Partida Rol por web

-Lo que el gólem piense...

Respondió, usando una de las grietas para tener asidero y levantarlo en peso pudiendo mirarlo a la cara. El gólem era una criatura monstruosa por lo informe e inhumano. El Ogro, en cambio, sólo era un animal.

-...me la suda bastante.

Las manos perdieron asidero por un momento en la argamasa de calidad y el ogro reprimió un caguensós mientras su presa se le escurría literalmente entre los dedos gracias al sustituto de pladur que estaba desapareciendo. ¡Manda cojones que la aluminosis esté salvando vidas!

El gólem pudo notar claramente como se escurría de entre las manos del ogro, ayudado por los nuevos materiales que habían incluido en su estructura.

"Parece que las cosas nuevas van a servir para algo..."

Consiguió escaparse del todo gracias a un soberbio puñetazo que encajó en el rostro de su contrincante. Mientras aún estaba algo aturdido por besar la roca, el constructo contraatacó con una patada directa al pecho. Suponía que no sería tan divertido como aquella vez que reventó un gato de un pisotón, pero no se podía tener todo. 

SLAM!

Tan soberbio soplamocos no había hecho más que calentarle el morro al Ogro y cabrearle supinamente.

Ni siquiera se molestó en desviar la patada, respiondiendo violencia contra violencia. Sí, había asestado un barrigazo a la patada de su rival. No, no es una broma, y lo que es peor de todo, había sido una maniobra efectiva. Ahora era él el que volvía a tener la inciativa, e iba explicarle a aquella monstruosidad un par de cosas sobre por qué a la gente del campo no se la debía molestar.

Levantó en peso al gólem, encaramándose a la barra. Primer paso: el turista al pilón.

El gólem no pudo evitar reírse ante aquella muestra de salvajismo paleto. Sin embargo, por muy de pueblo que fuera el ogro, había olvidado la solidez del gólem... Lo mucho que pesaba una masa de piedra de ése calibre, para levantarla de buenas a primeras. Es cierto que le había levantado... Pero el constructo apoyó sus poderosos brazos en los hombros del ogro para impulsarse levemente hacia arriba, y luego caer con todo su peso encima. 

Aprovechó que el ogro estaba temporalmente indispuesto bajo sus toneladas de peso para intentar recomponer otra vez las grietas que tenía. 

¿¡Se está siendo de mí el cacho de mierda este!?

Al ogro se le escapó un gruñido lento, sordo y prolongado, basado en la frustración y la ira a partes iguales. Paró la caída del gólem con lo mismo que lo demás, su cuerpo, y detuvo su fastidiosa habilidad para montarse a sí mismo con la táctica más sofisticada del mundo, reventarlo a golpes para que fuera perdiendo al menos al mismo ritmo que se recomponía. Un éxito, por cierto.

En en siguiente momento, el ogro se encontró con una pierna golemesca (¿golemita?) en la mano y estrellándolo contra el poste y el suelo. No había hecho daño, pero no le habvía permitido tomar toda la ventaja por lo menos. ¿Y ahora, qué?

El gólem parecía totalmente insensible al dolor, pero por más que sabía que su estructura resistiría aquello, no lo hizo así su concentración. 

-El gólem-golpe-no lo entiende-vuelve a besar la lona-pero parece que tanta vuelta-y de vuelta al poste-le ha mareado.

En ése momento, "vomitó" sobre el ogro. Sobre el cayó una mezcla de papeles y pergaminos garabateados, gravilla y algo de masilla. 

-Te está bien empleado, por agitar al gólem. 

El ogro arqueó una ceja viendo aquello.

-¿Papelitos? ¿En serio, tú? ¿En serio?

Hizo crujir los puños justo después de apartarse casualmente la gravilla con un manotazo. Le daba igual que fuese de piedra, que funcionase a base de papelinas como un tirado de las ramblas. Lo único que le importaba era resarcirse un poco blandeando toda esa piedra con un poco de la buena y vieja violencia física. Ni siquiera ultraviolencia, la vieja clase regular que te relaja los nervios y alegra el corazón.

Parecía que al ogro el "vómito" del gólem no le había hecho gracia, a raíz de sus comentarios. Su contrincante empezó a soltarle lo que en todas las culturas era conocido como una tormenta de hostias. 

El gólem aguantaba más o menos aquello, pero no podía hacer nada si le seguía vapuleando así. Por éso, en un movimiento a la desesperada, lanzó un puñetazo con su brazo izquierdo dirigido al puño del ogro, pero parecía que su furia primitiva le había imprimido más ansias, hasta el punto de que resquebrajó su mano.

-Oye, mi mano... El gólem no sabe si sabes que es caro repararme...

El gólem era una criatura sobrenatural, creada de la vida primal, a la que la vida humana le es alienígena.

En cambio, el público sabía lo bien que se sentía uno estampándole los puños al gilipollas que se te cruzaba por delante para relajar la tensión, ¡mano de santo! ¿Que alguien te molesta? ¡Hostia en la boca! ¿Que alguien amenaza a tus amigos? ¡Hostia en la boca! ¿Que alguien le hace comentarios capciosos a tu chiquilla? ¡Hostia en la boca! Estaba bastante seguro de que la mayoría de revoluciones históricas y esas tontás habían sido la versión particular de "hostia-en--la-boca" de muchos de los habitantes de aquella época; y esta era la teoría socioeconómica "hostia" del Ogro. Eso sí que es dialéctica.

Dejó de pensar en eso, vago y nebuloso como era, cuando oyó un "crac". La sorpresa se plasmó en su cara. ¡El otro tipo no tenía huesos que romper!

-Coñoooo, que me lo he cargado... -murmuró por unos momentos; el fantasma de broncas caseras flotaba. Pero después recordó donde estaba- Ya, bueno, gólem, todos tenemos nuestros problemas. También se ha puesto por las nubes el mercado y no por eso me ves a mí contándote mis penas. Mantengamos esto profesional, ¿eh?

Y si profesional era sinónimo de "saltar impulsándose hasta la cara del Gólem y estamparle sendas botas de kilo en la boca", el ogro había demostrado ser muy, muy profesional. En un grado de profesionalidad de cagarse.

El ogro, otra vez en aquel maldito torneo, estaba soltándole una paliza de campeonato. Aquello no pintaba bien, y desde luego, su mano resquebrajada tampoco ayudaba. 

"El gólem piensa que de perdidos al río..."

Empezó a cubrirse los golpes con el brazo de la mano resquebrajada. Sin embargo, ése último golpe lo tenía difícil. El golpe en la cabeza lo atontó un poco. 

-¿Cómo desea el café mi amo? ¿Tiene mullida la almohada?

Pero otra hostia del ogro logró recolocarle en modo destructor. Y menos mal, por que un combate contra un gólem-chacha no habría sido muy emocionante. 

Y el gólem se vio contra las cuerdas, pero literalmente.

La pega es que la inercia lo llevó otra vez en brazos de su compañero el ogro, pero esta vez podría haber contraatacado de haber encontrado el momento en la feroz ensalada de hostias que estaba repartiendo el tipo mientras lo tenía a tiro. Ni técnica, ni habilidad, ni fineza. Sólo dos puños y un destino impulsados por una locomotora rural propulsada con vinazo y ocasionalmente puchero de niño los días buenos.

Tras un leve impasse, el golem volvió a intentar matarle, preparando los brazos para golpearle, justo lo que aprovechó para placarle, cogerle por ese torso enorme y empezar a correr ambos en dirección a la pared contraria, para estamparlo contra ella. Las cuerdas que se cruzasen... bueno... no durarín mucho.

Parecía que el ogro sabía de sobra que al gólem no le quedaba mucho fuelle, y estaba decidido a aplastarlo contra la pared. Una idea cruzó por el mecanismo cerebral del gólem, y dejó hacer a su contrincante, a sabiendas de que si salía bien, tendría algo más de vidilla para intentar machacar a aquel paleto.

Chocó contra la pared, notó el contacto con la roca y empezó a reírse. Parecía que sí, que aquello podía tener futuro. La pared alrededor del constructo empezó a "fluir" hacia él, metiéndose en sus grietas y cerrándolas. Le lanzó un puñetazo al ogro para alejarlo, y dio un par de pasos para alejarse de la pared, listo para seguir con el combate. Sin embargo, antes de éso se arrancó un póster del ogro que se le había quedado pegado, y lo hizo trizas. 

El ogro escupió un terroncillo de piedrecilla que se le había quedado en la boca.

-Pero qué co-jones...

Tuvo que admitir que aquello no se lo esperaba para nada. ¿Se había comido la pared? No... la había integrado, que no sabía que era peor, porque uno puede acostumbrarse perfectamente a los monstruos que se comen cosas, es algo perfectamente (anti)natural dentro de lo que cabe. Pero aquella clase de yuyu era una de esas cosas por las que no aguantaba a los nuevos, siempre con los trucos mágicos sacados del culo, como si para asustar hubiera que subirse al carro de las nuevas generaciones o algo. Los niños se asustan igual en cuanto los metes en el territorio de lo primal, lances rayos o te saques témporas del culo, cacho de piedra listillo.

Hora de volver a cargar y ver cómo de recompuesto había quedado...

El gólem se rió al ver la cara que puso su contrincante al ver aquello. En la anterior pelea, por la tormenta de hostias que le llovió encima, no tuvo tiempo de mostrar todas sus cartas. 

-¡El gólem es ecológico! ¡Recicla cosas para convertirlas en su cuerpo!

Sin embargo, parecía que al ogro aquello no le había hecho tanta gracia, pues se lanzó de nuevo a por él. Y parecía que otra vez había conseguido romper su estructura un poco. El constructo señaló con un dedo acusador hacia los comentaristas, y dijo:

-¡Vosotros! ¡El gólem piensa que la calidad de vuestro escenario es muy mediocre, no ha aguantado una sacudida del ogro!

El Ogro, que no estaba para aguantar mierdas de esas, lo sacó de allí cogiéndolo de los hombros, apoyando el pie en la pared y empujando hasta sacarlo.

-Sí hombre, la cosa es echarle siempre las culpas a otro... agárrate un momento, ¿eh?, que te has quedado así como incrustao... a ver.... ¡¡¡¡aumppppfff!!!

Dio un tirón para sacarlo, alejándolo de él varios metros por el impulso. Ahora todo consistiría en ver quién de los dos resultaba más rápido, si él o el gólem. Y ninguno de los dos era pionero en eso del combate relámpago, así que la venganza sería del que reaccionase más rápido.

El gólem se vio separado del ogro, y de la pared, por la pura fuerza bruta de éste. Sin embargo, aún pudo aprovechar algo del tiempo para regenerarse de nuevo, compensando el último golpe que había hecho que se resquebrajara. Tenía la impresión de que estaban en un punto muerto, pues ninguno de los dos cedía un ápice. 

Pero la suerte es caprichosa, y aquello podía cambiar. 

Empezaba a ver aquello preocupante. Él se cansaba, y el otro era de piedra. Necesitaba tramar un plan complejo, concreto y que explotase todas las debilidades del gólem.

Blammmm!!!

O podía seguir dándole de hostias a una pared de roca maciza. El prinmero que adivine lo que hizo realmente se lleva un premio.

Aquello se había convertido en unas incómodas tablas... Sí, el gólem hasta el momento estaba recuperando todo daño que le infligía el ogro, pero éste siempre volvía a la carga una y otra vez. 

Pero el constructo era paciente. Sí seguían en aquella situación, el ogro se cansaría, debía seguir esperando su oportunidad para contraatacar y enseñarle a aquel paleto como hacen las cosas los elegantes constructos de ciudad. 

Pero ahora mismo tenía asuntos más importantes, pues su contrincante había conseguido que se resquebrajara otra vez. Y venían más golpes en camino de donde salió ése. Se cubrió como pudo con su brazo dañado, que parecía que no iba a aguantar mucho más. Sin embargo, sabía en parte que botones apretarle para intentar que perdiera la concentración.

-El gólem no siente nada, ¿seguro que sigues pegándole?

Ese era el problema fundamental. El ogro no tenía poderes más allá de dos manos como panes de kilo y un cuerpo para hacerles juego, comparado con criaturas con poderes salidos del mismísimo averno. Y sí, tenía cualidades regenerativas, como todas las fábulas (y en especial las de su familia), pero no tenía varios días para descansar sin que le aplastase un enorme pie de roca maciza. El encuentro era fundamentalmente injusto, porque uno sólo tenía que jugar a desgastar y no hacer nada, aprovechando sus dones naturales.

Nada de esto, claro, le importaba al ogro. A veces la cortedad de miras es una bendición.

Gruñó y le cogió del brazo que había parapetado, listo para hacer otra demostración de fuerza bruta, que es la única clase de fuerza de que disponía. No se había enfadaqdo demasiado, las cosas a veces le enfadaban y a veces no... pero sí que se sentía algo frustrado. Uno siempre agradece que sus golpes den alguna clase de resultado.