibe; la están abriendo en canal ahora, inclementes, le exponen un órgano. Ella lo siente palpitar al aire, no es necesario que mire para saber qué buscan: ¡es su hija! ¡Esa cosa está extendiendo sus dedos retorcidos como ramas para extirpársela!

Notas de juego

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05/10/2009, 12:58
Silvia Montes

Finalmente decidimos dirigirnos a casa de al amiga de Francisco. Vamos caminando por la calle, asustados no podemos evitar mirar hacia las ventanas de las casas, aunque de momento no sale nada.

La opresión del ambiente se va haciendo cada vez mas palpable. Siento la ropa pegada a mi cuerpo, que como una segunda piel me abraza... La lluvia continúa cayendo sobre mi rostro, sintiéndola correr por mis mejillas como si de lágrimas frías se tratara.

No paro de mirar asustada hacia las ventanas, sé que detrás de cada una de ellas se encuentra un rostro, que con ojos ávidos nos ven pasar. Aprieto fuertemente la mano de mi hija... Mi corazón continúa latiendo fuertemente.

Ahogo un grito, no solo nos observan desde las ventanas. Los árboles nos esperan a la salida, sé que ellos también intentan acercarse. Sus ramas susurran amenazadoras. Hablan entre ellos, esperando con impaciencia que salgamos... Grito.

AAAAAAHHHHHHHHH!!!!!!!! DEJADNOS EN PAZ... NO OS ACERQUEIS HIJOS DE PUTA!!! Cogiendo nuevamente a mi hija en brazos empiezo a dar vueltas sobre mi misma sin poder dejar de mirar las calles, esperando ver aparecer cualquier cosa que se lance sobre ella. La abrazo con fuerza, nadie me la va a quitar, es lo único que me queda, es mi amanecer, mi vida... Y ellos la miran deseosos.

Una risa rallando el histerismo empieza a salir por mis labios. Me río y lloro a la vez. Una risa nacida del terror mas profundo del alma. Una risa que se desprende de la conciencia, que resuena por la calle. Mi mente lucha por agarrarse a algo real, por intentar controlar esa parte desatada... Finalmente caigo de rodillas sin dejar de abrazar a mi hija.

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05/10/2009, 14:45
Francisco Jose Gonzalez "Pacojó"

Pacojo avanza con el temor apretando su corazón como si una garra maligna estuviese a punto de arrancárselo en cualquier momento. Su respiración es pesada, y tal vez sea por la presión del momento, pero le cuesta respirar. Tiene el pelo empapado y las gotas de lluvia caen apelmazadas por su cara molestándole a la vista y haciéndole cosquillas en la nariz. Entonces, se da cuenta de que con las prisas se ha olvidado de ponerse la capucha. “Da igual” se dice con pesimismo, si va a morir seco o mojado es lo mismo.

Lentamente se acerca a la casa de Elena, con la esperanza de que ella se encuentre allí sana y salvo. Una esperanza, que de alguna manera sabe infantil y estúpida. Solo ha de escuchar el silencio sepulcral que hay en el pueblo y sentir el mal que se abatía sobre ellos para darse cuenta de que nada podía ir bien en aquel lugar maldito. Pero tal vez se equivocaba, así que dio un paso más, y otro, durante lo que le parecieron horas, cada vez más cerca de su destino hasta que al fin se encuentra frente a la puerta.

Esta se encuentra cerrada y parece dura y resistente, así que tirarla al suelo seria arto difícil, por no decir ruidoso, lo que en aquel lugar probablemente equivaldría a morir horriblemente. Pasándose la mano por la cara, se quito las molestas gotas pensando que hacer y entonces se acordó de la escalera que había visto en el solar. ¡Si la cogía podría acceder al balcón del primer piso y entrar en la casa! Tenía ese pensamiento en mente, cuando de golpe un grito desgarrado le hace dar un bote. Con el corazón bombeando como un loco, se gira a tiempo de ver como Silvia se arrodilla en el suelo riendo histéricamente mientras abraza con fuerza a su pequeña.

Por unos segundos no sabe qué hacer, la escena le resulta enternecedora y triste a la vez, y el no está acostumbrado a una situación como aquella. Entonces se da cuenta de que era obvio de que ninguno de los allí presentes, se había encontrado con una situación como aquella nunca en su vida.

Exceptuando a Alberto, él era el hombre y se suponía que tenía que proteger a las mujeres y a la niña de aquellos seres. Tal vez fuese un pensamiento machista, pero era lo que su convicción le decía.

Titubeante, se acerco a Silvia y agachándose a su lado la abrazo con torpeza, mirando a su alrededor vigilando que ninguno de aquellos seres estuviese en las inmediaciones.

-          Shhhhh, tranquila, tranquila, no hay nadie.- Le susurra intentando calmarla.- Tu hija está a salvo.- continua, sintiéndose un hipócrita.

Perturbadoramente se da cuenta que desde que Elena le abandono, aquella situación era lo más cerca que había estado de una mujer. Poniéndose rojo intenta ocultar su turbación. Pensar en aquellas cosas en aquellos momentos… tal vez si que estaba loco despues de todo.

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05/10/2009, 18:35
Isabel Fernández

Con la mirada inquieta vigilando a uno y a otro lado constantemente, Isabel avanza con los demás susurrando y despotricando para sí misma.

Por qué cojones tuvimos que venir aquí? Joder! Si salgo de esta juro que dejo este puto trabajo. Pero qué coño era aquello? Qué coño pasa en este puto pueblo?... - Isabel continúa murmurando todo un repertorio de palabrotas y juramentos. Tal cantidad de blasfemias en sus palabras era excesivo incluso para ella, eso solo podía significar que estaba a punto de perder los nervios, si es que no lo había hecho ya.

Al llegar a la casa se dirige directamente al coche, acercándose a la puerta del copiloto dejando que sea Alberto o Pacojo quien conduzca - Vamos! subamos y salgamos de este puto pueblo, pero a la de ya! Vamos!! ¿A qué esperáis? ¿A que venga otro hijo de puta como el de antes?

Tras estas últimas palabras, Isabel se da cuenta de que los nervios la están sacando de sus casillas y que los demás tenían tantas ganas como ella o más de salir de aquel lugar, así pues no era necesario apurarles de ese modo y mucho menos de esa manera tan vejatoria. Avergonzada vuelve su mirada a los demás y escupe un tímido "Lo siento".

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05/10/2009, 19:23
Director

El gesto de Francisco José resulta lo suficientemente honesto, firme y conmovedor como para reconfortar a Silvia y su hija y tranquilizar a Isabel y Alberto. Luego de unos instantes de recogimiento, Alberto comprueba su reloj y anuncia para romper el silencio:

-Son las once y cuarto. ¿Qué hacemos ahora?

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05/10/2009, 19:34
Francisco Jose Gonzalez "Pacojó"

 Francisco ayuda a Silvia a levantarse, y mira a Alberto intentando parecer firme en su resolución.

-          Voy a intentar entrar en a casa para ver si Elena esta dentro.- dijo mirando hacia el balcón.- E visto una escalera en el solar que hay calle abajo, si la traigo podre subir ahí arriba, mientras, tu comprueba si por casualidad las llaves están en el coche.-

Tenía los nervios a flor de piel, pero al menos mientras estuviese ocupado con un objetivo podría mantenerse cuerdo.

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06/10/2009, 11:44
Director

Alberto asiente, y mientras manipula las portezuela del piloto sólo para comprobar que está cerrada y hace visera contra el cristal para comprobar si las llaves pudiesen estar dentro y que mereciese la pena acabar de descuajaringar la luna, Francisco José vuelve sobre sus pasos y desaparece de la vista del grupo en cuanto se interna en el solar.

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06/10/2009, 12:51
Silvia Montes

Al sentir los brazos de Francisco rodeándome, dándome algo de consuelo, levanto la mirada. Veo su rostro preocupado y un rubor cubre mis mejillas. Per... Perdonad... Murmuro mientras el hombre me ayuda a levantarme del suelo. Soy consciente del ataque de histeria que he sufrido, y sé que con esto no ayudo a nadie. Debo intentar controlar mis nervios de ahora en adelante.

Cuando quiero darme cuenta Francisco ha desaparecido de nuestra vista. No deberíamos separarnos. Susurro, aunque demasiado tarde, ya que el buen hombre ya se ha ido. Alberto está mirando el coche, buscando alguna llave. Isabel se encuentra a su lado, la mujer también parece estar bastante alterada. Como para no estarlo... La situación nos supera a todos, aunque parece ser que a unos más que a otros. Me quedo en silencio, sin soltar la mano de mi niña, voy mirando alternativamente en todas las direcciones. Poco a poco mi corazón va volviendo a la normalidad....

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07/10/2009, 10:21
Director

Silvia se mantenía vigilante, forzando sus sentidos para percibir algo más allá del repiqueteo de la lluvia.

¿Y entonces, mientras el arqueólogo continúa fuera de la vista, en aquel solar a su derecha, y los dos sanitarios se afanan junto al vehículo, esto que acaba de escuchar, calle arriba, a su izquierda, son imaginaciones suyas de nuevo: un alarido, estrépitos de charcos…?

Se encuentra dudándolo cuando Alicia le tira de la mano, indicándole que se incline hacia ella; al hacerlo, la niña le susurra a su madre en el oído:

-Mamá, ya vienen.