Partida Rol por web

Me vuelvo tan rápido como puedo, pero no es suficiente. La criatura se cierne sobre mí.

Abro fuego con los ojos casi cerrados por el cansancio, o por qué quizás no quiero ver a la criatura. Eso me impide acertar y grito presa de la rabia.

La ráfaga de metralla candente sale del cañón de su metralleta en dirección a otro horror, mitad hombr... Mitad cadáver y mitad... La marine no saría describirlo, pero gotea mugre parduzca y cubre el cadáver de algo similar a alquitrán. Parece ser algo que meramente usa las piernas del cuerpo a modo de soporte y medio de transporte, pero ahí termina toda su humanidad. Pena que el cargador se vacie en mitad del ataque, alcanzando solo con un balazo a su blanco.

La mujer consigue deslizarse, sin dar la espalda a aquella pesadilla reptante, hacia el ascensor, peor el pararse a disparar le roba unos segundos preciosos, y parece que a esa cosa no le ha gustado el sabor de su munición. Consigue entrar en el cubículo, pero antes de poder dar al interruptor, los brazos del cadáver, movidos como una marioneta, logran alcanzar la portezuela, permitiéndole asomar el apéndice que cubre la cabeza de aquel humano caído. Este se fuerza, como una goma, hacia atrás, liberando el cráneo medio consumido de su víctima, que emite un grito horrendo, a todo volumen, en el rostro de Claudia, sin ahorrarse una lluvia de salivazos negros.

Retrocedo, pero no soy lo bastante rápida. Mis músculos se agarrotan y apenas logro entrar en el ascensor.
Sudo, demasiado, mientras la criatura parece estar a punto de agarrarme... con mis escasas fuerzas aprieto el gatillo, pero apenas sé a donde estoy apuntando.

El pavor y la idea de morir en aquel pequeño recinto, bajo aquella horrible bestia, jugaron a la marine otra mala pasada ¿Y si era cosa de su edad? ¿De haber estado agarrotada tanto tiempo congelada en aquella maldita nevera en una nave deficiente? Puede que todo fuese a ser así hasta... Hasta que ya no pudiese retener más aire en sus pulmones, dejando de bombear su preciada sangre en todos los puntos de su magullado cuerpo donde era necesaria para poder seguir viviendo.

Disparó a la cosa, pero su brazo bailó, disparando por encima de ella, mientras la mitad de su cuerpo deforme caía tras ella entre las puertas. La babosidad que sobrevivía sobre las piernas del cadáver apuntaba hacia ella con su masa alquitranosa cuando dos huesos rotos que parecían ser unas improvisadas garras salían hacia delante, de bajo su limo, tratando de alcanzarla.

Reuno mis últimas fuerzas y me deslizo a un lado para evitar que el asqueroso ser caiga sobre mí.

- Hijo de perra... - No lo logro decir nada más. No tengo aire para seguir hablando. Estoy demasiado agotada.

Aprieto el gatillo y una leve sonrisa se dibuja en mi cansado rostro cuando consigo impactar al panel del ascensor, con la esperanza de que se cierren las puertas y mi enemigo se quede atrás. Si tengo suerte el ascensor, al bajar, le cortará como si fuese una cuchilla.

Cierro los ojos, espero que la suerte esté de mi lado... al menos una última vez.

Y, tal y como su aguzado sexto sentido para todo lo que fuese planificación y violencia, la marine presencio en directo cómo la fuerza y destreza, frente a otras disciplinas, lograron poner en marcha aquel deteriorado mecanismo, haciendo que las puertas se cerrasen sobre aquella desagradable sub criatura, siendo seccionada al medio, peor siendo acompañada en su descenso, por una masa mutilada, chorreante y temblorosa, pero que poca amenaza suponía.

Cuando las puertas se abrieron, tras un lento descenso, la cosa había dejado de moverse. El umbral enmarcaba una imagen a la que Claudia ya se estaba acostumbrando, la de seres humanos tratando de ganar tiempo frente a una amenaza que les superaba, amontonando sacos de arena, rajados, destripados, en una sala de entrada. En el suelo reposaban un par de sierras dentadas de mano y tres rifles voluminosos quedaban en sustitución de sus portadores, posiblemente muertos hace eones. Casquillos vacíos y envoltorios de bengalas, vacíos, formaban una peculiar alfombra inservible bajo sus pies, crugiendo como insectos incapaces de quejarse.

Ese mismo sonido acompañó a la mujer mientras continuaba caminando en la única dirección disponible, escaleras abajo, donde se topó con un cuarto sin iluminación en cuya pared brillaban, escritas en amarillo eléctrico, las palabras TOMAD LO VUESTRO PUTAS. Al fondo podía ver otra habitación en la que si que había luz...

Y en algún lugar del mismo piso escuchó algo moviéndose... Puede que varios algos... 

El ascensor desciende y me siento aliviada al ver como la criatura pierde la vida.

Sin duda lo peor no ha pasado, pues me adentro en las entrañas de este lugar y parece que estoy descendiendo al infierno. Veo cadáveres que trataron de proteger en vano sus vidas y tengo una sensación de familiaridad.
Camino entre los cuerpos sin detenerme. Apenas me fijo en lo que llevan.

Me dirijo hacia la luz, como si fuese una polilla, con tanto sigilo como puedo. El extraño mensaje en letras brillantes me inquieta, pero no tanto como el sonido de los bichos que se arrastran.

Debo permanecer alerta mientras voy a la única salida que veo.

Al cruzar al otro lado, de aquel tétrico cuarto oscuro, la marine llegó a una zona de cubículos prefabricados, como posiblemente pensados para contener pequeños espacios de trabajo, pero ahora eran casi como pequeños altares, ensamblados con restos del mobiliario, huesos y material quemado. Los balazos de distintos diámetros en las paredes mantenían la constante del lugar.

Entre los distintos cubículos había un puesto de emergencia con un extintor puesto sobre un conducto de aire que debía de comunicar con otros pisos. En frente, una puerta cerrada. Al otro lado de los cubículos, otro pasillo... 

A penas presto atención a los espacios de trabajo y me mantengo alerta mientras continuo por el pasillo.

La marine continuó avanzando por el oscuro pasillo, escuchando sonidos al final del mismo. Antes de llegar a su destino, encontró, en mitad de su camino, un equipo pesado de corte de metal, que había sido usado para abrir la puerta acorazada a la siguiente estancia, pero también encontró una portezuela de seguridad en el suelo, por cuyo aspecto, dedujo que desplegaría una rampa hasta el piso inferior.

Abro la trampilla con cuidado, quizás encuentre algo de interés si bajo. Es posible que si había algo importante tras la puerta acorazada, ya se lo hayan llevado.

La rampa se desplegó hacia el piso inferior ante los ojos de la marine, moviendo sus barras y módulos para facilitar su descenso. Tras bajar por ella, Claudia se encontró en mitad de un pasillo. Por un lado, va a dar a un cuarto lleno de monitores y equipo tecnológico defenestrado, con una puerta dando a otra ala de ese nivel. Por el otro lado, hay una compuerta de congelador de aspecto muy sólido, se diría que imposible de abrir sin reventarla.

En mitad del pasillo, junto al punto donde terminaba la rampa, había un cuadro de metro y medio por dos metros en el que se veía a un perro en medio de un campo, parecía pintado con los dedos, y cruzando tanto la pintura como la pared, alguien había escrito en amarillo fosforito el mensaje YA ESTÁS MUERTO.

Trato de no hacer caso al mal presagio de la pintada y continuo hacia los monitores, quizás alguno funciones y pueda obtener más información.

Siguiendo por entre los monitores, de los que ninguno se ha salvado, Claudia fue a dar a un cuarto de descanso, con varias mesas dadas la vuelta, sillas ergonómicas de plástico apiladas o rotas, cubierto con pósteres motivacionales presagiando un próximo fin del mundo como causa de una nueva guerra y varias botellas de champán polvorientas dentro de cubos oxidados.

Al fondo del cuarto había una nueva puerta de seguridad, pero esta si que parecía fácil de abrir.

No parece que haya nada interesante, salvo la puerta que está frente a mí. Antes de tratar de abrirla escucho con atención, quizás esté arriesgándome más de lo necesario por no tomar precauciones.

Tras la puerta, que debía de ser gruesa y atenuar una buena cantidad de sonido, se escuchaban sonidos, sin duda, peor parecían poco más que arañazos de un gato en unas sábanas caras recién puestas en una cama.

Cuento hasta tres y abro de golpe. Mi intención es pillar por sorpresa a lo que haya tras la puerta y dispararle si parece hostil.

Cuando la compuerta se abrió, la marine pudo ver varias sombras repulsivas moviéndose en lo que parecían ser unos vestuarios con el suelo encharcado y gris. Por suerte pudo soltar una ráfaga en uno de los puntos donde más movimiento intuía, cruzando los dedos para poder librarse de algunas de aquellas repugnantes criaturas, que una vez más volvían a ser como voluminosas babosas haciendo usos de cuerpos parcialmente momificados de un batallón de militares, como ella, de los que nadie volvería a oír hablar nunca más.

La marine soltó una buena ráfaga de hierro candente en la dirección de aquellos horrores reptantes, dando de lleno a un par de ellos, que se encogieron como babosas al ser quemadas mientras emitían asquerosos chorros de jugos violáceos. Al notar la pérdida de aquellos compañeros, otros cuatro espantos se las apañaron para deslizarse por distintas salidas de aquella sala, como un respiradero y una trampilla, peor seguían quedando tres criaturas, y estas se habían librado por estar más próximas a Claudia que el resto.

Una de las criaturas vestía el cuerpo de un ejecutivo trajeado, sus brazos se habían estirado y eran pálidos como la leche, su cabeza se había hundido en el tronco, y su mandíbula inferior le llegaba hasta el ombligo, con una boca rota gritando a lo largo de su torso. Esta simplemente emitió un gemido mientras sus compañeras parecían más proactivas contra la invasora.

Otra lucía una cabeza abierta en distintas tiras radiales, con pétalos de carne de los que colgaban ojos y dientes. Su cuerpo estaba lleno de tumores verdosos. Esta se movió velozmente contra la marine, alcanzándola al cerrar los pétalos de carne sobre su cuerpo.

La tercera lucía un traje de protección biológica rasgado por los cuernos que salían de su boca y ojos. No había diferencia entre su boca y su aplastada garganta, terminada en una corona de dientes afilados como agujas. Su piel era un marasmo entre el rosa y el naranja, rajada por bolsas de pus violáceo. Esta elevó sus garras y trató de cortar, aun a ciegas, a Claudia.