Partida Rol por web

Tras unos dias relajados en las cloacas donde sanaron las heridas y gastaron oro en lo que les placio, los aventureros partieron de nuevo. Al este en una caravana. La tarifa habitual del elfo: dos monedas de oro al dia.
De momento les habia adelantado a Lilium, Thorak y Thriner el sueldo de 10 dias. La idea era cruzar al este mas alla de las montañas en busca de mas armas.

Se embarcaron en una caravana que cruzaba los pasos. Estaba organizada por un capitan mercenario y doce de sus hombres, basicamente exploradores y matones que conocian el camino y se dedicaban a transitar comerciantes por las montañas. Ellos garantizaban la seguridad y proporcionaban monturas a los viajeros.

Estaban en camino, Norn portaba en un bulto en su montura las armas sacadas del ultimo tumulo. No hablaba mucho.
Cabalgaban al paso cruzando el yermo. Los exploradores iban y venian reconociendo el terreno, y los matones hacian guardia a los flancos advirtiendo la presencia de podridos aislados, de los que daban cuenta preferiblemente con una flecha en la cabeza que lanzaba un elfo grugach que iba en el grupo.

En la caravana iban Norn, que habia costeado los pasajes. Lilium, Thorak y Thriner, que seguian juntos. Y ocho viajeros mas. Un clerigo del templo con cuatro esclavos, un comerciante de vino y dos personas mas, Antax y Astrid de las que nada se sabia.

Astrid marchaba silente. 

Estaba cohibida y se le notaba en el rostro. Sabía que tenía que hacer este viaje, pero no tenía nada clara la razón. El dinero era siempre un buen motivo, pero, el por qué de haberse metido en este jaleo por necesidad era algo que aún no alcanzaba a entender. Sabía que era capaz de curar y alguna cosilla más, pero poco. Incluso estaba un poco desorientada después de haber salido del templo y unirse a esta caravana.

Se le veía sinceramente triste. Melancólica.

Una figura corta, rechoncha comparada a un humano, pero mucho más esbelta que la media de su raza, se acercó haciendo malabares con las riendas de su montura hasta colocarse hombro con hombro con la mujer de ondulante cabello corto.

Sonrió, como solo los medianos lograban hacerlo, una mezcla de inocencia y pícara suspicacia.

Una calada a la trocola de yerba dejo una estela de humo blanquecino creando un halo sagrado sobre su rostro, luego se lo ofreció a la melancólica muchacha.

-Ayuda a relajar los nervios sobre todo cuando es la primera vez cruzando los yermos.

A diferencia del ambiente literalmente... "muerto" que reinaba en el páramo, si se miraba en la dirección de Antax era totalmente diferente. Vestido de negro, con una máscara plateada al lado de su cara y una libreta en sus manos en las que anota todo lo que ve con felicidad mientras las riendas de su caballo van agarradas bajo su brazo.

- Fascinante... fascinante... _fascinante Sería lo único que diría mientras ve su entorno con su mirada oculta bajo su negro sombrero. ¿Primera vez en el páramo? No, primerísima.

Volvíamos a la aventura y, nuevamente, sobre el traqueteo de un maldito jamelgo que no hacía más que menearme de un lado a otro arrancando de mi ronca garganta los consabidos quejidos sobre el tema.

- Odio los caballos. Estos malditos animales no saben más que bambolearme como si fuera un saco... un carro, un buen y fiable carro, eso es lo que debería tener bajo las posaderas... pero no! tenía que ser un equino! un gran y estúpido caballo!- rezongué mientras el animal evitaba, por enésima vez, que me encendiera la pipa tirando buena parte del tabaco cuando intentaba cargarla, desistiendo mientras me cogía a la silla y a las riendas con fuerza ante un nuevo traqueteo mientras lanzaba una mirada iracunda al orejas picudas que nos había contratado nuevamente, casi adivinando una altiva sonrisa en sus estilizados labios

- ¡Brrrr! - gruñí no por última vez mientras lograba ponerme casi a la par de Lilium, con quien había trabado una agradable amistad pese a sus extrañas frases que de tanto en tanto me dejaba caer, sin acabar de entender el motivo - La próxima vez exigiré como parte del pago un carro ¿¡me oyes Norn!? Última vez que me engatusas para ser un fardo sobre un potro salvaje- berreé pese a que el caballo seguía el paso del resto a un ritmo sosegado y calmo... o eso decían el resto

El capitan de los mercenarios sonrio al escuchar las palabras del enano.

... Una carreta es muerte segura en los desfiladeros de las montañas, Maese. Por ahora es todo llano cruzando las cienagas pero el camino sera peor....

Luego azuza el caballo para adelantarse a uno de los flancos donde esta el arquero.

El grugach lanza un par de flechas desde su montura ensartando la cabeza de dos caminantes a treinta metros, que caen chapoteando inmoviles en el cieno.

No se que pasa jefe,... le dice a Sadric que esta a su lado. Hay muchos, vienen en grupos de dos y tres, y no son errantes. Caminan hacia nosotros.

Sadric frunce el ceño y azuza su caballo para dar instrucciones a los exploradores. Dos de ellos se adelantan al galope.

Chasqueo la lengua con desdén ante el comentario del capitán... como si no supiera lo que hay en las montañas... pese a todo dejo de renegar sobre la montura, por mucho que no me guste reconocerlo siempre será más rápido que ir andando.

Es entonces cuando la noticia sobre que los muertos se ciernen sobre nosotros no por inercia sino como atraídos cuando vuelvo a mascullar

- Pues que vengan... hace demasiado que no ejercito el cuerpo; pero apostaría a que no se debe a mera casualidad y hay alguien ...o algo, guiándolos hacia nosotros- añado antes de un nuevo amago de caer del dichoso caballo

-El sacerdote escapó, apuesta acérrima de que está enviando a los muertos a “patrullar” con instrucciones de detener a cualquier aventurero. 

Aseguró Lillium a la hipótesis del enano que llegaba agitado aunque su montura se mostraba bastante serena.

Una miradita esperanzada con ojos irritados por el humo fue lanzada en su dirección, un suspiro resignando, y una calada a la yerba anestésica de la comarca la envíale tono para finalizar hacía el enano.

-Hay muchas maneras de ejercitar el cuerpo Thorak.

Luego apagó la trócola guardando el resto para más tarde, la cosa prometía ponerse interesante a medida que avanzaba el día y era mejor ir despejando la cabeza. La mediana acarició las recién adquiridas radiantes dagas nuevas afiladas deseosa de ponerlas a prueba.

Thriner se estaba acostumbrado a la vida en el páramo. Le gustan las cloacas, son su hogar el lugar dónde se ha criado y dónde se siente cómodo. Pero le resulta agradable la compañía de Lilium y de Thorak; más después de lo que sucedió en aquellas grutas. Por lo que no puede evitar soltar reírse con las quejas de Thorak.

Las turbadoras palabras de Lilium logran cortar de raíz mis siguientes replicas, tosiendo algo azorado al ver por donde apuntaba la conversación... desde nuestra aventura, y nuestra convivencia en las cloacas, pensaba que me había acostumbrado a los constantes envites de la mediana pero lo cierto es que aun lograba dejarme con la boca seca y sin saber qué decir... por suerte Thriner interrumpió el momento con su risa, dándome una nueva excusa para retomar mis quejas

- ¡No le veo la gracia a todo el asunto, diantres! Y no se te ocurra hacer otra de tus canciones al respecto... luego me paso días canturreando esas odiosas letras en mi cabeza ¿¡entendido!?- pero mi efusividad, y la palmada a la grupa de mi montura, solo sirvieron para que éste acelerara momentáneamente el paso, casi derribándome de su lomo, haciendo que todo atisbo de seriedad en mis palabras se diluyera ipsofacto... ¡malditos caballos!

Astrid agradeció con la mirada, pero, un gesto de la mano indicó que declinaba la invitación. Estaba claro que su melancolía no se pasaría con una buena fumada, borrachera u otro divertimento que por muy agradable que fuese, siempre sería inmoral, ilegal o engordaba.

Entonces empezó la discursión del deporte, aunque seguro que el aguerrido guerrero se refería a repartir mamporros a distro y siniestro.

La chica del pelo corto, que ahora, por el sudor estaba apelmazado, seguía caminando. Su tez había perdido color, así como su cabellera. Eran casi del mismo color. Un perturbador blanquecino, con unos tonos castaños que costaba vislumbrar. Sonrió a la muchacha. En estos momentos la mediana le parecía buena persona, así que esperó poder entablar conversación.

- Astrid. De su cuello bamboleaba un amuleto que no era otra cosa que una piedra oscura, casi reluciente, con un grabado de estrella de muchísimas puntas. El objeto oscuro pendulaba sobre su peto, una pechera de cuero hervido que se adaptaba bastante bien a sus curvas de mujer, pero, su artillería era discreta. Poco más que un gran y ancho puñal que portaba en la cadera, como si se tratase de algo que escondía entre su ropa. - Me llamo Astrid. Dijo con voz temblorosa y en un tono casi inaudible.

Acamparon en un terreno elevado al caer la noche. Un claro rocoso en el borde de las cienagas rodeado de arboles muertos. No habia muchos lujos, una hoguera donde calentarse y tres grandes tiendas para dormir poco mas que unos encima de otros. Los mercenarios establecieron puestos de guardia y prepararon un rancho caliente. Los caballos fueron amarrados todos juntos y tapados con mantas por el lomo. Los viajeros comieron antes de irse a descansar.
El comerciante de vino era un tipo divertido que hablaba mucho y contaba historias graciosas de sus viajes. Pero el sacerdote del templo no se relacionaba con nadie. Era asistido por sus cuatro esclavos y dormia en un pequeña tienda que le montaban para el solo. Los esclavos dormian fuera acurrucados contra el fuego. No hablaban con nadie tampoco y llevaban un collar de hierro al cuello.
Todos fueron a descansar.
En medio de la noche la primera señal que tuvieron de que algo andaba mal fueron los gritos de los mercenarios y el relinchar de los caballos.

Tres enormes huargos salidos de la oscuridad sembraban el caos en el campamento. Uno mataba un caballo tras otro desgarrandoles la garganta y los mercenarios hacian frente como podian a dos mas. Habia ya varios cadaveres por el suelo y llevaban las de perder contra las bestias.

El elfo os despierta....

Wargos!!!! Moveos, los orcos andan cerca. Tenemos que salir de aqui!!!

Mientras rebusca sus cosas y carga un fardo tintineante al hombro.

No sabía como actuar realmente. Era su primera pelea. Su primera batalla.

Los caballos eran los primeros muertos, así que, si valían como montura o si valían como "guerrero", valían de todas todas. Se concentró sobre uno de ellos para intentar reanimarlo. Estaba nerviosa. No sabía si era lo correcto. No sabía si sus artes serían bien atendidas o al menos toleradas, pero algo había que hacer para ayudar... o eso o escapar, pero, marcharse y dejar al resto era justo lo contrario que dijo que haría al salir del templo de su maestro.

El ruido de los gritos y los gruñidos junto al elfo... fueron más que suficientes para hacerlo salir de la tienda. 

- A estas horas? Dice molesto. No pudieron atacarles luego de que tuvieran un buen sueño al menos. ¿Y es que los que vigilaban no hicieron su trabajo?

Miraría alrededor y la verdad... es que esta muerte no le asustaba, ni morir el siquiera si pudiera llevarse sus apuntes al otro mundo, pero la verdad lo duda mucho. - Orcos no me quiero encontrar la verdad. 

Le tomaría un segundo entender la situación y ver como la chica usaba artes que el entendía de primera mano pero que... no habría usado en ese momento.

- Ahí estás. Más que atacar, usaría "Calma" en el Wargo que ataca a los caballos. Por ahora debían evitar que sus transportes siguieran muriendo.

La acampada en mitad del yermo vuelve a ser el mismo tedio que de costumbre aunque, esta vez, evitando las guardias gracias a los mercenarios de Norn ¿nos tenía en tan baja consideración que no nos veía capaces de hacer lo más básico o era justo lo contrario y nos estaba "mimando"? Sea como sea pasamos la noche encomendándonos a aquellas espadas de alquiler y ¡qué sorpresa! un grupo de huargos y de orcos los habían tomado por sopresa

Rezongando y refunfuñando me equipo tan rápido como puedo y, con un tirón, descorro la tela que hace las veces de puerta y salgo al exterior con peor humor que de costumbre con el hacha a dos manos firmemente aferrada ante mí en posición de guardia

-¿Que nos larguemos?¿Con huargos a la zaga? No llegaría muy lejos mi caballo... además, tengo que "agradecerles" tan gentil despertar- repliqué a Norn echando un ojo alrededor viendo como los caballos se estaban llevando la peor parte. Gruñí una maldición - ¡Formad entorno a los caballos restantes, diablos! ¿¡Qué clase de entrenamiento habéis tenido!? - bramé acercándome a grandes zancadas hacia los caballos sanos mas cercanos buscando a los atacantes

En cuanto localizara al primer huargo cargaría él sin dudarlo; había llegado la hora de la siega

- ¡Baruk!¡¡Baruk kazhâd!¡Kazhâd ai-mênu!

El ruido de los caballos siendo masacrados y el revuelo en el campamento despiertan a Thriner. Esto es lo que hay, esto es lo que implica estar en el yermo.

Thriner espada en mano sale de la tienda. Está un poco confundido por la situación pero las ordenes de Thorak le hacen centrarse en la situación. Se coloca junto a él rodeando los caballos restantes y comienza a pronunciar extrañas palabras.