1204 - El Nacimiento

Marzo

La lluvia da un respiro. La humedad contrasta los colores sobre el fondo gris oscuro, muy oscuro. En una pobre construcción a las afueras, un hombre que despierta en ti un recuerdo familiar y, al mismo tiempo, tienes la certeza de que no lo conoces de nada mira por la ventana en silencio. Te duelen la espalda y la cabeza. No recuerdas haber llegado allí y te sientes extraña. Necesitas una explicación y esa explicación empieza con un nombre: Marcus.

-Marcus- Pese a los años, el recuerdo del momento en que nos conocimos se aviva en mi memoria. Observé sus restos, cenizas esparcidas en el patio... -Tú y yo íbamos a hacer grandes cosas, íbamos a comernos la noche. ¿Cómo hemos llegado a esto?- Pensé. Era mi amigo, mi compañero de clan... la ambición lo convirtió en mi rival.

Me aparté de su cuerpo que se descomponía rápidamente convirtiéndose en cenizas. No podía irme sin asegurar que no había nada comprometedor en su refugio. Los mort... hay quien nos busca, andan a la caza y cualquier diminuta evidencia en los ojos de la persona indicada. Ya te lo explicaré más adelante.

Al entrar en el dormitorio mi mundo se detuvo. Pese a la penumbra nocturna vi el tono de tu piel, la palidez de tus labios. -Muerta-. Me acerqué a ti y sentí el el calor residual de la vida en tu cuerpo, una vida que acababa de apagarse. -¿Qué has hecho Marcus?- me pregunté, por lo general era un vam... ser cuidadoso que no bebía más de lo necesario por miedo a perder el control. Miré a mi alrededor, en esa habitación no parecía que nadie hubiera perdido el control. Tenía un problema, barrer cenizas es una cosa, pero deshacerse de un cuerpo desangrado es otra muy distinta. Jamás podía imaginar lo que ocurrió a continuación. Sí, desangrada. No me mires así.

Me acerqué a ti, te giré y abriste la boca exhalando tu último suspiro. El olor de la sangre de Marcus que emergió de tu garganta saturó mis sentidos. Se me atragantó una maldición cuando te alzaste como un resorte y empezaste a vomitar... sangre.

Sabía que venía a por él y apenas minutos antes de haber recibido la muerte definitiva Marcus debió convertirte... mis pensamientos quedaron bajo demasiadas preguntas que, a su vez fueron sepultadas por el sentido común -destrúyela tras la conversión, hazla cenizas y aquí no ha pasado nada-. Sí, pensaba en destruirte. Borrarte como un mal sueño. Si los problemas se resolvieran tan fácil ¿eh?

Jamás había experimentado una cambio así más allá de la propia experiencia y eso ocurrió hace mucho tiempo. Pero una cosa estaba clara... no iba a ser agradable y no lo fue. Morir y convertirte en un monstruo jamás podría serlo.

Callé mi mente y actué. Sábanas, mantas, toallas ropajes y todo lo que podía empapar. Me senté y te puse de lado. Ahí fue cuando me cogiste la mano y, entonces, te miré a los ojos. Lo que vi... algún día te contaré lo que vi en tus ojos.

Tu mente no comprendía lo que pasaba pero tu alma sí. Sabías que estabas muriendo, pero no lo entendías. Estabas perdiendo la poca pureza que tuvieras... la inocencia. El terror y el desconcierto de tu mirada despertaron en mí emociones muy humanas, sentimientos que había olvidado. Me quedé contigo, sujetando tu mano, sosteniendo tu mirada... durante todo el proceso. En cuanto perdiste el conocimiento te llevé fuera, al arrollo más cercano. Para cuando llegamos convulsionabas. Tuve que meterme contigo para sujetarte o despertarías a todo bicho viviente de aquel infesto lugar. Te tapé la boca para acallar los gritos. Temblabas, chillabas, convulsionabas mientras todo tu cuerpo expulsaba los icores que horas antes te mantenían con vida. Mantendré tu dignidad intacta omitiendo los detalles.

Tardaste una hora y diecisiete minutos en convertirte. Una de las horas más largas de mi no-vida. Me sorprendí al notar mi cuerpo rígido por los nervios... por una simple mortal... por ti. -Pero ya no eras una mortal-. Te lavé mientras buscaba los motivos que me llevaron a quedarme ahí, contigo. Debes entender que soy un monstruo. Se me considera despiadado incluso para los vampiros. Si alguien me contara lo que hice no le creería pero tampoco voy a ofenderte diciendo que fue tu noche de suerte. No lo fue. Seguramente fue la peor de tu vida. La última de tu vida. Te llevé al dormitorio y me senté junto al lecho intentando poner en orden mis ideas. En la maraña de confusión, una cosa tenía clara. Después de haber vivido tu conversión, no podría destruirte. Recuerdo que me levanté a mirar por la ventana, a vigilar que todo siguiera en orden, sin visitas inesperadas. -Me has jodido bien- dije en dirección a los restos cenicientos de mi ausente compañero que el viento nocturno esparcía. Noté un movimiento y todas las alertas se dispararon. Te habías levantado de la cama. Ya no eras el cuerpo convulsionante sino la bestia. Tus colmillos eran finos y terriblemente blancos. Tus uñas largas y afiladas. Músculos en tensión. Tus ojos... helaban la sangre. Incluso tu pelo parecía encrespado. De alguna forma eras hermosamente salvaje. Una bestia de la noche, una asesina que no debe volver a salir jamás. Te abalanzaste sobre mí, puse el antebrazo entre tu boca y mi garganta y la fuerza de tu mordida me asustó, lo reconozco. Escuché el crujir de mis huesos. Y succionaste.

Mantuve la sangre fría porque soy un asesino, ya te lo dije. Cuando medí que habías bebido lo suficiente... ataqué. Por eso te duele la cabeza y la espalda. Te vestí con lo primero que encontré y salí de allí prendiendo fuego al refugio de Marcus, en especial, sus prendas, la ropa de cama y las toallas que usé para envolverte. Eso no engañará a los vampiros del lugar pero esperemos que no lleguen a enterarse.

Por eso no sientes frío pese a que sólo llevas un par de prendas y estás empapada. Y por eso no has salido corriendo nada más verme, pese a que no me conoces. Ahora tu mente y tu cuerpo mantienen un vínculo más poderoso. Sabes que he estado ahí hasta el final cuando lo que debería haber hecho es...

Te dejé inconsciente y salimos de allí. No me fue difícil regresar a las afueras, bordear la ciudad y encontrar estas ruinas moviéndome por las sombras. Generalmente nadie presta atención cuando hay un fuego cerca.

En resumen, querida. El vampiro que mató a tu amiga volvió para darle un entierro digno. Quería algo suyo que introducir en su tumba, como si eso sirviera para algo. Lo pillaste. No sé qué te contó para convencerte de que lo acompañaras para enterrar el cuerpo de la otra. Supongo que la conocías. El viento cambió y captó mi olor. Os seguí hasta aquí y... te mató. -Deja que mis colmillos rompan la piel que impide que tu sangre sea para mí. Y tu vida será eterna. Morirás cada mañana y renacerás al ocultarse el sol.-

Mi nombres es Víctor Vargas. Soy el vástago que cometió el error de convertir a Marcus. El vampiro que te convirtió. Cometí muchos errores en su educación, pero eso no me pasará contigo.

Tómate tu tiempo para asimilarlo. Aquí estamos a salvo, por ahora.

Aquel desconocido cuyo rostro parece cincelado en mármol, tiene el brazo derecho en un cabestrillo improvisado con un trozo de tela. Su mirada es segura y seria. Parecía que acabara de salir de un velatorio, aunque por las locuras de las que hablaba bien podría haberse escapado de un sanatorio o estar poseído por el demonio. Sin embargo, notas que algo en ti ha cambiado. Es cierto que estás empapada, prácticamente desnuda y fría. Pero no tienes frío -¿Será la conmoción?-.

Lo que te dice aquel hombre no tiene ningún sentido y, sin embargo, sientes que puedes confiar en él.

-¿Cómo te llamas?- te pregunta para romper el hielo. Ya no mira a través del hueco de la puerta, ahora te mira fijamente con unos profundos y tristes ojos oscuros con motas miel y marrón claro. Su iris es el baile de colores del otoño recién llegado. Tras él puedes a través del campo en la noche y, al otro lado, puedes distinguir cada árbol, cada hoja y cada gota de agua en cada una de ellos refleja las luces danzantes de la ciudad cercana... y es tan hermoso... -Vargas es mi nombre. ¿Cómo te llamas?- repite y percibes el tono de su voz como si tocaras terciopelo ronco, grave, autoritario, firme. Huele a sangre, a río, a polvo del camino, a fuego, a humo. La tierra del suelo, roedores tras la pared de la estancia contigua, hueles el hogar aunque no puedes verlo y pese a que hace mucho tiempo que nadie cocina nada en aquel lugar. Hueles las flores de un jardín lejano, hueles el cielo lluvioso sobre tu cabeza, las rocas, la hierba. Sabes a qué distancia estás estás de la ciudad con sólo sentir el suelo, su vibración. Puedes ver, oír y oler todo... menos tu corazón o el suyo. No hay latidos. Posas tu mano en el pecho, no hay latido. Sientes una lágrima furtiva precipitándose por tu mejilla. Vargas se acerca y la limpia con un pañuelo blanco, te sorprende ver que es roja, roja sangre. -Sí, los vampiros lloramos, pero no tenemos lágrimas. Sólo sangre. En eso te han convertido, cuanto antes lo asumas mejor para todos.- Sus últimas palabras suenan duras e insensibles. Te ofrece el pañuelo para que te lo quedes. Es suave, seda, riqueza con antiguas trazas de perfume -¿azahar?- casi extinguidas.

Cuando Loana recuperó la consciencia, y abrió los ojos, miró hacia todos lados, pero no pudo reconocer el lugar en el que se encontraba. Cuando se enderezó, sintió un intenso dolor en la cabeza y en la espalda. No tardó mucho en ver la silueta de un hombre en la habitación, y, antes de que pudiese hacer cualquier pregunta, el hombre comenzó a explicarle lo ocurrido.

Escuchó con atención las palabras de aquel desconocido. Era tan incapaz de comprender su historia, como lo era de recordar qué le había ocurrido. Sin embargo, había visto a muchos hombres mentir para lograr sus propósitos, conocía sus métodos, y algo le decía que, a pesar de lo inverosímil que sonaba su discurso, él no decía otra cosa que la verdad. Sabía que debía sentirse asustada, le había dicho que era un asesino despiadado, y lo creía, pero, por algún motivo que no entendía, no sentía miedo ante él, justo al contrario, lo encontraba confiable.

- Hace tiempo dejé atrás mi nombre. - Dijo, inexpresiva. Aún recordaba como si fuese ayer el dolor que sintió cuando fue vendida como si fuese un animal, pero no daría muestra de ello. Siempre se había mostrado reservada, después de todo, a nadie le interesan los sentimientos de una puta. - Sin embargo, en el burdel se me conocía como Loana. - Los ojos del vampiro le resultaban cautivadores, incluso bellos en su inmensa tristeza.

Poco a poco, tomó conocimiento de los numerosos estímulos que sus sentidos percibían, podía notarlo todo, excepto su corazón. Angustiada, llevó su mano al pecho, esperando sentir su pulso, pero su corazón estaba muerto, ella estaba muerta, y a la vez no. Notó como una silenciosa lágrima recorría su mejilla, en ese momento fue completamente consciente de todo. Notó como Vargas la limpiaba con un suave pañuelo blanco, y, al observarlo, el color rojo que manchaba la tela llamó su atención.

Tomó el pañuelo manchado de sangre, y lo observó mientras asimilaba sus últimas palabras. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía perdida, completamente perdida.

- Pero, ¿cóm-por qué...? - Miró al vampiro en busca de respuestas. - ¿Qué debo... hacer ahora...? - Antes había mencionado algo sobre educación, así que esperaba que pudiese calmar su incertidumbre.

La pregunta me cogió por sorpresa. La mayoría implora a Dios, sale corriendo, grita... la duda se reflejaba en su rostro pero no se bloquea por el miedo. Sonrío ampliamente al haber encontrado a una superviviente, una depredadora -Ahora, lo que debes hacer es sobrevivir y, si me aceptas. Yo te enseñaré cómo- Cortesía ante todo, hice una leve reverencia hacia ella. -A partir de ahora yo seré tu sire y tú serás mi chiquilla. Te explicaré los pormenores de tu nueva existencia así como las leyes y normas que tenemos por el bien común de los vampiros. ¿Qué me dices, Loana, caminas conmigo en este prometedor mundo de oscuridad?-

Aquel ser te inspiraba confianza y miedo a la vez. Sabías que debías respetarlo pero, al mismo tiempo, te sentías segura estando con él. Pero fuera de toda impresión había algo más profundo en sus palabras y en su actitud que para ti era una incógnita. Te acaba de revelar que será tu guía, tu mentor en tu nueva naturaleza si aceptabas. -¿Qué pasará si te niegas?-

Tienes la certeza de que algo en ti no ha cambiado. No sientes el frío de la noche, no tienes pulso ni aliento y sientes todo lo que te rodea: sonidos, olores, sutilezas en el paisaje que te rodea que pasarían desapercibidas para alguien... mortal.

Durante años, Loana se había visto obligada a moverse por el camino de la supervivencia para poder seguir viva, había aprendido a usar la lógica y a mantenerse callada cuando era necesario, y aquella situación no sería diferente. Efectivamente, ya no estaba viva, y la ausencia de latidos en su pecho lo demostraba, pero bien fuese por suerte o por desgracia, había adquirido una nueva condición, tenía una nueva oportunidad.

Miró a Vargas con respeto, no por el miedo que le producía, sino por el poder y la fuerza que intuía en él. Obviando que, además, había permanecido junto a ella cuando más vulnerable era, habiendo podido, perfectamente, dejarla a su suerte, a merced de otros vampiros. Si se quedaba junto a él y absorbía cada una de sus lecciones, sería capaz de aprovechar su nuevo estado al máximo y, quizá, algún día, cumplir con la venganza que se había prometido.

¿Sería capaz de convertirse en una asesina y, así, seguir los pasos del vampiro? La respuesta era clara, siempre lo había sido: Todo por la supervivencia.

Con su mejor gesto de seguridad, y mirando intensamente a los ojos de su, de ahora en adelante, mentor, contestó. - Sólo una necia rechazaría una propuesta así. Haré que te sientas orgulloso.

Sus dudas dieron paso a una respuesta decidida, segura de sí misma -¡Eso es! Ese es el espíritu.- Marcus había elegido bien, muy bien. -Aún tenemos tiempo antes del amanecer. Lo primero es encontrar un refugio adecuado. ¿Tienes un lugar donde pasar el día? Un lugar seguro. Ten presente que al amanecer caerás en letargo, en apariencia estarás muerta y si alguien te encuentra y le da por abrir los postigos... bueno... no será agradable.- Hice un gesto con las manos para acompañar mis palabras.

-Eres una vampira, sí y los vampiros nos dividimos en clanes. Tú, querida, al igual que yo, pertenecemos al clan Toreador. Recuerda ese nombre.- La miro a los ojos para afianzar la palabra y doy dramatismo con una ligara pausa. -Dicho esto, hay un campo donde los Toreador ganamos y perdemos auténticas batallas. Algunos lo consideran un tribunal de honro en el que puede oírse la más elevada alabanza o la condena más dura; otros lo ven como un cónclave en el que las ideas brillantes son expuestas por los más agudos intelectos, o como un santuario en el que puede actuarse libremente. Independientemente de las interpretaciones personales, es, para todos los que intervienen, un laboratorio en el que uno es pinchado, agujereado y medido. Se trata, evidentemente, de la escena social.

De hecho, si le preguntas a cualquier vampiro qué es lo más característico de los Toreador, te dirá que sus maravillosas fiestas. Una invitación a una fiesta celebrada por un antiguo Toreador es un gran honor para algunos ajenos a nuestro clan.

Y sí, te voy a enseñar la exquisitez de estos eventos. Pero no, no me juzgues aún. Todos nuestros hermanos de clan se especializan en un aspecto de la cultura mortal, de un arte. En mi caso, es el arte de la guerra, el arte del asesinato y el espionaje.- Vuelvo a detenerme, la mirada, el dramatismo. -Y eso es lo que puedo enseñarte. Pero no hablo de matar mortales, eso lo hace todo vampiro. Me refiero a un juego mucho más sutil y delicioso. Te hablo del asesinato, el espionaje y la batalla contra otros seres de la noche.- Sonrío ampliamente -Esta es tu noche de suerte, no sólo has muerto, sino que además te voy a enseñar todo lo que Marcus podía enseñarte que es sobrevivir en este mundo. Yo voy a enseñarte a matar para conseguir tus fines, a detectar el poder y usarlo en tu beneficio.- No puedo evitar emocionarme cuando hablo de esto. Sí, soy Toreador, pero antes que eso soy un espía, un oportunista, un mentiroso y un asesino, un ambicioso egoísta... soy el mejor y disfruto mucho con mi existencia.

Loana quedó pensativa, ante la pregunta de Vargas, desde que fue comprada por d'Orbigny el único refugio u hogar, si es que se podía llamar así, había sido el burdel, y la idea de volver allí estaba completamente descartada. Miró a su mentor con cara de situación antes de volver a hablar. - El único lugar que conozco es el burdel en el que he vivido los últimos años, y no es, en absoluto, un lugar seguro... - Por un momento, su mente se vio invadida por recuerdos de momentos desagradables vividos allí, y su gesto sereno pareció desvanecerse ligeramente. Apartando toda imagen de su cabeza, y recuperando la compostura, centró su mirada en los ojos del vampiro, el momentáneo momento de debilidad se había esfumado. - Haré lo que haga falta para sobrevivir, pero no voy a volver allí. Al menos no para buscar descanso... - A pesar del descuido, Loana había desarrollado la capacidad de ocultar sus emociones y fingir ser quien no era, así que, a menos que Vargas fuese como el dios que todo lo ve y del que hablan tanto los mismos hombres que cada noche visitaban el prostíbulo, estaba segura de que su mentor no notaría el tremendo odio que sus palabras escondían, más allá de sus, más que obvias, intenciones implícitas.

Escuchó con atención cada palabra de la explicación de Víctor acerca de su clan. Nunca había mostrado real lealtad hacia nadie más que hacia sí misma y a sus compañeras, especialmente a ella. Sin saber cómo el simple recuerdo del tacto de su piel, y del sonido de su risa, la distrajeron ligeramente del discurso de Vargas, pero no lo suficiente como para no entender qué era lo que es esperaba de ella. Si bien no por su clan, sino por su mentor, se mostró decidida a aprender y a comportarse como una Toreador. No sería ella quien defraudase las expectativas.

Sin embargo, aunque se movía con relativa naturalidad y comodidad en el plano social, al menos en el que conocía, se mostró mucho más interesada por la especialidad de Víctor. Siempre había sido una superviviente en un mundo de lobos, pero gracias a sus enseñanzas, tendría la capacidad de convertirse en una loba con piel de cordero y, quién sabe, quizá no fuese la cabeza de d'Orbigny la única que acabase rodando...

Con una mirada intensa y directa, y una ladeada sonrisa de satisfacción, intervino finalmente. - Definitivamente, sí, esta es mi noche de suerte... - Su tono de voz, esta vez, sonó mucho menos duro que anteriormente, y más... como si estuviese disfrutando verdaderamente lo que oía. Algo en ella parecía haber despertado.

Más rápido de lo que sus ojos pudieran percibir puse mi rostro muy cerca del suyo, olí su cuerpo y mostré mis colmillos -Ahora eres una diosa entre mortales. Estás por encima de la culpa, de la vergüenza, de la piedad o la compasión. Las sensaciones mortales son un instrumento para mantener al monstruo que eres a raya, aprenderás a controlarlas y sentirás emociones mucho más intensas que las percibidas por tus pobres sentidos mortales.-

Me aparté con tanta violencia como me acerqué. -Pasarás el día en uno de mis refugios, conmigo. Comenzaremos mañana al anochecer. Lo que queda de oscuridad lo destinaremos al disfrute, al placer, a la celebración del nacimiento de un nuevo horror en el mundo. Loana, esta noche será tu bautizo de sangre.- Realmente estaba disfrutando más de lo que me atrevería a revelar.

Vargas te condujo a una antigua edificación de una civilización anterior. Descendisteis por unas escaleras de piedra hasta una verja de hierro que tu mentor cerró al pasar. El corredor da a unos baños adornados con teselas antiguas. La estancia estaba perfumada con esencias exóticas y en el agua o en los cojines más allá, se encontraban mortales jóvenes semidesnudos que celebraron con vítores vuestra llegada. Vargas extendió las manos como si de un dios o un santo se tratara y los mortales se abalanzaron hacia él desnudándolo al tiempo que le ofrecían muñecas, cuello y muslos para que los mordiera.

-No, hoy la protagonista es ella. Amadla, veneradla y temedla pues desde el día de hoy ella es una extensión de mí- las miradas se dirigieron hacia ti y, contorneantes se dirigieron hacia ti.

Aquel lugar era muy distinto a cualquier cosa que hubieras visto hasta ahora. Tan alejado de un burdel, parecías más estar en un sueño que en tu realidad. Ellos estaban allí para complacerte, como si no les importara sus vidas. Aquel estado de enajenación no era normal. Al mirar a Víctor éste reía al darse cuenta de tu perspicacia. -Mi sangre corre por sus cuerpos y eso los convierte en mis esclavos- te susurra.

En total son 13 mortales. Víctor escogió a tres, dos chicos y una chica y dejó el resto para ti, cinco muchachos y cinco muchachas ansiosos por obedecer tus órdenes y, sobre todo, ansiosos por que les muerdas y bebas su sangre, deseosos de experimentar de nuevo el éxtasis que el beso (la mordedura de un vampiro) provoca.

"Bautizo de sangre", pensó Loana. Aquella expresión sonaba, a la par que algo intimidante, tremendamente excitante. La vampira, lejos de estar asustada ante todos los sucesos que habían ocurrido, e iban a ocurrir, esa noche, estaba disfrutándolo. En vida le había cedido mucho espacio al miedo, y, si las palabras de Víctor eran ciertas, si ahora era una diosa entre los mortales, pensaba usar su nueva condición para castigar a aquellos que le robaron su inocencia. Pero, como había dicho su propio maestro, ya habría tiempo para pensar en aquello, ahora estaban de celebración.

Al llegar al refugio, aunque para ella fuese más bien un palacio, de Víctor, quedó completamente maravillada. Nunca en sus años de existencia, había logrado ni a soñar con un lugar como aquel. 

Cuando pensaba que nada podría sorprenderla aún más aquella noche, un grupo de jóvenes semidesnudos se acercaron a su sire, y se ofrecieron a él. Sin embargo, el vampiro no tardó mucho en dirigir la atención de estos hacia Loana. Miró a Víctor, frunciendo ligeramente el ceño, era obvio que aquellos jóvenes no actuaban de forma normal, y una ligera sonrisa apareció en su rostro ante su explicación. Definitivamente, tenía muchas cosas que aprender, pero, viendo que, por una vez, ella sería la complacida, apartó de su mente todo pensamiento sobre su futuro aprendizaje.

Tras la marcha de Vargas, paseó su mirada por los 10 jóvenes restantes, disfrutando de las vistas, nada comparado con lo conocido hasta la fecha, y sus ojos quedaron clavados en una muchacha morena en particular. Relamiéndose los labios, se acercó hacia ella. Mientras con una mano acariciaba suavemente su pálida tez, tornó su mirada hacia otra joven, de piel más oscura y pelo castaño y, con la mano libre, le indicó que se acercase a ella para, después, dirigirlas hasta un lugar donde ponerse más... cómodas.

Entre el éxtasis y el placer llegó el día y tanto Víctor como tú os caísteis en letargo.

Varias noches llevas ya convertida y Vargas mantiene el entusiasmo como la primera. Hasta ahora habéis disfrutado de lo divertido que es ser un vampiro y sus enseñanzas se han basado en describirte qué es ser un vampiro y la importancia de la sangre que recorre tu cuerpo muerto. Pero hoy Víctor se ha puesto serio y tras una deliciosa cena basada en sangre suculenta de la que has preferido no preguntar su origen, la clase de hoy da comienzo.

-Ya sabes que la mayoría de vampiros son criaturas elegantes y letales. Asociados con violencia horrible y belleza devastadora, los Vástagos encarnan los opuestos y alternan entre la pesadilla y el sueño según los caprichos del espectador y del vampiro. Nuestra sangre tiene un poder que expresa esta existencia bipolar. Sirve para atraer a las víctimas o dispersarlas aterrorizadas. Controlamos nuestra Presencia y nos permite el control de multitudes, la manipulación emocional y la devoción forzada. El miedo más grande de un mortal podría mostrarse frente a él y de repente parecerse a la criatura más radiante de la Tierra. Ven, vamos a hacer que evoques tus dones...-