Partida Rol por web

Abrió los ojos buscando a Cameron.

Y allí estaba él. Su imagen provocó una sonrisa de alivio en la cara de Andrea. Ese hombrecillo había sobrevivido. Y ella también.

Permaneció tumbada al sentir el bajón de la adrenalina y en silencio observó como el Doctor se levantaba de forma patosa pero victoriosa e intentaba sacudirse todo aquello que les había caído encima.

¡Andrea! ¡Estas bien!

Se levantó lo más dignamente posible. Sí, Doctor. Le respondió con otra sonrisa. Cof, cof, cof. Empezó a toser desaforazamente al desprenderse también junto a ella una nube de arena bastante considerable acumulada en su cabello. Sacudió con ambas palmas, sus brazos opuestos, siguió sacudiéndose el pecho y finalmente muslos y glúteos.

Cuando vio toda aquella tierra sacudida junto a sus pies, pudo valorar más aún el peligro que habían evitado. Nos hemos salvado, Doctor. Dijo Andrea, como si fuese en ese momento cuando había comprendido la gravedad de la situación. E instintivamente le dio un abrazo a Whitaker. Vamos a salir de aquí. Vamos a salir de aquí. Repitió varias veces como las arengas que hacen los deportistas antes de la competición.
Mientras abrazaba al arqueólogo, miró el pasillo del que venían, con la esperanza de ver que no se había bloqueado.

Andrea parecía entera y con buen ánimo. De pronto se echó a sus brazos. ¡Uy!  Whitaker aceptó de buen grado el abrazo ¡Santa Catalina! de forma un poco torpe, pero cariñosa. Era un alivio verla bien. Los rectángulos blancos en la cara del Doctor se ruborizaron. Al ver la entereza de Andrea, Whitaker empezó a replantearse algunas cosas. No debería haber caído en las apariencias de chica frívola y desvalida. No, no. Esta chica era independiente y muy capaz de tomar las riendas de las cosas. 

Vamos a salir de aquí. Vamos a salir de aquí.

La soltó y mirándola a los ojos dijo con toda la convicción que pudo - Eso es,  con un pequeño cabeceo y frunciendo el ceño con determinación. - Vamos a salir de aquí.  Lo decía tanto para darle seguridad a ella, como para creérselo él mismo. Se puso el sombrero y las gafas.

- ¿Estas lista?, le dijo con sonriendo y señalando con la cabeza a un lado.  - Vamos a por ese Sol.

Poco después del accidentado paso por el pasillo, accedisteis a la nueva sala descubierta (8) la cual tenía una peculiaridad bastante peligrosa: a lo largo del recorrido todo el tramo estaba repleto de más de una docena de gatos escuálidos que ¿dormían? En el suelo.

Si se quería atravesar a cualquiera de las otras salas había que pasar con sumo cuido debido a que el más mínimo ruido podía despertar a aquellas criaturas y viendo cómo de enigmático era el laberinto era mejor tomar precauciones.

El pasillo había desaparecido. No había vuelta atrás o por lo menos no por ese camino. Casi que lo prefería. Asi es más fácil avanzar sabiendo que la huida es imposible.

Vamos a por ese Sol.

Claro, Doctor. Habían intercambiado más frases en los últimos momentos que en todo el tiempo que se conocían, incluyendo la cena de... ¿ayer? Para Andrea había pasado una eternidad. Parecía que necesitaban hablarse, convencerse en cada momento de que eran capaces.

Observaron el resto de la sala por donde debían salir y... ¿Qué es eso? Andrea lo dijo en el tono más susurrante que pudo. Aquella imagen le había vuelto a poner tensa. Sinceramente no era una pregunta retórica, necesitaba y esperaba que Cameron le diera una respuesta lógica  a aquella escena.

Se quedó parada mirando e intentando comprender qué debían hacer. Parecían gatos, y a ella le gustaban bastante, y no quería tener que cambiar de opinión.

Miró a Andrea con cara de extrañeza. Intentaba responderla, pero en fin, esto no es precisamente lo que el Prof Freeman enseñaba en Semiótica de la Edad de Bronce… son ¿gatos? eso no es una especie normal… ¿no? dijo girándose a Andrea. Cameron, no sabía nada de animales de compañía, pero esos cuerpos pelados se parecían mucho a las estatuas. Estoooo… no lo tengo claro, Andrea. Los gatos si, bueno, como en el Santuario: guardianes. Pero vaya, en mi vida había oído nada de encontrarlos vi-vos. Levantó los hombros con un gesto de incomprensión. Si que hay historias de condenados enterrados con serpientes… pero esas van y vienen. ¿Pero esto? Diantres ¿de donde se alimentan? Esto… esto es extraño. Están como en trance, ¿no? de cara a la pared. 

Se quedó pensativo un momento, achinando los ojos. - No de gatos, pero con chacales, leones, incluso con hombres, si que hay historias de “guardianes” hizo los gestos de las comillas con las manos, protectores de Seth, que era hipnotizados por el Dios. Ya, ya, eso es imposible claro, dijo asintiendo. Algunos dicen que son chorradas, otros que en realidad eran drogados y entrenados por sacerdotes como protección… no se. Como te decía, puede que enterraran aquí la herejía de Atón, bajo el templo de Bastet, precisamente porque ella es la guardiana de las sombras. Una gata. Así que por ahí… tiene sentido, dijo levantando las cejas consciente de lo surrealista de la situación. Whitaker puso una sonrisa de pillo, que denotaba como a pesar de todo, estaba viviendo el sueño de cualquier arqueólogo. Con mucha sorna, casi provocándola dijo… no creo que sea una estirpe de gatos calvos que fue entrenada con narcóticos y sobrevive en las catacumbas ¿eh? dijo guiñando un ojo. Pero mejor no los despertamos…

Se adentró en la sala intentando dar zancadas muy largas como una garza, sin hacer ningún ruido… en la primera justo resbaló en la tierra deslizándose, pero parecía que luego le iba pillando el tranquillo. Le hizo un gesto a Andrea con las manos invitándola a seguirle. Moviendo los labios marcaba las sílabas.  Va     Mos     Con    Cui    Da   Do

Andrea escucha la explicación de Cameron atónita. A pesar de la poca luz de la antorcha, se puede apreciar como las escleróticas de sus ojos son cada vez más grandes a cada palabra del doctor.

Ante la mención a "leones" por parte de Whitaker, Andrea mira instintivamende a todos lados. Preferiría no haber preguntado.

El señor Cameron parece tomar la iniciativa.

Andrea no es creyente, sin embargo reza para sus adentros a Dios, incluso le vienen a la mente imágenes inventadas de lo que debería ser el supuesto Seth. Se lo imagina con cabeza de lobo y una aureola en la cabeza, aunque tiene cuernos, alas de ángel y un rabo rojo terminado en punta.

Cameron resbala. Su Seth  imaginario sonríe y enseña los colmillos.

Cameron se endereza y consigue avanzar bastante firme. Seth se diluye en su imaginación y toma forma de aquel señor con barba extraña, gafas de bibliotecario y color de piel digno de un filtro de Instagram para atardeceres románticos.

Es mi turno.

Andrea avanza, decidida. Aquello era menos espeluznante que observar un cadáver, mucho menos tenso que tener que resolver un acertijo, menos exigente que tener que saltar un foso y menos peligroso que el desprendimiento del techo. Así que no le cuesta en absoluto, hasta el punto que se puede relajar en su caminar.

Señor Cameron le dice mientras avanza entre los gatos con total tranquilidad, de un modo está hasta disfrutando por primera vez desde que entró es usted un libro de sabiduría. Cuando salgamos de aquí, le aseguro que mi marido y yo Sigue haciendo referencia a Robert con naturalidad le vamos a promocionar todo lo posible. Es usted GE dice terminando de esquivar al último gato permitiéndose hasta un giro de cuerpo saltando con elegancia junto a Whitaker NIAL!

Mira hacia atrás orgullosa de su hazaña. No hay tiempo que perder. Mientras le da un golpe cariñoso en el hombro. Vamos a por ese Sol. Le dice haciendo alusión a la frase que él mismo había dicho antes. Quiero que me sigan gustanto los gatos.

Pat, pat, pat. Cameron vio a Andrea pasar alegremente por la Sala sin hacer un mal gesto, ni un paso más largo que el otro… y ¡plas! plantarse a su lado como si nada ¡con un saltito!. No podía menos que asentir apretando los labios con un gesto entre el orgullo y la confirmación de que en realidad, no le sorprendía. ¡que sangre fría!

Sonrió abiertamente al oír su cumplido - jeje... queeee va, que va, con un gesto cerrando los ojos y llevándose la mano a la nuca negaba con humildad - No es nada. Se le veía muy contento. Y Andrea parecía estar tranquila, decidida y más que lista para seguir adelante. 

Vamos a por ese Sol.

- Vamos. Whitaker enfiló la salida de la cámara con un buen presentimiento.

Una vez pasado con cuidado la sala repleta de enigmáticos gatos, ganasteis acceso a un nuevo pasillo (p8), cuya longitud a primera vista parecía no tener fin. Cobijaba un nuevo jeroglífico que podía ser interpretado por alguien con los conocimientos necesarios.

El sol protege a los que nacieron ciegos

Sonidos extraños envolvían el ambiente según avanzabais por el siguiente pasillo (p9) que carecía de jeroglíficos. ¿Estaréis cerca de obtener una solución a esta pesadilla?

La sala recién descubierta (11) era tan silenciosa que ponía los vellos de punta. Se comprobaba con normalidad que al fondo de ésta había el acceso a una sala secundaria (10) que probablemente escondería algún secreto digno de ser revelado.

Con la máxima precaución posible avanzasteis con intención de alcanzar vuestro destino, sin embargo tal y como estabais esperando aquello no iba a ser tan sencillo.

Un sector del suelo tenía un mecanismo oculto que tras ser pisado inocentemente activó que en el centro de la sala la tierra se hundiera revelando un foso repleto de afiladas púas capaces de atravesar los cuerpos como si fuese mantequilla.

Ahora acceder a la sala contigua no sería tan sencillo puesto que habría que saltar aquel foso para evitar ser ensartado tras una caída de casi 3 metros. ¿Merecerá la pena el riesgo?

¿A los que nacieron ciegos? Repitió Andrea ante la traducción de Whitaker de aquellos garabatos en la pared. ¿Qué querrá decir? Mientras avanzaban por aquellos pasillos ¿Debemos ir con los ojos cerrados? Andrea lanzaba preguntas sin reflexionar mucho, sabiendo que el Doctor se ocuparía de ese trabajo.

Finalmente llegaron a la sala y a simple vista Andrea se alegró al no ver ningún pozo de agua turbulenta, sin embargo... su gozo en un pozo, nunca mejor dicho. ¡No! ¿Por qué? Dijo desesperada y apenada al ver esos pinchos. Maldigo al Seth* ese. ¡Lo maldigo mil veces!

Hay que saltar... Decia Andrea mientras se colocaba los brazos en jarra y se desplazaba de un lado a otro. Si le hubieran dicho hace pocos días que en su Luna de Miel acabaría en un rincón de una pirámide siendo ensartada, le hubiera encantado esa idea. Sin embargo, la situación era distinta.

Pensaba y pensaba sin hacer mucho caso a lo que dijera el Doctor.

Paró un momento de dar vueltas ¿Debemos quizás mirar en otras salas? ¿Qué propone Doctor? Su cara de pánico a aquellos pinchos era evidente, desgraciadamente tampoco le gustaba la imagen que se proyectaba en su mente de aquella zanahoria con gafas, barba y sombrero ensartada en aquel picador.

En el caso de que haya que saltar tanto aquí como en el foso donde está Robert, yo prefiero hacerlo allí. Dijo rápidamente de forma nerviosa casi trabándose las palabras. Parece que no era una frase espontánea, si no que la llevaba en la mente desde hace mucho tiempo.

Whitaker contestaba susurrando… no se, esos ruiditos… lo mismo son murciélagos… ¿no?... no te preocupes, con calma. Todavía le corría adrenalina por las venas, y le inundaba energía positiva. Al llegar a una sala diáfana, el olor cambió. El ambiente se hizo más frio. La penumbra y un completo silencio avisaban del peligro. Tuvieron suerte activando el mecanismo de antemano, pero al ver otro foso, se le cayo el alma a los pies. Su expectación, esa experiencia electrizante de tener seguridad, de victoria, que acababa de saborear le eran arrebatadas de repente. ¿Se acabó? ¿Así? No puede ser, no puede acabar así…

Hay que saltar...

Frustración, impotencia. Whitaker buscaba salidas, pero todo desembocaba en la inutilidad. El era un hombre tranquilo. Se consideraba buena persona y no recordaba haberse peleado. Pero por primera vez desde los 12 años cuando sus padres regalaron su bicicleta vieja al vecino, un calor picante empezó a ascender por su espalda. Subía como la marea, chocando contra un rompeolas. Whitaker tenia razones para controlar la rabia. Su madre. Su fe.

¿Debemos quizás mirar en otras salas? ¿Qué propone Doctor?

Miro a Andrea, pero no la respondió. Nos sabia como ¿Para que? pensó, No vamos a encontrar una salida, solo haré que te maten a ti también. Pobrecita Andrea. ¡Mentecato! ¡No puedes ni saltar un foso! Se acabó… 10 años de trabajo. Whitaker sentía que se precipitaba al vacío. Vértigo. Padre… maldita sea, ¡era su vida! Pensaba mientras daba vueltas con la mano en la cabeza, intentando buscar una solución. No las había. Se acordó de su muerte, del orgullo que sintió cuando Padre le hizo participe de su secreto. Se le hizo un nudo en la garganta. De repente le inundaron recuerdos cada vez más antiguos. El colgante que le regaló cuando se graduó, con una carta y en una cajita de madera grabada con Dr C. J. Whitaker. Imágenes enseñándole libros antiguos. Se acordó de como veían películas de Cecil B. DeMille mientras su madre hacia pasten de zanahoria. Se acordó de la primera vez que vieron Cleopatra juntos. Había estado llorando toda la tarde, y él le acogió como si no pasara nada llevándolo a un mundo pretérito donde nadie le insultaba. Le habían pegado en el colegio. Se reían de él, de sus dientes, de lo patoso que era.  ¡No soy un inútil!  

- ¡JODER!  Solo una vez antes había blasfemado así, pero estaba tan agitado que no se dio cuenta. 

¡Soy un arqueólogo! Así que ha llegado a esto ¿eh?. Pensaba ahora de forma desafiante, acalorado. La vida estudiando para que llegar a esto. ¡Saltar el puto aro!. 

En el caso de que haya que saltar tanto aquí como en el foso donde está Robert, yo prefiero hacerlo allí. 

Miro a Andrea, negando suavemente con la cabeza. Flashes de toda la clase riéndose de él. Lo recordaba deformado como una película de Polanski. Al entrenador Tucker en el gimnasio con una media sonrisa, diciendo “no te mates Cameron” . La más guapa de la clase, Lucie White, riéndose. Su novio, Mark Powell, dándole ánimos de pura lastima. ¡Mierda! ¡Los putos quaterbacks no saben lo que hacen y AHORA, se reduce a esto. ¡Siempre has sido un imbécil Cameron!. Se hundió en la más profunda de las frustraciones. Al girar la cabeza, vio fugazmente a Andrea, agobiada. Darse cuenta de que dependía de él fue el mazazo final. Le iba a explotar la cabeza. Se sentía como un crio de 8 años a punto de llorar. Pensó en tomar una pastilla pero al quitarse la bandolera sintió el frio de del colgante de su padre en el pecho. Al mirarlo, se vio reflejado en un circulo de oro. Le costo un segundo darse cuenta de quien ese hombre que lo miraba. El NO TENIA 13 ANOS.

Y el dique se rompió.

¡¡¡NO!!  ¡¡¡A TOMAR POR CULO MARK POWELL!!!   

¡¡¡A TOMAR POR CULO TODOS!!!

Tiró la bandolera a un lado con rabia.

Si mediar palabra se lanzó con todas sus fuerzas hacia adelante, descargando la furia contenida durante años. Él era un puto arqueólogo. El mejor.

Andrea no sabía hasta que punto podría discutir con Whitaker sobre quien debía saltar, pero para su asombro, aquel hombre tomó la decisión sin tapujos. Qué valiente. Desgraciadamente el valor no era suficiente y menos con esas piernecillas que portaba Cameron, por eso la decisión del Doctor tampoco la tranquilizó mucho.

El hombre empezó a rondar la zona. ¿Estaba calentando? Ese hombre no había calentado en la vida, ni una tetera. Andrea empezó a ponerse aún más nerviosa que si tuviera que saltar ella. Observaba a Whitaker y cada vez veía más grande el foso.

Tenía que decirle algo, pero no quería ponerle nervioso. Quizás si le aconsejaba que... ¡el Doctor lanzó la bandolera!, Andrea no pudo cerrar los ojos. Vio las zancadas asimétricas e irregulares de aquel hombre, esa pisada tan poco ambiciosa y carente de potencia y el leve recorrido curvo para saltar el foso. ¿Podría Andrea rescatarlo de aquellos pinchos? Fue la única pregunta que le vino a la cabeza al ver saltar a aquel hombrecillo...

El foso se hizo pequeño o aquel hombre podía volar y no lo sabía. La cosa es que clavó los pies al otro lado. La cara de Andrea fue tan de sorpresa que no pudo gritar de primeras, como si aún lo estuviera asimilando. Tras un breve momento... sí comprendió que era verdad. ¡SIIIIIIIIIIIIIII! Se tiró de rodillas al suelo y gritaba posesa ¡SIIIIIIIIIII!

Tras aquel épico salto y al adentrarte en la siguiente sala (10), con cierta incredulidad examinaste la estancia comprobando que toda ella estaba repleta de esqueletos. Aquello te hizo pensar que estabas cayendo en una trampa y que ahí tan solo estaban los restos de los infelices que al igual que ustedes habían sucumbido a esta trampa mortal.

Sin embargo, hubo un detalle bastante revelador al comprobar que aquellos esqueletos (que estaban en mejor estado del que deberían) estaban aún portando armas egipcias en un estado misteriosamente exquisito. Aquí hablábamos de espadas y escudos que podrían marcar la diferencia ante un enfrentamiento, a fin de cuentas estabais aquí prácticamente desarmados.

Era fácil pensar que usar esas armas a vuestro beneficio podría otorgaros cierta seguridad en vuestros próximos encuentros en el laberinto.

Whitaker voló por encima del foso con la cara desencajada de emoción y pánico, y moviendo los brazos como si nada se los sujetara al cuerpo. Aterrizó al otro lado de manera sorprendentemente grácil, cayendo de cuclillas sobre su peso. Al darse cuenta, la tensión, la furia y la frustración corrieron a su garganta - ¡SI!  ¡SIII!  Se levantó mirando a sus espalda, al foso que hasta hacía bien poco representaba todos sus complejos. Lanzó un puñetazo !!! TOMA !!! y alzó su puño al aire a la vez que apretaba los dientes con fuerza ¡¡SIIIIIIII!!. Sonería y miraba orgulloso a Andrea que estaba descargado sus nervios a grito pelado. Whitaker tenía los ojos muy abiertos y una expresión a caballo entre la incredulidad y el desconcierto. La de quien ha traspasado una línea que no creía posible, y ahora se pregunta que hay al otro lado.  Lo he hecho, lo he hecho, a tomar por culo todos, se repetía esta vez como un hombre nuevo: una versión de si mismo libre de miedos. La versión de los que saltan el potro, ganan las final de división y se llevaban a la chica.

Llenó de seguridad en si mismo, hizo un gesto con la mano – Espera ahí un segundo, voy por él. Dio media vuelta y se perdió en la oscuridad de la cámara. Al inspeccionar su interior se llevó una sorpresa.

Sus ojos tardaron en acomodarse a la oscuridad, pero pronto se dio cuenta de que la cámara era un desastre. No había un altar por ningún lado, solo muertos. Busco por todos lados algo que hiciera referencia a Atón, o al disco solar. Se demoró en mirar las paredes, los ropajes. Buscaba alguna señal, cualquier cosa del tamaño o la forma necesaria para encajar en las estatuas que guardaban el santuario. Tardó en aceptar que no, que simplemente su idea había fracasado *. Ni Sol, ni reliquias. Eso significaba que el la sala 6 tampoco las habría… y habían corrido un riesgo en vano. Pensando en eso, se fijó en las armas que portaban los hombres. Se conservaban de forma increíble. A parte del valor histórico, podían tener un uso practico, muy practico. A Whitaker no le había hecho un pelo de gracia ver esos gatos en trance. ¿Si había gatos vivos, que otros bichos pueden salir por ahí? Decidió llevarse las mejores. Toda ayuda era buena. 

Tardó mucho Whitaker. A los 10 minutos emergió de la cámara tal y como había entrado, con buena cara. Y no traía las manos vacías. Nada más ver a Andrea sonrió, y levantó los dos brazos como si volviera de pesca con dos grandes carpas colgando. Le enseñaba lo que parecía antiguas armas egipcias, una gran espada curva y una especie de largo bastón con una cabeza de hacha semicircular a un extremo. Ambas ornamentadas con oro, grabadas con piedras preciosas y con adornos de tinte azul. Se acercó al foso – Cuidado, apártate, y cogiendo impulso lanzó cada pieza al otro lado dandole vueltas con un movimiento horizontal como si echara a volar un frisbee. 

CLANK, CLAAANK, CRACRACLAAAANK, CLANKCKLA, CLACKANK. Sacó una tercera pieza con forma de espada corta de sus pantalones. Siguió el mismo camino. CLANK, CLAnk, clank.

Al acabar, volvió a la cámara. Y de repente un amasijo de pelo y extremidades flácidas emergió de la oscuridad a toda velocidad corriendo como un jugador de baloncesto patoso ¡Puedes haceeeeeerlo! dando largas zancadas y levantando los hombros. Con cara de concentración y de respeto, pero sin miedo ¡¡Vamos!! ¡¡Vaaaaaaaaaaaa  -  MOS!!  Al aterrizar por segunda vez sano y salvo, se quedó un momento de rodillas con los ojos cerrados. Al levantarse liberó la tensión ¡WOOOOO  WO! y se giró hacia Andrea sonriendo, casi conteniendo las lágrimas. Su cara reflejaba satisfacción, y algo de impresión, con la necesidad de un niño de preguntar ¿lo has visto?. Pero no dijo nada. Al fin y al cabo, era el quien se debía que cuidar de ella.

– Pues eso esta claro…  dijo señalando al foso…  estaba, bueno… estaba llena de cadáveres Andrea. No, no… tranquila, nada malo. Antiguos. No eran esqueletos exactamente, dijo como aclarándose. Parecían no sé, como haberse conservado demasiado bien de forma natural, o vaya… antinatural. Estaban muy enteros. Alguna técnica de momificación que no conozco, seguro... pero bueno... estaba evitando lo fundamental, bajó la cabeza pensando como seguir. Y luego, mirando a su compañera a los ojos por encima de las gafas, puso una mano en su brazo y le dio las malas noticias - Pero no había ningún Sol, o nada que de buenas a primeras parezca una de las llaves. Siguió rápidamente con las buenas sin darle tiempo a la decepción. Toda iba a salir bien. Estaba seguro. La invitó a seguirle para inspeccionar esas cosas. - Puede que nos vengan bien. Mientras se afanaba en recogerlas, le ofreció la espada larga curvada -. ¿Quieres llevar ésta? Esa otra pesa más dijo señalando el bastón más grande, - ésta, dijo al coger la espada corta lo mismo me cabe en la bolsa. La metió en la bandolera que estaba en el suelo. Se la cruzo la bolsa por la cabeza y se levantó, apoyándose en el bastón-hacha.

Miró a Andrea - Lo siento. No te preocupes. Vamos a salir de aquí. Confía en mi. Solo tenemos que seguir buscando. Dijo esto último en lo que esperaba que fuera un tono positivo, y echándose una mano a la barba.

Y de la oscuridad apareció esa barba y esas gafas. Jamás Andrea se pudo imaginar que se podría alegrar tanto al ver salir un rostro así en un lugar tan horripilante.

No dijo nada, sólo sonrió enormemente. Vio aquellos objetos y entendió a la perfección que el Doctor los iba a lanzar, así que se echó a un lado. ¿Esos eran los soles que estaban buscando? Se puso a pensar cuando los vio golpear y caer cerca suya.

Mientras miraba aquella espada, notó como Whitaker desaparecía un momento, y de repente, volaba y volaba, con mucha más gracia y estilo que antes. Cayó junto a él. ¡IMPRESIONANTE, DOCTOR! Fue lo único que pudo decir, mientras con las manos dio un ligero aplauso, se notaba en su cara un absoluto respeto hacia ese hombre.

¿Quieres llevar ésta? Esa otra pesa más

Cogió aquella espada como un vegano cogiendo un conejo muerto. A Robert le encantará verla. Dijo en alto mirando a la espada intentando alzarla derecha. Sí, sí. El bastón mejor para usted, señor, jeje. Le respondió en tono irónico mientras sonreía.

Opino que deberíamos avanzar hacia la habitación 12. Y lo dijo intentando ser lo más solemne posible, señalando de manera intuitiva con la punta de la espada, hacia la oscuridad, en la zona donde debería estar más o menos aquella sala, desgraciadamente el brazo le temblaba un poco por el peso.

El bastón mejor para usted,

- Je je je claro, claro. Son preciosas ¿verdad? Dijo sonriendo.

- Vale. Estoy de acuerdo. ¿Por qué no? En toda esta parte dijo señalando toda la zona derecha del mapa, tiene que haber algo que aclare un poco las cosas. Seguro. 

Whitaker se colocó la bandolera a la espalda, y empezó a caminar usando el bastón-hacha como cayado. Le gustaba imaginarse paseando con esa pieza tan majestuosa. Le llegaba por debajo del hombro y al apoyarlo arrastraba un soniquete rítmico. -  Toc, Toc Riiiiiis…. Toc, Toc, Riiiiiis. Al darse cuenta, miró a Andrea con cara de haber sido pillado infraganti- Erm… dijo mirando su cayado – Sin… sin hacer ruido…intentó avanzar silenciosamente y no como un orgulloso extra egipcio en una película de Charlton Heston.