Partida Rol por web

Ha sido una jornada nocturna muy intensa. Habéis estado toda la noche cazando en el bosque, corriendo, trepando. Os habéis dejado llevar por los olores, los sonidos, el viento... Todo a vuestro alrededor era magnificado. La noche esta acabando y, sudorosos y satisfechos, entráis en la cueva que os hace de refugio.

Arbjorn, tu Sire y compañero, te acaricia el pelo y hace unos gestos animalescos a tu lado, preparandose para el sueño diurno.

- ¿Estás preparada para el viaje? Confío en que podrás desenvolverte sola en esa extraña ciudad, pero debes tener cuidado...

La noche llega a su fin y yo acaricio el rostro de mi Sire antes de que el ya olvidado sol renazca por el horizonte, iluminando todo a su paso... y calcinando nuestros inmortales cuerpos. 

_No te preocupes, amor mío. No te defraudaré..._ lo miro con intensidad, besándolo con la mirada _Me has enseñado bien. Sé que no me conviene llamar la atención y que debo honrar a nuestro clan. No dejaré que esos vástagos estirados nos pisoteen.

Falta poco para que amanezca, pero en el fondo no quiero separarme de mi maestro, de mi amor.

_Cuídate tú también, Arbjorn. La eternidad no merece si no vuelvo a ver tu sonrisa lobuna relucir bajo la luna llena.

Me acerco a sus labios para depositar un beso antes de que el sueño diurno nos acoja en sus brazos.

Os despertáis al unísono en la noche. Apenas hace falta hablar para que os entendáis. Os vestís bien y os ponéis en marcha hacia una ciudad cercana. El viaje es largo, aunque lo hacéis corriendo. Cuando llegáis allí todavían quedan un par de horas para el amanecer.

Arbjorn te guía entre los callejones de la ciudad hasta un edificio abandonado, viejo, con parte de su estructura oxidada.

- Aquí nos espera un conocido mío. Él te ha organizado el viaje hasta Munich. Su nombre es Alexander. Es un gangrel como nosotros, pero algo hosco. Es mejor medir las palabras con él.

Te da un beso en la boca y te invita a pasar por una ventana rota.

Ansiosa por comenzar la tarea que me ha sido encomendada, disfruto de ese beso como si fuera el último y salto por la ventana con cuidado de no dañarme con los cristales, aunque, al fin y al cabo, soy una gangrel. Un poco de vidrio no ha de hacerme daño

Entre las sombras del siniestro edificio, un rostro surge, tumbado en el suelo entre colchones. Algunos ratones y cuervos rondan a su alrededor, sin hacerle caso, pero como atraídos por una fuerza que desconocen.

- Arbjorn.

Su voz resuena desapasionada, brusca. Lo único que sale de su boca especialmente fiera es el nombre de tu amado.

Arbjorn contesta de la misma forma.

- Alexander. - Luego hace un gesto para que te acerques. - Esta es Nédara, mi chiquilla. La confío a tu protección.

Me quedo inmóvil pero atenta a cualquier movimiento, cual animal en presencia de un rival en su territorio, analizándolo, observando cada gesto, movimiento y respiración. Aún así, mi Sire ha confiado en mí y he de mantener las formas.

Doy un paso adelante en parte para percibir su olor, en parte para que se familiarice con el mío.

_Bien, ya nos hemos presentado. ¿Siguiente paso?_ hablo directa sin tapujos, intentando aparentar firmeza.

- Hoy no tengo ganas de cháchara, cachorra. Arbjorn y tu os quedaréis aquí hasta mañana la noche. Luego te llevaré hacia Munich. Y ahora, no me molestéis.

Suelta una especie de queja-gruñido, haciendoos un gesto despectivo con la mano.

Arbjorn te hace una seña y retrocedéis hasta un rincón alejado del edificio. Se sienta, esperándote a su lado, pero sus movimientos y miradas hacia tí son más comedidos que en otras ocasiones.

- No debemos mostrar ningún lazo más allá del abrazo, Nedara. - Susurra tu Sire y amante. - Si tienes cualquier pregunta que hacerme, será mejor que lo hagas ahora. Mañana quizás no nos veamos.

_Entiendo..._ digo desviando la mirada. 

Era difícil verlo sólo como mi Sire, pero era menester un trato menos íntimo.

_Entonces, ¿Qué he de hacer ahora? y, por cierto, ¿quién era ese tipo? No parecía muy amigable contigo.

Arbjorn se suelta el pelo mientras reflexiona sobre tus preguntas.

- ¿Qué has de hacer? Esa es una muy buena pregunta. Munich es un lugar extraño. Ahora mismo está en una situación muy particular. La ciudad ha quedado a manos de neonatos para defenderse de un eufórico Sabbat, mientras los ancianos miran desde sus cuevas... Además, hay personajes muy interesantes de por medio... Ve allí, aprende y elige tu camino. - Te mira y sus ojos dicen más que sus palabras. - Ten especial cuidado y no te juntes con el Sabbat. Ni yo ni el resto lo apoyaríamos.

- En cuanto a Alexander. Es un independiente demasiado bruto para tratar con príncipes ni superiores, así que es el mejor a quien confiarle nuestra salida del país.

_Bien, nada de aliarme con el Sabbat. Si ello significa renunciar a mi am..._ me interrumpo al darme cuenta del error y lo corrijo _a mi Sire, ten por seguro que no recibirán nada de mí, salvo mis garras en sus entrañas.

Sonrío con picardía, aunque lo que deseo es besar esos labios y enredar mis dedos en su frondosa melena. Lo miro fijamente, preparándome para la despedida y susurro con ternura las últimas palabras que le diré esta hermosa noche de lobos: Ten cuidado o volveré y te sacaré a rastras del infierno.

No hay lugar para enamoramientos en la noche de los vástagos. Sólo la sangre y el anonimato nos da la inmortalidad. El amor es una debilidad que no podemos permitirnos. Sólo espero que mis palabras sirvan para decirle lo que siento, si es que un muerto puede sentir algo.

Dormis el descanso de los vampiros. El sopor y el sueño vacío que os inunda durante la vida de los mortales. Cuando despiertas notas frío. Es un frío extraño, no tangible. Arbjorn ya no está. El edificio está completamente en silencio, incluso las ratas y las alimañas parecen aguardar a que otro rompa el hielo.

Olfateo el gélido aire, intentando buscar una respuesta a mis sentidos. Mi amado no está y preguntar por él sería una estupidez. Me incorporo, observando todo a mi alrededor. 

<<Algo ha cambiado en el ambiente...>> pienso para mí. Doy un paso hacia delante, cautelosa, intentando captar cualquier movimiento o sonido. Luego me agazapo cual animal, poniéndome de cuclillas. Intento controlar mis movimientos, atenta al mínimo cambio.

A medida que avanzas con precaución ves que no hay nada distinto, no al menos nada que se pueda ver o tocar. Es como una sensación de amenaza en letargo. Como algo peligroso pero que esta dormido.

Unos pasos más y adivinas qué puede ser. Medio recostado en la pared de una esquina llena de cacharros, el enorme cuerpo de Alexander todavía duerme. A su lado hay alguna alimaña que intenta pasar sin hacer ruido.

Qué manera de dormir_ pienso para mí a pesar de que me consta que los vástagos no "dormimos". Me acerco, menos precavida y me apoyo en alguna pared cercana, cruzando los brazos sobre los senos sin dejar de mirar a Alexander.

_¡Ey, Alexander! La noche acaba de caer... es hora de la cacería_ Esa fue la misma frase con la que Arbjorn la había despertado la primera vez. El tono había sido mucho más tierno... pero la idea era la misma. Poco había más intenso para un gangrel que la posibilidad de la caza.

Al principio no reacciona. Los ojos se abren de golpe y te miran. Entonces todo pasa muy deprisa. Notas que no hay suelo bajo tus pies y algo te estruja la garganta, amenazándo con quebrarla. Alexander esta de pie junto a ti y te sostiene en el aire con un brazo.

- Nunca me despiertes. - Dice casi en un bramido.

Aferro mis manos a su brazo y sonrió, impulsándome hacia él, acercándome a su rostro todo lo que mi fuerza me permite. No respiro, por lo que su mano cerrada cual garra en torno a mi cuello es más una molestia que otra cosa.

_Pues haberlo dicho antes. La noche es corta en comparación con la luz del sol... O nos ponemos en marcha, o tendremos que enterrarnos en algún sitio_ Lo miro fijamente, sin dejar de sonreír _. La próxima vez no te desperaré, sino me iré directamente. No puedo esperar sin hacer nada mientras tú finges roncar.

No me molesto en deshacerme de su presa, pues el salvajismo y la dominación son placeres que he conocido junto a Arbjon, así que estoy acostumbrada. Prefiero esperara a que él decida soltarme e ir de una vez por todas a ese maldito lugar donde nos esperan.

El hombre ríe por primera vez, pero su risa es brutal y salvaje.

- Seguro que una mocosa como tú no sabe todavía ni meterse bajo tierra. - Te suelta con un ademán desdeñoso. - Además, mientras más vieja seas, más tarde despertarás.

El gangrel recoge unas pocas cosas que tiene por la zona y se dirige hacia la puerta. - Vamos. ¿No tenías prisa?

Lo sigo pensando: Por fín, pensé que nuestro antepasado animal nos daría sentidos más agudizados, pero éste perro viejo parece tomárselo con calma.

_Bien, ya era hora_ digo, ocultando mis pensamientos, pues no quisiera comenzar una pelea. Aún así me consta que los gangrel somos grandes contacuentos, por lo que intento sonsacarle alguna historia_. Dime, Alexander, ¿cómo os concisteis Arbjorn y tú?