Partida Rol por web

La verdad es que tenía que ser duro para el samurái. Verse alejado, así, de todo. Le recordó al cómic de ronin que leyó hace tiempo... Necesitaba un señor al que servir... o un demonio al que derrotar.

A Oleisky siempre le había gustado conseguirle a la gente lo que necesitaba, pero este era un caso difícil. Se acordó de la gente que llegó a la playa. A ellos les vendría bien un samurái para defenderse mejor, pero estaba claro que su forma de defender a base de katana podría llevarle a la cárcel (o algo peor).

Quizá el podía hacer de señor... bueno, más bien de mentor... ¿herrero? Eso si que se le daba bien. Y hablando de eso. Seguro que podría apañar la armadura para que aguante un poco. Aunque lo mejor era llevarla a mi taller, pero por ahora haría lo que pudiera.

Cogió las piezas y las encajó como pudo, uniéndolas con vendas o tiritas y, mientras lo hacía le dijo. -Yo soy Oleisky y tu me has ayudado a sobrevivir hace un rato, así que ahora tienes que ser mi huésped para que pueda compensarte tu ayuda y no me quede en deuda contigo todo el rato.- La verdad es que esperaba que le entendiera... Miró a los jardineros y les dijo -Creo que lo mejor es que se venga conmigo.-

Después de hacerle el apaño temporal en la armadura y decir esto se dispuso a abrir la puerta de su hueco.

Mientras se acercaban, Jacob le fue comentando con tranquilidad a aquella muchacha tan tensa : -¿No dijiste hace un rato que no sabías cómo podrías ayudar? Pues ya lo estás haciendo con mantener los ojos bien abiertos. Cierto, abajo no hizo falta porque yo también me había dado cuenta de su presencia, pero en principio siempre viene bien. Cuatro ojos pueden ver más que dos.-

Especialmente considerando que la mitad de la agencia está desaparecida en combate, añadió lúgubremente para sí. 

Observó a aquel hombre. Fregando en el cuarto piso y rasgos asiáticos: debía de ser el tal Matsuhara. -Parece que tienen contactos. O han infiltrado a uno de los suyos en la limpieza. 

Se acercó y, cuando estuvo a su lado, pronunció ese nombre, o apellido, (no sabía cuál de los dos sería) con voz queda. Si reaccionaba, exhibiría de nuevo en un visto y no visto el papel con el kanji. 

Anna asintió ante las palabras de ánimo que el detective le dedicaba. Durante su tiempo en aquel mundo, su amo solía obligarla a investigar, espiar u obtener información. De modo que había aprendido a agudizar sus sentidos de forma prácticamente sobrehumana durante todo ese tiempo.

Ya en el cuarto piso, encontraron un hombre fregando. Debía de ser aquel a quien debían buscar. Antes de que el detective hablara, Anna abrió la boca para saludarle. «Hola» quiso decir. Pero, cuando lo intentó, algo se removió en su interior. Sintió como si algo le oprimiera el pecho, e impedía que le saliesen las palabras.

Conocía muy bien esa sensación. Era lo que ocurría cada vez que trataba de hablar sin que su amo le hubiera dado permiso antes. Pero ¿por qué? Estaba lejos. Estaba a salvo. ¿Por qué se sentía en ese momento impelida a cumplir los designios de su amo?

Sintió una oleada de miedo y agobio, que se habría visto claramente reflejada en su rostro si no fuera porque la máscara ocultaba completamente sus sentimientos, mostrando una cara de niña con expresión normal, incluso ligeramente alegre.

Al despertar Hanibal luego de haberse ahogado y que ve al chófer de la limusina que también esta vivo dijo:

-No se como,pero logramos sobrevivir.

Hanibal veía a quien les habían rescatado para decir:

-Muchas gracias,pero vayanse de aquí,el Huracan con tormenta no se detendrá en el tunel,ira también por el resto de Miami,retirense por favor.

Hanibal esperaba que le hicieran caso,sino usaría los contratos para alejar a los humanos,ahora tenía campo abierto,por lo que no sería atrapado por la hada.

La escultura aguantó.  Las maravillosas manos del marchito supieron hacer lo que los jardineros no podían.  Una pieza sobre la otra, como un rompecabezas, de esos que no puedes resolver por horas y horas.  Sus manos veloces se movían como insectos sobre la armadura que parecía de quitina. 

Se lo agradecemos, Shokunin, pero ... -se les oía dudar.  Estaban agradecidos por lo que había hecho, pero, bueno, todos los "regresados" debían permanecer bajo cuidado del Jardín.  Permitir que salgan esta prohibido, a menos que se les viera por su propio pié, cuidados, y todo.  Como a Hirotaka-san. 

Sabía que estaba cerca de convencerlos, pues, se les hubiera desecho de no ser por Oleisky.  ¿Mejor dejarlo ir que verdaderamente dejarlo ir?  ¿Quizá con ayuda del "pico de oro" de los goblins lo podría realizar?

Además, este percibía una buena "vibra" del samurai, con sus palabras sobre huesped/deuda/corresponder.  La armadura no decía nada, pero asentía lentamente a esas palabras, como si entendiera un significado profundo, aun más profundo que las primeras intenciones del huérfano ucraniano. 

El hombre no les contestó. 

Siguió trapeando como mecánicamente. 

Ahí fue cuando a Anna y Jacobo les entró una sensación de miedo.   El hombre se movía como una marioneta en un teatro de la calle, llevada por unos hilos invisibles a mojar el trapeador y pasarlo por el piso.  

Afuera, ambulancias sonaba y llegaban. 

Adentro, en el piso donde estaban el fairest y la oscura, unas pocas personas esperaban en las bancas de plástico pegadas en la pared, mirando sus celulares o viendo hacia el pasillo esperando a alguna bata blanca con noticias de sus seres queridos.

La atlética paramédica que había rescatado a Haníbal y su chofer se le quedó viendo, azorada ante lo dicho.  

¡Claro que hay que irnos! ¡Todos!  -vamos hombre, le dijo, te acabamos de rescatar y nos vamos todos juntos de aquí.   -Levantó la vista, con los cabellos mojados cubriendo como cuerdas su rostro, gesticulando a quienes la rodeaban. ¡Vamos!  ¡Usted también! -le dijo al chofer de Haníbal quien apenas se levantó le ofreció una mano a éste para que hiciera lo mismo. 

Vamos, jefe.  A refugio.  Estamos muy golpeados.** 

-Bueno, en realidad no tenemos que salir, más bien entrar.- Dijo Oleisky mientras cogía una piedra y dibujaba una puerta en la pared. Tras eso dio los golpecitos adecuados y abrió la puerta a su hueco.

Miró al resto y le dijo al samurái, haciendo una reverencia -¿Me haríais el honor de venir conmigo a mi humilde morada?- En lo que decía había parte de verdad ya que el samurái había salvado a Anna y a Oleisky le había venido bien su ayuda. Le parecía que no era un mal tipo y esperaba ayudarle. Además, los jardineros estaban un poco perdidos...

La apertura de la puerta de Oleisky reverberó en Anna.  Había algo que los había unido.    Y esta era un aleteo de mariposa más. 

Oleisky entró a su taller, seguido del changeling-armadura.  Éste, seguía en entropía, clanqueando al caminar, a pesar de los arreglos chapuceros del marchito, perdiendo o zafándose alguna pieza aquí o allá.  Pero no se destartaló del todo, no, como les había pasado a los jardineros.  Aguantaba.

¡ 幸運を！-le habían dicho aquellos hombres y mujeres que cuidaban el Morikami al dejarlo dejar el sitio, pidiéndole que regresara pronto, tan pronto como pudieran.  Le regalaron un kanji, uno dibujado en una hoja de cartón encerado, como las que había Oleisky que llevaban en su estandarte la primera vez que los había visto, espantando a aquella hada de cornamenta corallina.   Búscanos si hay problema.

Llegaron, por arte del wyrd, a su taller.

El marchito volteó a ver todo.   Su lugar.  Que paz.   A pesar de los destrozos del ave mecánica aquella, el tiradero.   La pared que daba al Seto seguía abierta, aunque muy crecida estaba la vegetación, tanto, que casi la cerraba.   El calendario ahí estaba colgado.  La capicúa completada.

¡ Swoooosh! Whhhhhhuuu.   -el viento de afuera estaba fuerte; se colaba agua por las ventanas y puertas del taller que daban al lado mundano.  ¡Prapp!   -se abrió una de ellas de súbito, mostrando un Miami siendo batido por un huracán.  ¡Prapp! ¡ppPrapp!   -Otra y otra más.   Si no hacía algo pronto quedarían expuestos.    El samurai adoptó una actitud defensiva, de preparación para sacar su katana, mientras miraba intensamente a la puerta que se azotaba abierta.

La reacción del hombre fue completamente diferente de lo que Anna esperaba. No se molestó en contestar de ninguna forma. Y se movía de forma extraña y antinatural. ¿Qué era?

Ella miró al detective, indecisa. ¿No era ese el hombre al que habían dicho que fueran a ver? ¿Por qué no reaccionaba? ¿Qué debían hacer ahora?

De pronto, la oscura notó una inesperada sensación, que al mismo tiempo resultaba extrañamente familiar. Era algo que ya había notado antes, el día anterior. Pero ¿por qué lo estaba sintiendo en ese momento?

A Hanibal no le gustaba esto,pero tenía que admitir que no estaba preparado,no conocía a la Hada a la que se enfrentaba y por el momento aun con sus puños cerrados y con impotencia tenía que admitir que había perdido pero mentalmente se dijo ¨esta bien Hada,ganaste esta batalla,pero no la guerra,te encontrare nuevamente y esta vez estaré preparado¨.

Asentía a las palabras del chofer y dijo:

-Muy bien,vayámonos,no podemos hacer nada.

Sin dudas,esto lo recordaría y buscaría la forma de hacerle pagar a la Hada esta situación.

¡Genial! Pensó Oleisky al ver que el samurái armadura le seguía. Le estaba agradecido a los jardineros por haberle curado, pero prefería afrontar el tornado desde su hogar.

Al entrar se sintió aliviado, pero ese alivio duró poco ya que vio que el viento y el agua estaban entrando por la ventana. Bastante daño había sufrido su taller por culpa de la ráfaga, y ahora el tornado. -Pasa, siéntate. En seguida te traigo algo de comer.- dijo mientras cerraba todas las puertas y ventanas lo más rápido que podía.

Una vez estuvo todo “asegurado” suspiró. Menos mal que había llegado a tiempo o se podía haber encontrado todo mucho peor. -Esto... perdona el desorden, pero he tenido un enfrentamiento con un ave mecánica. Se coló por ahí.- dijo señalando el hueco medio tapado de la pared. Miró a su invitado y cayó en la cuenta que le había dicho que le daría algo de comer. ¿Qué podría comer una armadura hueca? Tras una breve pausa pensó que había algo que “comían” todos los seres. -Ahora vengo.- dijo mientras se adentraba en su jardín.

No tardó mucho en regresar con dos frutas goblins y le ofreció uno diciéndole -Come. Están muy buenas. Las he cultivado yo.- y se sentó junto a él mientras se comía la otra.

Jacob le devolvió la mirada. -Sí, a mí tampoco me parece normal. Esto no me gusta nada.- Comentó receloso en voz baja. Podían haberse equivocado de hombre, pero entonces al menos habría respondido con un "¿Qué?" o un "¿Perdón?" -Voy a hacer algo que debería llamar la atención de cualquier persona viviente. 

Intentando aparentar que simplemente estaba distraído y no miraba por dónde iba, atravesó la zona que el hombre mojaba y frotaba y, delante mismo de él, arrastró y estampó las suelas sucias de sus zapatos por donde fregaba para dejar una huella de suciedad lo más visible que pudo sobre el suelo recién limpio y húmedo. Acto seguido exclamó con vergüenza falsa y exagerada, como si no lo hubiera hecho aposta: 

-¡¡OH!! ¡Dios mío, cuánto lo siento, no me he dado cuenta de que aún estaba mojado!! ¡Lo siento, lo siento!!

Ignora ESTO.

Jacob sintió como si al pasar por el area fregada limpia junto al conserje "algo" se le enredara y, dado lo mojado del piso, casi que se resbala.  Pero no, el detective Beltrán no era un changeling común y corriente.  Podría ser muy Atesorado, si, pero no había descuidado el ejercicio, ni aquí en Miami, ni... ¿allá en Arcadia?  

Volteó y vió lo que lo había enredado.  Eran, efectivamente, unos hilos de titiritero, que sólo se podían ver desde muy pocos ángulos.  Como los hilos de una telaraña que sólo se pueden ver de cierto ángulo con la luz; en este caso, con cierto ángulo con el glamour. 

Anna, que reaccionó viendo en la misma dirección en que miraba extrañado Jacob del techo al conserje, reconoció al instante de lo que se trataba.  Efectivamente era un Contrato, común entre los marchitos con afición por lo arácnido y manipulador, con lo titiritero y el teatro, era una burla y un subterfugio al mismo tiempo.   Ninguno de los mundanos notaba nada extraño, cubiertos por su velo de prejuicios de clase y diferencia.  Sólo alguien sensible, o alguien como él, un trabajador, o alguien que retara todo, como Jacob pisando, podría haberlo notado.  

Pero nada, extraña y temerosamente, cambió.  El "conserje", o Matsuhara, o quien fuera, continuaba limpiando como si no pasara nada.  Los hilos de glamour que Jacob había enredado se volvían a acomodar y moverse con ese ritmo, esa cadencia, de limpiar y limpiar.  Era tétricamente lo mismo que hace rato.

Anna observó perpleja cómo el detective ejecutaba su plan. Había fracasado su objetivo por muy poco… si su objetivo era descalabrarse contra el suelo, porque ¿qué es lo que había intentado si no?

Acto seguido, se dio cuenta de que Jacob miraba de forma curiosa al techo sobre el limpiador. Ella miró también y… se sorprendió al ver unos extraños hilos que sujetaban al hombre como si de una marioneta se tratase. ¿Se trataba de magia feérica?

Sin saber cómo reaccionar, Anna se acercó a la marioneta y le dio un golpe con la palma de la mano, suave pero firme, sobre el brazo izquierdo, para ver cómo reaccionaba.

Matsuhara se movió, como cuando le pegaran a un títere.  Se zangolotéo para un lado, luego para el otro, y al estabilizarse... continuó limpiando, como si nada.   Las personas en el pasillo los voltearon a ver.  Una señora ponderaba la situación, para ver si no eran unos jóvenes molestando a un conserje por alguna razón injusta, y debería intervenir.   Así era la máscara de la situación. 

Anna ubicaba bien el contrato.  Era uno muy reciente, como de los que inventan las Cortes, artesanalmente, a partir del wyrd enrollado.   En este, se combinaban las habilidades de artesanía y manipulación con el manto de la Corte que lo utilizara.   No era muy agresivo, al parecer, pero tampoco lo es una maceta hasta que te la avientan.   Viéndolo, hasta podría aprendérselo.   Gastaba glamour, poco, pero podía evitarse con, obvio, jugar con una marioneta en presencia del objetivo, o habiéndolo manipulado anteriormente.    ¿El nombre? Variaba, era muy nuevo.   Era una protocorte la inventora, había corrido el rumor allá en Arcadia.   Unos deseperanzados, o irónicos, o fatalistas, alguien así.

A Oleisky la fruta se le daba muy bien.  La disfrutó enormemente, recuperando fuerzas y glamour.   No le era fácil cultivarlas, a nadie, pero, ahora veía el marchito que la cercanía al Seto que el taller tenía, era un riesgo pero también una ventaja indudable.    El samurai, ¿sonrió?  Era sola una pieza de metal puesta distinta en su rostro, un caer acomodado de piezas casual, pero si, podí ser; un gesto de ligera, adusta, sonrisa, parecía dibujarse en las placas de metal que ahora albergaban el ser de esta persona que hace tanto tiempo vivió y soñó, y guió su vida por un código que quizá Oleisky no entendería del todo.  

Pero no duró mucho rato la sobremesa, la fuerza de la tormenta empezó a azotar la puerta de nuevo, con mayor fuerza.  Y es que su taller, compartido con humanos que no veía o conocía, por alguna magia de lugar, no era precisamente un bunker.  

Una ¿piedra? ¿aventada por el viento?, rompió un cristal.  ¿O era una rama?  El samurai adoptó una posición defensiva, lo que le dio risa a Olesky.  Sería como batear con una espada.   ¡PAMM!, otro golpe, otro, y otro más.    Ruido de alarmas de autos que mismos impactos recibían.   Esto estaba tomando fuerza.  ¿Qué estarían haciendo los vecinos?   Sirenas de policía, bomberos, ambulancias, no sabía, inundaban el ruido ensordecedor, una cacofonía de desastre natural. 

¡Crashshsh!, ahí otro panel de su ventana.   Esto se estaba poniendo difícil.  Y se oía in crescendo. 

El pequeño tentempié fue interrumpido bruscamente por la tormenta, que iba cogiendo fuerza. Oleisky se alegró de estar en su refugio, ya que de no haber estado la tormenta podía haber hecho un destrozo. -Rápido, hay que reforzar las ventanas.- le dijo a su nuevo compañero mientras, herramientas en mano, se dedicaba a tapiar las ventanas.

Usó el tablero de una mesa para tapiar una de las ventanas, clavándolo a las paredes o al el marco. Movió una de las estanterías para ponerla en otra de las ventanas.

Pese a los esfuerzos de Oleisky parecía que la tormenta estaba empeñada en entrar en su refugio. Y estaba claro que esto solo era el principio...

Jacobo se fijó en aquel piso del hospital.  Tenía al menos dos corredores a lo largo y quizá otros dos o tres a lo ancho.   Era un edificio grueso, de esos para camas de atención especializada en una ciudad rica de un país del "primer mundo".  (¿Qué número de mundo sería Arcadia?)

Dar con el lugar donde estaba Shinzo, aleatoriamente, tocaría recorrer los pasillos y fijarse en los nombres de las puertas y ...