Partida Rol por web

A pesar de haber preguntado, Tolman seguía distraído. Hacía preguntas sobre cosas que ya se habían hablado y dejaba las importantes de lado... de alguna manera no quería irse de allí.

Elrond comenzó a hablar, y el pequeño hobbit seguía distraído, admirando la estancia mientras que en algún momento escuchaba alguna que otra palabra. En un momento dado, escuchó la palabra hobbit y en ese instante comenzó a prestarle atención, como si hubiera preguntado él.

Según se iba explicando el elfo, Tom no podía más que asentir a lo que decía intentando que se le quedase algo de todo aquello. "Hojas elfos, martillos enanos... hojas elfos, martillos enanos..." se repetía a sí mismo mientras cerraba fuertemente sus ojos y escuchaba relativamente atento a Elrond.

Inquieto ya en la estancia, comenzó a darse una vuelta mientras que el elfo seguía hablando. Tom se volvió a detener cuando escuchó los nombres de sus amigos, pues él no había notado nada raro a si que volvió a prestar atención, quizá dijesen algo.

Escuchó a Tatharina, y se la veía callada e impaciente por ir a la biblioteca a si que Tom se la acercó un instante.

- "Psss ¿a si que a la biblioteca eh?"- le dijo en voz baja mientras la daba un par de codazos a la beórnida y acto seguido seguía moviéndose por la estancia.

Después vino su hermana y Tolman pensó que esos temas igual era mejor tratarlos por privado y no se metió en ello. El resto del tiempo se mantuvo distraído admirando la decoración élfica del lugar.

Miró a la beórnida y le sonrió.

-"Seguro que Farlan agradecerá compañía, lleva mucho tiempo solo, metido entre los libros. Ver una cara nueva le alegrará la vista." Respondió.

Ante la exposición de Rilwen, no pudo más que asentir a sus palabras.

-"Siempre eres bienvenida, hija del Bosque Negro. Años ha que moras aquí y esta será tu casa siempre. Si debes de cumplir con una promesa, no seré yo quién te diga que no la cumplas. Lórien es un reino fabuloso, lleno de magia que recuerda a los días antiguos. Como sabes, mi familia tiene lazos consanguíneos con Galadriel y Celeborn, así que serás bien recibida en sus dominios. Si has de partir, que tu corazón te guíe por el buen camino." Le dijo con sabias palabras.

Cuando la pequeña Lily habló, una sombra cruzó por la cara de Elrond, pero pasó rápidamente.

-"En efecto, querida Lily, no es un instrumento élfico, sino hecho para un hobbit." Calló un momento, pensativo. "Sé a quién perteneció y fue traída aquí por esa persona." Calló nuevamente y miró fijamente a ambos hermanos. "Es de vuestro padre: Tolman Pulgarverde. Estuvo aquí hace años ya, aunque para nosotros los elfos, parece que fue ayer."

Cogió su bebida y le dio un pequeño sorbo; aún salía algo de vaho de la taza. Volvió a mirar a los dos hobbits y con voz seria, habló:

-"Tolman estuvo aquí de paso, enviado por un amigo común para que yo le ayudara en un asunto peligroso. Le aconsejé sobre dicho asunto y él partió hacia el este, cruzando las Montañas Nubladas en dirección al Bosque Negro. Sé que tras extraviarse y tener muchas aventuras llegó a Lórien, donde fue recibido por la dama Galadriel. De allí se dirigió al Bosque Negro, donde encontró un funesto final. Fue nuestro amigo común, Gandalf, quien lo encontró y trajo su cuerpo para que fuera enterrado en Bree. Siento mucho su pérdida y os doy el pésame."

La noticia cayó como un jarro de agua fría en el grupo. Los que conocían a los Pulgarverde pensaban que su padre había muerto en paz en Bree, no lejos de casa en algún turbio asunto. ¡Y menos sus hijos! Ahora pasó a mirar a Gláin, para cambiar de tercio y que la tristeza no se expandiera por la sala.

-"Ciertamente, quizás alguno de mis herreros quiera enseñarte alguna técnica secreta. Aunque puede que tengas que ser tú el que deba enseñarles el arte enano de forjar, jejejeje." Intentó hace un chiste, aunque sin demasiada suerte.

Gallind tomó la palabra y levantándose, explicó la historia de la misiva que le entregaba.

-"Me parece lógico que acompañes a Rilwen, joven Gallind, ya que desde pequeños habéis sido inseparables y muy buenos amigos. Parte de uno está en la esencia del otro, me temo. Si vas a cumplir la promesa de tu padre de recuperar el Rhivaran, que mejor que ir acompañado de tu mejor amiga. Además, creo recordar que cierta elfa tiene algo en común en ambas promesas. ¿Me equivoco?" Dijo pensativo mirando a los dos elfos.

Cuando recogió la carta, la miró y frunció las cejas.

-"Vaya, en verdad es antigua esta carta. Me retiraré un momento para ojearla minuciosamente, pero mi hija Arwen se quedará con vosotros y hará de anfitriona. En un rato volveré, disculpadme."

Y dicho esto, se levantó de la butaca y salió por una puerta lateral. Allí sentada, resplandeciente, quedó Arwen Undómiel, que os miraba intrigada a cada una de vosotras.

Arwen escuchaba con suma atención las preguntas y requerimientos de cada uno de los invitados hacia su padre. En cierto momento, apoyó su brazo de forma grácil sobre el de Elrond cuando este alabó sus dotes musicales. Cada uno de los gestos de la elfa resultaba brumoso, como si quisiera suspender toda la estancia en su interior, una estancia infinita y dorada de eras, donde atesoraba cada segundo de un tiempo, que para ella transcurría ajeno a la levedad y al peso de quienes se enfrentaban a una existencia efímera y convulsa, la fragilidad casi etérea de sus vivencias apenas representaban un corto lapso, pero intenso, acrecentando la curiosidad de la elfa por adentrarse y comprender desde esa misma estancia sus inquietudes y sus temores, lo que se había fraguado en sus corazones y en sus mentes, aquellas que había suspendido a través de su canto como una ofrenda silenciando el manto de la aflicción, amortiguando con suavidad la repiqueteante inquietud, arrastrándolas como un oleaje, desvelando en su gesto la expresión indescifrable de la dicha para que la tocasen durante un instante, sutil y envolvente.

Mas difícil resultaba la tarea de refrenar el apasionamiento y la sed de respuestas por largo tiempo, algo que confesaba admirar en cada uno de ellos. A la joven no le había pasado desapercibida la pesadumbre de Tatharina, la acuciante necesidad de Rilwen de resolver una promesa, o el titubeo de los dos hermanos respecto a cierto instrumento. Debía reconocer que su naturaleza conseguía generarle una curiosidad y admiración inalterables. La elfa posó sus ojos sobre cada uno, intentando leer sus motivaciones, comprender su carga y el largo camino que les había llevado hasta allí. Sabía que tan sólo hallarían sosiego cuando se hubieran desprendido de sus interrogantes.

-"Me siento honrada por vuestra presencia y agradecida por vuestra labor. Sea la hospitalidad y la seguridad de la que gozáis en nuestro hogar, extensible a la protección y salvaguarda de las gentes que han de cruzar de lado a lado la impestuosa Rhovanion." Deseó, al tiempo que sus ojos refulgían dejando escapar un atisbo de esperanza, de la misma manera que ella había conseguido asentar su canto para dilapidar sus pensamientos, así deseaba que cualquier viajero pudiera atravesar aquellas tierras encontrando solaz en cada uno de esos refugios.

-"Permitidme, viajeros, entender el valor de vuestra gesta y los sucesos acaecidos en el túmulo al que se ha referido Gallind." Inquirió con el firme deseo de atesorar y comprender los hechos, dada su relevancia, como si cada una de las palabras que fuera a recibir, quedasen inscritas en una memoria imperecedera.

Rilwen estaba obligada a cumplir con su promesa, y al parecer Gallind también podría acompañarla y hasta le sería útil para cumplir con sus objetivos, una visita a Lorien y ver se nuevo a su amiga.

-Muchas gracias Gallind, siempre es grato partir con un amigo, y al parecer acompañarme puede ayudarte con tus objetivos.- Pero aun podrían descansar unos días, poner sus cuerpos y mentes en forma, y prepararlos para la aventura. Y sobre todo, tratar de que el grupo continuase unido, no les había ido nada mal desde que se habían reunido.

Le preocupo la historia y triste final del padre de los hermanos Pulgaverde. -Parece que para saber más de lo ocurrido tendréis que ir hasta el Bosque Negro, lugar que conozco ya que allí nací. Tal vez podamos ir todos juntos a Lorien, y luego tras cumplir con mi promesa, pueda acompañaros hasta el Bosque Negro.- Había una posibilidad de que todos continuasen juntos, y tal vez se abría ante ellos una gran aventura, con un largo viaje por los caminos de la Tierra Media. 

-Padre... viajando al Bosque Negro, siendo amigo de los elfos... conociendo a Galadriel en Lorien.- Me siento un poco mareada y la comida me da vueltas en el estómago. ¿Qué hizo a nuestro padre dejar a sus pequeños y emprender semejante viaje? 

Me obligo a mirar la punta de mis pies para no tener que derrumbarme mareada. Siento mis ojos húmedos y mis labios temblorosos. Por unos instantes pensé que Elrond nos revelaría que padre seguía vivo en algún lugar, pero no, esa esperanza ha muerto al escuchar las palabras del señor de los elfos. Levanto el mentón y agradezco a Elrond su sinceridad.

- Muchas gracias, es una triste historia, pero al menos me reconforta saber la verdad. ¿Os puedo pedir que nos honréis con otorgarnos la custodia de la mandolina de nuestro padre? Siento de repente una gran necesidad de esclarecer el relato que me habéis contado. El mundo ahora aparece como un lugar demasiado hermoso e interesante como para regresar a Bree. - Aprieto los puños- Pienso viajar a Lorien y seguir los pasos de nuestro padre. Será una suerte hacer ese viaje junto a Rilwen y Gallind-.

Me giro buscando con la mirada a mi hermano cuando Elrond se disculpa para examinar el pergamino:

- Tú vendrás conmigo, por supuesto. Tenemos que desenterrar la memoria de nuestro padre y esclarecer lo que le ocurrió. Debió ser algo importante para arrebatarlo de nuestro lado.

Es entonces cuando reparo en la belleza de la dama Arwen, en la musicalidad de su voz, en su presencia de hermosura melancólica. La saliva me atraganta la voz, pero me acerco a ella y la observo embelesada memorizando sus rasgos para más tarde dibujarla con la esperanza de hacerle justicia a su regia presencia... 

No te equivocas Elrond, y aún no he tenido oportunidad de comentarlo. - Miró a Rilwen y continúo hablando para ella. - Has dicho un nombre esta mañana que ha quedado revoloteando en mi mente desde que hemos salido del cuarto. Yo también conozco ese nombre que has mencionado. - Dijo dejando que el misticismo de no explicar sus palabras revoloteaba en el cuarto como paloma sobrevolando la brisa. Al fin y al cabo también era un elfo y sus palabras majestuosas y eternas podían desentrañar y envolver miles de imperceptibles momentos. 

Al cabo de un momento prestó atención a la pequeña Lily. - No esperaba menos de vosotros. No pueden imaginar la alegría que despierta en mi el hecho de que decidan acompañarnos. - Aunque una sombría melancolía se posó sobre su semblante. - Me apena que sea debido a una tragedia el que decidas acompañarnos. Hubiese deseado mil veces que los motivos fueran más alegres y no tan trágicos. Puedes esperar de mi parte que pondré a tu disposición mi arpa y mis habilidades para ayudarte a dar con las respuestas que buscas. - Hizo una pequeña reverencia y agachando la cabeza en señal de respeto agregó. - Es una promesa. - Luego volvió a reincorporarse y mirando al travieso Tolman agrego. - Espero que de tu alocada mente no nazca la idea de rechazar este viaje puesto me veré terriblemente decepcionado. - Observó a su amigo de aventuras con simpatía y tristeza a partes iguales. - Me apena de lo que te has enterado, pero más me apenaría que  no desearas acompañarnos. 

Por último, mirando a la bella Arwen comentó. - Dejaré que sean sus combustibles relatos llenos de pasión los que sacien tu curiosidad, oh hija de Elrond, puesto que mis palabras que bien conoces pocos matices nuevos podrán trasmitirte. Pero en cambio en sus incandescentes palabras hallarás nuevas sensaciones y emotivos recuerdos. - Y girándose al grupo agregó. - Os ruego compañeros contar y no se contengan, contar todo cuanto vimos en aquellos nefastos túmulos. 

Gláin se removió inquieto en su asiento cuando Elrond se dirigió a él. Se sentía encantado por tener su beneplácito para echar un vistazo a las tareas de forja de los elfos, pero también se había sentido bastante abrumado a la vez que halagado, por las buenas palabras del elfo ante el trabajo de los enanos. Ambos grupos a su manera, eran capaces de realizar los trabajos más hermosos y espectaculares de toda la Tierra Media.

Pero lo que no pudo hacer el enano fue acompañar la risa de Elrond. Las noticias que sus compañeros estaban recibiendo, en especial la muerte del padre de los hermanos Pulgaverde, no eran nada agradables y ensombrecían el corazón de Gláin. Se mantuvo por unos instantes en silencio, incapaz de vocalizar la tristeza que sentía ante el pesar que había caído sobre los hobbits y se dedicó a fumar de su pipa con el ceño tan fruncido que sus dos pobladas cejas se unían para formar una sola.

Parecía que parte de sus compañeros, los dos elfos y los dos hobbits, partirían juntos hacia una nueva aventura en Lórien. A Gláin conocer un nuevo lugar, y más aún si se le ofrecía la oportunidad de ampliar el negocio con una nueva ruta comercial, le resultaba bastante apetecible y más si así seguiría en compañía de sus amigos. Pero hasta que no supiera qué tenía pensado hacer Tatharina él no tomaría ninguna decisión. Lo último que iba a hacer era dejar a la joven beórnida sola por mucho que le apeteciera a Gláin partir a un nuevo viaje.

De todos ellos él era el único que no tenía una misión clara ni un objetivo, aparte del comercio, que perseguir. Por ese motivo ir a un sitio o quedarse en otro no era algo que le quitara el sueño.

—Siento mucho vuestra pérdida —dijo por fin a los dos hermanos Pulgaverde, transmitiendo en el tono de su voz la tristeza que se había acomodado en su corazón.

Pero Gláin volvió a cerrarse en su mutismo, fumando tranquilamente de su pipa, mientras esperaba que fuera otro el que se encargara de responder a la hermosa dama Arwen. En esos momentos el enano no se encontraba con ánimo para relatar un suceso tan inquietante como había sido la aventura que habían vivido en los túmulos.

Tolman se mantenía aún distraído por la sala mientras que Elrond y Arwen hablaban hacia el resto. El enérgico hobbit necesitaba algo que hacer, algo con lo que entretenerse... pero a su parecer, en aquella sala ya le quedaba poco más que averiguar, a si que comenzó a presentar algo de atención de nuevo.

Gracias a su hermana, Elrond comenzó a hablar sobre su aquel instrumento y gracias a ello por fin les confirmaron algunas de sus sospechas. Era de su padre.

Al escuchar esto, Tom pegó un pequeño salto y se dijo para sí mismo "lo sabía" . Estaba emocionado con la historia y con lo que el elfo iba a seguir contando. Se mantuvo callado como pudo, escuchaba cosas increíbles sobre su padre, cosas que no se creería si se las hubieran contado otros, pero... de un extraño, y además de un elfo... ¡¿Cómo no se lo iba a creer?!

- Entonces, señor Elrond, ¿nos puedes presentar a ese amigo? puede que se alegre de conocer a los hijos de su amigo... y ¡Gandalf! ¡él sabía algo!

El hobbit no quiso seguir con sus preguntas, esa información que le estaba dando le abría un mundo enorme al concepto que tenía el joven Pulgarverde de su padre, y parecía que a Lily también.

- Por... por supuesto - respondió a Lily aún un poco metido en sus pensamientos - tenemos que averiguar realmente que pasó. -Tom dio un paso hacia su hermana y la susurró - "Luego hablamos sobre padre... hay cosas que dice este elfo... que quiero hablar contigo, y si es necesario después hablamos más detenidamente con Elrond".

Tras recibir la noticia, ambos hermanos decidieron que lo mejor para honrar la memoria de su difunto padre era seguir sus pasos y averiguar qué le pasó. ¿Por qué había viajado tan al este? ¿Qué motivo le indujo a dejar a su familia en Bree? Todos los recuerdos acerca de él eran de un hobbit normal, de los que no le gustaban las aventuras, aunque ahora pensándolo... no sabíais de donde venía vuestra vena aventurera y ahora parece que sí. Averiguar lo acaecido a padre os llevaría por el mismo camino que el que iban a recorrer Gallind y Rilwen. ¡Al parecer, volveríais a tener más aventuras juntos! Elrond no puso reparo en dejaros la mandolina a vuestro cargo, ya que era una herencia familiar, de los Pulgarverde.

Gláin no había comentado nada, pero no era de los que se quedaban en casa sentado, viendo como los demás partían. Tatharina tampoco dejaría a Lily partir sin ella, ya que eran inseparables amigas. A la mente de la hobbit vino el recuerdo de la noche en la que sacaron a Tolman de la cárcel, cuando se pusieron a bailar y cantar, haciéndose las borrachas.

Para el enano, viajar al este de las Montañas Nubladas significaba abrir una nueva ruta comercial. Siendo amigo de los elfos, tal vez podría comerciar con el lejano reino de Lothlórien, donde se decía que hasta los árboles tenían hojas de oro. Aunque también decían que estaba embrujado y que lo regentaba una malvada hechicera. ¿Se referiría el chismorreo a la dama Galadiel?

Tolman quería hablar con Lily a solas, así que esperaría el momento adecuado para hacerlo. Arwen esperaba un relato y él era bueno contándolos, así que eso hizo: relató detalladamente todo lo acaecido durante la salida de Bree hasta que llegaron a la morada del tumulario. Escuchar de nuevo lo sucedido, os puso a todas los pelos de punta, ya que estuvisteis a punto de morir en aquel horrible lugar.

Gallind reveló algo interesante. Al parecer, el nombre de la elfa que había comentado Rilwen no era desconocido para el elfo. ¿De qué conocía a esa elfa? ¿Qué sabía de ella? Esas preguntas revolotearon por la mente de Rilwen, que feliz, escuchaba cómo al final su viaje no lo haría sola. El grupo se compenetraba cada vez mejor y si estaban todos juntos y unidos, parecía que nada pudiera pararlos.

La beórnida, ahora algo callada, veía una oportunidad de saber más sobre sus orígenes. Sabía que su gente era originaría de los márgenes del Anduin superior, al oeste del Bosque Negro. Si el viaje de los elfos y los hobbits pasaba por allí, podría ver sus raíces, el sitio donde nació... y tal vez encontrar parientes. Nunca se sabía...

Arwen se deleitó con la narración y al finalizar esta, os sonrió amablemente. Os hizo un gesto y os indicó que la acompañarais. Os llevo por unos pasillos, ricamente decorados, hasta llegar a una sala donde había muchos objetos encima de una gran mesa de roble macizo. Esos objetos eran todos los que trajisteis del bastión de los ladrones, donde vencisteis a la banda de Imledair. Ahora que ya sabíais qué piezas eran mágicas y sus propiedades, era turno de elegir lo que cada uno quería quedarse.

Mientras mirabais los objetos, Arwen se sentó en una butaca mientras os observaba. Un elfo de noble porte se acercó con una bandeja llena de infusiones aromáticas. Pudisteis escucharle decirle a Arwen que Elrond se tendría que ausentar por algo relacionado con una carta. Pensasteis que debía de ser por el contenido de la misiva que Gallind le dio antes.

En aquella sala, con una aromática infusión élfica en mis pequeñas manos, mis ojos se pasean sobre la mesa cubierta de objetos como los de un niño recorriendo el mostrador de una tienda de pasteles. Sin duda mis pupilas se posan en la belleza de las piedras preciosas engarzadas en la empuñadura de la daga. Normalmente un arma no me parecería algo necesario para mi viaje, pero pensando en el lugar al que nos dirigíamos, en lo que le había ocurrido a padre allí... en la posibilidad de encontrar un destino similar. Mi pequeña mano se cierra en torno al pomo de la daga y en comparación con ella la hoja parece grande, pero de un tamaño manejable y fácil de ocultar. Siento una punzada en mi pecho ante el temor de tener que esgrimirla realmente contra alguien, pero respiro hondo y la tomo dando un suspiro. La sostengo con ambas manos antes de guardarla entre mis pertenencias.

- Es hermosa, aunque tengo el presentimiento de que más adelante la necesitaré. La guardaré si no os importa, por si llega el momento de que la necesite. A nuestro regreso te la devolveré, Gláin, creo que es un tesoro de tu gente. ¿Me dejas llevarla conmigo un tiempo?

Sonrío angelicalmente al enano como quien pide un favor muy fácil de conceder.

A Rilwen le sorprendió que Gallind conociese a su amiga Tathariel, y no pudo evitar preguntarle por ello. -Gallind no sabía que conocías a Tathariel, podrías decirme de que conoces a mi amiga, y en que lugar has coincidido con ella.- Pero se dio cuenta de que con la inquietud de saber de su amiga, se había precipitado, siendo demasiado impulsiva. -Si te parece bien, es que es alguien que me resulta muy querido y no se nada de ella desde hace mucho tiempo. Demasiado, y me temo que ha sido culpa mía, no haber ido antes a verla.-

Estaba feliz de poder ir hasta Lorien, y después hasta el Bosque Negro, lugar en el que había nacido, y que también añoraba. Y hacerlo en compañía de sus nuevos amigos, era una gran alegría. El pesar y las dudas de los últimos día, habían sido sustituidos por su alegría y ganas de vivir. Rilwen estaba radiante, feliz, y lista para una nueva aventura, aunque ello supusiese volver a alejarse de Rivendel que ahora era su hogar. 

Bueno, conocerla, yo no diría literalmente conocerla. He oído hablar de ella. - Se rascó sospechosamente la cabeza. - Pero no creo que ahora sea el mejor momento para contarte todos los detalles que se de ella. Ya tendremos oportunidad de conversar en los caminos cuando iniciemos viaje. - Miró con profundos ojos honestos a su amiga. - Es otra, pequeñita, promesa. - Y selló su promesa con un simpático guiño de ojo. - Además había entendido que querías descansar un poco en Rivendel. ¿O es que acaso ya te están ganando las ansias para partir? Igual... - Se quedó un momento pensando. - Si tenemos oportunidad de dar otro hermoso paseo por el valle quizás pueda contarte con más calma de donde conozco el nombre y la persona de Tathariel.

Siguió a Arwen hasta la otra sala y tras reconocer los objetos hizo amagos de comentar que los reconocía pero antes la bella hija de Elrond puso al grupo en situación. - Bueno... Como os he comentado de camino a Rivendel - Les dijo a sus compañeros - a mi me apetecería tomar el alfiler mágico debido a que prefiero moverme ligero y no me siento muy cómodo llevando esas pesadas armaduras que a vosotros os sientan tan bien. También comenté con anterioridad que solo lo escogería si a ninguno le importaba. - Y se quedó observando a sus compañeros. 

Escucho con atención las palabras de Gallind. Y aunque se quedó intrigada, se contuvo y le contesto. -Tienes razón amigo, unos días de descanso nos vendrán muy bien a todos. Y más ahora que sabemos que un largo viaje nos espera. Ya me contarás en algún paseo lo que sabes de mi amiga.- Cuando luego hablo del alfiler, no vio ningún problema en ello. -Yo me quede con una hermosa capa. Y no veo inconveniente en que te quedes con el alfiler. Hay otros objetos interesantes que seguro que le vienen bien a alguien, no sabemos a que problemas tendremos que hacer frente en el futuro, pero toda ayuda será bien recibida.-

Y espero tranquila, pendiente de lo que decían sus amigos. La verdad es que unos días en Rivendel, servirían para que todos recuperasen sus fuerzas, y algunos ya tenían tareas por delante. Pero tampoco podían dilatar largo tiempo su estancia, alejando en el tiempo la partida. Al menos, ella no podría hacerlo, hacía ya mucho tiempo que debería haber cumplido con su promesa. 

Con la promesa de una nueva aventura en ciernes, Gláin siguió a la dama Arwen y a sus compañeros hasta otra de las hermosas estancias de los elfos. Se sorprendió al ver los tesoros que habían recuperado de los bandidos y, por unos instantes se quedó mirándolos con atención. Algunos de ellos eran bellos y otros solamente útiles.

Su atención solo se desvió de los objetos cuando un elfo se acercó a ellos con infusiones cuyos aromas se extendieron por toda la estancia. Gláin agradeció con una inclinación de cabeza aquella nueva muestra de amabilidad antes de coger una de las delicadas tazas con sumo cuidado, temiendo quebrar el recipiente con sus regordetes dedos.

Todos allí en Rivendel estaban siendo muy atentos con él y Gláin no pudo evitar que el recuerdo de su madre se colara en sus pensamientos. Cuánto odio acumulado a lo largo del tiempo entre las dos razas...

Fue la voz de Lily la que lo sacó de sus reflexiones y, mirando la hermosa daga le pidió a la hobbit que se la dejara. La observó con atención; la pulcra manufactura, las perfección en el color y en la forma de las piedras, las runas que indicaban la nobleza de las manos que la habían forjado. La sopesó entre sus dedos y la notó equilibrada; con la hoja brillante y plana y su letal acabado en punta. Asintió en silencio antes de devolvérsela a Lily.

—Es una hermosa daga. Y funcional... Te puede sacar de mucho aprietos —dijo a la hobbit devolviéndole la sonrisa, a pesar de quedar disimulada tras su barba—. No tienes porqué devolvérmela. Estaré muy honrado de que tú la lleves y la guardes. Y si quieres, puedo enseñarte varios trucos para usarla —añadió mientras le guiñaba un ojo.

Volvió a prestar atención a los objetos sopesando lo que más podía interesarle. Se acercó a un pequeño barril y, tras levantar la tapa, aspiró profundamente el olor que desprendía su contenido antes de suspirar emocionado.

—Esta hierba para pipa es un placer para los sentidos... —dijo, deleitándose una vez más en su olor—. Si nadie lo quiere —y esperaba que no— me conformaría con este pequeño barril de la mejor hierba para rellenar mi pipa.

Ante la respuesta de su amiga sonrió. Le invadieron de pronto unas enormes ganas de abrazarla, era una persona admirable. Pero la conocía bien y sabía que esas cosas no le gustaban, menos en público. Así que apartó su vista hacia los objetos antes de seguir pensando en incomodar a su amiga. - Parece ser que nuestros destinos están más unidos de lo que parece, joven Rilwen. - Pensó para si, imaginando si tendría oportunidad de contarle lo que sabía antes de partir o si por el contrario debería esperarse hasta que el camino estuviera bajo sus pies.

Más tarde vió al enano ir por el barril y no pudo evitar soltar una sonrisita. - Maese enano, dudo mucho que alguno de nosotros busque quedarse con ese barril. Por mi parte puede quedárselo. Sin embargo, teniendo en cuenta que viajaremos hacia tierras posiblemente inhóspitas y hostiles no cree más coherente tomar algo que lo prepare mejor para este peligroso viaje. - Se señaló el pecho apoyando sobre si los cinco dedos de su mano izquierda. - Si me preguntaran, y se que nadie lo hace, diría que ninguno del grupo se opondrá a que tome algo más, esta vez mágico, además del barril mi buen señor. 

Tolman seguía al resto por los pasillos queriendo investigar todo aquello con lo que se cruzaban. A pesar de que iban en fila tras Arwen, el pequeño hobbit no podía resistirse y se iba colando entre unos y otros, avanzando y retrocediendo por los pasillos a su antojo atraído hasta por la cosa más minuciosa como podía ser una piedra. Allí todo le parecía más bello y diferente.

Finalmente, tras incordiar a unos y a otros llegaron a una sala en la que les mostraron el pequeño botín con el que se vinieron al capturar a aquellos bandidos. Tom dio un par de vueltas alrededor de la mesa curioseando unas cosas y otras, tocándolo todo e incluso tirando algunas de las monedas al suelo.

Al hobbit le llamó lo suficiente el elfo que acababa de entrar portando un montón de vasos llenos de líquidos. Parecían infusiones... por lo menos el aroma de éstos inundaba el lugar. Casi no había depositado la bandeja sobre la mesa que el explorador ya se había colado entre todos y estaba hurgando entre los vasos acercando su nariz a cada cual más cerca. No pudo reconocer ninguno de esos olores, pero tenía claro que con el simple hecho de hacerlo parecía que ya le llenaba el estómago.

Finalmente no se decidía por ninguno, a si que se alejó en dirección a su hermana.

- Bah, yo no quiero nada. - se acercó a Lily - ¿Para qué quieres esa daga? La que tienes me parece fascinante. - señaló a la daga que colgaba de su cinturón mientras se movía alrededor de su hermana.

Esperó pacientemente... unos tres o cuatro segundos antes de salir escopetado y tras no ver nada que le interesase por encima de la mesa, siguió dando vueltas por la habitación.

En uno de éstos momentos, Tolman vio que de la mochila de Gallind asomaba un jubón que parecía hobbit. Pegó un par de saltos por detrás del elfo, pues éste asomaba por la parte superior de su mochila y le llamaba demasiado la atención como para dejarlo pasar.

En uno de esos saltos, se aferró al jubón y tiró de él intentando sacarlo. En ese momento, lo que menos consiguió el hobbit fue dejar algo dentro de la mochila del sindar. Con un fuerte tirón que lo dobló para atrás, el hobbit extrajo ese objeto que tanto le había llamado la atención del poder del elfo y aferrarse a él con ambas manos.

Ajeno a todo su alrededor y al lío que acababa de montar, se quedó mirándolo embobado... tenía que ser suyo.

¡Ahh! Diablos Tólman. ¿Qué haces?. - El elfo volteó para observar todas sus cosas por el suelo. Con rebuznes se levantó y comenzó a coger sus objetos. - Ya te había comentado de camino a Rilwen que podías quedarte el Jubon... - Dijo tras mirar de soslayo a su compañero con su nueva adquisición, su "precioso". - ¡Podías pedirlo de forma decente, de que iba a servirme a mi! - Por primera vez en mucho tiempo se notaba al Sindar algo molesto, casi siempre mantenía un ánimo alegre por no decir burlón. Pero aún así su enojo no reducía el patetismo al que se veía arrastrado. En cuatro patas y navegando entre las sillas iba recogiendo cada uno de los objetos que llevaba consigo. Un colgante lujoso por aquí, una vara por allá, su viejo arco por allí... y una tetera negra por acá. Entre sus pertenencias y rodando sobre sí un anillo dorado cayó más allá en medio de la habitación. - Ah, aquí estás. - Dijo aliviado y miró con rapidez y nerviosismo a sus compañeros. Luego se acercó hasta su amiga. Entre los pies de la semi-elfa estaba otro de sus objetos - Me permites. - Le dijo y tomó otro de los anillos. Está era más simplón con un enorme sello con tres manzanas. Incluso su hermosa arpa golpeo en el suelo y el elfo lamentó la posibilidad de que esta se rompiese - Oh, pobre Vánalasse. Espero que estés bien mi pequeña. - Y la revisó minuciosamente. De esta forma Gallind juntó algunos objetos más de los que traía en su mochila y se habían desperdigado por la sala.  

Al terminar se levantó y miró con mala cara a Tolman. - No creo que lo merezcas... - Entrecerró los ojos. - Pero aún así al igual que Glain si mis cálculos me son correctos deberías poder tomar otro objeto, de estos. - Dijo y señaló los que habían sobre la mesa. El enfado pronto pasaría pero todo el espectáculo le recordaría al elfo que algunas de esas cosas era mejor dejarlas en Rivendel. Así, su pensamiento cambió hacia esas meditaciones y poco a poco las molestias que el hobbit le había causado se disiparon con premura. 

Después de elegir los objetos que cada uno quería quedarse, previo mosqueo entre el elfo y el hobbit, pasasteis a otra sala donde había mapas por todas partes: encima de las mesas, por las paredes, ¡e incluso en el techo y en el suelo! Ni siquiera Gallind o Rilwen habían estado allí, pero os fascinó a todos por igual. Boquiabiertos, os desplegasteis por la sala, admirando todos y cada uno de los mapas. Arwen os comentó que si ibais a volver a partir, sería bueno que vierais por dónde debíais ir. Allí estuvisteis un par de horas y luego la princesa os llevó al comedor, ya que era hora del rancho. Os lavasteis en unas fuentes de agua fresca y os sentasteis a comer. Arwen os hizo de guía en todo momento y estuvisteis visitando muchas más salas del complejo; cada una más fascinante que la anterior.

El día dio paso a la noche y la noche al día. Pasaron uno, dos, tres y hasta cuatro días desde que llegasteis. Os habíais recuperado totalmente de vuestras heridas y sanado los corazones de las desdichas sufridas durante el viaje. Estabais en plenitud de energías, como diría cierto personaje de Bree. En estos días, cada uno hizo lo que le apeteció, ya que teníais vía libre para ir a casi todas las salas y lugares de Imladris. Estaba claro que nunca olvidaríais vuestra estancia en este bello y mágico lugar, pero la hora se acercaba y había que prepararse para una nueva partida... esta vez hacia el este, a través de las Montañas Nubladas para llegar a Lórien. En el quinto día de vuestra estancia en Rivendel, fuisteis llevados ante Elrond, Arwen y otros gerifaltes. Esta iba a ser la última conversación antes de partir.

Tatharina había estado ensimismada en sus pensamientos desde que habló con el señor de los elfos. Esa conversación había abierto viejas heridas y ahora su mundo consistía en evitar que el dolor supurara al exterior. Dejo de lado las cortesías y los protocolos para centrarse en esa titánica labor. Por ello, seguía a sus compañeros de sala en sala, de pasillo en pasillo, como un autómata carente de voluntad.

Cuando estaban todos dispuestos en torno a la mesa maciza de roble, la joven escrutó brevemente las pertenencias que habían recuperado de los bandidos. Por los caminos ya había expresado su preferencia, así que no tardó mucho en alargar el brazo y coger su nuevo bastón. Ciertamente, tenía intención de quedarse algo más, pero viendo lo comedidos que estaban siendo todos sus amigos, especialmente Gláin, decidió que ella no iba a ser más que nadie y se contentó con su elección. Fue cuando Tolman desperdigó las cosas de Gallind que la joven pelirroja salió de su mundo y sonrió. No podía creer la energía y la alegría que transmitía su amigo, sobre todo después de haber recibido una noticia tan impactante de su padre.

Si bien era cierto que no dejaría partir a Lily y los demás sin ella, también lo era que no se marcharía de Rivendel sin las respuestas que el viejo Farlan podía ofrecerle. Es por ello, que el mismo día, en cuanto la dejaron por su cuenta, se acercó a la biblioteca de Elrond. *toc toc toc* Golpeó la maciza puerta de roble, bellamente tallada con filigranas que recordaban a la naturaleza. Entreabrió la puerta y asomó su cabeza, el olor del polvo depositado sobre el papel antiguo inundó sus fosas nasales. Carraspeó un poco para romper el silencio de la estancia. Al no apreciar movimiento alzó la voz: ¡Hola! ¡Disculpen, soy Tatharina! ¿¡Hay alguien!? ¡Busco a Farlan, no sé si el señor Elrond habrá tenido tiempo de avisarles de mi visita! Y, sin esperar contestación alguna, se adentró entre las estanterías repletas de respuestas.

Gallind aprovechó el descanso para visitar viejos amigos, para recorrer el valle y para relajar pensamientos y músculos. Casi no vió a sus compañeros en esos días, quería meditar y contemplar su hogar. Posiblemente, si este viaje fuera el último que hiciese, no tuviera tiempo de regresar a Rivendel a despedirse o a volver por sus cosas. Habló con Rilwen el primer día y acordó con ella que en cuanto partieran le contaría todo lo que sabía de Tathariel, que lo mejor era aprovechar el descanso para relajarse. Luego se esfumó, y pasó el segundo, el tercero y el cuarto de los días recorriendo el valle visitando amigos y gravando en su mente las últimas imágenes de su hogar natal. Al quinto día regresó, fue hasta su habitación, aligeró la carga esperando un largo viaje y puso junto a sus cosas, en su vivienda, una carta destinada a Elrond con las indicaciones que debían seguir en caso de que no regresara. Luego se apresuró a la última reunión con los señores élficos en los grandes salones donde esperaban sus amigos y compañeros de viaje. - Buenos días. Aquí estoy, listo para partir. - Dijo a todos, y luego de saludar procedió a buscar donde sentarse.