Partida Rol por web

-Vale... Vale... Trabajar bajo presión es lo mío, claramente... A ver...-

Se puso a trastear con la maquinaria de la dresina, lo había hecho antes, en otras circunstancias.

-Las bujias... Deben estar astascadas después de tanto tiempo sin ser usadas... O las atascarían como medio de protección para que no la robaran, en... En la línea roja suelen hacerlo, solo necesito unos minutos...-

Tras intentarlo con todas sus fuerzas desistió, no podía, esta mierda está completamente jodida.

-Una mierda, esto no va a funcionar, no va a funcionar... ¡Joder!-

Se llevó la mano a la cabeza y apretó los ojos, no podía hacer mas.

-¿Qué pasa, Andrey, está completamente estropeado?
¡Puta suerte!-exclamó Svetlana con profunda rabia.

venga maldita sea arreglar este maldito trasto de una vez me pongo junto a Andrey Déjame esto siempre se arregla a patadas golpeó la parte estropeada intentando arreglarla

Marek escuchó a Andrey maldecir, tras lo que escuchó a Svetlana decir algo antes de que la joven Anna exclamase algo de patear y sonase un golpe metálico sobre el transporte. Eso le hizo girar la cabeza con una ceja levantada por la tensión del momento:

- No es por ser el capullo de este grupo, pero os recomendaría daros prisa joder, estos bastardos pueden echar la puerta abajo en unos instantes. - El golpe en la puerta le hizo volver a mirar a ella con atención en busca de amenazas. Estaban jodidos si eso no había funcionado.

Los golpes en la puerta no tardaron en hacerse escuchar, retumbando por todo el túnel. Aun así, gracias a la robustez de la puerta y al limitado espacio que tenían los nosalis para empujar, el mercader conseguía mantenerla cerrada, aunque con dificultades. Las cosas no iban mejor por el lado de los aventureros, la dresina parecía totalmente fuera de uso, a pesar de los intentos de Andrey el mecanismo estaba totalmente atascado y era imposible moverlo. Y no tenían tiempo para desmontar aquella parte y dar un uso correcto a los conocimientos del soldado del Reich.

La desesperación empezaba a asomarse en los rostros de los aventureros, que ya se veían teniendo que correr por todo el túnel, perseguidos por la horda de mutantes. Llegar de aquél modo a la Tretjakowskaja sería todo un logro, y que lo hicieran todos sin perder a nadie sería un auténtico milagro. Pero, por suerte, el milagro se produjo antes que se vieran obligados a ello.

A veces, la solución más sencilla es la más efectiva. En una excelente demostración del antiguo método soviético de hacer que funcionaran las cosas, tras tomar impulso Anna descargó una potente patada que, sorprendentemente, consiguió mover la palanca de tracción. Con un chirrido, las ruedas metálicas de la dresina se movieron unos centímetros, alertando a todos de que podrían usarla para escapar.

Rápidamente, todos montaron en el vehículo de railes, cabían a duras penas pero les daba una oportunidad de sobrevivir que no podían permitirse rechazar. Para mover la dresina era necesaria la fuerza de hasta dos personas que empujaran las palancas que daban impulso a las ruedas. A mayor fuerza imprimida en la acción, mayor velocidad alcanzarían y más atrás dejarían a los hambrientos mutantes.

Al ver que el resto del grupo se subía al vehículo y este empezaba a ponerse en marcha, el mercader que sujetaba la puerta la soltó y echó a correr en dirección hacia los aventureros mientras lanzaba gritos desesperados. Los nosalis apenas tardaron un segundo en derribar la puerta e irrumpir en el túnel en un número cada vez mayor, en busca de carne fresca. No solo se movían por el suelo, sino que sus afiladas garras les permitían engancharse y correr por las paredes, desde donde se impulsaban en grandes saltos en un intento de atacar sus presas.

El hombre corría con todas sus fuerzas, y a pesar de que los mutantes le pisaban los talones, parecía que iba a conseguirlo. Pero finalmente las garras de uno de los monstruos alcanzaron su espala y lo hicieron caer al suelo, siendo rodeado rápidamente por las bestias. Los gritos del hombre no tardaron en cesar, pero el hambre de la horda no lo hizo. La avalancha de nosalis se lanzó a la persecución de la dresina, que intentaba dejarlos atrás como fuera, haciendo caso omiso de la lluvia de proyectiles que les lanzaban los aventureros.

Observó con sorpresa como la muchacha de una patada hacía que la palanca se moviese como la aguja de un reloj y tuvo que evitar reír por el ocurrente acto, negó con la cabeza y se subió, ofreciéndole su mano al resto para subir. —Bien, nos vamos. Arriba, arriba.— Se posicionó sobre la dresina y fue contando a todos los que subían, cuando iba a mencionar al mercader que venía con ellos fue cuando observó como se lo empezaban a devorar vivo, aguantó las nauseas un segundo y observado horrorizó la escena, tragó saliva y apuró al grupo. —Maldita sea... ¡vamos, rápido! ¡Que alguien me  de una mano con esto!— Fue lo que le exclamó al grupo antes de empezar a tirar y empujar de la palanca por su cuenta. El vehículo chirriaba en respuesta, pues parecía que los siglos lo habían clavado a ese sitio en especifico. Bíceps luchaban y se batían con el movimiento de la palanca, y empezaba a sudar un poco mientras más fuerza iba ejerciendo con los instantes que iban pasando.

Gregori tenia muy claro que su lugar no era el uso de la fuerza bruta para ayudar a Anton a hacer mover aquel trasto hecho trizas. Los motivos eran muy claros: por un lado, el suyo no era precisamenteu cuerpo musculado y poco podría hacer para conseguir "animar" la dresina a iniciar la huida. Por el otro, y puede que con mucho más peso que el primero, no quería experimentar la sensación de un doloroso zarpazo mientras accionaban las palancas. Si de algo estaba seguro era que agarraría con fuerza su bastarda y rebentaría la cabeza de la primera criatura que se avalanzara contra él.

Y así hizo Ratón. Con un habil y rápido movimiento (de eso si que podría presumir) removió la correa que fijaba el arma a la espalda y la situó frente a él, dispuesta a repartir plomo hacia el primer nosali que se situara en su punto de mira.

Y no hubo que esperar demasiado ya que, tras desmembrar al mercader como si de una piñata se tratara, aquellas cosas iniciaron un avance salvaje hacia los supervivientes.

-Mierda, ya los tenemos encima!

Gregori apuntó con la bastarda hacia una de las criaturas mutantes y estab convencido que le reventaría los sesos a los pocos segundos. "BLAM!" se escuchó al accionar el gatillo, pero con unos reflejos inhumanos, el nosali dio un salto lateral para acabar trepando por una de las paredes del túnel. En un visto y no visto, la esperanza de acabr con uno de los enemigos, se esfumó por completo.

-Joder! Anton necesita un musculitos. Y rápido...joderjoderjoder!

Marek vio como se llevaban al mercader que estaba a punto de subirse al transporte y al que se disponía a ayudar a subir. Pese a la tensión de la situación, decidió concentrarse y hacer su trabajo lo mejor posible. Dejó marchar el aire de sus pulmones lentamente mientras abría fuego contra la primera de las dos criaturas contra las que abriría fuego inicialmente. Los disparos atravesaron la cabeza del primer nosalis y siguiendo durante unos metros su recorrido alcanzaron al pobre infeliz que había sido atrapado, evitándole el ver como masticaban sus vísceras. El segundo disparo eliminó a otra más de las criaturas cercanas al transporte, mientras el resto de las balas hacían una pequeña zona de no traspaso para las criaturas, manteniendo a raya su hambre mutante.

- Esos dos ya no son un problema... ¡Ratón, trata de disparar a los que surjan enfrente de nosotros! - Dijo tras efectuar una recarga rápida, gracias al viejo truco del cargador doble.- ¡Tu vista es mejor que la nuestra, así que serás de mucha utilidad!

Uno de los mutantes había esquivado las balas de Gregori saltando hacia la pared,
pero Svetlana estuvo atenta y logró abatirlo disparando con su revólver.

-¡Andrey, pon en marcha este cacharro de una jodida vez!
-exhortó la pelirroja a su compañero.

-La madre que me parió- Odiaba ser un cumplidor, esperaba no tener que bajar a empujar esa mierda de dresina pero parece que por decisión popular, nadie mas quiere ir.

Estuvo a punto de decirle a Ratón que si le pasaba algo le hiciese llegar las balas a su hermana, pero no lo hizo. Simplemente bajó y se puso a empujar junto al gigantón.

Maldita sea los hombretones podriais poner esto en marcha yaa!!!!! O tengo que hacerlo yo todo. Todo esto lo hago mientras disparo mi dobleta contra los incansables mutantes.Maldicion que he hecho.

La dresina avanzaba a marchas forzadas impulsada por los brazos de Anton y Andrey, al principio lentamente y a trompicones a causa del viejo mecanismo que volvía a ponerse en marcha después de mucho tiempo de inactividad. Poco a poco la distancia entre el grupo y los nosalis iba aumentando, aunque a duras penas ya que estos habían puesto todas sus energías en la persecución.

El número de mutantes tampoco parecía reducirse a pesar de las certeras ráfagas que los ocupantes del vehículo descargaban sin descanso sobre sus perseguidores. Los disparos de Marek hacían honor a su reputación, cada bala daba en el blanco y cada vez que apretaba el gatillo una de las bestias caía al suelo llena de agujeros, siendo abatidas tan deprisa que no tenían tiempo de acercarse al veterano agente.

A su lado y con idéntica arma, Gregori intentaba apoyarlo disparando contra aquellos atrevidos que se acercaban peligrosamente desde las paredes, aunque con más buena voluntad que éxito. Tener una vista de lince no era lo único que hacía falta para ser un buen tirador. El nosali dió un salto y dejó un zarpazo sobre el joven Ratón.

Por suerte, el potente revólver de Svetlana salvó la situación, a pesar de que el nosali esquivó un par de disparos, la tercera bala lo acertó entre los ojos justo cuando se disponía a saltar de nuevo sobre la dresina. Anna se preparó también para disparar su escopeta cuando los mutantes estuvieron a una distancia lo suficientemente cercana, pero cuando apretó el gatillo el arma se limitó a hacer un sonoro “click”, para sorpresa y angustia de la joven.

A pesar de aquella lluvia de plomo, los nosalis hacían caso omiso a sus congéneres caídos y seguían avanzando, espoleados por el hambre y las ganas de matar. Por suerte, la dresina empezó a coger velocidad y los aventureros contemplaron con esperanza como el enemigo quedaba cada vez más atrás, hasta el punto en que quedaron más allá de las luces de las linternas. Todavía se les oía gruñir y correr hacia ellos, pero habían conseguido un momento de respiro.

Pero la suerte no dura para siempre, y el respiro fue breve. El vehículo pronto tuvo que detenerse a causa de un obstáculo insalvable: las vías acababan allí donde empezaba la inundación de las aguas del Moskva que convertían a la Estación Tretjakowskaja en la Venecia del Metro. Forzados a abandonar la dresina que tan bien les había venido, el grupo se resignó a su nueva suerte. No es que todo estuviera perdido ni mucho menos, una campana que colgaba de la pared servía para avisar a los barqueros de la Tretjakowskaja que alguien deseaba cruzar al otro lado. No tardaron en hacerla sonar.

Pero hasta que llegara la embarcación, tendrían que aguantar unos minutos más contra la horda que se les acercaba. Una última y heroica defensa en la que estaba en juego el destino de esta aventura. Al poco tiempo los nosalis volvieron a aparecer a la luz de las linternas, dipuestos a intentar convertir a los aventureros en su cena una última vez.

Una vez que llegaron al inmenso inodoro que eran ahora las vías del tren, se bajó con una idea clara en la cabeza. Iba a sobrevivir a esto.

-Vale... Esos mamones están al caer, bajad rápido y que las mujeres toquen la campana y se queden atrás. El grandullón, mira si puedes volcar la dresina y la ponemos en horizontal como barricada, así tendríamos una buena línea de tiro además de que retrasará un poco a esos mutantes-

Comprobó la munición del arma y se echó la mano a la cara, que bien vendrían ahora unas granadas. 

Anton observa con preocupación como las aguas estancadas y la falta de vías evitaban el avance y no pudo hacer nada más que chuparse los dientes y bajar, miró a Andrey y tras escuchar su propuesta pensó que estaba loco. —Joder... ¿Levantar esta cosa? ¿Has perdido la cabeza...?— En realidad no parecía una mala idea, pero no iba a servir como cobertura, más bien como un obstáculo, si lograba cubrir una parte del túnel al menos sabrían por donde aparecerían y sería más sencillo dispararles y escapar con un cuello de botella deteniendo a los mutantes.

No perdió más el tiempo pensando y se sacudió las manos. Se agachó y con ambas manos empezó a ejercer fuerza bajo el antiguo vagón, poco a poco, levantándolo. —Me llamo... Anton... idiota...— Mencionó mientras lograba ya casi voltear la dresina, mordiéndose los labios inferiores y arrugando bastante el rostro. Finalmente la misma realizó un chirrido y se había volteado del todo, en lo angosto del túnel al menos serviría como cobertura u obstáculo.

-Maldito cabrón!- masculló Gregori al descubrir que su brazo estaba ensangrentado.

El zarpado de aquella cosa, le había provocado un feo rasguño que no había notado hasta haber relajado algo sus nervios. Los segundos de huida en aquella dresina habían sido demasiado intensos y la adrenalina provocó Gregori no fuera totalmente consciente del dolor de aquella herida.

Aquella sensación se acrecentó al recriminarse en error en sus disparos. Si no afinaba mejor su punteria, sus horas en aquel grupo estarían más que contadas. Y no serían muchas, la verdad!

Pero no era momento para lloriqueos. La amenaza de los nosalis no había acabado todavía.

El final del camino con aquel vehículo, el lago subterraneo de Tretjakowskaja, la llegada de las criaturas... "Cuando acabará esta maldita mierda!", pensó Ratón.

Y sorprendido al ver como Anton era capaz de volcar la dresina para obtener una útil barricada de protección, Gregori se arrodilló en uno de sus laterales y preparó de nuevo su arma.

-Me tienes que decir que almuerzas para hacer cosas así!- propinó sarcásticamente a Anton. Y es que Ratón suplía en muchas ocasiones los nervios, con alguna que otra frase humorística que destensara el momento. Desconocía si lo había conseguido.

Fijó su arma en una de esas criaturas.

"Ahora sí, Ratón, le vas a dar...vas a matar a ese cabrón...seguro...tranquilo Ratón...no me jodas otra vez..."

Ya os lo he marcado yo ;)