Partida Rol por web

La presencia de un troll en las cercanías trajo malos recuerdos a la mente de la beornida. Aún podía sentir el apestoso aliento de la criatura que la perseguía incansablemente por las colinas aledañas a Bree. Sin duda ese desasosiego la mantuvo en vela y alerta toda la noche y, tal vez, ese fuera el motivo de no haber sabido reaccionar a la presencia del amenazante tejón.

Los días se iban sucediendo en el camino, cada vez más empinado y pedregoso, para la desgracia de los pobres ponis. Cuando se alejaron lo suficiente del último avistamiento de huellas colosales, Tatharina decidió volver a salir de expedición. Con un poco de suerte en este terreno más elevado podría conseguir alguna preciada hierba con la que atender adecuadamente al grupo en caso de necesidad. Sin embargo, parecía que la suerte no estaba de su lado y tendría que volver al campamento con algunas hierbas aromáticas y tubérculos para aderezar, con suerte, las presas de Rilwen.

Gallind había descansado poco, su preocupación iba en aumento a cada paso que daban en dirección a las montañas. Sabía que los verdaderos problemas y enemigos aguardaban en las cumbres. Estaba en lo cierto, cuando por fin vieron sus compañeras una enorme huella de troll, ya podía confirmar que sus peores sospechas. Era muy claro que tendrían que andar con mayor cuidado a partir de ahora. Sin embargo, todo eso no evitó que la última noche, sin hoguera, con el miedo que daba la posibilidad de advertir al enemigo, el sindar se congelara y tiritase envuelto en su manta. - Ojalá en ese refugio podamos pasar noche y al menos, aunque no haya nadie hoy día, dormir calentitos a la lumbre de un buen fuego. - Pensó el elfo intentando reconfortarse con el simple hecho de imaginárselo. 

A la mañana siguiente se ofreció a ayudar. - Si quieren, mantendré guardia, si veo algo que requiera atención urgente os silbaré. - Acto seguido se montó a una alta piedra y comenzó a vislumbrar el horizonte. - Tener cuidado cuando salgáis a por provisiones. - Dijo y con una mano en la frente divisó todo a su alrededor. 

Durante casi todo el viaje, Gláin se estaba mostrando extrañamente silencioso. Prefería cabalgar cerrando el grupo y durante los descansos apenas hablaba. Ni siquiera la suculenta cena a base de jabalí consiguió animar al enano. No sabía porqué se sentía de esa forma, quizás no confiaba demasiado en el camino escogido o simplemente la imponente presencia de las montañas oscurecían su humor. Si al menos fueran bajo ellas y no por encima...

Encontrar su mochila abierta y parte de sus raciones de viaje saqueadas no ayudó precisamente a mejorar su estado de ánimo. Un tejón... eso era lo que le había contado Tatharina; un maldito tejón que, de no haber estado él durmiento a pierna suerte, seguramente se hubiera llevado un buen hachazo de su parte.

Y para colmo estaban recorriendo una ruta que parecía estar frecuentada por trolls. Desde luego ese peligro era mucho mayor que un tejón ladronzuelo. A partir de ese momento tendrían que estar con todos sus sentidos en alerta y, como habían hecho esa última noche, no podrían encender fuegos y deberían evitar a toda costa hacerse notar. Eso implicaba que no podrían cenar caliente...

Desde luego el humor del enano no tenía motivos para mejorar.

Después de la desagradable  noche del ataque de los linces la fortuna nos había sonreído y por eso estaba contenta. Jamás había viajado a las montañas y el cambio de paisaje me impresiona. Lastima no tener tiempo para un buen dibujo. Todos están muy concentrados en el viaje, a veces me siento ridícula cuando me quedo con la boca abierta o sin aliento ante un hermoso paisaje, pero no puedo evitarlo. Es hermoso el camino, no lamento haberlo emprendido a pesar de lo cansado que resulta. A veces es agotador pasar tantas horas sobre el pony. Pero él no parece cansarse, imagino que el que monta Glain lo pasará peor.

Los indicios de Trolls son impresionantes, cuando me explican lo que son no puedo evitar exclamar con una mezcla de temor y sorpresa.

No se me van de la cabeza esas enormes moles que pueden aparecer en nuestro campamento. Imaginarlas apareciendo y queriendo tomarnos de cena casi me fastidia el exquisito jabalí de nuestra propia cena.

Lo único que se me ocurre hacer es preparar una improvisada alarma colocando algunos cascabeles de los que uso para decorar algunos de mis vestidos o paños. Sólo son unos pocos y pequeños, pero los ato con primor en algunas ramas bajas rodeando el campamento. Estaré atenta durante la noche, si suena alguno puede ser que un troll haya movido una rama al acercarse al acecho, puede ser ese el tiempo justo para huir si lo detectamos. Si no aparece ninguno, será una pena tanto trabajo para nada, pero al menos recuperaré mis cascabeles al alba antes de partir.

Cuando el sol os despierta al amanecer, el suelo cubierto de césped os parece tan duro como la piedra, y vuestros miembros parecen estar tiesos y doloridos. Una vez habéis almorzado y tomado una taza de té caliente, preparado por los hobbits, vuestra situación parece algo más aceptable. La mañana se presenta bastante fresca. Vuestra ruta continúa ascendiendo más y más. El camino se hace estrecho y empinado, haciendo que los ponis vean reducida aún más su velocidad. Os dais cuenta que la ladera que estáis bordeando no es la cumbre de una colina. Su pico muestra el desnudo granito y sus praderas más altas están por encima de la línea de los árboles. ¡Habéis alcanzado las montañas! El camino serpentea y da vueltas, atravesando la roca en muchos puntos, con un amenazante risco a un lado y un precipicio cortado a pico al otro. El aire se va haciendo más y más frío.

A mediodía llegáis a un punto en el que el camino dobla hacia el norte, dejando atrás un cauce de agua que descendía de los picos de enfrente y se unía a otro, formando el río que desciende hacia Rhudaur. También dejáis atrás un gran bosque que estaba al otro lado del cauce del río y que abarcaba hasta donde se perdía la vista, siempre rodeado de las altas y nevadas montañas. Debéis de ir en fila india, ya que el sendero no da para mucho más. Os ponéis la ropa de abrigo cuando hacéis un alto para comer. Al mirar al cielo, podéis ver como unas nubes negras están aproximándose a vosotros. Tiene mala pinta, así que decidís proseguir nada más terminar de comer para encontrar algún refugio por sin estalla una tormenta. Detrás, en la distancia, mirando hacia el oeste, podéis ver las tierras por las cuales habéis viajado. Colinas y valles, arroyos y ciénagas, todo extendiéndose bajo vuestra vista. La región de Bree se pierde en la distancia, pero sabéis que se encuentra en el horizonte donde todo es azul y brumoso. Partís raudos.

Ahora las montañas os rodean por completo. Tras cada vuelta del camino, hay prados alpinos, rodeados por picos de granito y campos nevados. El viento glacial restalla como un látigo a través de barrancos y alrededor de abruptas colinas rocosas. Rocas, cubiertas por la nieve derretida del mediodía, caen desde las laderas; algunas veces irrumpiendo sobre el paso que hay delante, algunas veces rodando por detrás. Os preguntáis si alguien ha viajado por esta ruta desde la famosa expedición de Bilbo a la Montaña Solitaria. Agua, viento y piedra; musgo, liquen y arbustos achaparrados; halcones, liebres de las nieves, comadrejas y ardillas... la naturaleza intacta, sin rastro de civilización, de hobbits, hombres o enanos.

Ya por la tarde, habiendo avanzado hasta la extenuación y viendo que posiblemente empiece a llover en breve, os preocupáis de no encontrar refugio que os sirva. Pero de repente, casi todos os dais cuenta de algo, observáis los restos de un campamento. El sendero atraviesa una pequeña y escarpada extensión de prado. Allí hay un profundo y pequeño lago de montaña, alimentado por un veloz riachuelo que cae en cascada, que refleja los cúmulos del cielo. Un pequeño risco resguarda el lado norte del pequeño prado. Marcas oscuras atestiguan que un fuego de campamento ardió en la base del risco hace pocas semanas. Os acercáis a investigar la zona.

Examináis la hoguera. Madera carbonizada se esparce sobre el suelo debajo de la piedra ennegrecida del risco. Algunos huesos de animales, quizás los restos de una comida, yacen cera, sobre el corto y blando césped. Los huesos, cuando los colocáis en su disposición natural, parecen formar el esqueleto de una bestia grande. El esqueleto carece completamente de carne. Esto podría ser el resultado de permanecer al aire libre durante varias semanas, o quizás la entidad que se alimentó de la criatura dejó sus huesos meticulosamente limpios.

Investigas por los alrededores y ves un delicado manto de lana de color negro que sobresale de una hendidura entre dos rocas cercanas; ha sido roto en dos. Cuando estuvo entero, fue lo suficientemente grande como para cubrir un caballo. Ahora los trozos restantes servirían generosamente como ropa de cama para un hobbit o un enano. Un blasón está cosido en una esquina de uno de los trozos. Los hilos de color rojo forman la figura de un ojo vigilante. Una extraña corona, en hebras negras, flota sobre el ojo.

Descubres un extraño odre de agua entre las ramas de un pino cercano. La boca del odre es la boca con colmillos de una serpiente de cascabel muerta y secada, mientras que el receptáculo que contiene el líquido es el cuerpo de la serpiente, distendido como si estuviera digiriendo una rata grande. El recipiente fue aparentemente desechado debido a que tiene un agujero cerca del cascabel de la serpiente.

Encuentras un tenedor de dos puntas cerca del ruidoso arroyo al acercar los ponis allí para que pasten y beban. El utensilio parece una serpiente, su cabeza y cuerpo formando el mango, y su alargada lengua bífida formando las puntas. También descubres cinco monedas de plata entre un grupo de gencianas (unas flores de alta montaña). Están acuñadas con un ojo vigilante en un lado y una extraña corona en el otro.

Realizas un descubrimiento muy intrigante. En el mismo riachuelo, bajo una de las cascadas más pequeñas, encuentras una llave. Es de plata, sin mácula, y su mango lleva dibujado un ojo vigilante coronado por una extraña corona. Te da malas vibraciones al tocarla. ¿Qué puerta podría abrir esta llave? ¿A quién pertenece?

El camino se hacía cada vez más difícil y estrecho, estaban llegando a las montañas, y se veía que no era transitado, estaba en malas condiciones. Cada vez hacía más frio, lo que a ella no le molestaba, pero amenazaba lluvia, y tenían que buscar un buen refugio, una tormenta en aquellas montañas, no era cosa para tomarse a la ligera, mejor que les pillase bien resguardados. 

Vieron un lago de montaña, tal vez en aquella explanada hubiese alguna gruta, o recoveco que pudiesen usar como refugio, pero primero había que investigar que no hubiese amenazas.

Cuando llevó a los ponis a pastar y beber, y estaba rellenado los odres de agua, vio un extraño tenedor con forma de serpiente, y una raras monedas. Se acerco hasta sus compañeros para enseñarles lo que había encontrado. 

-Mirad lo que he encontrado, podría pertenecer a orcos, u otros servidores de la oscuridad. Y esos restos indican que por aquí han transitado otros viajeros no hace mucho. No hagamos ruidos y registremos bien la zona.- Tras decir esto en voz baja a sus compañeros, se separó de ellos, arco en la mano, y con sigilo trató de registrar bien aquel lugar.

Colocar los huesos para descifrar qué animal había sido aquel fue una hazaña agotadora. Pero aún así no estaba nada claro qué bicho era cuando coloqué la última pieza de aquel puzle en su lugar. Observo el resultado intrigada hablando en voz alta.

- Lo que sea dejó los huesos limpios de carne. No parecen tan viejos como para que la carne se haya podrido hasta desaparecer. ¿Sabéis si los trolls cocinan sus comidas? Estos restos de fuego a resguardo bien podrían ser la fogata donde asaron esa cosa para comérsela y dejarla pelada hasta los huesos.

Cuando llega Rilwen con los objetos encontrados no puedo evitar lanzar más conjeturas:

- Quizá sean los restos de otras comidas o banquetes de los trolls... o de algo peor. ¿quién dejaría atrás monedas en estos tiempos? sin duda alguien que ya no las usará, como tampoco creo que vaya a necesitar ese tenedor...

Me recorre un escalofrío y comienzo a otear alrededor nerviosa.

-No me gusta esto, preferiría buscar otro lugar para pasar la noche, quizá lo que sea regrese aquí a la noche para cenar... carne fresca.

Me acerco a Glain con la intención de sentirme más segura cerca del enano, cualquiera sabe que los enanos son duros como la piedra y grandes guerreros. Pero aún así parezco intranquila con mis enormes ojos nerviosos mirando a todas partes.

Guardo el pequeño objeto en mi bolsillo sin querer preocupar más a mis compañeros y amigos. Escucho atento lo que Lily y Rilwen tienen para decir. - El fuego parece ser viejo, como de hace varios días. ¿Seguras de que los restos son frescos? - Echó un vistazo incómodo sobre su hombro, detrás en el camino. Luego observó los cielos - Si este lugar no os gusta deberíamos movernos rápido, el cielo precipitará en cualquier momento. - Aún así, confiando en el buen criterio de su buena amiga, mantuvo la conversación cercana al silencio y se puso a observar hacia los alrededores buscando más pistas. 

El elfo no se sentía tan intranquilo, podía ser un buen lugar para refugiarse mientras pasaba la tormenta. Sea lo que fuera que acampara por aquí parecía llevar tiempo sin dar la vuelta. Aún así no se fiaba del todo. Lo mejor era obtener más pistas, pensar en un plan y obrar deprisa. 

Al igual que el cielo, el ánimo del enano cada vez era más sombrío. Hacía frío, no habían encontrado nada para cazar y la nieve empezaba a teñir las laderas dificultando aún más el ya de por sí lento caminar que llevaban. Gláin sabía que tenían que cruzar las montañas, pero no podía evitar que eso le pusiera de pésimo humor; él no estaba hecho para ascender como una cabra por aquellos riscos...

Las amenazantes nubes, dada vez más oscuras, obligaban al grupo a buscar refugio cuanto antes; seguro que lo encontraban alrededor del lago que los esperaba más adelante. Sin embargo, el pequeño golpe de optimismo de Gláin al ver una posibilidad de refugio antes de que la lluvia comenzara, se vio disipado de golpe ante la presencia de un campamento abandonado. Hasta el momento no habían encontrado rastro alguno de ser pensante, y ese campamento solo podía indicar que aquellos que lo habían montado no buscaban socializar.

Con el cansancio pintado en la cara por lo duro que le resultaba viajar montado en el pony y el frío atravesando incluso la gruesa ropa que llevaba, Gláin se puso a husmear por los restos del campamento, preocupado por lo que pudiera encontrar.

—Yo he encontrado este manto rasgado —dijo, acercándose a sus compañeros sin ocultar la inquietud que lo invadía. Mostró los dos pedazos rasgados del delicado manto de lana negro donde se podía observar un blasón cosido en una de sus esquinas. Se trataba de un ojo vigilante cosido con hilos de color rojo y una extraña corona en color negro flotando sobre el ojo.

Ese emblema junto a lo que habían encontrado sus compañeros y la apreciación de Rilwen sobre los orcos solo lograron que el enano frunciera el ceño. Pudier ser que un grupo de orcos hubieran acampado allí, pero dudaba que aquel manto perteneciera a un simple y vulgar orco. Además, que ese ropaje estuviera partido en dos seguramente indicaba que allí había ocurrido algo que no era precisamente bueno. Nadie abandonaba sus utensilios, ni monedas ni mucho menos un manto de calidad como aquel.

Sintió la presencia de Lily junto a él y el enano le dedicó una cálida sonrisa, intentando ocultar su preocupación para no asustar más a la hobbit. Cariñosamente le dio una palmada en el hombro indicándole así que todo iría bien; algo en lo que él tenía que confiar también.

Me dispongo, al igual que los otros, a echar un ojo por los alrededores. Descubro un extraño odre de agua entre las ramas de un pino cercano. La boca del odre es la boca con colmillos de una serpiente de cascabel muerta y secada, mientras que el receptáculo que contiene el líquido es el cuerpo de la serpiente, distendido como si estuviera digiriendo una rata grande. El recipiente fue aparentemente desechado debido a que tiene un agujero cerca del cascabel de la serpiente. Me acerco a los otros y les hago partícipes de mi hallazgo.

Nada nuevo encontráis u observáis tras la búsqueda inicial por este siniestro campamento. Justo cuando llegáis a la conclusión de que es momento de continuar vuestro viaje, una sombra cae sobre vosotros. Negras nubes de tormenta desde el este están a punto de descargar desde el cielo. El repentino resplandor de un rayo apuñala el pico más cercano. A continuación, un trueno estalla, arrancando horribles ecos de los muchos precipicios rocosos. Como gruesos salpicones de una sartén sobrecalentada, los centelleantes rayos descienden del negro cielo cubierto de nubarrones. Su resplandor de un blanco hiriente os ciega formando una línea desigual en vuestros ojos, mientras la atronadora tormenta tapona vuestros oídos. Antes que los ecos mueran entre los riscos, otra salvaje lanza de luz y sonido apuñala el paso de la montaña que hay delante. Vuestros ponis se encabritan y casi salen corriendo.

Ráfagas de viento os barren de todas las direcciones, amenazando con arrebataros de vuestros poco sólidos asideros en la ladera de la montaña y arrojaros, queráis o no, de la escarpada ladera al lejano precipicio que hay debajo. Luego, una cortina de lluvia avanza a través del valle hasta alcanzaros. El frío y las pesadas gotas caen de lleno sobre vuestras mejillas como un látigo y en pocos minutos estáis empapados, como si hubierais saltado dentro de un riachuelo de montaña. Los truenos continúan ensordeciendo vuestros oídos, mientras resplandores de luz ciegan vuestros ojos. Los riscos que cuelgan sobre vosotros proporcionan poco abrigo, porque el viento trae la lluvia del este y al momento siguiente del sur. Incluso la tienda más sólida, si intentarais levantarla, no podría resistir en pie este torrencial chaparrón. Ni las húmedas paredes de lona os protegerían de los rayos.

Solo los seres verdaderamente fuertes de mente y cuerpo podrían disfrutar de la violencia de la tormenta, mientras que almas más timoratas se encogerían con cada trueno. Sin embargo, ambos deberían de buscar refugio. Los rayos, el viento y los peligros de la hipotermia son reales tanto si uno está disfrutando como si no. Y los elementos en lucha entre sí no son vuestro único problema: dos gigantes de piedra han salido a jugar entre el tiempo tormentoso. Son altos como árboles, sus pasos hacen temblar el suelo y su idea de la diversión es lanzarse enormes rocas el uno al otro. Uno de estos proyectiles se desvía de su objetivo y pasa sobre vuestras cabezas para hacerse pedazos contra la superficie de un precipicio. Os preguntáis cuándo levantará a uno de vosotros pensando que sois una roca y lo lanzará hasta las nubes como si fuera un balón.

Entre la lluvia torrencial, las negras nubes de tormenta que cubren el cielo y los cegadores resplandores de los rayos, la tarde parece haberse convertido en la más oscura de las noches. Es difícil discernir los contornos del sendero que seguís. ¿Cómo encontraréis un rincón abrigado o una cueva con toda esta oscuridad?

La tormenta me zarandea de un lugar a otro y tengo que asirme del manto del ropaje de Glain para no salir literalmente volando. Grito a Tolman que haga lo mismo y se aferre a alguien más pesado o mi hermano será arrastrado por el vendaval. La aparición de los gigantes me deja sin aliento y toso atragantada por el agua de lluvia que se cuela por mi boca abierta de par en par. El miedo hace que apriete la tela con más fuerza al igual que mis dientes. Cuando dejo de toser grito a los demás sin dejar de observar a los gigantes que lanzan rocas:

- !Salgamos de aquí! ¡condúcenos a resguardo Rilwen! los ponys!¡ la comida está en los ponys! los necesitamos!

La lluvia vuelve a dejarme sin aliento y los dientes me castañean, me siento incapaz de detener a los ponys asustados. Aferrarme a Gláin con todas mis fuerzas mientras intento discernir un lugar donde refugiarnos de tormenta y gigantes es todo lo que puedo hacer.

Las cosas que encontraron en aquel campamento tenían el aspecto de pertenecer a siervos de la oscuridad, lo que les hizo, a pesar del tiempo, ir en busca de otro lugar para descansar. Pero no tardo mucho tiempo en estallar una terrible tormenta, que amenazaba con acabar con ellos. Encontrar algún resguardo, era un objetivo prioritario y urgente.

Y entonces les vio, los enormes gigantes de piedra, lanzándose enormes rocas de una montaña a otra. Tan solo había oído hablar de ellos en alguna ocasión y leído alguna historia, pero nunca antes había visto aquello. El peligro era aun mayor, ya que si una de aquellas rocas les caía encima quedarían muertos y sepultados, aplastados por el enorme peso.  Agitó su cabeza, salió de aquel hechizo en el que había entrado, y comento a sus amigos, con dificultades para hacerse oír entre tanto estruendo. 

- Si Lily, tenemos que alcanzar una zona resguardada y pronto, la situación es muy complicada, andad con mucho cuidado, sujetar fuerte a los ponis.- Y puso todo su esfuerzo en tratar de encontrar un lugar adecuado, que tanta falta les hacía. 

Se habían entretenido demasiado revolviendo entre los restos de aquel campamento y ahora la tormenta había pasado de ser solo una oscura amenaza en el cielo a descargar toda su furia sobre ellos. Viento, agua, rayos y truenos revueltos en un maremágnum que hacían casi imposible el avance. Pero no podían quedarse en medio del camino, corriendo el riesgo de caer al precipio o de morir congelados, tenían que seguir hasta encontrar un lugar más seguro donde pudieran cobijarse.

Se preocupó al sentir cómo algo tiraba de su ropa pero, al comprobar que se trataba de Lily sujetándose para no salir despedida, se dio de que si no encontraban refugio pronto tendrían una desgracia. Pero era difícil seguir el sendero en medio de la oscuridad que se había formado, mantener a su poney lo suficientemente tranquilo para que no saliera huyendo o incluso mantenerse él mismo encima de la silla además de preocuparser porque la pequeña hobbit no saliera despedida. Y para colmo a aquellos dos gigantes les había dado por salir a jugar. Eran impresionantes, eso no podía negarlo, pero habían aparecido en el momento más inoportuno redoblando los peligros que ya de por sí tenían.

—Quizás deberíamos atarnos unos a los otros con cuerdas o a los ponys, para no perdernos o evitar una fatal caída —dijo, intentando hacerse oír por encima del fragor de la tormenta y del ruido de las rocas al chocar cuando los gigantes las lanzaban. Una de ellas incluso estuvo a punto de caerles encima. Tenían que salir de allí cuanto antes.

Gláin calmó por enésima vez a su pony antes de agarrar la mano de Lily para que se sujetara mucho mejor a sus ropas mojadas. Todo, absolutamente todo, se había confabulado para que el enano no tuviera oportunidad de cambiar su estado de ánimo.

Estoy de acuerdo Gláin. - Gritó a voces el elfo. - Deberíamos atarnos antes de que suceda lo peor. - Continúo diciendo mientras sostenía con fuerza la capucha sobre su cabeza. El viento airaba con violencia el sendero y sumergidos en la oscuridad a duras penas podían avanzar sobre el camino. El fatal riesgo de encontrarse con una enorme roca de frente agitaba más la impaciencia del elfo. - ¡Rilwen! No podemos perder más tiempo, debemos encontrar un refugio. ¿Vez algo delante? - Preguntó con fuerza a su amiga mientras la lluvia incesante llenaba de frías gotas gélidas la garganta del sindar y opacaba su voz.