Partida Rol por web

Os encontráis dentro de unas cámaras criogénicas, en un estado de coma inducido.

Unos sueños grotescos, distorsionados, dan paso a unas pesadillas. Las imágenes del subconsciente muestran el aparatoso accidente de la nave de descenso, el choque contra la superficie del planeta. Gritos de dolor, el agudo sonido de las alarmas, sangre y muerte. Las llamas bailaban sobre los restos mientras los últimos alientos de algunos tripulantes se desvanecían como simples sombras bajo el amanecer.

Un espasmo recorre vuestros cuerpos, recordando como alguien os arrastró fuera del peligro. Nunca llegasteis a ver el rostro de aquel buen samaritano. Aún os parece notar como os inyectó un calmante y os suministró oxigeno usando respiradores.

Algo os hace parpadear tras oír un pitido que indica el fin del protocolo médico.

- Secuencia de reparación de daños corporales terminada -comenta un voz metálica- tratamientos secundarios finalizados.

Freeman parpadea atónito y de un sobresalto trata de incorporarse, pero luego vuelve a su posición original, quedando inerte como un animalucho haciéndose el muerto. Todavía no sabe si lo que ha visto en sus pesadillas son sueños o realidades, y el sonido de aquella alarma endiablada todavía le punza los oídos. Mientras trata de recordar, contiene su respiración y, tan solo moviendo sus ojos saltones, observa el alrededor. 

¿Gritos de dolor? - Negativo... - ¿Fuego abrasador? - Negativo... Tras comprobar que el peligro no es inminente, Steve se anima a levantarse. Aún tambaleándose y adormilado, lo primero que hace es buscar la mochila montañera que guarda todos sus libros de saber. No puede verlos por ningún lado y, acto seguido, se forma la desoladora imagen mental de sus páginas ardiendo en las llamas del accidente. Sin ellos, el hombre se siente desnudo e indefenso... - ¿Cómo podría sobrevivir a una situación así sin su sabía guía?

¡No era el momento de lamentarse! - Buscando algo a lo que aferrarse, Steve camina con timidez hacia las otras cámaras criogénicas. Aunque no está seguro, bajo sus cristales cree reconocer a dos compañeros de la tripulación que le acompañaba en la nave.

— ¿Elena...? ¿Jake...? — Llama sus nombres en voz bajita, temiendo que no puedan oírle ni contestarle. — ¡No me jodas! ¿No la habréis diñado vosotros también, verdad? —  La idea se le hace insoportable y, a punto de perder los estribos, comienza a gritar:

— Elena, Jake... ¡¡¡Despertad, ostias!!!

Para una vez que estaba tranquila, la gente se suele encontrar incómoda cuando hay muerte y destrucción, pero ese era el ambiente de Elena, donde su instinto se encontraba más afilado y sus sentidos más agudos, aunque al final todo resulto ser una ilusión, menos lo de ser salvada, no le gustaba tener deudas con nadie, aunque claro mejor deber algo que estar muerta, pensamientos simples, soluciones simples, la forma de pensar correcta ahora que tocaba actuar rápido.

- Ya vale Steve, alguno queremos dormir...- fijo la vista en los alrededores, de momento nada les disparaba y algo parecido, no contaba con su cuchillo, se observó el antebrazó donde tenía marcadas la docena de muescas de sus trabajos "limpios", pero sin su filo no podía seguir acumulando marcas.

- Necesito un arma pronto ¿Os podéis mover o acabo con vuestro sufrimiento? Es broma.

La sala tiene las paredes blancas y el techo del mismo color, que se oponen un poco al suelo gris. Dicha habitación tiene el espacio suficiente para seis cámara criogénicas situadas en el centro. Sois conscientes de que las únicas cámaras ocupadas son las vuestras.

La salida del lugar es visible, son dos puertas correderas de alguna aleación plástica de alta resistencia. Una luz ámbar parpadea sobre el panel lateral de acceso, del tamaño de una mano.

En el lado contrario podéis ver un maquina de varias puertas con luces intermitentes en varios puntos. Vibra y emite un quejido mientras completa el ciclo que tiene programado. Parece ser que está algo dañada, como muestran algunas de las chispas que surgen de su estructura.

- Secuencia de desinfección completada-afirma una voz metálica que pierde intensidad a cada segundo, hasta volverse casi inaudible.

- Esto parece una sala médica, pero o le importamos una mierda a los sanitarios, o pasa algo. Como nos funcionan las piernas mejor nos movemos, para enterarnos de algo. 

Se agachó un poco y se acercó  a las puertas plásticas, flexionando los dedos de las manos, anticipando que algo saltará de las paredes como si fuera la protagonista de una novela barata.

- ¿Steve quieres mirar esa máquina? A ti te ponen palote las cosas con tuercas, y lo mismo sacas algo útil de ese cacharro.

Tras comprobar que sus compañeros siguen de una pieza, Steve respira aliviado. — Perdona que te interrumpiera la siesta, Elena. — Contesta a la acechadora en tono jocoso. — ¿Qué tal llevas tú la resaca, Jake?

Las paredes y el techo blanco roban la atención de Freeman. — Esto tiene pinta de ser un hospital, y... ¡No me jodas! — Señala las otras tres cámaras criogénicas vacías. — Aquí hay camas para seis, pero solo somos tres... ¿Dónde está el resto?

Dejando la pregunta al aire, Steve atiende a la máquina que les habla como si estuviera a punto de fundirse por dentro. — Aunque me gusta como suena eso de "desinfección completada", este cacharro tiene mala pinta. Voy a echar un vistazo. 

Jake se levanta minutos después que sus compañeros. Esta todavía demasiado desorientado como para hablar de inmediato, fue como haber recibido una granada de frente, sus recuerdos son borrosos, y no entiende lo que pasa. Se queda sentado unos segundos y tras ello se levanta. Empieza a escuchar el pitido, y como unas caras conocidas le hablan. Elena y Steve, eso le recordó de inmediato el choque, lo cuál no pudo evitar generar una mueca al recordar todo lo que había pasado, y volver al presente. Miró a sus compañeros y les dijo;

-Parece que a quienes tendrán que rescatar ahora será a nosotros. ¿Creen que la persona que nos sacó de la nave habrá sido el científico que vinimos a buscar? Debemos prepararnos bien, este planeta es conocido por su peligrosidad, no podemos dejar de cumplir nuestra misión. -Dijo, mientras arrugaba el rostro y se ponía mucho más serio, y sobre todo, alerta, mirando a todos los alrededores que era lo que esta sucediendo.

Steve se acerca a la máquina y comprueba que alguien intentó sabotearla, de una forma bastante brusca. Aunque no presenta daños llamativos, sin duda fue golpeada.
La función de la máquina es clara, debe desinfectar de toda enfermedad, virus o sustancia nociva el material depositado en su interior.

Consigues abrir las puertas sin problemas y dentro encontráis varias cosas:

- Tres chalecos antibalas ajustables, se pueden poner debajo de la ropa (CA +3).
- 2 hachas tácticas (daño 1d8).
- 6 cuchillos monofilamento (daño 1d4 + 1d4 por energía, se pueden arrojar a un alcance medio de 3 metros).
- Una escopeta de energía (2d8 por energía, alcance medio 10 metros, cadencia 1, 10 cargas).
- Una mochila semi-rígida con herramientas.
- Un kit de intrusión ajustable a la cintura.
- 3 linternas.
- Un kit de primeros auxilios.
- 2 mochilas vacías.

Todo este equipo os es claramente familiar, pues sin duda era vuestro. Parece que no lo habéis perdido todo en el accidente.

- ¡Feliz navidad compis! Al menos parece que no andaremos en pelotas por la zona, me quedo los cuchillos, estas bellezas vuelan bien y se clavan mejor.

Empieza a coger equipo y poniéndoselo, con gestos mecánicos de haber echo lo mismo un montón de veces, ajustando correas y comprobando que nada queda suelto o mal colocado.

- Bueno será mejor empezar a moverse, cuanto antes sepamos lo que ha pasado mejor.

Vale es que hay gente que lo quiere todo en la pestaña de ficha, luego lo pongo en la de equipo cuando se acabe el reparto.

Al abrir las puertas lanza un silbido, casi al unísono del "¡Feliz navidad!" de Elena. Todos aquellos útiles le son extrañamente familiares, por lo que instintivamente empieza a tomar cosas, algunas con la intención de repartirlas después, según más les convenga.

— Buena elección, Elena... ¡Mira, hay más! — Apunta con el dedo índice. — Voy a animarme con uno de esos chalecos, también. — Steve toma la prenda y, con el tacto, comprueba su flexibilidad y resistencia. — Esto me suena mucho... ¡Son de los buenos!  — Exclama mientras se lo pone. — Jake, todavía queda uno más, seguro que es tu talla. — Le dice, invitándole a probárselo.

Con la armadura protegiéndole el torso, Freeman prosigue la distribución. — ¿Dos hachuelas? Pues una para mí, otra para quien la quiera. — Rima con poca gracia. Luego abre sus ojos saltones al máximo. — ¡Wow! ¡Mirad esta belleza! — Se fija en la escopeta de energía. — ¡Jake, agarra esto! — Sin comprobar siquiera si va cargada o asegurada, un irresponsable/inocente Steve lanza el arma al combatiente, para que la vea más de cerca. 

Sin perder ni un segundo, comienza a ojear todas las herramientas contenidas en la mochila semi-rígida. Aunque no encuentra ninguno de sus antiguos libros predilectos, el técnico queda satisfecho y se la lleva a la espalda. Luego, toma una de las linternas, el kit de intrusión y, finalmente, el de medicina, con algo de inseguridad. — Espero no necesitar esto. — Piensa.

El hallazgo de parte de su equipo es reconfortante, pero que alguien haya intentado dañar la máquina no le hace ni pizca de gracia. — Alguien ha estado toqueteando este cacharrito de desinfección, y con toqueteando me refiero a... — Busca la mejor forma de expresarse. — A que se ha liado a porrazos con ella. Tenemos que ir con cuidado. — Sentencia.

Por último, comprueba que la linterna funciona y la apunta hacia el panel de acceso lateral a las puertas correderas. — ¿Quién quiere hacer los honores?

Las luces parpadean, tan sólo un segundo.

— ¡Mierd...! ¡Eso no me ha gustado nada, pero nada! — Dice Steve casi aullando, dispuesto a irse. — Oye, Elena... — Se detiene en seco. — He estado ojeando este trasto. Lo cierto es que... Estoy poco acostumbrado a los de este tipo. — Por última vez, el técnico observa el kit de intrusión con mirada de bobo, antes de pasárselo a la acechadora. — ¿Tú que opinas? Creo que estaré más tranquilo si te lo quedas tú.

— Jake, tú ves preparando esa escopeta, solo por si acaso... ¡Bueno, no hay tiempo que perder! ¡Por favor, las damas primero! — Steve disimula su cobarde reluctancia a ir el primero con un acto de galana caballerosidad, por cierto, muy mal fingida.

- Bueno supongo que me lo quedaré, tendré que recordar viejos tiempos donde cogía cosas... - mientras se ajusta el kit  - tranquilo iré delante, no se vayan a perder esos preciosos conocimientos tuyos - empieza a girar uno de los cuchillos dando vueltas en el aire y cogerlo sin tener que mirarlo - bien detrás de mis niñas, gritad si veis algo.

Sin mucho perder Elena sale por la puerta.

En el momento que Elena se aproxima a la puerta, con intención de abrirla, un haz de luz azulado surge del techo. Esta luz proyecta un holograma en la superficie de la misma, donde se puede ver la distribución de la base.

La imagen se amplia y muestra la sala donde os encontráis.

Elena se asoma con mucho cuidado a un pequeño hall en el que se ven varias puertas idénticas. La luz parpadea y hay un extraño olor en el ambiente.

— Una bienvenida extraña allá donde las haya visto. — Musita Steve para sus adentros, con complejo de novato. — Esperaba encontrarme con alguien amable, chocar los puños, dar las gracias, convidar unos whiskeys y todo eso... — Poco a poco, el técnico sale de su ensueño. — Hey chavales, mirad lo que nos mandan por ahí arriba. — Señala, arrugando la nariz. — Veo menos salas a mano derecha que a mano izquierda. Podríamos empezar investigando por esa dirección...

Steve piensa con grave esfuerzo, intentando que su decisión no parezca arbitraria. — ¡Así vamos descartando! El lugar parece bastante grande... — Argumenta con poca seguridad. — ¿Qué opináis?

- Si hay que mirar miramos, si aparece algo hostil lo matamos y seguimos avanzando, la vida es simple Steve, no es necesario calentarse la cabeza tanto.

Empujo la puerta que tenía mas cercana, y empuño bien los cuchillos, preparada para lo que apareciera, esta base era extraña y ya era de respuestas a preguntas que no habían dicho.

Elena guía al grupo hacia el exterior de la sala y ella, con el valor propio de un marine espacial, se dirige hacia la puerta que se encuentra frente a ellos.

Con precaución y sigilosa como un gato negro en una noche sin luna, se acerca a la puerta y escucha. El silencio es absoluto y no duda en usar el panel lateral.

La pequeña sala se abre. Es un baño. Tiene una ducha, un retrete y dos lavamanos bajo dos espejos. El lugar apesta a muerte y dolor, cosa que no es de extrañar pues la sangre salpica tanto suelo como paredes.
En uno de los espejos alguien, moribundo, pintó con su dedo ensangrentado un breve mensaje: S.O.S.

Sin ningún tipo de duda, la persona que murió en este lugar no sufrió daño fuera del mismo. Su agresor le persiguió hasta aquí y le hirió mortalmente, dándole tiempo a escribir el mensaje. Después terminó con su vida y la arrojó al interior de la ducha.

Sobre el plato de ducha, tirada como si se tratase de un muñeco roto, podéis ver una mujer. El rostro del cadáver muestra un mueca de terror. La boca abierta, los ojos en blanco y las manos crispadas. Sin duda intentó, en vano, defenderse.

La luz de la estación científica parpadea y se apaga. Oís claramente el sonido de unos pasos que no podéis ubicar.