Partida Rol por web

«Eso, suelta viejo decrépito.» pienso divertida. 

Y lo escucho atentamente mientras va soltando un poco más, al menos allí está en este lugar la persona que hemos estado buscando durante todo este tiempo y lo principal, vivo. No sé por cuanto tiempo y es que estoy en la cuenta regresiva, aunque sigo aprovechando su "confianza" mientras asume que terminaré muerta en un futuro cercano. 

—¿Por qué él? ¿Sabe demasiado?—pregunto y lo miro sonriendo—. Ya sabes, la próxima vez elige mejor. Aún así, que fiesta te estás montando. ¿Le harás un ritual a un Dios?

Necesito que hable, es lo único que quiero antes de atravesarle un cuchillo en el cuello.

La avaricia por el oro, como siempre sucedía, fue su perdición. Los minutos que habían pasado tratando de llevarse los cofres del tesoro habían resultado ser un gran error. Cuando apenas habían movido los cofres, un pelotón de enemigos apareció, cortándoles cualquier retirada.

Un rápido vistazo le sirvió para confirmar lo que, en realidad, ya sabía y había dicho antes. No estaban en condiciones de resistir otro combate, y además los hombres-serpiente los habían rodeado. Gealach estaba herida, y el resto agotados. Incluso aunque alguno lograra escapar, la mayor parte morirían.

Brennan apretó los puños, enfadado consigo mismo. Él sabía que esto podría suceder. Lo había dicho. Pero, en lugar de haber cogido unos puñados de monedas y haber abandonado el lugar rápidamente, se había dejado convencer para quedarse dentro de la trampa. Había dejado que la avaricia de otros nublara su instinto, y ahora pagaba por su error. Una vez más, la parte civilizada de su alma demostraba ser la parte débil.

Lentamente, alzó los puños, mientras murmuraba a Gealach unas palabras en el idioma de sus maestros, dándole instrucciones para que escapara tan pronto como él le diera la señal. La loba era mucho más rápida que cualquiera de los ofidios, así que sólo debía esperar un momento de distracción y comprar su libertad. El momento llegaría… y además, la mención a que habían capturado a Elentirell le incomodaba más de lo que admitiría. Tal vez, si se mostraban sumisos, encontraran la forma de liberarla. En la naturaleza, una vez que el animal dominante dejaba clara su posición, la muerte no era necesaria.

-Nos rendimos. -Anunció después, mirando fijamente al hombre-serpiente que parecía el líder. En los ojos ambarinos de la criatura no se reflejaba sentimiento alguno, pero a pesar de eso Brennan se decidió a tantearlo. -Hemos venido aquí siguiendo a un asesino y porque un mago nos contactó. Pero ambos han muerto, así que no tenemos más asuntos con tu gente.

Se encontraban en una situación de lo más peliaguda. Al fin y al cabo, Helena y la loba de Brennan estaban heridas, Felsom no creía que le quedaran muchos más hechizos por utilizar y para colmo no sabían qué había sido de Elentirell. En algún otro tipo de circunstancias, quizá se habría planteado el combate, pues eran solo cinco hombres-serpiente, pero sin Elen y con unos recursos tan limitados, no iba a arriesgarse.

-Escuchen. Como dice mi compañero, nos rendimos -aseguró Felsom, mostrando sus dientes amarillentos mientras hablaba en tono nervioso-. Solo llévennos con nuestra compañera y nos iremos de aquí. ¿De acuerdo? No tiene por qué morir nadie más.

 Cuando finalmente habían logrado mover un poco aquel pesado cofre de tesoros (mostrando que dos seres tan diferentes como Felsom y Frenni podían ser unidos por algo que era universal: la avaricia), llegan más hombres lagartos que terminan de rodearles y les ponen en una situación desafortunada. No había forma de vencerles, teniendo tanta gente ausente y herida. El pequeño gnomo levanta sus bracitos en el aire; aunque ya sea con los brazos arriba o abajo no representaba un gran peligro para aquel escuadrón de seres reptilianos.

- ¿Qué es lo que quieren de nosotros?... no nos van a comer, ¿no? ¡Yo soy prácticamente un bocado menor!

 Las piernas de bardo temblaban viendo aquella ballesta apuntada contra su cabeza. Por lo menos en las anteriores peleas había una sensación de igualdad, de que se podía vencer a los enemigos. Aquí iban a ser simplemente tomados como prisioneros por aquellos desconocidos.

Aceptaron ser dirigidos por el grupo de hombres serpiente, estos, aunque no dejaban de apuntarles desde cierta distancia mientras caminaban, no intentaron quitarles sus armas; Hektor con dificultad ayuda a caminar a la camarera, pasan por un par de puertas hasta llegar a lo que parece ser un templo; en medio entre una fila de columnas a cada lado se encuentra su compañera Elentirell. Tras ustedes las puertas se cierran, mientras el retumbar del sonido se esparce por todo el templo.

Antes de que Milos respondiera a la pregunta de la Elfa, levanta la cabeza para mirar a sus no invitados, -muy bien, ahora el grupo está reunido para escuchar lo necesario, antes de que dejen este mundo- el hombre extiende un brazo señalando a una persona inconsciente al lado del altar, vuelve su rostro hacia el grupo y sonríe. -Ahí está Lucius, pensé que llegaría a obtener todo el conocimiento de este hombre, pero realmente mis esfuerzos por sacar de sus recuerdos el conocimiento de las entidades extra-planarias me es imposible ya-.

Milos da un par de palmadas y los hombres serpiente que se encontraban tras las columnas salen de su cobertura, guardan las ballestas y toman sus armas de hoja, -no sería un buen anfitrión si los asesinara como las viles ratas que son, les voy a dar la oportunidad de luchar por su vida, cuando sea justo e imploren clemencia, les daré una muerte rápida-.

Los hombres serpiente caminan decididos a luchar.

No les despojaron de sus armas cuando les instaron a seguirlos al interior del complejo. Un gesto que podía denostar o imprudencia, o una completa seguridad de estar en superioridad. Y, lamentablemente, Brennan no encontraba motivos para creer en la primera opción.

Atravesaron varias salas, hasta que alcanzaron un templo subterráneo. Y allí, de pie como si en lugar de una prisionera fuese una invitada, estaba Elentirell, hablando con Milos.

-¿Elen, estás bi...? -Comenzó a decir, hasta que se dio cuenta de que el clérigo no estaba en absoluto en la misma situación que su compañera y sus palabras se apagaron al ver cómo sus captores miraban Milos como si fuera su jefe.

La visión del sacerdote dirigiendo a los hombres serpiente hizo que la mirada de Brennan se afilara peligrosamente. Conocía perfectamente al tipo de hombre que se escondía tras esa máscara de amabilidad. Conocía la ambición, las mentiras, la crueldad. Era precisamente por eso que prefería la naturaleza a la sociedad enferma que permitía que esas mentes enfermas prosperaran.

Y su intuición no se equivocó. Con amabilidad, Milos les explicó su enloquecido plan de robar de la mente de Lucios los oscuros conocimientos que escondía, para después orquestar su muerte con la misma sangre fría con la que los había invitado a queso la primera vez que se vieron.

-Qué considerado… -Gruñó entre dientes Brennan mientras hacía girar la lanza entre sus manos, colocándose entre la loba herida y los atacantes. Si alguien debía sangrar primero, no dejaría que fuese ella.

-Air mo chùlaibh, Gealach. -Murmuró, en aquella lengua que se escuchaba como el crujir de rocas, y después se lanzó contra uno de los ofidios tratando de repetir el barrido con el que había destrozado a los esqueletos. Sin embargo, no había contado con las columnas del templo. La lanza golpeó la piedra y rebotó, dejándolo desprotegido.

Las palabras de Milo sólo provocan esa necesidad de ver su cabeza rodar por el suelo, aunque le agradezco la conversación y su propia necesidad de tener más gente para asesinar. Quizás le gustan los combates justos o prefiere divertirse con sus víctimas, allá él con su morbo. La cuestión es que una vez se unieron los demás, cojo mi espada con fuerza y me lanzo hacia el ataque. Está claro que aquí la sangre iba a correr y espero que sea la de estos enfermos. 

Así que por ello, intento ir hacia el primero que tengo a mi alcance con la ballesta. Sería un tanto complicado y espero que Hektor los engañe con su ilusión ya que ayudaría a distraerlos un buen rato. El panorama no era demasiado bueno, eso sí, suspiro aliviada cuando veo me doy cuenta de que no seré material de un ritual. Eso me habría cabreado en demasía, aunque nunca se sabe con estos seres. 

Felsom sabía que de nada servía luchar contra un puñado de hombres-serpiente que les apuntaban desde ambos flancos con las ballestas amartilladas. No quería morir, siempre había querido buscar la inmortalidad a toda costa, por lo que el caníbal nigromante consideraba que era demasiado pronto para su final.

La sorpresa para Felsom llegó al ver que era Milos quien estaba detrás de todo. ¿Era él quien se había encargado de secuestrar al Hermano Lucius tras su regreso? Desde luego eso explicaba muchas cosas. Por suerte Elentirell estaba viva, por lo que tenían una mínima oportunidad de salir indemnes de aquella situación.

-De algo hay que morir -comentó Felsom, con una risita nerviosa. Dirigió una mirada hacia Frenni-. ¿Preparado para un último soneto, pequeño? -Aunque desearía decir que no quería morir sin comerse aquellas orejas puntiagudas, el mago sabía que aquello solo podía estropear la épica de aquel enfrentamiento que quizá se cobrase las vidas de todos ellos-. Estoy seguro de que aún tienes una buena canción -apostó, con una sonrisa.

Los hechizos de combate de Felsom estaban agotados, pero no así su único hechizo defensivo, que ni siquiera había valorado utilizar hasta ese momento. Pronunciando unas palabras en lenguaje arcano, Felsom se tocó un brazo y dejó que la fuerza protectora mágica del hechizo envolviese su cuerpo, preparado para el combate que iba a iniciarse.

 La situación se había tornado desventajosa para el grupo de aventureros, encontrándose a merced de los hombres lagartos. Sin embargo, aquella situación no tardó en cambiar (solo un poco) cuando se encontraron con que el hombre detrás de todo, el que había provocado la desaparición de Lucius y el que tenía una alianza con aquellos seres, era ni más ni menos que Milos, el hombre del templo con el que habían tenido un encuentro poco grato.

 Este sujeto les permitió al grupo defenderse y pelear por su vida en vez de ser ejecutados sin más. Un destino mucho más agradable, aunque seguía siendo peligroso y mortal. Era la batalla definitiva, la que definiría si aquel grupo de aventureros, locos y cazarecompensas estaba a la altura de buscar una vida en Freeport o no. Y Frenni quería creer que él estaba a la altura... lo cual, teniendo en cuenta su altura, era gracioso.

 Pero el que iba a reírse no iba a ser otro que uno de aquellos hombres lagartos, el cual sentiría rápidamente el efecto de una de las canciones de Frenni. Pues el gnomo, ni lento ni perezoso, sacó su confiable flautín y comenzó a tocarlo con sagaz habilidad: entonando una canción de lo más movida y rimbombante. Algo que provocaría mucha gracia para las víctimas del conjuro de la risa.

Lamento que esta pieza arruine el clima, compañeros... ¡prometo escribir una canción más imponente sobre nuestras hazañas si salimos de esta vivos!

Con decisión, uno de los hombres serpiente se abalanza contra la Elfa dando un par de zancadas a la vez que impulsa su espada, Elen puede sentir como el metal pasa muy cerca cortando el aire, gracias a sus rápidos reflejos pudo aprovechar el momento para maniobrar su arma y asestar un golpe que abre el vientre del reptiloide y hace que caiga de rodillas mientras se vierte su sangre sobre el suelo del templo; de reojo pueden ver que Milos levanta su rostro un tanto sorprendido.

Gealach a pesar de haber escuchado las palabras del Druida, corre entre el grupo y se lanza intentando atrapar con sus fauces algo de carne de aquella criatura, este se mueve por poco esquivando a la Loba; Frenni retrocede un par de pasos mientras saca su flautín para entonar una de sus hermosas melodías, la tonada es muy alegre y los movimientos del pequeño son tan divertidos que el hombre serpiente comienza a reír poco a poco hasta que pone ambas manos sobre su vientre y desprende una gran carcajada; por el contrario Milos levanta una ceja deja escapar un bufido.

Felsom sabía de antemano que esto pudiera ponerse mucho más feo para él teniendo en cuenta que lo suyo no es el combate directo, posa su mano sobre su brazo y un destello purpura con tintes oscuros comienza a recubrir su cuerpo, ahora se siente un poco más tranquilo, más protegido; no obstante, no puede bajar la guardia. Hektor por su parte saca a Saladino de entre sus ropas y le acaricia con una mirada amistosa, de esas que poco se ven en el mundo, -bien compañero, tal vez esta sea nuestra última aventura…- el animal lo olisquea un par de segundo para luego correr entre sus brazos y lanzarse en dirección a Milos, el hechicero intentaba usar su ultimo cartucho aprovechando a su compañero, pero este fue repelido en medio del vuelo, con un tronar de sus dedos, Milos disipó la magia que iba en su dirección mientras que el animal caía sobre el suelo escurriéndose para ponerse a salvo.

Brennan intento golpear al hombre serpiente, pero se detuvo justo en el momento en que este se echó a reír sin contención, ni siquiera la camarera se inmuto por rematar al sirviente de Milos, este por su parte reunió energía en un par de dedos y le disparó atravesando el pecho de aquel ser, el resto puede ver como el cuerpo sin vida cae al suelo.

-Bien, bien… bien, si quieres que las cosas salgan bien, hazlas tu mismo- el hombre se quita la túnica y camina hacia el grupo, -espero poder usar sus cuerpos para mis experimentos, trataré de no dañarlos tanto-.

Con sus hechizos prácticamente agotados, el nigromante sabía que únicamente disponía de su ballesta si quería llegar a herir o matar a Milos. Felsom no sabía a qué se estaban enfrentando exactamente. ¿Milos era humano o algún tipo de criatura que, por su naturaleza, se había ganado el liderazgo de los hombres-reptil? No le importaba, aunque prefería mantenerse lo más alejado posible de él.

Manteniéndose a distancia, el nigromante tómo su ballesta y, amartillándola al colocar un nuevo virote, disparó contra Milos con la esperanza de herirle de gravedad.

Cuando su lanza rebotó en la columna, Brennan se había temido lo peor. Sin embargo, Elentirell fue más rápida que los ofidios y, en esa ocasión, se adelantó a ellos con un corte que evisceró al primero de ellos. Y en cuanto al segundo, para su sorpresa no fue ninguno de sus compañeros, sino el propio Milos el que abatió a su supuesto subordinado con una descarga arcana, antes de despojarse de la túnica para enfrentarse a ellos con total tranquilidad.

Las palabras acerca de experimentos le pusieron la piel de punta, y el instinto de Brennan le gritó que deberían escapar. Que nadie que no estuviera completamente convencido de su superioridad haría algo tan estúpido como matar a sus siervos para iniciar un combate personal. Pero en aquel momento, ellos eran animales acorralados. Y en la naturaleza, hay una máxima sobre un animal acorralado.

Matar, o morir.

Con un rugido de desafío que no contenía palabras, sino simplemente rabia acumulada, Brennan bajó su lanza casi hasta el suelo y se lanzó en una carga suicida contra Milos, tratando de distraerlo del ataque de Gealach, que ya lo rodeaba por el flanco, y del resto de sus compañeros. Y, cuando estuvo ya casi a su altura, dejó que sus rodillas cayeran al suelo, casi tumbándose para tratar de asestar un golpe ascendente con su lanza que buscaba el vientre del maligno monje.

Ya he sumado uno más en mi haber y la adrenalina que conlleva un combate difícil hace que continúe avanzando como si estuviera endemoniada. Es el fervor del combate, es la necesidad de abrazarme a la sangre de hacer lo que mejor he aprendido a hacer en esta vida y por ello, igual que una sombra en medio de aquel escenario lleno de ruidos y la melodía de Frenni, no lo dudo porque mi objetivo es aquel viejo. 

Y con la espada prácticamente goteando de sangre camino desde ese andar sinuoso mientras una sonrisa maliciosa se dibuja en mi rostro. Si quiere dar batalla, mejor que mejor, no me gustan los que se rinden con facilidad y por ello ya apretando con firmeza la empuñadura de mi espada, intento atacar a Milos antes de que nadie. La idea era desestabilizarlo o cortarlo a la mitad, lo primero que suceda. 

 Milos había decidido tomar el combate en sus propias manos, tomando incluso la peligrosa decisión de matar a uno de sus suborndinados para enfrentarse más rápidamente al grupo de aventureros. Aquella actitud sádica y apática de aquel sujeto asqueba a Frenni; alguien que apreciaba la vida como principio general. Aunque la vida de Milos era una que no tenía interés en resguardar. Si aquel cientifico loco moría, pues era el destino que había buscado.

 Viendo que dos de sus compañeros se lanzaban a atacar al hombre cuerpo a cuerpo y otro de ellos lanzaba una flecha en su dirección, Frenni prefirió no meterse en el medio de las trayectorias para no entorpecer la pelea. En cambio, con su pequeño flautín se dedicó a infudnir más valor y confianza en sus compañeros. Algo que realmente necesitarían si querían vencer a aquel sujeto que actuaba con tanta confianza. Algo debía estar ocultando.

Antes de que Frenni llevara el flautín a su boca, la Elfa se acercaba con una mirada sádica al cultista, Milos pudo ver la sed de sangre en Elentirell y aunque pensara que el grupo no iba a ser una dificultad, sabía que estaban decididos a dejar la vida luchando hasta el último aliento en esas catacumbas; con un movimiento rápido la Elfa blandió su espada y Milos intento esquivar el ataque pero a pesar de la reacción alcanzo a propinándole un corte no muy profundo en el costado al hombre, este se resiente y es distraído por la música del pequeño Frenni, quien comienza a tocar su melodía con frenesí.

Helena aunque muy débil intenta levantar su espada, pero, aunque su voluntad de luchar es enorme, sus fuerzas no le acompañan, al intentar levantar la espada y blandirla, da un traspié y pierde el equilibrio dejándola caer a un lado, esta se apoya en una de las columnas cercanas al cultista y se lleva una mano a al rostro, parece que aún se siente mareada; Milos en la distracción de la música de Frenni y la acción de la camarera, no puede notar como la Loba se ha puesto tras suya en una carrera en la que se impulsa para morder una de sus piernas, el agarre es tan bueno que desestabiliza al hombre y antes de que pudiera reaccionar, Brennan llega con su lanza haciendo un golpe ascendente que no logra ensartar, pero sí hace un corte desde el vientre hasta su pecho.

Un grito de dolor y furia se escucha luego del ataque del Druida, -¡BASTA DE JUEGOS!- pueden notar como una energía purpura comienza a envolver sus manos y menciona unas palabras, -dexu anima- Milos toca la espalda de la camarera, todos notan como ésta se retuerce de dolor, sus ojos se tornan blancos y en cuestión de segundos cae su cuerpo humeante y sin vida al suelo. Hektor por su parte se queda aterrorizado con la acción del monje, sus ojos como un par de platos se quedan centrados en el cuerpo sin vida de la camarera; el mago sabe que esa no es cualquier tipo de magia, es magia oscura en su más vivo actuar, trata de reaccionar mirando su daga, pero sus piernas no responden al movimiento. Felsom aprovecha el momento de confusión y dispara un virote que impacta en el hombro de Milos, este solo suelta una carcajada y agrega, -esto apenas comienza, siempre seremos una raza superior a la suya-.

El combate se desató, y la sangre de su enemigo comenzó a manchar las baldosas del templo. Sin embargo, Milos parecía ser capaz de evitar en el último momento los golpes que deberían haber sido fatales, convirtiéndolos en heridas menores. Pero incluso así, uno a uno sus golpes estaban mermando sus fuerzas.

O eso creía, hasta que en un ataque de rabia, el monje lanzó algún tipo de oscuro hechizo con el que atacó a Helena, consumiendo su cuerpo hasta convertir su cuerpo en un cascarón vacío en apenas unos instantes.

La sorpresa hizo una pausa en el combate, y las palabras acerca de una raza superior hicieron que Brennan frunciese el ceño. Parecía estar dando a entender que no era un humano, como parecía. Tal vez en realidad el propio Milos fuese parte de esos hombres reptil, o tal vez se creyese parte de otra cosa aún más extraña.

Pero no importaba realmente. Si Milos moría, daría igual su raza y si eran ellos los que caían víctimas de su magia oscura, entonces… entonces desde luego poco les importaría. De modo que Brennan apartó todos esos pensamientos innecesarios de su mente, volteó la lanza entre sus manos, y trató de buscar en esa ocasión el cuello del monje con un profundo y certero ataque.

De alguna manera había logrado dar ese avance hacia Milos para poder herirlo, aunque no fue suficiente y esto llenó de odio todo mi ser. Me sentí impotente, llena de bronca y por esa razón es que intenté avanzar cuando iba a atacar a Helena, pero tarde aquel poder y el dolor que estaba recibiendo aquella mujer me paralizó por completo. Convertida en algo más errático, no consideraba que este sea de una raza superior, pero su magia sí que me acojonó. 

Milos era mucho más peligroso de lo que aparentaba. Cuando Felsom observa la facilidad con la que había matado a Helena, supo que se enfrentaban a un rival mucho más poderoso de lo que podía parecer a primera vista. Sin hechizos con los que hacer frente al líder de los hombres-reptiles, el nigromante ni siquiera se planteó cómo de sabroso estaría el cuerpo de la camarera. Había cosas mucho más importantes en esos instantes, como mantenerse con vida. Felsom amartilló de nuevo su ballesta, colocando en ella un nuevo virote y se dispuso a disparar otra vez contra Milos.

-¡Si a alguien le queda un as en la manga, va siendo la hora de que lo saque! -exclamó, con la esperanza de que alguno de sus compañeros pudiera acabar con Milos.