Partida Rol por web

- Credo que los motivos de la anciana para causar tales importunios sobre el Barón debieremos indagarlos por la nuestra cuenta. Los nobles non tienen la misma "percepción" de la realidad que tenemos nos. - Comentó malena susurrante.

- Se bien de lo que vos fablo. - Añadió, claramente refiriéndose a don Diego.

Tranquilo, don Diego -sorprendentemente recordaba tu nombre desde ayer-, que bien habéis traído a vuestros los campañeros del viaje, y no es de disculpa ante tal funestos avisos -se refería a la cabeza de gallina-, que yo mismo dudaría cien veces ciento antes de comprender todo este embrollo. Ahora... ¡Al asunto!, ehm..., pero antes... ¡no vamos a ir en ayunas!

El barón se internó junto con los criados que le acompañaron al patio de armas. Vosotros os fuísteis también dentro, mientras que soldados y aquel cazador se quedaron esperando en el lugar. En el mismo salón de la cena anterior desayunásteis (sin el nuevo matrimonio) una buena tanda tazones de leche, avellanas suculentas y buen pan blanco, recién horneado. Tras ello y tras pertrecharos lo suficiente (tanto en ropas como en demás menesteres), volvísteis a salir al patio de armas para esperar al barón. Aparte de vosotros, dos ballesteros se habían colocado junto al cazador, como ofreciéndose (pues no lo hacían el resto de soldados por miedo, temor o tal vez encuentros con esa extraña vieja) para acompañaros con sus ballestas.

A todo ésto... ¿Iñaki? ¿¿Dónde estaba Iñaki?? No había entrado a desayunar con vosotros, y tan excitados en preguntas y cuestiones estábais dentro que pensásteis que prefirió quedarse fuera y no almorzar tras la amanecida. ¡PERO NO! Una vez fuera, los soldados dijeron que ese tipo de capa verdosa y barba "más larga que un día sin pan" había ídose hacía ya un rato para la cuesta abajo, en dirección al pueblo que protegía el castillo de Sancho: Echauri.

Bajaste por la cuesta sin que ninguno de tus compañeros te vieran... ¿¡Seguir bajo el influjo y pleitesía de ese Zúñiga!? ¡JA! ¡Menudo bravucón en palabras! Pareciera que ésto pensaras tu cuando te encaminaste hacia Echauri. Frío hacía y ya mientras dejabas el castillo atrás podías ver no muy lejos los primeros árboles del bosque que mencionó ese cazador. A la izquierda, volviendo unos pasos por vuestra ruta del día anterior, llegaste a la aldea.

Ahora, de día, parecía un lugar más tranquilo, y había gente por entre las casas y esquinas, tal que también animales en las carretas, gallinas en algunas puertas y los vecinos en sus quehaceres (con la azada yendo a los campos, con los cántaros en la cabeza yendo a por agua, etc.). Estás en el pueblo (nota: tu no has desayunado).

Callejeando por el pueblo, veo a los aldeanos realizar sus quehaceres diarios. Mientras veía sus idas y venidas, caía en la cuenta que no había desayunado, pero la verdad es que el gorrín todavía estaba rondando por mi estómago. Había escuchado el comentario del campesino hacia su sñor, y no me quedaba otra opción que internarme en el bosque y buscar a la vieja. Así, volviendo a internarme en mi habitat natural, me dirijo en la dirección que ha dicho el campesino.
 

Master, Ladia se marcha con el resto del grupo, con la intención de encontrar a la anciana.

Opino que será de mayor utilidad acompañando a los otros personajes, debido a sus conocimientos mágicos, y a su capacidad de sanación, que quedándose en el castillo intentando recabar información, debido a que posee muy poco porcentaje en la característica de Comunicación.

¡Un saludo!

El frío apretaba, y bien que el barón tardaba en bajar. Parecía haber estado acicalándose con los pertrechos de la su nueva mujer, que el nuevo marido iba impecable, hecho un pincel con buenas armaduras, armas y capa, tanto o más reluciente que la bella cara de su esposa, y eso que iba de batida. Nada más llegar al patio de armas, los soldados se "yerguieron", y el cazador y los dos ballesteros hicieron como lo mismo. Malena, alegando que bien prefería quedarse en el castillo, se despidió del grupo con el deseo de la mejor y pronta vuelta con los deberes hechos.

Una vez que don Sancho contó con la mirada al grupo (don Diego, Ladia, Euxeo, Ibai (el cazador) y los dos ballesteros), hizo un gesto de cabeza a dos mozos de cuadra. Trajeron el caballo de don Diego bien ataviado y preparado (desde la noche anterior),y le montaron alzándole levemente. Lo mismo hicieron con el propio Barón y los dos soldados suyos ballesteros. Para Euxeo y Ladia trajeron sendas mulas, pues no parecían que supieran montar en demasía... Sin embargo, el cazador abriría la marcha, a pie, por supuesto...

Y fue minutos después que Ibai abría la marcha (algo malhumorado por el forzoso reclutamiento del señor de Landarria y Echauri), partiendo hacia el bosque. Una vez bajada la cuesta del castillo, tomadas unas veredas e internados en la falda de aquellos montes, comenzásteis la batida: entrásteis en el bosque. Ibai caminaba mirando atento al suelo, arco en mano (aunque sin coger flecha en la otra), y oteando el suelo mientras lo rastreaba. Tras Ibai trotaban los dos ballesteros, luego el barón en su magnífico ejemplar, y cerrando la marcha el matrimonio, seguido del noble Diego (en vanguardia).

Pese a estar en el bosque y en mitad de Navarra, el tiempo es soleado, el sol lucía maravilloso.

Hallábame yo complacido et repleto de vida. Aquella batida, aunque distaba de las gloriosas batallas que siempre llenaron el vacío de la mia alma, fazía que una parte de aquel sentimiento volviera en mi. Eso, et el fecho de distanciarme de Malena, aunque fuera por breve periodo, hacíame sentir una sensación de "libertad" que non había experimentado tiempo ha.

Observé al Barón mientras cabalgábamos. Los rayos de sol que colábanse entre las verdosas hojas de aquel espeso bosque hacían relucir su impoluta armadura. Parecía noble de poca batalla et mucha lengua et porte, aunque dada su edad quizá en su juventud hubiera blandido con fuerza y honor buen mandoble. Quien sabría.

Disfruté de aquel "paseo" a lomos de mi fiel montura... aunque non quitábame de la cabeza al tal Iñaki. Aquella afrenta non había sido castigada, et bien sabía Dios que yo era hombre rencoroso...

El bosque era grande en su extensión, muy grande, y en realidad aquel cazador de cara asustadiza había dicho ver a la maldita vieja "internándose en el bosque", pero sin especificar mucho más... ¿y cuán grandes eran los bosques navarros? ¡Más que cien castillos juntos! Por lo que intentar buscarla sería una tarea ardua, sin duda... Sin embargo, Iñaki parecí dispuesto a hacerlo, y quién sabe si conseguiría hacer lo que el otro grupo tal vez no consiguiera.

Andabas ya por mitad del bosque, habiéndote internado casi media hora ha; y en éstas que, mirando de un lado para otro el soleado paraje que hasta los rayos del sol eran bienvenidos, una tremenda escena apareció ante tí, en un pequeño claro: en el suelo yacían tres hombres muertos y "despanzurrados" (desgarrados en sus carnes y crujidos sus huesos). Aquella visión era horrible... ¿Qué terrible bestia andaría por los páramos? Sin duda alguna que los osos pueden matar a un hombre de dos zarpazos, y en aquellas zonas norteñas sin duda se contaba que los había... Un enorme buitre estaba posado encima de uno de los cadáveres: estaba picoteando y comiendo del cráneo abierto de uno de ellos...

Y en éstas que el único que andaba (y que así bien podía rastrear el campo) era ese Ibai, y aun refunfuñando por su nuevo estado que se sorprendió al ver algo inusual.

Mi señor... -dijo al Barón que cabalgaba-, que hay rastro aquí, e que se mete más al bosque... por aquí ha pasado alguien hace muy poco, quizá es a quien busca...

Y sin pronunciar palabra aligerásteis la marcha tanto como los ojos del cazador eran capaz de seguir el rastro sin perderlo. A medida que lo hacía, Ibai señalaba cosas en el suelo del bosque, y a vuestro paso a caballo o mula bien que veíais señales: sanngre y jirones de de harapos negros.

El bosque era profundo (nada que ver visto desde el camino) et también era denso, húmedo y frío. Había pájaros y otras criaturas chillons y ocultas entre árboles o matorrales. El sol creaba un juego de luces verdes y grises entre la maleza, la cual susurraba al paso del viento. El rastro, finalmente, os condujo al mismo corazón del bosque...

Pasó toda la mañana, y poco o nada se hablaba cuando los ojos bien tenían que decir. Asique, a mediodía, hicísteis un alto en el camino, apeándoos de los animales para proceder a hacer un almuerzo. El Barón Sancho ha hecho traer en los caballos de los ballesteros tasajo bien ahumado y pan. Una vez sentados en un claro, los dos ballesteros e Ibai, tomando los alimentos traídos, parecían comerco poco. Sin embargo el Barón parecía ajeno a aquellos estados de ánimo, y comía agusto, como si se tratara de ociosa cacería. Devoraba su comida al tiempo que reía, feliz.

Nada vísteis fuera de lo común, más que un buitre comiendo de carroña. Ahora bien, ¿qué podría haber provocado aquello? Sin duda que si hubiera osos por allí bien podrían dar un zarpazo a cualquiera por la espalda cuando menos se lo esperara*. Caminaste en batida durante toda la mañana, y en realidad que por allí no encontrabas absolutamente nada, más que lo que notaste era que el bosque era profundo (nada que ver visto desde el camino) et también era denso, húmedo y frío. Había pájaros y otras criaturas chillonas y ocultas entre árboles o matorrales (buhos, mirlos, y quien sabe qué otras aves). El sol creaba un juego de luces verdes y grises entre la maleza, la cual susurraba al paso del viento. El rastro, finalmente, te condujo al mismo corazón del bosque...

Hechando un vistazo a los cadáveres, no encuentro nada anormal en ellos. Aparte de que no es normal encontrar varios muertos en las cercanías de un pueblo. Deben de tener familia, por lo que creo que es más necesario que vengan los guardias a inspeccionar, y transporten los cadáveres a algún lugar para que su familia les de sepultura y llore su pérdida. Así, me doy media vuelta, y haciendo muescas en los troncos de los árboles para poder guiarme después, vuelvo hacia el pueblo buscando ayuda.

Feliz por encontrarme nuevamente en contacto con la naturaleza, aunque un poco preocupada, e intrigada, a causa de las señales halladas durante el camino, decido aprovechar el rato de descanso para separarme ligeramente del grupo, e intentar encontrar algunas plantas que puedan servirme en la preparación de bebedizos, y cataplasmas, curativos, y así se lo hago saber a los demás miembros de la expedición, pues no es buena idea quedarse aislada en terreno desconocido.

- Además, este rato de intimidad me servirá para olvidarme un poco de la altivez de Don Diego y de Don Sancho. - pienso, mientras comienzo a examinar algunas flores cercanas.