Partida Rol por web

En ese mismo instante percibieron que la lluvia cesaba, y que la tormenta se despedía con un último trueno en la distancia. La noche espejeaba, y un rumor de pequeñas corrientes enternecía el aire. Muy al fondo de la oscuridad, ya se intuían los laboriosos dedos de la aurora tejiendo las tramas diáfanas.

En ese mismo instante, Josie percibió que la lluvia cesaba, y que la tormenta se despedía con un último trueno en la distancia. La noche espejeaba, y un rumor de pequeñas corrientes enternecía el aire. Muy al fondo de la oscuridad, ya se intuían los laboriosos dedos de la aurora hilando las tramas diáfanas.

Nadie había respondido, y Miles y Potter avanzaban a rastras, tomando toda clase de precauciones, en dirección al edificio. Sus ojos apuraban la mínima esquirla de luz enterrada en la negra pez pero eran incapaces de distinguir ninguna figura. Recorrer aquellos metros se les estaba antojando una empresa eterna, semejante a la de Sísifo.

Nadie había respondido, y Lewis y Sarah avanzaban a gachas, tomando toda clase de precauciones, en dirección al edificio. Sus ojos apuraban la mínima esquirla de luz enterrada en la negra pez pero eran incapaces de distinguir ninguna figura. Recorrer aquellos metros se les estaba antojando una empresa eterna, semejante a la de Sísifo.

Nada más oyeron. Un crujido de vegetación en algún lugar indeterminado entre el camino principal y su localización, pero pudiera tratarse del viento. Tommy y Zachary vigilaban, apurando con sus ojos la mínima esquirla de luz enterrada en la negra pez pero eran incapaces de distinguir ninguna figura.

Y mientras Josie consideraba con inquietud su situación, a unos diez metros del establo, el hombre en su interior, un asesino despiadado y un traidor, la acechaba con negligencia, confiado en poder quebrantar fácilmente la perspicacia y la voluntad de aquella amazona. Él sabía además que uno de sus secuaces se encontraba realizando un movimiento envolvente en aquel preciso momento. La chica no tendría ninguna oportunidad, caería en sus garras, y luego… Luego todo sería coser y cantar.

El único alivio que al parecer iban a poder concederse era el hecho de que la lluvia al fin había amainado.
Lewis se quito el sombrero y sacudió el agua acumulada en el ala por última vez antes de volver a ponérselo, deteniéndose por un momento para mirar alrededor.
Supuso que el hecho de que empezara a amanecer ayudaría con creces a encontrar al resto de compañeros porque parecía talmente que hubieran sido maldecidos con algún tipo extraño de mal de ojo que les impidiese tomar las decisiones correctas.

No se distinguieron más voces, sonidos o personas alrededor, por lo que no quedaba más remedio que seguir hasta el destartalado edificio y esperar encontrar a alguien allí.

Para la pequeña Sarah aquello ya parecía una tortura, no daba con ninguna señal de sus compañeros a pesar de estar segura que no estaban muy lejos de allí. Aún así continuó su camino, agazapada con un animal sin certeza de casar su comida para la noche, al menos no era un animal herido. Respiró profundo porque había empezado a agitarse, la ropa pesaba como si tuviera todo un día de trabajo pero no era así, sólo estaba cubierta de lodo pero aquello mejoraría, tenía que mejorar. Después de todo, ya estaban cerca de las reses.

-¡Maldita lluvia!-murmuró.

Le recordaba los momentos al lado de su padre, bajo la lluvia mostrándole cómo debía lazar y así hasta que lo lograra, no era que no agradeciera aquello pero los recuerdos siempre duelen, en especial cuando uno no los evoca.

Agudiza la vista unos instantes, tal como lo hiciera un animal; Sarah empieza a sentirse parte de la fauna y sonríe delicadamente, una sonrisa de esas de señoritas de alta alcurnia tomando el té, por suerte nadie puede verla. Entonces repara en aquel bulto que no es meramente eso, se arrastra hacia el granero como ellos dos y con sigiloso cuidado. Se voltea a mirar a Lewis.

-Lewis...-susurra.-Mira.

Señala en dirección a aquel hombre que se arrastre justo como ellos y en la misma dirección; le apunto decidida, pone el dedo en el gatillo pero de inmediato lo suelta; no puede disparar pues quizás es uno de los suyos y se siente frustrada de no saber quién es aquel personaje. Vuelve a mirar a Lewis con aire confundido esperando que éste lo tenga más claro.

En cuánto la voz de la joven Parker pronunció su apellido, Thomas se detuvo como impulsado por un resorte, observándola silenciosamente para seguidamente prestar atención a lo que la muchacha señalaba.
Levantó su sombrero, como siempre que requería una mayor visión y éste parecía estorbar a pesar de no ser así.
El hecho de que el hombre se moviera solo y sin pareja era sospechoso, pero no lo suficiente como para arriesgarse a disparar bajo su punto de vista.

-Presta atención, no dejes de apuntarle y si hace algún gesto extraño...- no necesitaba acabar la frase, la vaquera sabía lo que debía hacer entonces y la mirada decidida y seria de Lewis daba su apoyo al hecho de dispararle.
Dejó a la joven en esa posición y se alejó unos pocos metros a paso más ligero que hace un instante.

-Detente de inmediato- elevó su voz lo suficiente para que el todavía desconocido pudiera oírle y por tanto verle, con una rodilla apoyada en el suelo y el rifle apuntándole de forma directa.
Sarah se encontraba lo suficientemente apartada de él para no ser vista de inmediato y poder cubrirle en caso de necesidad.

El vaquero observaba con ánsias el amanecer que ya anunciaba su arribo.

El enorme compañero que instantes atrás había sentido las caricias de la parca en su mejilla parecía haber despertado de su ensueño, aquél que sólo poseen los puros, pues quien ya ha obsequiado con muerte sabe lo que hacer en situaciones como aquella, quizás azusados por la premonición de quien esquiva una lúgubre llegada a las puertas del mismísimo infierno por haber arrancado de otro hombre lo que sólo dios padre puede obsequiar o quitar.

Las haces, las pagas... Otro muerto más en mi haber... Pero si dios quiere, esta noche me llevaré a otro par... Los muy malditos...

Aprovechando el instante de silencio y quietud, Tommy sacó una bala de su cinturón, la más alejada de la cartuchera y la colocó haciendo el menor ruido posible en el tambor de su revólver... No sería cuestión de encontrarse en la balacera con 2 tiros menos de desventaja...

Decidió aflojarle las riendas a Zaina, los truenos habían cesado y en teoría no debía existir razón para que la yegua continuase inquieta, sin embargo siguió estándolo y aquello era prueba irrefutable, al menos para su dueña, que sí había algo de qué temer y preocuparse. Para Josie fue evidente que la inquietud de Zaina estaba relacionada con ese resplandor.

-Ssshhhiiiittt -tranquilizó a Zaina fingiéndose distraída pero demorándose bastante más de lo normal en recorrer el tramo que separaba la puerta de la casa con la del establo.

Y entonces, cuando estaba a tan sólo un par de pasos de la puerta del establo, desenfundó su arma, puso el pie en el estribo y montó a la yegua. Chifló, tal y como lo hacía cuando estaba con los demás. Bobby debería entender la señal, más si la estaba vigilando como ella le había dicho y prepararse para lo que se avecinaba. Hizo que Zaina diese dos o tres vueltas en círculos para poder dar un vistazo a los alrededores, algo le decía que quien estaba en el establo no se hallaba solo.

-Lewis, ¿eres tú? –susurró el tipo embadurnado de tinieblas, sorprendido. –Gracias a Dios.

El capataz siguió agachado y señaló con la cabeza hacia el granero.

-Venid, rápido. Miles va un poco más adelante. Nadie ha respondido desde el granero. Dos disparos… Me temo lo peor. ¿No habéis encontrado nada por vuestro lado?

Los sentidos de Zacharías lo alertaron de un rumor de arbustos a pocos metros de donde se hallaban, y justamente al cabo de unos segundos, la áspera voz de Miles proclamaba desde ese lugar:

-Que el fuego del infierno os arrase.

De unos metros más adelante les llegó la áspera voz de Miles:

-Que el fuego del infierno os arrase.

No sin cierta reticencia, hace caso a lo que Lewis le ordena, quizás sea lo mejor para ambos, de eso él sabrá mucho más que ella. Pero al poco rato, tras reconocer la voz de Darius, Sarah no se contuvo y se acercó, escuchando a oír lo que él decía. La joven apenas podía creer, había habido disparos y no sabían lo que estaba pasando en realidad. Se sobresaltó un poco cuando Thomas apareció, de hecho hasta bufó cuando descubrió que era él, aunque sin bajar la guardia esperó a que los hombres decidieran. Estaba convencida que poco caso le harían a un pajarillo mojado y quasi congelado como era ella.

Un hombre apareció en la esquina del establo, a su derecha, ataviado con un largo abrigo y encañonándola con un rifle, justo en el momento que una de las puertas del establo estallaba hacia fuera y un siniestro individuo hacía acto de aparición. Procedió a encender con una cerilla un cigarro que sujetaba entre sus labios, mientras manejaba un revólver en su diestra. Su pose era displicente y cuando habló, lo hizo con un marcado acento sureño:

-Estése quieta, señorita. Nada de jueguecitos. No queremos hacerle daño, ¿verdad, Harry?

El tal Harry lanzó una risotada desagradable por toda respuesta.

Lewis agradeció interiormente el haber tenido la previsión de no disparar sin más a pesar de quedar expuesto unos segundos.
Suspiró hondamente y se acercó hasta Potter, esperando a que Sarah hiciera lo mismo para llegar hasta Miles y quedarse allí en cuclillas con el ceño visiblemente fruncido ahora que la luz del alba empezaba a despuntar poco a poco.

-Un cadáver al que no disparamos, pero no era de los nuestros... Después hubo otro disparo a alguien que montaba un caballo pero no conseguimos discernir quién era- acomodó el ala de su sombrero por simple costumbre, delatando su incertidumbre y preocupación por el resto.
-No hemos visto directamente a ninguno de los bandidos ni al resto, ¿debo suponer que Zacharias y Bonito se han encargado de los dos disparos?- preguntó sin esperar respuesta, sorprendido y algo extrañado a la vez.

Esta vez estaba preparado, el joven Zacharias se volvió de inmediato hacia el lugar donde provenía el sonido, había sido capaz de apuntar en aquella dirección con una rapidez inesperada, dispuesto a apretar el gatillo, con una convicción que muy bien podía nacer del miedo a la muerte, daba igual, si le valía para ser veloz, bienvenida sea.

Pero solo se trataba del viejo Miles, y el muchacho aprovechó el amparo de la oscuridad para aliviar su rostro de la tensión a la que estaba sometido sin tener que mostrar su inexperiencia una vez, pues estaba seguro de que aquella sensación no sería bien recibida por sus experimentados compañeros. ¡Miles! susurró olvidando el silencio pedido por Smith, alegrándose de ver al veterano vaquero.

Se preguntó donde andarían, y sobre todo, si aún andarían Sarah y Lewis, pues aunque no había oído más disparos, había una cierta inquietud en su pecho que no le dejaba respirar con toda la normalidad, debe ser producto del frío, se dijo a sí mismo en un vano intento de tranquilizarse, pero él nunca había sido bueno mintiendo, ni siquiera a él mismo.

¿Dónde está el resto? al infierno con no pronunciar palabra, necesitaba calmarse.