Partida Rol por web

Drack estaba sorprendido ante el odio que se notaba entre Ceya y Khazlian. No es que no estuviera acostumbrado, al fin y al cabo, su amor estaba prohibido por ambas razas. Pero era algo que no conseguía entender.

Sí, estoy seguro. Es su pañuelo, lo he visto cientos de veces. Desde la primera vez que nuestros ojos se cruzaron, llevaba ese pañuelo. Además, huele a ella. ¿Ves? dijo, acercando la prenda a los orificios nasales de Aylandris. Se que no podrás distinguir su olor, no la conoces... Pero es el olor que ella dejaba cuando pasaba, cuando tocaba algo... Es ella...

Se acercó de nuevo el pañuelo a su pecho y cerró los ojos. Las lágrimas esta vez se quedaron enredadas en sus pestañas mientras él respiraba fuertemente, intentando controlarse.

Si había algo característico en los feéricos, era sus cambios brutales de humor. Allí donde el sátiro danzaba cual hoja movida por el viento, feliz de intercambiar con su joven amiga gnoma, ahora sus ojos destapaban la violencia de la tormenta y su voz la ferocidad del viento huracanado.

¡Osas decir que no soy un auténtico feérico! ¡Tú, gnoma del tres al cuarto! ¡Tú, que no sabes de la naturaleza, que quieres adentrarte en el fuego del desierto! ¡Aprende a ser parte de la Naturaleza, aprende a adorar a Wina, y entonces.. VUELVE PARA DARME LECCIONES!

Sus movimientos eran amenazantes. Además, parecía que todo el bosque había caído en el silencio. Ya no había ninguna señal de vida.

Vete, vete y no vuelvas hasta que sepas los errores que has cometido. Has de comprender lo que somos para poder hablarnos

Y Jenaren desapareció. No dijo ni una palabra más, no contestó a la pregunta de Namib. Ahora, se había quedado sola, en ese bosque silencioso que parecía hasta siniestro.

Tuvo que respirar unas cuantas veces para controlar su ira y cualquier cosa que pudiese salir de su boca. Era difícil tanto las ganas de escupirles como de soltarles unas cuantas cosas bien dichas. 

-En fin...- se apretó el puente de la nariz con el índice y el pulgar como si la escena le estuviese molestando tanto que le producía dolor de cabeza. -Veo que tus congéneres también te quieren ayudar. No te preocupes, eso no hará que yo deje de querer buscar a la feérica.- Al referirse a "ellos" no podía evitar cierta mirada y mueca de repulsión. 

"Relájate, Ceya. Demuestra que tienes más clase que ellos. Demuestra que vales más". 

Volvió a respirar profundamente dos veces más y a la tercera soltó un pequeño suspiro resignado. 

-Bien- se giró hacia los yan con el ceño fruncido, aunque parecía dispuesta a hablar para contarles cómo estaba la situación. -La amada de este yan- señaló al chico sin recordar siquiera su nombre -ha desaparecido. Lo único que queda de ella es un trozo de tela. Casualmente encontré yo un trozo de la misma tela en una pata de un animal herido. Pertenecía al rebaño de una bárbara. Parece ser que alguien, bien un grupo de personas o bien una sola persona, se dedica a robar animales de ese rebaño. El trozo de tela es nuestra pista. 

Una de las posibilidades es que secuestraran a la feérica, a Elara- aclaró. -Es posible que ella dejara un trozo de su prenda como pista para encontrarla. ¿Vosotros sabéis algo? Para empezar, ¿por qué exactamente estáis aquí? 

Aylandris husmeó el trozo de tela que aquel yan le puso delante. Olia raro, no le resultaba especialmente un olor maravilloso pero...

Será eso que dicen que cuando se está enamorado todo es maravilloso y perfecto...

Se rascó la punta de la nariz cuando el yan retiró la tela, mientras que su otra mano sentía al dragón agarrado a ella, oculto entre los pliegues de su traje de miradas indiscretas.

-Vale. Ella ha desaparecido, ¿porqué estás aqui perdiendo tiempo en lugar de estar buscándola? -le preguntó al yan- ¿Estás muy enamorado de ella, verdad? -le preguntó sin ningún reparo, con la inocencia de la edad e ignorando la pregunta de la feérica, no por nada en especial, sino porque no consideraba que tuviera que contarle a ella su historia, era muy larga y la ansiedad que emanaba del yan por aquella feérica desaparecida le parecía mucho  más importante en aquel momento.

-Para empezar -utilicé las mismas palabras con las que había terminado, o casi, la feérica- no creo que tenga que darle explicaciones a nadie sobre a dónde voy o qué hago, y mucho menos a alguien de los tuyos -hablaba con total tranquilidad, no había enfado en el tono que estaba utilizando- podría hacerte la misma pregunta, pero ya ves lo que puede importarme eso.

-Por otro lado -volvía a hablar para el yan, que era quien merecía toda mi atención-, las palabras de la pequeña -apoyé una mano en el hombro de Aylandris con el fin de hacer referencia a ella y su pregunta sobre porqué no la estaba buscando- no deberían caer en el olvido, ya que es una buena pregunta. Sabes que ha desaparecido y que ha dejado una pista, dicha pista lleva a un rebaño... sería un buen lugar para empezar, sobre todo si eres capaz de reconocer su olor con tanta facilidad.

¡Pues que con tu pan te lo comas! -dijo la gnoma.  Sabía que había prejuicios como espinas de zarzamora en los bosques faèricos, pero ¿no estaba ella para irlos arreglando?   Espero que tu corazón madure, sátiro.  -dijo en forma de bendición o plegaria, no sabía.

Así pues, salió con algunas respuestas y un poco más de realidades.    Caminó buscando a sus amigos yan para platicar con ellos de lo que había averiguado.

El joven yan se quedó sorprendido ante la lluvia de ataques gratuitos y, al mismo tiempo, sus intereses por ayudar a encontrar a Elara. En una tormenta de sentimientos, el yan retuvo, de nuevo, varias lágrimas que acudían a sus ojos, al escuchar las palabras de Aylandris.

Desde el momento en que no apareció, la busqué. La única manera de que ambas familias aceptaran lo nuestro era que un celeste bendiciera nuestra unión... Pero ella no apareció. Si hubiese decidido dejarlo para siempre, me lo hubiese dicho, no huiría sin más. Elara es... Elara es una feérica de gran personalidad, que jamás se calla nada y prefiere decir todo lo que piensa tal cuál es miró a Ceya tan explosiva como la naturaleza misma

Así eran los feéricos, sin dudar alguna. Pero ésta se había enamorado de un yan.

Acudí en busca de ayuda, y la primera que se interesó fue la maga Shela. Luego llegasteis cada uno de vosotros y... Tenemos este pañuelo como pista.

La quiero con toda mi alma. ¿Conocéis esa sensación de que falta algo en tu vida, algo sin lo que no puedes ser feliz? Me pasaba, caminaba por el desierto sin un rumbo fijo, intentando saber qué era, qué necesitaba... Hasta que la conocí. Jamás me había sentido tan completo, jamás hubiera imaginado que una persona pudiera llenarte de esa manera...

Sus palabras murieron, su mente parecía divagar. Los recuerdos bailaban en su memoria. Pero su rostro se endureció de pronto.

Creo que deberíamos ir al rebaño. Ceya, ¿puedes llevarnos, por favor? sus manos temblaban, hubiesen ido a agarrar las de ella de nuevo, si no fuera porque Ceya no se lo permitiría. Pero sus ojos eran suplicantes, deseaban que la joven fuese su guía.

Al atravesar el bosque buscando la salida, no podías evitar sentir que te observaban. Ojos invisibles vigilaban cada uno de tus pasos, tus movimientos y tus respiraciones. Sentías que en ese momento no eras bien recibida. El corazón de los feéricos podía ser más ardiente y explosivo que el cualquier yan, pero también podía calmarse rápidamente. Con ese deseo en tu interior, llegaste a la linde del bosque. Tras unos pocos pasos, saliste a la ciudad. Frente a ti, viste a un grupo de gente que habían estado en la reunión de la biblioteca. El joven que había dicho que su amada había desaparecido estaba rodeado de unos cuantos que parecían yan y un par de lo que parecían humanos.

Pocas personas deambulaban por el resto de la calle, y los que lo hacían caminaban apresurados, mirando al suelo, como si una mirada o un saludo pudiese desatar en algo horrible.
 

Respiró profundamente, meneó la cabeza y volvió a centrar su atención en Drack. "Los otros yan no importan...los otros yan no importan... son una aberración de los dioses, no tienen vida más que el fuego que quema la vida y recorre sus venas... pero no importan... en estos momentos no importan..." apretó los dientes. Debía mantenerse concentrada.

El rostro de la joven trataba de ser impasible, como siempre, pero sus ojos eran el espejo de su alma. Brillaban y en ellos bailaba la comprensión y el deseo de ayudar. Cuando el yan comentó aquello de "sentirse vacío" no pudo evitar que algo revoloteara en su estómago. Lo entendía. Aunque su boca no lo dijera, sus ojos delataban a la semifeérica. Recordaba vagamente a su madre y deseaba encontrar a su padre para... ¿para qué? Para que al menos supiera que existía y que su madre ya no estaba. Ese sería su cometido en algún momento de su aventura, pero ni siquiera sabía si así se sentiría tan llena como describía el joven.

Tras morderse el labio (bien pensativa, bien para que no se le escapase ninguna lágrima) soltó lentamente el aire que mantenía encerrado en sus pulmones y fue esbozando una cálida sonrisa. Por primera vez sentía que estaba de acuerdo con una raza completamente opuesta. 

-Quién me diría esto a mi... De acuerdo- accedió asintiendo con la cabeza. -Pero- ahí estaban los "peros"... -es un rebaño de bárbaros. Puede que la mujer que confió en mí deje de hacerlo si nos presentamos todos. Iremos tú y yo, Drack- sabía que aunque lo hubiese obligado no se habría estado quieto. Sus deseos de encontrar cualquier pista sobre su amada eran demasiado fuertes. -Os lo pido por favor, no os prohíbo venir ni os obligo a quedaros- dijo mirando seria a los otros dos yan. Tragó saliva y prosiguió -pero es mejor si no somos demasiados. El rebaño se está viendo afectado y la mujer está a la defensiva. Si se siente atacada puede que perdamos la oportunidad de encontrar pistas. Eso no quita que más tarde se pueda necesitar de vuestra ayuda. 

Con la sensación de que no necesitaba decirles nada más se giró hacia el otro feérico, el joven muchacho que parecía dispuesto a ayudar, y le acarició con suavidad el brazo antes de darle un abrazo. 

Tras este abrazo se giró hacia Drack. -Bien, vayamos- y sin más se dispuso a recordar y guiar al yan hacia el rebaño. 

Aunque el abrazo podría haberle pillado por sorpresa a Kail, Ceya lo había utilizado para acercarse a su oído y susurrarle en voz apenas audible para un oído normal. 

-Procura que no estorben mientras vamos a ver al rebaño. Puede que sepan algo, así que que tampoco les pierdas la pista. Cuento contigo- se separó de él con una media sonrisa para después girarse hacia Drack. 

 -Bien, vayamos- y sin más se dispuso a recordar y guiar al yan hacia el rebaño. 

¡HOla! -les dice la gnoma. ¿Se acuerdan de mi?  Soy la que me quedé leyendo lo de la profecía con Re-Min.   He averiguado cosas interesantes de lo que ha pasado. ¿Quieren escucharlas? 

Ya estaba apunto de marchar. Es más, estaba totalmente girada y había dado medio paso cuando de pronto una voz distinta a las demás irrumpió en el lugar. Se giró con lentitud aparentemente molesta por la interrupción de los planes, pero cuando escuchó que la muchacha tenía "buenas nuevas" sobre lo que había ocurrido su rostro se relajó un tanto. 

-Cómo olvidarme...- musitó de forma apenas audible al recordar a la efusiva chica que estaba dispuesta a meter la nariz en todos los fregados. -¿Qué has descubierto?- preguntó mientras se acercaba con prudencia. Que llegase de forma tan efusiva le había chocado un poco. ¿Cómo y qué habría descubierto? 

Negaba con la cabeza a medida que la feérica nos iba soltando el discurso. Con palabras que sonaban bien, que intentaban ser amables, pero era imposible ocultar lo que estaba intentando y, probablemente, conseguiría: dejarnos fuera de aquella intriga que rodeaba al yan y a su amada feérica. Llegué con la idea de irme por donde había venido, pero ahora que me impedía continuar sentía la necesidad de hacerlo a toda costa. Bufé haciendo que la tela que tapaba mi boca se agitara violentamente, la situación estaba clara y no tenía ganas de continuar discutiendo por algo así.

-Sin problemas -dije desviando la mirada hacia el camino que tenía que tomar ahora y haciendo un gesto con la mano para quitar importancia a que se nos excluyera de esa manera-.

Para colmo, cuando ya estaba a punto de abandonar aquella conversación que no llevaba a ningún lado salvo a ponerme de mal humor, llega la gnoma para todo, lo mismo el valía un roto que un descosido.

-Pues la verdad es que no -dije de manera tajante y cortante. No me interesaba lo que estuviera escrito en un libro mugriento y polvoriento que llevaría encerrado en la biblioteca muchas décadas-. Los cuentos y los mitos no son cosas con las que llene mi tiempo libre.

La sabiduría no sólo viene hablada, mi nómada.  Así cómo el agua no sólo viene en odres. 

Se volteó con la compi faèrica.  Pues supe que todo lo causó un tipo que juntó religión y magia, algo indebido, y que se sumió tanto en el poder que traía, que se perdió.  Se volvió loco y empezó a dañar lo más preciado.  El unicornio es parte, aguda, de esa carrera loca que trae contra el mundo. 

No supe su nombre, pero si averiguamos que historias de él tienen otros pueblos, podremos armar el rompecabezas para ir a por él y traerlo a la justicia.  Y detener esta locura en la que nos metió. 

Entu abre los ojos como platos ante la revelación de los varus.
-Pero... eso es información muy importante. ¿No deberíamos compartirla con los celestes?- Un ser de infinita maldad capaz de asesinar un unicornio... Entu empieza a arrepentirse de haber abandonado la tranquilidad relativa de su río y haberse lanzado en esta loca aventura. Él sólo quería volver a ver a la criatura de pureza y bondad que había visto hacía tantos años, y en su lugar, el mundo le está entregando dolor, muerte y oscuridad.

Miró con desprecio al yan (por suerte a la distancia a la que estaban no se apreciaría mucho) y después a la enana de nuevo. Sin duda en algo tenía razón: las profecías no eran algo con lo que jugar. Era cierto que podían cambiarse ligeramente, pero era extraño que ocurriese.

 -¿Y nadie vio a ese individuo en la plaza?- era evidente que le sorprendía que si tanta maldad irradiaba nadie se hubiese dado cuenta de su presencia. -¿Me estás diciendo- sacudió la cabeza y la miró incrédula -que ese tipo es "conocido" en otros pueblos y nadie sabe cómo es?- "al menos ese dato no nos lo has dado. Ni nombre ni apariencia... qué bien. Será taaaaaan fácil dar con él" hizo rodar los ojos cansada de buscar una aguja en un pajar cuando tan solo habían comenzado.

-Bueno- esbozó una sonrisa que le salió bastante forzada -por el momento voy a preguntar unas cuantas cosas con este yan- puse la mano sobre el hombro de Drack. -Luego nos veremos. ¿Sería mucho pedir tratar de saber al menos cómo es ese tipo?- tratarlo de "tipo" parecía demasiado suave teniendo en cuenta que había sido capaz de matar ni más ni menos que a un Unicornio...  

Cuidado Ceya, algunos de los nuestros dicen que los Yan lo apoyaron en su cambio al mal.  Dicen que porque paso mucho tiempo con ellos, pero eso son prejuicios, lo sabes.  Cuídate de ellos.

La historia que me se es que hace mucho tiempo, un ser bendecido por los dioses caminaba entre todas nuestras razas. Sus palabras eran sanas y sensatas, apagaban el odio con ellas, el odio que todas las razas se tenían. Y de él, sólo quedaba un dulce recuerdo. Muchos hablaban que ese ser era la misma Irial, la más bondadosa de los dioses, pues sus palabras daban la luz que los corazones oscuros necesitaban.

Y la leyenda habla de que ese ser caminó hasta Alis Lithban, pues le gustaba la paz de los bosques. Hasta entonces, sólo la gracia del sacerdocio le acompañaba. Hasta entonces.

Allí, al parecer, se le presentó un Unicornio. Majestuoso y esplendoroso, dicen que hasta esa criatura inclinó la cabeza a modo de respeto. Y por una vez, el Unicornio no se acercó a él, si no que esperó a que él se acercara.

Y se acercó, claro que lo hizo. Pero lo que ese grandioso ser no sabía, es que era una prueba.

Por todos era sabido que al ver un Unicornio, transmitías la magia por tu interior, y podías sanar a la gente. Para alguien como aquella criatura, debía ser más que suficiente. Pero los dioses temían, temían por su poder, temían que se perdiera en él. Y lo hizo.

El ser de pura bondad caminó lentamente hasta el Unicornio. Su corazón, hasta entonces puro y bondadoso, empezó a tener sombras de oscuridad. Era un bendecido por los dioses, y eso estaba bien. ¡Pero podría ser dos veces bendecidos! ¡Podría ser poderoso! ¡Todos deberían escucharle, todos deberían... obedecerle!

Y ese día, la luz de los tres astros padres se apagó de golpe. Las lunas se levantaron rojas por el dolor. Y esa criatura, consiguió el poder de la magia.

El varu observó con detenimiento a Entu. Pensaba a gran velocidad, pero sin expresar sus ideas. Aún así, los varus podían notar ese trabajo mental al que se estaba sometiendo, debatiendo qué decir o qué contestar.

Los celestes saben más de lo que dicen. Seguramente hasta no estar seguros de sus palabras, no querrán anunciar nada, por eso no lo hemos dicho. Lo compartimos entre nosotros, porque es lo correcto. Pero es su ciudad, y si lo hubiesemos dicho en la reunión, posiblemente hubiese cundido el caos. ¡Uno de los que han estado en la ciudad puede haber asesinado al Unicornio!

Mantén los ojos bien abiertos, varu. Toda información es poca, y no podemos adivinar su siguiente paso.
 

Durante toda la conversación me mantengo aparte, sentado en el suelo pensando en los dioses sabrían qué. Cuando Ceya me abrazó reaccione´, no estaba acostumbrado a ser abrazado, apaleado si, pero ¿abrazado? Así que no pude evitar sonrrojarme y tartamudeando decir va.. va.. va.. vale.

Entonces tomé aire , me levanté cuan alto era(no mucho ,cierto) me di la vuelta con los brazos apoyados sobre mi cintura con un gesto que recordaba a los guardias de la ciudad. Me di la vuelta y miré al Yan que despreciaba a Ceya con gesto altanero mientras sacaba pecho y me colocaba a su lado. Luego con aire desafiante imitaba sus gestos. Es posible que me ganase una paliza, pero una cosa era despreciarme a mí, y otra muy distinta despreciar a Ceya.

  Llegó la gnoma, dejé de lado mi pantomima y me dirigí a ella agachando un poco la cabeza mientras me rascaba la cabeza con la diestra. Claro que sí, eras la que cantaba tan bien.

 Luego guardé silencio, aunque eché una mirada desafiante al yan cuando habló( no se cuanto tiempo aguantaría antes de que me partiese la cara, pero iba a alargarlo todo lo posible)

¡Y ese es el tirano que debemos derrocar! dije emocionado ante las palabras de Namib, teníamos un villano y éramos un variopinto grupo de ¿héroes?