Partida Rol por web

Una gran sala se abría ante vosotros. Jaime y Konrad habían pasado los primeros al ser llamados desde la sala de espera por Samuel Vimes, habían permanecido sentados y en silencio hasta que el troll prácticamente arrojó a Ori y O'Brian que no habían tenido tiempo siquiera de apreciar la antesala.

En el centro de la habitación había una gran mesa de madera lacada. Los recién llegados se sentaron a un lado de ésta, mientras que en el otro lado podían ver al Patricio, sentado en una silla increiblemente decorada y con flecos de terciopelo; a su derecha una mujer de edad indefinida, conocida por algunos como Lady Margolotta; y a su izquierda el Comandante Samuel Vimes.

El comandante miró al troll con el cejo fruncido y se acercó dando largos, pero rápidos, pasos. Cuando estuvo a su lado hizo un amago de susurro que pudo ser oído por todos los presentes.

- ¿No has podido traer nada mejor? ¡Te he dicho que fueras a buscar un grupo de mercenarios de élite! ¿Entiendes lo que es la elite? ¿Y el niño? ¿Qué pinta el niño aquí?

El troll no pudo más que levantar los hombros y poner, o al menos lo intentó, una expresión de confusión y culpa. Tras esto Samuel al ver que no sacaría nada mejor, y que estaba montando una escena delante del Patricio lo apartó con las manos a la antesala y una vez fuera cerró la puerta, corrió un cerrojo y volvió a sentarse en silencio.

Havelock, el patricio, carraspeó una vez se hubo serenado la situación y se inclinó levemente hacia adelante.

- Gracias por haber venido voluntariamente. -Remarcó esa parte final de "voluntariamente". - Han sido acogidos para una misión de suma importancia para nosotros. La dama que hoy nos acompaña es Lady Margolotta, de Uberwald. Ha acudido a nosotros para pedirnos ayuda con una serie de extraños sucesos que están aconteciendo en la región. Como ya se imaginarán la guardia de Ank no puede prescindir de más hombres. - El comandante Vimes soltó un bufido y dejó continuar al patricio. - es por ello que hemos acudido a vosotros para que, en vez de la guardia, vayáis a investigar qué se esconde detrás de todo esto. Evidente mente seréis generosamente recompensados y todo el resto...

La brevedad y confianza con la que habló Havelock dieron a entender su impaciencia por poner fin a aquello. Parecía que llevaran mese dándole vueltas a cómo solucionar aquel asunto sin prescindir de sus hombres y hubiese llegado a un punto muerto.

Jaime se trastabilla con los empujones del Orco, sus modales son tan desagradables como su aliento. Lady Magota, o algo asi, no parecia de aqui y no le inspiraba confianza, le hacia acordar a una vieja que solia gritarle en la plaza cada vez que el olvidaba darle su vuelto. Pero las palabras del flaco alto lo preocuparon, y se tomo de las ropas de Konrad mientras le pregunta - Si los guardias no son prescindibles... significa que nosotros si? es eso lo que dijo?

Konrad, que estaba tranquilo debido a maquinaciones pasadas y a que todo parecía ir como el esperaba se alteró un poco al oír al chiquillo. -Fíjate tú que no se me había ocurrido eso, aunque no creo que el señor patricio se refiriera a eso, ¿podríamos saber algún detalle más?, de todas maneras supongo que ya somos voluntarios nos guste o no ¿verdad?-

O`Brian dedico una reverencia hacia Margolotta.

-Faltaria mas, siempre es un placer ayudar a tal bella y noble señora en lo que pudiera requerir de un servidor.

Se sentía con suerte, el propio patricio le ofreció trabajo como mercenario sin apenas buscarlo y había pronunciado la palabra "generosamente" que aun retumbaba en su cabeza, ahora solo tenia que pasearse por los alrededores y ver que es lo que extraña a la mujer.

Nada mejor, dice... ¿Tiene una roca entre sus filas y aún así dice que si no encontró nada mejor? Ese joven tendría que empezar a mirar mejor lo que hay entre sus filas.

- AaDb'thuk!*

Uberwald... hacía ya unos cuantos meses que no sabía nada de su familia. Realmente su trabajo en la Delicatessen de Tal’Adr le dejaba demasiado poco tiempo libre... Pero estaba seguro de que agradecerían una visita. ¡Qué mejor que un encuentro cara a cara con uno de los mejores mineros del lugar! Se mesó la barba mientras en su cara se dibujaba una sonrisa. Estaba deseando ver a cuántas cervezas le invitaban esta vez.

Jaime apenas puede entender las conversaciones de los adultos. El ultimo, el de barba, le cae bien, porque tiene su altura y de seguro van a entenderse bien, no hay duda. Tironea de las prendas de Konrad nuevamente - Porque ese hombre dice que esa vieja es bella?- lo dice sin medir el volumen de su voz, de algun modo sus palabras hacen eco en las paredes y se repiten una y otra vez, un nuevo temor lo inunda... esa mujer es mas peligrosa que un orco, se la imagina cocinandolo con miles de conejos en una gran olla.

El patricio miró a Konrad. Cómo ex miembro del gremio de asesinos sabía calar muy bien a la gente. Y esperaba que Konrad, como ladrón que parecía, hiciera lo mismo.

- Verdad. Me temo que no tienen otra opción.- Dicho ésto se puso en pié y se dirigió a la puerta.- En lo que a mi respecta hemos terminado, estoy seguro de que Lady Margolotta estará encantada de ponerles al día.

- ¿Señor, es que no va a hacer nada con el niño? ¿Qué pinta en todo esto?

Con la salida del Patricio, Lady Morgalotta se inclinó hacia adelante apoyando los codos sobre la mesa.

- Todos los detalles serán revelados a su debido tiempo. Por ahora les basta con saber que se han producido una serie de desapariciones en muy extrañas circunstancias.

Puso una mueca lo más triste y sensual posible y añadió:

- ¿Y bien?¿Me van a ayudar?

-Cualquier mujer a la que el patricio denomine "lady" es bella hijo- le susurró.

Ante la incredulidad del comandante el patricio se fue, y Lady Margolotta empezó a hacer de las suyas

Así que con esa sonrisa que se reservan los condenados a muerte Konrad respondió tanto Vimes como a Margolotta con el simple gesto de encogerse de hombros mientras se rascaba la barbilla. -En fin- dijo finalmente tan solo para dejar claro que no tenía nada que añadir, los habían pillado y les habían colgado el muerto, al menos Lady Margalotta parecía agradable y les habían prometido recompensa.

O`Brian no pudo evitar bajar fugazmente la mirada en cuanto Margolotta se inclino hacia delante pero rectifico raudo antes de que nadie se diera cuenta.

 -Tengo el mal habito de no saber decir que no a una dama en apuros así que puede contar conmigo.-

 Le respondió con toda la diplomacia y buena postura de la que disponía para tratar con los de la nobleza y altos cargos de la ciudad.
 

Las palabras de Konrad alivian su temor, todos parecen mostrarse muy amables con la mujer, asi que bien podria ser que no fuera una bruja despues de todo. Miro de reojo al comandante, ahora era él quien le caia mal... de repente se le ocurre una idea y da unos pasos hacia la mujer pero dirigiendose a el dice - Señor comandante, quizas usted tenga razon, y que yo este aqui sea un terrible error... si me permite puedo volver a ganarme las monedas del dia vendiendo diarios, me alcanza para comprar pan y unas frutas para la noche - gira su rostro hacia la mujer, con cara consternada y simulando desesperanza.

- ¡Tan solo tiene que decirme de cuántas rodillas quiere que me ocupe!

Sonrió y colocó ambos pulgares en el interior del cinturón. ¿Qué mejor que sesgar rodillas sin que después tengas que preocuparte de que la Guardia venga detrás de ti? Además tenía asegurada cerveza. Mucha cerveza.

- Muchas gracias, de veras. Muchas gracias.

Lady Margolotta se puso en pié ignorando al chiquillo que estaba a su lado y le dirigió una mirada al comandante.

- Señor Vimes, estoy segura de que podrá proveer a éstos amables héroes de las provisiones y equipo que necesiten. Sin embargo yo debo partir, dentro de poco el sol se ocultará y es el momento más propicio para viajar..

Antes de salir por la puerta se giró de nuevo y con una amplia sonrisa le volvió a agradecer al grupo su colaboración.

El comandante Vimes se estaba frotando la frente. Aquello no estaba bien. Aquellos hombres no eran héroes, eran forajidos y buscavidas.

Cuando Lady Margolotta desapareció se puso en pié y miro al chiquillo por ser el que estaba más cerca:

- No creo que tenga armaduras de tu talla chaval. - Luego miró al resto del grupo y añadió. -No creo que tenga armaduras para ninguno de ustedes, pero veré qué puedo hacer. Ahora vuelvo.

Desapareció por la puerta y la cerró tras de si. Luego pudisteis oír cómo corría un cerrojo desde el otro lado y un grito a un guardia pidiendo que os vigilara.

O`Brian asintió a las palabras de la mujer.

-Por supuesto, vaya por la sombra- Esbozo una pequeña sonrisa -Seguro que el capitán nos tratara con el cuidado necesario.-

Tras la negativa de armadura para los presentes simplemente se encogió de hombros.
-¿Realmente cree que necesitamos una armadura teniendo con nosotros a un fornido y valiente enano? 
 

Había pasado mucho rato hasta que el comandante Vimes regresó, tras de si le seguía un troll de aspecto más rudo que el que habíais visto antes, arrastraba los pies y en sus manos mecía un montón de chatarra que dejó caer sobre la mesa de la habitación.

- Gracias Detrius, pero la próxima vez se mas cuidadoso. Bien chicos, esto es todo lo que he podido encontrar, coged lo que os haga falta. Ahora hay asuntos que requieren de mi atención, si tenéis alguna duda más...

Dejó la frase al aire y de nuevo desapareció por la puerta, aquello no le gustaba, y parecía querer mantenerse al margen todo lo posible. Salió por la puerta y Detrius le siguió.

Un rápido escrutinio de la chatarra dejaba entrever algunas espadas oxidadas y romas, quizás de más de cincuenta años. Armaduras de placas demasiado pesadas para viajar y lo que parecía el faldón de una cota de escamas a la que le quedaban tres tachuelitas. También se podían ver algunos yelmos, algunos incluso con la cabeza de su antiguo propietario aún dentro. Ballestas sin cuerda, arcos rotos por la mitad y mangos de lo que bien podría haber sido un martillo o una hacha completaban la escena.

Konrad observó en silencio con los ojos abiertos y rostro impasible. Daba las gracias por no depender de aquello para su trabajo.

-Aún así...- dijo cuando el comandante abandonó la sala, mientras se agachaba sobre el montón de trastos igual de allí quedaba algúna daga o por lo menos algún pincho que pudiera llamar estilete, y si encontraba unas botas buenas o un peto de cuero o cualquier armadura lo suficientemente ligera para no hacer ruido habría sacado más de lo que sacaba algunas noches con las tarifas del gremio.

Mientras rebuscaba su mente repasó lo ocurrido -¿Ya está?. Y ahora encima tendremos que ir como corderitos a dónde nos han dicho sin poder siquiera hacer preguntas. Igual deberíamos permanecer juntos y salir lo antes posible- sugirió, tampoco pretendía salir aquella misma noche como Lady Margolotta, pero a lo mejor no era mala idea intentar viajar con ella.