Partida Rol por web

El grupo de aventureros apenas tuvo unos momentos para recuperar todo lo que valiera la pena de los cuerpos e intercambiar lo ganado antes de que se vieran interrumpidos por el grito del pobre hombre que había tenido la mala suerte de separarse demasiado del grupo y adentrarse por uno de los oscuros pasillos en busca de algo más que rapiñar. Pero al menos el ataque había puesto sobre aviso al resto.

Anna fue la primera en girarse hacia el origen del grito, su linterna arrojó la luz suficiente como para que se distinguiera una parte de la criatura que se lo había llevado, unos brazos abultados de color rosado acabados en garras. El resto únicamente llegó a ver el rostro desesperado del hombre desaparecer por un agujero hacia la oscuridad, pero no hacía falta pensar mucho para saber qué era lo que se lo había llevado. Los gritos se siguieron oyendo durante un rato, cada vez más lejanos, hasta de se interrumpieron de pronto, como si alguien, o mejor dicho algo, hubiera acabado con su origen.

La reacción no se hizo esperar, el grupo no era pequeño e iba bien pertrechado aunque la calidad del armamento no fuera de la mejor clase. Pero desde luego presentarían un duro desafío contra cualquier enemigo. El problema era que en aquél estrecho túnel, plagado de pasillos, vías secundarias y agujeros excavados por todas partes, no se sabía desde donde podían acercarse los mutantes, y seguramente lo harían por varios lugares a la vez. Aquello era con toda probabilidad lo que les había sucedido al trío de cadáveres, pero en los planes de los aventureros no figuraba acabar convertidos en parte del menú de las bestias.

Siguieron hacia adelante, recorriendo el túnel. Consiguieron hacerlo en sigilo, a pesar de que así avanzaban más lentamente era mejor no llamar cualquier posible atención no deseada. Anton iba en cabeza, el grandote del grupo parecía saber por dónde había que continuar y así se las arreglaron para no perderse por entre los intrincados recovecos del túnel de mantenimiento. Sus linternas y arma comprobaban cada dirección, cada giro, cada esquina y cada agujero, pero no había señal alguna de los mutantes.

La estrechez del túnel parecía acrecentarse a medida que caminaban, el agobio y la tensión a causa de la oscuridad y la siempre presente amenaza de las criaturas no dejaban ni un minuto para relajarse. Y entonces, en medio de un silencio que solo interrumpían sus pisadas, lo oyeron. Un sonido de múltiples pisadas, aún lejanas, pero que sonaban cada vez más cerca. Algo con muchas patas se acercaba. Las criaturas habían comprobado que la carne del hombre que habían capturado no era suficiente para todas. Y el hambre que tenían las hacía olvidar la cautela con la que normalmente trataban a los seres humanos.

Los que iban los últimos no eran necesariamente los que corrían más peligro. Los mutantes se acercaban por el túnel, pero también se los oía entre las paredes, recorriendo los agujeros que ellos mismos habían excavado tiempo atrás para moverse sin ser detectados y atacar desde la oscuridad. Podían salir de cualquier lado, y aunque aún no los tenían encima, eran más rápidos que los humanos.

Ya no quedaba lugar para el sigilo. Solo podían hacer una cosa para sobrevivir. Correr.

Marek habia abierto la marcha junto a Anton, mientras que las chicas iban tras ellos y Andrey, Ratón y el otro tipo cerraban la marcha. Cuando se hizo evidente que habría que correr, gesticuló al resto para que avanzasen corriendo mientras él intentaba cubrir parte de esa huída. Por desgracia, cuando le llegó su turno de correr, tropezó y estuvo a punto de caer. Debido a esto acabó de los últimos del grupo. Intentó ponerse en marcha de nuevo pero se preparó por si tenía que quedarse disparando a lo inevitable.

-¡Vamos, Anna, toca correr!

Svetlana animó a su compañera a salir corriendo cuando los que iban en vanguardia avisaron de ello.

Pero sus deberes como médico hicieron que se detuviera y se girara para ver si Marek se había lesionado
cuando advirtió que éste había tropezado.

Marek no se había torcido el tobillo ni nada parecido, pero Svetlana se había retrasado en su carrera.

Estaba caminando mientras alumbraba con la linterna en la vanguardia junto con Marek. Tenía la escopeta en ambas manos y estaba echándole ojeadas al grupo cada tanto tiempo. Tenían que salir de ahí antes de que los verdaderos problemas se presentasen, iba a ser una tarea de lo más agobiante.

Cuando los sonidos empezaron a hacerse más numerosos y fuertes algo en su interior le había pedido salir corriendo y dejarlos a todos atrás, pero sabía que eso iba a ser contraproducente, si empezaban a huir presas del desespero podían ser más propensos a caer, extenuarse o perderse, por lo que se detuvo y levantó la mano para indicarles a todos que esperasen. Agudizó sus sentidos lo más que pudo intentando describir la trayectoria que estarían tomando sus acosadores pero no pudo llegar a una conclusión clara, el sudor perlaba su frente y sabía que el tiempo se les estaba acabando, debían empezar a moverse antes de que se convirtiesen en alimento para mutantes. Los sonidos golpeaban todavía más cerca de sus oídos y no lo soportó más.

Soltó un bramido que podría haber hecho eco en todo el túnel. —Hay que correr. ¡Hay que correr ahora, andando!— Fue lo que exclamó, mientras que se hacía a un lado y veía al resto avanzar, quería asegurarse de que el grupo estaría completo a estas alturas. Durante la carrera vio como Marek caía de bruces al suelo. Se chupó los dientes con irritación en lo que daba la vuelta y volvía a por él para ayudarle a retomar el paso. Lo había logrado levantar y le empujó al principio de su carrera. —Venga... venga... ¡No frenes el paso, vamos!— A despecho de su bondad esta acción le había pasado factura, y se había quedado tan atrás como él, al menos podía seguir corriendo.

"Correr, claro que vamos a correr. Como si tuvieran que decírmelo dos veces. ¿Andrey? ¿Andrey? ¿Dónde está? A mi lado, buen chico". Ratón sujetaba la bastarda entre sus largos dedos, podía hacer diana si una de esas cosas se plantaba delante de él a menos de un metro de distancia, pero poco más. Con ansía, miraba los túneles, seguía las pisadas. Trataba de encontrar un patrón, de filtrar los ecos, de comprender de donde podían venir las auténticas pisadas. Arriba, abajo, tras la siguiente esquina. Un escalofrío recorrió su espalda. No podía esconderse. Había que correr o pelear. Todo eran luces y sombras, sudor, rostros con los dientres apretados. Ah, pero a él no le pillarían. No podía verlos, pero podía escucharlos, olerlos, sentirlos.*
Pero era imposible. El ruído era una cacofonía brutal que envolvía sus oídos. "Jodidos, estamos jodidos".
El era el gran corredor. Una rata en un túnel. Correr a ciegas, por pasillos en ruinas, era su especialidad. Agujeros, paredes derrumbadas, callejones sin salida, nada podía frenarle. Iba a volar como una centella. Pero alguien había tenido la decencia de caer, el recluta patoso Marek. ¿En serio? Puede que su sangre fría solo fuera fachada, que le hubiera entrado miedo. Miedo, eso que decía no sentir.
Ratón no corrió, le tocó el hombro a Andrey para que se detuviese. El gigantón había regresado a por Marek. Bien, pues era una locura, pero él iba a quedarse a esperarles. Cubriéndoles. Apuntó al pasillo, siguió el sonido. "El seguro, quita el seguro". Lo quitó. O lo puso. Nunca se acordaba de si era arriba o abajo. Acarició el gatillo de su arma. Vio como el gigante cogía a Marek y lo ponía en pie como si no pesase nada.**

Al oir el ruido de nuestros perseguidores por todas partes, me quede helada de miedo, un sudor frio empezo a recorrerme la frente. ( ¡No¡, vamos a correr la misma suerte que los pobres desgraciados que hemos dejado sus cuerpos atras ) Me quedo petrificada en el sitio, blanca como un tempano de hielo. Hasta que una voz femenina grita Vamos corre, entonces salgo de mi estado de shock, viendo la cara de miedo de la medico. Corri siguiendo de cerca a Svetlana, con mi dobleta en las manos, preparada a apretar el gatillo contra la primera sombra que vea aparecer.

https://www.youtube.com/watch?v=nnRRjJDMp8c&index=20&list=PLaYyz0idK97Acs1tJg1070MEJjaEKglBI

Los ruidos en el túnel de mantenimiento se incrementaron enormemente cuando los aventureros echaron a correr intentando escapar de las bestias. No solo era el ruido de sus pisadas, sino que, como si presintieran que su presa se escapaba, los mutantes redoblaron sus esfuerzos por alcanzarlos, ya se oían sus aullidos y gruñidos, y sonaban hambrientos.

A pesar de que él y Anton encabezaban la marcha, en el frenesí de la carrera Marek tuvo la desgracia de tropezar y caer de bruces al suelo. Aunque reaccionó rápido dándose la vuelta y apuntando al túnel con su arma, aquél habría sido probablemente el final del agente si  su compañero no se hubiera detenido también y corrido en su ayuda. Agarrando de la solapa de su ropa al caído, Anton hizo gala de su fuerza cunado de un solo tirón lanzó a Marek por los aires y lo dejó de nuevo en pie.

Al escuchar a los mutantes que se acercaban, Gregori, que cerraba la marcha junto a Andrey el mercader que los acompañaba, echó a correr como si no hubiera un mañana, adelantando pronto al resto. Sin embargo, al percatarse de la caída de Marek, algo le hizo detenerse a echar una mano. Intentó averiguar porque lado estaba más cerca los mutantes, pero el tirón de Anton hizo que la linterna de Marek iluminara a todas partes y acabó dando en los ojos al Ratón, cegándolo momentáneamente.

A causa de tantas paradas por el camino, Svetlana y Anna eran las que más cerca estaban de la salida del túnel, una que ya podía ver a lo lejos. Solo tenían que dar un apretón más y conseguirían salir del túnel. Sus compañeros seguían atrás, corriendo también tras ellas, pero demasiado atrasados. Los mutantes estaban a punto de darles alcance, pero la estrechez del túnel tampoco les permitía ayudarlos sin arriesgarse al fuego amigo. Lo mejor que podían intentar era alcanzar la puerta y mantenerla abierta para facilitar el cruce de sus compañeros si conseguían librarse de los monstruos. Eso, si no estaba bloqueada de alguna manera...

En la cola del grupo, se produjofinalmente lo inevitable. De la oscuridad salió el primer mutante, un enorme y abotargado nosalis que de inmediato se impulsó sobre sus patas traseras y saltó sobre los aventureros dispuesto a despedazarlos con sus afiladas garras que se habían cobrado la vida de más de un viajero incauto.

No tardaron en seguirlos otros, atacando desde el túnel o desde los agujeros en las paredes. Sabían de que era capaz el hombre, la ventaja que a estos les daban sus armas. Pero el hambre atroz era capaz de superar cualquier temor, el gusto de de la sangre solo avivava la furia asesina de las bestias, que sabían que en aquél espacio reducido, allí donde era su territorio de caza, ellos llevaban la voz cantante y convertían a los cazadores en presas. Y estas no se les iban a escapar fácilmente.

Al seguir corriendo junto a Svetlana, pronto vimos la puerta al final del túnel Menos mal nuestra salvaciónCorre ya llegamos podremos salvarnos le grito a mi compañera, volví a recuperar las fuerzas y la esperanza y con las fuerzas renovadas llego hasta la puerta, al tirar de ella para abrirla Mierda no se abre maldita puerta un escalofrío recorre mi cuerpo,me doy media vuelta y veo la escena, el sudor frio vuelve a recorrer mi frente. Me abalanzo sobre Svetlana zarandeandola por las solapas de su chaqueta, Vamos a morir,abramos esta maldita puerta la reacción de mi compañera me tira hacia atrás, haciendo a la vez recuperar mi compostura, centrando mi acción en intentar abrir la puerta,aunque sea tirandola abajo.

Todo parecía ir lento a su alrededor mientras corría hacia la puerta, aferrandose a su arma. No era el mas rápido de todos, pero se consideraba el mejor disparando, en el Reich no entrenan a nenazas ¿No?

Se frenó en secó y trató de darse la vuelta de golpe, había entrenado para cosas así, no podía ser tan difícil. Son mutantes, en teoría está preparado para estas cosas. No pudo evitar dudar de si mismo, pero pensó en su hermana, ¿Y que si en vez de esas dos mojigatas fuera su hermana la que corriese desesperadamente por su vida?

Tragó saliva y alzó el arma, comenzando a disparar de forma discontinua a los mutantes. Iba a proporcionarles algo de fuego de cobertura, pero tampoco quería quedarse atrás. Mantuvo la compostura, como era de esperar.

Vas a salir de esta, vas a salir de esta, joder.

Marek iba corriendo como los demas cuando vio que Andrey "Viejo Conocido" se detuvo en seco y se dio la vuelta para rociar de balas de manera bastante experta a algunas de las criaturas. Empezaba a creer que ese tipo tenia entrenamiento profesional. Mientras se alejaba selecciono un punto donde pararse y apunto listo para disparar con la bastarda. Si fallaba, daria fuego de cobertura a Andrey, si acertaba tendrian un enemigo menos. Selecciono a una de las bestias mas cercanas y abrio fuego de manera fria, metodica y profesional.

- Abrid la puerta, nosotros iremos conteniendo la oleada mientras nos retiramos! - Desvio un poco la mirada a Andrey.- Si nos replegamos en secuencia juntos podremos dar tiempo al resto, Que me dices?

Anton trotaba como si su vida dependiese de ello... ¡Y era así! los corredores y pasillos se estaban convirtiendo en un tortuoso recorrido que parecía no tener fin al menos hasta que sus perseguidores diesen con ellos, el sudor le perlaba la frente y sentía una terrible presión en el pecho, eran los nervios. Intentaba controlarlos lo mejor que podía pero en cualquier momento iba a estallar.

A pesar de ello, no iba a rendirse, tenía razones para vivir... las tenían todos, pero la de él era la más justa a su punto de vista, debía entregar esas balas para su hija, de lo contrario el hambre, la enfermedad o alguna otra injusticia se encargaría de llevarsela al otro barrio. No era una idea que se había ganado su desagrado totalmente, cualquier otro lugar era mejor que el metro, cualquier cosa era mejor que una existencia bajo tierra, sin el contacto de la propia luz del sol. Pero el era un padre... No iba a soportar dicho evento, e iba a luchar con todo lo que pudiese para asegurar la vida de su hija.

Vio delante una puerta y al par de mujeres, una intentaba fútilmente abrirla y eso lo puso más estresado, si la puerta estaba bloqueada, iban a necesitar un muy buen empujón para poder pasar. Por lo que tensó sus músculos y como un jugador de Rugby empezó a cargar en dirección a la puerta. —¡Moveos a un lado!— Fue la única oración que salió de sus labios. Cerró los ojos y se preparó para el impacto, ya solo estaba a unos escasos metros.

Mientras corría junto a Anna hacia la puerta al final del túnel Svetlana empuñaba firmemente su revólver con ambas manos,
y lo seguía haciendo cuando llegaron a la puerta, el temor a que un monstruo la cogiera desprevenida sin posibilidad de
defenderse sobrepasaba a la joven. Por eso apartó a Anna de sí cuando fue zarandeada por ésta y no ayudó a abrir la puerta,
debía estar preparada para disparar al primer bicho que se acercara, lo podían hacer de improviso y desde cualquier parte.
Finalmente, pudo respirar aliviada cuando uno de sus compañeros logró abrir la puerta de un violento choque.

Las buenas acciones tenían un riesgo. Quedarse atrás, esperar, cubrir, era poner en riesgo su vida por la de otro, otro que de seguramente no le hubiera esperado. Así funcionaba el Metro. No culpaba a nadie, lo aceptaba. No era la primera vez que a él lo dejaban atrás, herido o hambriento, perdido en la oscuridad, mientras algo reptaba hacia su posición. Aceptaba aquello como una muestra habitual de humanidad. Puede que por eso se hubiera detenido cuando Marek había caído. O puede que fuera porque ya habían perdido a uno de los miembros del grupo y perder a uno de los tiradores expertos no era una buena idea.
Las buenas acciones tenían su recompensa...y generalmente era algo malo. Cuando Marek se puso en pie su linterna le cegó. Apretó los ojos con fuerza. Miró a las sombras, trató de enfocar. Nada. Había quedado deslumbrado. Un buen premio. "Por idiota". Ahora corría a ciegas junto a los demás. Solo sus sentidos agudos le impidieron caer o tropezar con sus compañeros. Un túnel era un túnel y ahora estaba en uno muy oscuro.
No se le ocurrió disparar. Su puntería ya era bastante mala de por si, pero cegado, era muy probable que terminase hiriendo a sus compañeros o algo peor. Tenía el arma entre las manos pero ni siquiera había quitado el seguro.

El nosalis estaba a punto de alcanzar a Anton con sus garras cuando un certero disparo de Andrey le acertó en plena frente, haciéndolo caer al suelo, inerte. Aquello le dio tiempo al grandullón para poner tierra de por medio entre él y los mutantes. Las ráfagas de Marek y Andrey cubrían la retirada acabando cada uno con otro mutante, con la suerte de que, en la estrechez del túnel, el nosalis abatido por Andrey cayó sobre los otros formando un tapón que les daría un respiro temporal en aquella frenética persecución. Los gritos de frustración del resto de mutantes acompañaron a los aventureros en su huida.

Gregori corría de nuevo en dirección a la puerta, maldiciendo su suerte y frotándose los doloridos ojos. Por suerte, su experiencia en los túneles permitió que su vista se recuperara y adaptara de nuevo a la oscuridad, y así  pudo darse cuenta de un agujero en la pared del que salía una afilada garra con su nombre escrito en ella. Haciendo gala de unos reflejos sorprendentes, esquivó el ataque por los pelos y siguió corriendo en dirección a la puerta. El nosalis, frustrado por su fallido intento, se retiró del agujero en busca de un sitio por el que acceder al túnel.

Así, el resto del grupo también alcanzó la puerta sin más percances. Pero se toparon con un problema más: la puerta no cedía ante los esfuerzos de Anna, Svetlana y el mercader por intentar abrirla, y se escuchaba de nuevo los gruñidos y pisadas de los nosalis, que habían superado el obstáculo que presentaban los cuerpos de sus congéneres caídos. Por suerte, la fuerza de Anton salvó una vez más la situación. Con un bramido equiparable al de los nosalis, el fornido hombre cargó sobre la puerta metálica, placándola con su hombro y abriéndola de par en par un atronador sonido metálico cuando la puerta chocó con el tope del otro lado. El camino estaba abierto.

El grupo rápidamente cruzó al otro lado y cerró la puerta. Por el suelo había trozos de tablones de madera rotos, los que habían estado aguantando la puerta e impidiendo su apertura. Aquellos con la percepción suficiente pudieron darse cuenta de que en ellos estaba escrito: “No abrir, mutantes dentro”. Había que joderse.

Al menos estaban a salvo de los nosalis por el momento y tuvieron un instante para recuperar el aliento, pero sin algo que la bloqueara la puerta no aguantaría mucho ante su envite, y era poco probable que detuvieran la caza cuando sentían su comida tan cerca. No los evitarían durante mucho tiempo, tenían que seguir corriendo. Pero al adentrarse un poco más en el túnel en dirección a la Tretjakowskaja, se encontraron con algo que no podían creer sus ojos.

Una dresina de impulsión manual. Seguramente la utilizaban un par de personas para transportar mercancías, pero  tenía el suficiente espacio para todos, aunque irían algo apretados. ¡Con ella podrían dejar atrás a los nosalis! ¿Pero porque nadie abandonaría tan a la ligera un vehículo tan útil y necesario como aquél? Un rápido vistazo a la vagoneta dio la respuesta, la palanca de tracción estaba bloqueada, pero parece que podía ser reparada.

El mercader que acompañaba al grupo corrió de nuevo hasta la puerta del túnel de mantenimiento para mantenerla bloqueada y dar a los aventureros una oportunidad de arreglar la dresina y huir de allí. No podían desaprovechar aquel regalo que le svenía como caído del cielo.

-Compañeros, yo soy médico, arreglar cosas no es mi especialidad, pero un poquito de maña tengo.
Yo podría intentar arreglarlo, a no ser que entre vosotros haya alguno que se considere un auténtico manitas.
Si es así, le cederé gustosamente los honores de esta tarea.-propuso Svetlana al resto del grupo.

Andrey aún estaba tomando aliento cuando cruzaron la puerta y se toparon con la dresina, menudo día de suerte. Bastaron unos segundos para que todos se dieran cuenta de que algo estaba jodido, posiblemente la palanca de tracción. 

Se colgó el rifle por delante y se pasó la mano por la cara, joder, estaba sudando. 

-Vale... Vale... En el puesto de Twerskaja teníamos una así para llegar a las zonas fronterizas... Dejadme, joder... Dejadme que le eche un vistazo, ¿Si? Creo que me las puedo apañar.

Se subió a la dresina y remangó su uniforme, aunque se dedicó a unicamente inspeccionar el vehículos sin tocar nada, esperando por si había alguna objeción. 

Todavía sentía dolor en el hombro cuando se aseguraron de que el peligro se había acabado. «Al menos de momento...» Recuperaba el aliento con algo de dificultad pero no tardó mucho en recuperar su compostura, se quedó erguido y cogió una buena calada de aire que le llenó los pulmones. Y empezó a avanzar junto con el grupo.

No se pudo creer lo que había delante de sus ojos... Una dresina... y parecía estar en buen estado a pesar del trato que le ha otorgado el tiempo, quizás de verdad podían lograrlo, con eso en su poder iban a poder llegar a Tretjakowskaja y a cualquier sitio que se propusiera, solo iban a necesitar el tiempo suficiente para arreglarla... y eso era un problema, porque no tardarían mucho los mutantes en retomar su búsqueda por carne humana. Se chupó los dientes y pasó una mano por el barandal del transporte.

El hombre de aspecto militar... Andrey... o algo así. Él y la mujer de la cruz roja estaban discutiendo acerca de quien se encargaba de arreglar la palanca que estaba atrancada, el no se fiaba, si de verdad el vagón estaba en mal estado podrían romper algo y sería de vuelta a correr a ciegas, pero tampoco iban a lograr nada quedándose ahí a esperar. Descolgó su dobleta y volvió a inspeccionar sus balas. Un tiro... solo un tiro. Miró por encima del hombro a los que se encontraban en el transporte dañado. —En ese caso asegúrate de no romper nada, porque como lo hagas habrá que seguir corriendo. Venga, haz lo que puedas, sin prisas... creo que los comensales pueden esperar.

Aquella dresina, en aquel preciso momento, era algo más que un simple medio de transporte. Era la diferencia entre poder escapar de aquellas malditas criaturas mutantes o acabar siendo su cena de aquel día. Y la segunda opción no era la más deseable para Gregori.

Por suerte, parecía que su compañero Andrey sería capaz de recuperar el vehículo y hacerlo funcionar de nuevo.

-Andrey, no es por meter presión, pero tienes que arreglar este trasto sí o sí. De lo contrario, estaremos en un buen lío.

Ahí estaban las palabras de ánimo hacia un miembro del grupo por parte de Ratón: jodidamente tranquilizadoras y penosamente esperanzadoras.

De forma instintiva, Gregori se dio cuenta que se había situado tras la dresina, alejándose lo más posible de la puerta por donde podían entrar los nosalis. Era mejor que estar en primera línia, y aquel trasto le podría proporcionar algo de cobertura y un lugar inmejorable para poder disparar.

Pero necesitaba sentirse útil en aquella tensa situación. Sabía que solo saldrían de allí si todos ponían algo de su parte. Así pues, sacó de su macuto la linterna y enfocó el lugar donde Andrey estaba trasteando. Puede que fuera de ayuda ver con más claridad donde meter mano.

Marek no era un especialista en reparaciones, sus funciones siempre habían sido otras. Andrey parecía seguro de sí mismo y pese a no ser su miembro favorito del equipo, era mejor que nada. Asintió:

- Si tu tienes los conocimientos de reparación adecuados adelante, contamos contigo. Yo cubriré la puerta en caso de que esas cosas intenten algo. Anton, ¿Te parece buena idea si ayudas al tipo que sujeta la puerta mientras yo cubro la linea de tiro a la puerta? De esa manera podríamos concederle más tiempo a Andrey para reparar este trasto.