Partida Rol por web

Alexander evalúa las opciones y lo que se han propuesto averiguar.

- Por mi parte, me parece bien encontrarnos a comparar notas mañana a esta misma hora Mrs. Sapkowski -contesta con tranquilidad. Yo estoy interesado en averiguar lo de las sectas y lo de las antiguedades, ya que entra un poco mas en lo que sería mi "campo de estudio" y mis conocimientos resultarían más útiles. Quien quiera venir conmigo es bienvenido -finaliza.

- [B]Ya ya[/B] - responde haciendo anotaciones en su block con aire ausente, luego fija sus ojos en el periodista- dime que pasó después, Sr Luriel.

Viktor fuma tranquilamente en su pipa mientras escucha las ideas de sus nuevos compañeros. Cada cierto tiempo parece asentir, más para sí mismo que para corroborar lo que dicen los demás. Una sonrisa parece dibujarse en su rostro cuando escucha la propuesta del joven llamado Reese pero a más de uno le daría la impresión de habérsela imaginado.

Una vez que ha quedado claro que el joven se ha salido con la suya, y tras escuchar la propuesta del señor Cunnington, se saca la pipa de la boca y posa su mirada en éste último:

- Yo le acompañaré si no le incomoda. Quizás no tanto las sectas, pero las antigüedades son tanto una especialidad como una pasión y creo que sería de más ayuda que correteando por ahí como un sabueso. - Viktor se da un momento para fumar otra vez de su pipa. - Sin embargo, me gustaría proponer un cambio en el sitio de reunión de mañana. No es que sospeche de nadie pero quizás no sea lo más seguro volver a aparecer todos por aquí. Los vecinos podrían hacer preguntas. Por eso me gustaría sugerir que vayamos al 17 de la Avenida Callaghan donde, - sonríe - da la casualidad de que tengo un discreto apartamento que nos vendría que ni pintado como punto de reunión. ¿Qué les parece?

Escuchando a todos decidir sus destinos, parecían un grupo que se conocían de antes y se distribuían lo mejor posible.

Girándome hacía Viktor le digo: - Me parece muy buena idea el cambio de sitio para la reunión, si no le importa a usted que entremos en su apartamento, claro esta. Sin más dilación indico también mis intenciones.

- Yo me podría acercar a la casa de importaciones, algo pueden saber de esos negocios.

Pendiente como está de las reacciones de sus nuevos compañeros mientras deciden los grupos, a Gladys no le pasa por alto la fugaz sonrisa de Viktor cuando ella accede a ir con Reese. ¿Acaso lo conoce de algo y sospecha alguna cosa? No tiene más herramientas para evaluar esa sonrisa, pero queda intrigada.

Después de escuchar a Alexander y a White, asiente con parsimonia.

- Sí, podemos encontrarnos en su piso, señor Wolfmond. Seguramente tenga usted razón y sea más discreto que volvernos a ver aquí. Por cierto, ¿alguno de ustedes tiene contactos en Londres?

Las decisiones estaban tomadas. Parecía que todos eran conscientes en el meollo que habían caído. Pero era hora de moverse.
-Perdonad, Sr Cunnington, pero ¿me podríais prestar la fotografía del barco? Si nos sobra algo de tiempo me gustaría pasarme por el puerto... No es que tenga una corazonada, pero si la suerte nos sonríe avanzaremos mucho en la investigación.

El investigador ya empezaba a recoger sus cosas. La chaqueta reposaba en su brazo izquierdo, a la vez que sostenía su sombrero con la diestra
-¿Y el pobre de Tite? Si no puede acompañarnos hoy deberíamos dejarle una nota de dónde y cuando encontrarnos

 Louis arrugó la nariz ante el nuevo desatino de Pole con los orígenes de su humilde -pero honorable- apellido paterno.

"Luriel"...

 El teniente, sin duda, lo estaba haciendo adrede y el periodista -sólo para sus adentros- se acordó de los muertos habidos y por venir de aquel barrilete cuyo ego parecía mayor que su cuerpo a lo largo, que no a lo ancho. De todas formas, aunque sus ojos le deseaban a Pole unas digestiones pesadas para los próximos cuatro días, Aurel se reprimió: tampoco quería pasarse de listo.- Le hablé antes del recepcionista, ¿verdad?. Un perfecto majadero que no supo o no quiso atenderme cuando le pedí que llamase a policía y ambulancia. Yo había bajado por las escaleras a toda prisa, estaba excitado por la preocupación, nervioso, exhausto por la carrera...y me topé con ese...con ese...

 La palabra adecuada se resistía.

-...memo. Le expliqué con detalle lo sucedido, pero no parecía entenderlo. Supongo que el tipo se bloqueó ante la emergencia, así que le pedí que llamase por teléfono a la 410. El recepcionista hizo la llamada y sólo pudo decirme que un individuo QUE NO ERA EL SEÑOR ELIAS le había ordenado desde la suite que llamase a la policía.

 Aurel se reclinó de nuevo sobre el respaldo de la silla.- Obviamente, le hice llamar de nuevo a la habitación y le pedí que me pasase el teléfono. Al otro lado de la línea respondió alguien que, efectivamente, no era Jackson. Me dijo:"en esta habitación hay una auténtica carnicería".

- De acuerdo - responde con cierto tono sarcástico-
Comienza a releer las notas.
- Entonces según usted cuando los cuatro o cinco sospechosos se hallaban afuera cuando resonó el grito - frunce el ceño - ¿Qué tipo de chillido oyó usted?¿Cómo diría qué era el chillido, de dolor, terror...?

- Es..., es una buena pregunta.

 Por primera vez desde que entró en aquella sala, Louis se mostró descolocado, medio ausente. Ladeó la cabeza hacia la pared de su izquierda y puso los ojos en ella, mirando sin ver.

- De crío, una vez al año, visitábamos el pueblo de mi madre. ¿Conoce España?. Ella era de una pequeña villa del sur, casas bajas y blancas construídas sobre la ladera de la montaña. Hacía calor. Siempre hacía calor.

 Juntó los labios y tragó saliva. Fueron buenos tiempos.- Mi padre, siempre tan atento, hacía coincidir sus vacaciones con las fiestas del pueblo de mi madre. A ella le hacía ilusión ver a su familia, él lo sabía y trataba de complacerla. Mercedes, la americana. Así la llamaban allí.

- Tengo recuerdos de aquella época, la mayoría difusos. La calles empinadas, las señoras mayores de negro en grupos de cuatro o cinco, el campanario de la iglesia, la música,...y el día grande, el de la matanza del cerdo. Como le digo, era sólo un niño y la memoria tiene sus límites, pero si hay algo que recuerdo con claridad, con una precisión que aún me eriza el vello, son los chillidos de los cerdos que se sacrificaban. Colgados del techo por las patas traseras, rajados de arriba a abajo, desángrándose entre gritos. Era una muerte, ¿cómo le diría?,...primaria. Hierro contra carne.

- Fué un sacrificio lo que encontré en la 410 del Chelsea, teniente Pole. Y sonó como tal.

- De acuerdo - responde después de unos minutos haciendo anotaciones - dígame Sr Ruriel, ¿entonces usted piensa que los cuatro que esperaban fuera están implicados?

 ¿Tenía el teniente Martin Pole el conocimiento justo para no cagarse encima?. Obviamente no. Parecía más avispado que, por ejemplo, la coliflor que trabajaba en la recepción del Chelsea...pero aquel jueguecito con su apellido estaba ya tomando una vía peligrosa para Louis. Podía estallar y eso no sería nada bueno.

- Cinco, Sr. Pole.- dijo con la cara de alguien que se come un limón.- Cinco individuos. Ya se lo dije. Y lo que verdaderamente pienso es que...es que podríamos, ya sabe,...colaborar.

 Ya. Por fin. Estaba dicho. Suavizó el gesto.

- Como sabe, mi interés en este caso es profesional y personal. Sé que esto es, digamos,...un procedimiento poco común, pero todos saldríamos ganando. Mi propuesta es la siguiente: déjeme libertad de movimientos, permítame husmear por ahí y le doy mi palabra que no verá nada en prensa sin que antes pase por sus manos. Nada. Ya me las apañaría con mi editor. Véame como...como un asistente. Uno de esos que separa oro de paja en una montaña de informes, declaraciones y papeleo. Hágalo y le prometo que en menos de una semana tiene noticias mías ofreciéndole a los culpables en bandeja.

El teniente arrugó la frente y pareció meditar sus próximas palabras.
- Ya no tengo más preguntas - se levanta y se aproxima a la puerta para que el periodista se marche - supongo que al tener interés directo en el asunto no se marchará de Nueva York: no lo haga y si es tan amable de darme un teléfono de contacto por si necesito "ayuda" - hace un gesto con los dedos índice y medio simulando comillas - le llamaré.

- Tendrá noticias mías.

 Louis se levantó de la silla, se puso la gabardina y, con cuidado, recogió la cámara y ajustó su correa al hombro. Enfiló la salida y , justo a la altura del teniente, se detuvo.

- Supongo que me hará seguir. Lo entiendo, Señor Pole. No quiero líos y seré franco con usted: voy a investigar el caso y pienso llegar al fondo del asunto. Volveré al Chelsea, haré preguntas, incomodaré a algunos y ayudaré a otros. A otros como usted, espero.

- Creo que deberíamos organizarnos de la mejor manera posible. - Viktor saca unas tarjetas de su chaqueta y las reparte entre los demás. - Además de mi nombre y el número de mi tienda tienen ahí el número de uno de mis abogados. Si en algún momento alguien desea comunicar algo puede llamarle. Yo intentaré telefonearle cada cuatro o seis horas para ver si hay algún mensaje. Si no, nos veremos en mi casa digamos... ¿a las ocho?

Viktor se acerca a la señorita Sapkowski:

- Yo conozco a mucha gente en "La City". ¿A qué tipo de contactos se refiere?

- Yo también espero y tranquilo eres libre de marchar - responde - ya nos mantendremos en contacto y espero que si encuentra alguna prueba nos lo comunique.

Gladys se dirije a Viktor esperanzada.

- Es sobre la fundación Penhew...- empieza dubitatiba- Por la dirección, parece que está situada en el centro, un poco al norte de Trafalgar Square. Si conoce a alguien que conozca bien la zona, quizá podría ponerme en contacto con él para preguntarle cualquier referencia sobre la fundación o su director, Edward Gavigan...

Viktor parece dudar un momento y, por un instante, cualquiera pensaría que ha estado a punto de tartamudear, balbuceando las primeras palabras de su respuesta, pero deben haber sido imaginaciones pues su voz vuelve a surgir serena y firme como siempre:

- Bueno, no conozco al señor Gavigan en persona, pero hable con la señora Miriam Atwright. Es una bibliotecaria excelente de la Biblioteca Municipal y creo que podrá ponerle en la pista de alguien que pueda ayudarla. - Viktor muestra un atisbo de sonrisa. - Dígale que va de mi parte. Creo que era una gran amiga del señor Elias.

Justo antes de despedirse añade:

- Ah, y si necesita alguna otra cosa no dude en ponerse en contacto conmigo.

El día había sido duro y ya estaba avanzada la noche. Debían volver a sus casas. Mañana les esperaba un día para buscar indicios que les llevaran a descubrir qué había sucedido y porqué. PEro ya era tarde. Todos vuelven a sus casas, con la excepción de James White que se ofrece a quedarse con el convaleciente John Tite con la esperanza de encontrar algo que diera un poco de luz. Mañana sería otro día y tal vez los rayos de un nuevo día arrojen luz en la oscuridad de la noche.