Partida Rol por web

Lo siento niña. - decía mientras subía las escaleras, mostrando mi vergüenza ante una actitud tan absurda mostrada anteriormente. - A veces se me olvida que los niños ya no sois tan niños, ni yo tan joven como pensaba... A veces se me olvida lo que he hecho hace poco. - Esperaba que la niña no estuviera demasiado molesta con mi comportamiento anterior.

Una vez subimos los dos, le resolví la duda que me había planteado anterior. - Las memorias se las llevó el profesor que tenéis, lamentablemente no las pude conseguir.

Pese a mis más sinceras palabras, lo que me respondió aquella niña me sorprendió, tanto por lo que dijo como por el cómo lo dijo, de forma seria, fría y seca, aunque muy en el fondo se notaba un matiz juguetón que trataba de ocultar bajo un ceño fruncido y poniendo morritos.

-Error. Me decepciona detective.

Me sentía confuso, por un momento pensé que la niña iba a sacar el libro con las memorias de debajo de aquel cojín o incluso de los pliegues de su tutú; pero no hubo nada de eso, por el contrario señaló con su rechoncho dedo a un pequeño telescopio que en vez de apuntar al firmamento, este se encontraba apuntando hacia la mansión.

Mientras me acercaba al telescopio para mirar por él, aproveché la ocasión.

Lo que me lleva a que aun no conozco a tu compañera de clases, a no ser que ese tipejo engreído le esté dando clases de... - me detuve recordando a mi interlocutora - ...de español a la criada

El telescopio se encontraba apuntando a una de las ventanas de la mansión, en concreto al despacho del difunto, despacho que hacía unos pocos minutos atrás había tenido aquella desagradable conversación con el tutor de las niñas; sea como sea, me he encontrado nuevamente con el tutor, en esta ocasión desde la lejanía y la visión furtiva que el telescopio me proporcionaba.

A través de la ventana que había subido la persiana pude ver al Señor Dagger rebuscando en la mesa del difunto, tirando papeles de un lado a otro de forma frenética; al parecer el tampoco había tenido éxito encontrando nada que hubiera venido a buscar al despacho del difunto. Extrañamente uno de los cuadros del despacho estaba en el suelo, dejando ver en la pared en la que estaba colgado una caja fuerte abierta y con algún que otro lingote de oro y papeles.

 Mis ojos no me engañaban: aquel tipo era todo un maleducado. Desordenando la oficina sin mayores cuidados y buscando algo que parecía no encontrar a través de las pertenencias del difunto. Por lo menos yo tenía la excusa de ser un detective, pero lo que él estaba llevando a cabo era propio de un persona chabacana. Podría ser buen profesor, pero no parecía ser ávido en cuanto a modales y comportamiento.

 Otra cosa que llamó la atención, más importante, era el hecho de que había una caja fuerte en una de las paredes de la oficina. Pero que aún así, abierta y revuelta, no le había cedido el testamento del viejo al profesor. Eso significaba que Charles era muy malo buscando cosas, que el viejo dejo las memorias en otro lado o que alguien más las tomo.

- Así que el profesor no consiguió las memorias... Uhm, entonces alguien más las debe haber agarrado, ¿tienes alguna persona en mente, Ruby?

 Me giro con una expresión de duda en mi rostro, esperando que la niña fuese más avispada que yo para esta pregunta. Después de todo, conocía más a la gente de este lugar que yo.

La niña estaba distraída jugando con sus rizos, no prestó atención a lo que le había preguntado siquiera, al repetírselo, ella dio un pequeño respingo y sonrió con cierta malicia o quizás la picaresca de la edad; sea como sea, lo que me dijo en aquel momento no me ayudó en absoluto a aclarar mis ideas.

-¿Quieres que te de todas las respuestas? -La niña señaló su cuaderno con candado- ¡Pues no!. ¡Aquí tu eres el detective!. ¡Se supone que debes descubrir tu el misterio!. ¡Apuesto a que ni hablaste con Papa, Madre, el Tito, la bruja, la nueva Abuela o con mi la aburrida de mi hermana!.

Lo que me acusó era cierto, no había ido a hablar con ninguno de ellos, y de los que sí fui a hablar, no me dieron demasiada información, o apenas pudimos tener unas cuantas frases decentes. Sea como sea, la niña no iba a decir nada, era tozuda como su hermano... y quizás igual de juguetona.

Interesante... - mascullé, aquella niña parecía saber mucho más de lo que aparentaba o quería aparentar saber, pero no iba a ser tan fácil como pedirle amablemente que me contara todo lo que sabe, tendría que jugar con sus reglas e interrogar a todos los demás antes de llegar hasta ella, que por otra parte, es el trabajo de un buen detective.

Hubieron dos nombres que llamaron en especial mi atención, bueno, más que dos nombres, dos apelativos, uno nada cariñoso y el otro bastante curioso. - ¿Podrías decirme quien es "la bruja" y donde la puedo encontrar? También me gustaría pasarme por donde esté tu nueva Abuela, así que si me puedes decir por donde suele estar a estas horas del día...

A aquella niña se le brillaron los ojos cuando me escuchó decir que al fin haría mi trabajo como detective y hablaría con los demás miembros de la casa y por tanto posibles sospechosos del asesinato de su abuelo; pese a ello, aún así dudó unos segundos antes de responder.

-Mi nueva abuela estará probablemente en su cuarto, al lado del de mi abuelo; al parecer no pueden dormir juntos, ¡Pero comparten el baño!. ¡O quizás en el salón de baile! A ella también le gusta bailar...

-La Bruja no sé donde estará, supongo que en su despacho de la primera planta, de ahí no sale...

 El personaje más emblemático que había escuchado hasta el momento era aquella bruja de la cual no me podía imaginar nada. Lo que la niña considerara de esa mujer me ayudaba a hacerme una imagen mental de la mujer, pero dudaba que esa persona anduviera sobre una escoba y tuviera un gato negro.

- ¡Pues a buscar a la bruja vamos! Bueno... voy... a menos que quieras venir, claro. Siempre es bueno contar con un ayudante...

 Aunque no esperaba que la niña diera mayores indicios de querer ir a investigar conmigo (seguramente ya sabía todo y se divertía con mi investigación), le dirigí una última mirada antes de dirigirme hacía el despacho de esta dama desconocida. La bajada por las escaleras fue difícil: tendría que mejorar mi estado físico.

No tardaría demasiado en encontrar la habitación que aquella niña me había indicado, pese a que no quiso venir conmigo en una primera instancia no hizo falta que lo hiciera, puesto que antes siquiera de llamar a la puerta una voz del interior de la misma ya me había indicado que, en efecto, era el lugar correcto.

-Uyyyy -La voz exclamó- ¡Pero que calorrrr! ¡Que bochorno! ¡Que asfixiante!.

La puerta se encontraba entreabierta, por lo que no dude demasiado en mirar a través de la rendija libre el interior de la habitación; y aunque al principio no logré ver nada, poco a poco fui comprendiendo que lo que parecía ser un oso sentado en el sofá en mitad de la estancia, era, de hecho, una mujer bien entrada en sus cincuenta con un espeso abrigo de piel marrón.

-Pero qué calor, que calor...

La voz continuaba quejándose a la par que se ventilaba furiosamente con un abanico de madera y tela marrón con ligeros decorados de marmotas, así como las iniciales "SBS" escritas en letras doradas en el dorso del mismo, las cuales debido a la velocidad del abaniqueo, no parecían más que una estela dorada que aparecía y desaparecía.

A pesar de que no tardé demasiado en encontrar aquella habitación, parecía que había pasado una eternidad, eternidad que tras oír y ver aquella especie de ser sudoroso alborotador, supe que se iba a hacer mucho más larga. Entre en la puerta, pues no vi la necesidad de llamar, después de todo la puerta estaba entreabierta.

La famosa bruja, aquí está, o al menos así es como la llama la pequeña y traviesa Ruby, aunque ya veo que se equivocaba, usted es todo lo contrario a una bruja, señorita. - me acerqué y le di un pequeño beso en la mano que tenía libre aquella señora, aguantándome por dentro las ganas de tirarla por alguna de las ventanas. - Soy el detective, aunque no tema, un bellezón como usted de seguro que no ha podido ningún acto barbárico.

Intentó aprovechar la situación a su favor. - Uf ¿no hace demasiado calor? ¿No hay aire en esta casa o que pasa? Por cierto... Me he fijado en su abanico, tiene un curioso bordado ¿tiene una curiosa historia detrás?

Quizás por el sofoco de la mujer o por llevar aquel enorme abrigo de piel de oso, aquella mujer no tuvo los suficientes reflejos como para apartar su mano libre de mis labios, aunque sí tuvo la suficiente claridad mental como para arrugar la nariz cuando la llamé bruja en repetidas ocasiones, pese a que, de todos los modos, tratara de darle la vuelta y subvertir las expectativas.

-Sí, sé quien es usted -Respondió de forma cortante- Soy Sophie Barbrow Smellie y si le interesa la historia de mi abanico supongo que le interesará saber que soy Bióloga, especializada en Castores, Patos y lo que hay entre medias.

Por un instante dejó de abanicarse para mostrarme más de cerca sus Marmotas, los cuales parecían ser animales peludos y tristes, como si fueran castores sin los dientes gigantes ni el Waffle por cola. Y en efecto, en nada se parecían a los Patos que esta mujer estudiaba, pese a ello, ahí estaba. 

 Tal singular personaje solo se podía encontrar en una casa como esta. Simpática y estrambótica, aunque con muchos problemas de climatización corpórea. Intenté seguirle la conversación; aunque no fue muy difícil puesto que aquel tema me llamaba bastante la atención. Sophie parecía ser una persona dada para los campos de la mastozoología y la ornitología; y eso no podía desperdiciarse para una buena charla.

- ¿Lo que hay entre medias? ¿No se referirá usted a los... ornitorrincos? ¡Son mis animales favoritos! ¿Sabían que son los únicos mamíferos que ponen huevos?

 Además... ¿quién sabe? Cualquier cosa podría surgir de hablar con aquella dama. Incluso información sobre el difunto.

Por un momento la mujer dejó de abanicarse ferozmente para mirarme a los ojos, aquella mirada no era una de desprecio por mis conocimientos en el tema de los ornitorrincos, ni siquiera una de asombro por encontrar a alguien que conoce el ciclo reproductivo de esos curiosos animales. La mirada era de cansancio.

-Sí, lo sé. Soy una experta en los ornitorrincos, como ya dije. -Me respondió mientras volvía con su rutina de abanicarse- También sudan leche para alimentar a sus crías y en sus patas traseras tienen un espolón venenoso.

El aire dejó de fluir para que ella pudiera indicarme con el abanico unos cuantos frascos que había en el estante superior, luego los botes ligeramente más grandes del estante de abajo. Al parecer los primeros eran botes de veneno del espolón de aquellos animales, mientras que lo segundo no era más que leche.

-Esa leche es mucho mejor que la de vaca, cabra e incluso la humana. Yo a veces me refresco con un poco de ella. Le ofrecería a probar, pero... prefiero quedármela toda para mi.

El vómito se acumulaba cerca de mi garganta y cada vez subía más y más.

Quizás fuese porque la señora acababa de degenerar mi mente imaginando a mi animal favorito siendo ordeñado por aquella boca con olor a ginevra marca "caloret" o quizás fuese que llevaba bastante sin echar un bocado, lo único de lo que me había alimentado en ya no se ni cuantas horas era tabaco, bueno, eso sin contar mi fiel petaca llena de aquel manjar que me mantenía vivo.

Con un gran esfuerzo trago aquella bola que amenazaba con salir a chorro por mi boca y mantengo la compostura.

Así que leche de ornitorrinco... Curioso sin duda, no sabía que se les podía ordeñar para consumo humano... Supongo que nunca es tarde para aprender algo mara...villoso... me estaba costando seguir con aquella conversación, sin embargo hacer de tripas corazón era parte de mi trabajo.

Nunca te acostarás sin aprender algo más supongo. Sonrío de forma que se vean mis blancos dientes para no tener que seguir hablando, por lo menos hasta calmarme un poco.

La mujer no dijo nada más, tan solo siguió abanicándose acaloradamente, esperando alguna pregunta más por parte del entrometido detective privado, o que se fuera de la habitación para que ella pudiera continuar asfixiándose en paz bajo aquel enorme abrigo. Sea como sea, ella seguía y seguía tratando de aliviarse.

 Viendo que la charla sobre ornitorrincos no estaba llegando a puertos interesantes, vi prudente seguir con la investigación. Por lo menos ya tenía un poco de la simpatía de la dama. Y era bastante decir es, puesto que la dama hasta el momento no parecía demasiado simpática.

- Entonces... supongo que ya está al tanto de todo lo ocurrido con Arthur Deavor, ¿no? ¿No le importaría si le hago algunas preguntas sobre el caso?

"El Caloret" no paraba, ni tampoco su muñeca que se movía a velocidades endiabladas. Arriba y Abajo, derecha e izquierda, la asfixia que sufría la señora era compatible con el frío que generaba con aquella corriente de aire, la cual helaba mi ser hasta el alma. ¿Por qué seguía abanicándose?.

-¿Me preguntas si sé lo de Arthur? -Dice la mujer sin detenerse- ¡Claro que lo sé!. ¡Lo mataron de una forma muy burda!. ¡Bien lo podían matar o bien lo podían dejar en coma!. ¡Aficionados!.... ¡Y eso que trataron de robar mis venenos!