Partida Rol por web

Un agradable prado sobre una de las colinas que rodéan la ciudad. Su alta cerca de hierro está decorada con hiedra de un verde resplandeciente. Un arco de granito da entrada, coronado por un ángel de aspecto beatífico. A lo lejos, el campanario blanco de una iglesia corta el cielo.

La mujer con el uniforme de seguridad privado se acerca al coche, tomando nota de la matrícula en una tablilla.

- Buenos día, señor. Tengo que solicitarle su nombre y algún tipo de identificación antes de permitirle el accso, por favor.

Su voz suena firme, aunque da la impresión de no estar convencida de lo que hace. Por alguna razón, sin embargo, te fijas en su gracioso acento portorriqueño y en un llavero con una pequeña bola de hilo de color amarillo que cuelga de su cinto.

Oakley intentó sonreír, como siempre que veía una mujer medianamente atractiva. Y como siempre, el resultado fue una extraña mueca que apenas logró elevar las comisuras de sus labios. Ahora parecía que estaba aprobando  condescendientemente su labor como vigilante del cementerio.

Maravilloso.

Sacó su identificación del bolsillo delantero de la chaqueta y la abrió a suficiente distancia de la mujer como para que pudiera leer su nombre, pero sin que pudiera apreciar perfectamente la fotografía. Si descubría que su rostro era más serio de lo que intentaba aparentar ahora, podría colegir que estaba tratando de ser simpático.

Carraspeó.

-Tengo entendido que en este cementerio se encuentra el panteón de los Wheeler. Me gustaría echarle un vistazo, pero bastará con que me indique cómo llegar. ¿Puedo aparcar mi coche aquí?

- Si, puede aparcar por aquí delante...

Señala la extensión de asfalto junto a la caseta de entrada. Espera a que salgas del coche para continuar conversando.

- Perdone que tenga que registrar su matrícula, Agente. Desde lo del robo de tumbas, se registran todos los visitantes que no sean parte de una comitiva. ¿Viene a investigar el caso?

Ah, diablos.

Así que tendría que volver atrás, y con ello regresar a la estúpida sonrisa. Bueno... protosonrisa. Arqueosonrisa. Seudo, eso, seudosonrisa. Como fuese.

-Comprendo perfectamente que es su tarea, señorita. Mucho me temo que el robo de tumbas no es aún un delito federal -un momento, ¿eso era un chiste?-, pero quizá sea un fenómeno relacionado con mi investigación actual -y entonces sacó su libreta y dejó con alivio que el Oakley profesional borrara todo rostro de seudosonrisa-. ¿Podría informarme de qué tumbas han sido saqueadas y cuándo ha sucedido?

La joven esboza una sonrisa, y por la forma en que lo hace, parece que tampoco ella esté muy acostumbrada a hacerlo.

- Si, Agente. Era la tumba de un niño de la zona, Antonio Turner. Justo allí, siguiendo ese sendero hasta el bosquecillo de cipreses. Ocurrió hará como dos meses o algo así. Por eso ahora han contratado más seguridad - señala la placa corporativa del hombro de su camisa de manga corta. Por debajo del borde de la manga asoma parte de un tatuaje: Un pergamino y parte de un lema: "[]ER FIDELIS" - No es que me alegre, ojalá atrapen a esos malnacidos, pero bueno.

Otro coche se acerca a la verja. La guardia frunce el ceño antes de despedirse.

- Bueno, otros visitantes inesperados. Lo siento, tengo que atenderlos, Agente. Un placer - Tiende una mano y te la estrecha con un apretón firme - Si necesita cualquier cosa, aquí estaré. Hasta las nueve.

Al reconocer el tatuaje con el lema de los marines, Oakley se cuadró instintivamente. Esperó que ella hubiera advertido el cambio de disposición cuando se despidió dándole la mano. A los marines les gusta que les reconozcan.

Así que... Antonio Turner. Oakley revisó sus notas tras una corazonada y encontró lo que buscaba.

El cadaver que GARRET había desenterrado y tenía en su Depósito era el de Antón Turé, hijo de una familia que ocupó la casa en los 60. GARRET sospechaba que el niño no había muerto, y por eso había desenterrado el cadáver. Era una pista que no habían seguido en su momento y lo lamentaba. Pero lo que más le llamaba la atención era el cambio de nombre: de Antón Turé a Antonio Turner. Eso podía significar varias cosas: que el cadaver se enterró con nombre falso por razones desconocidas o que la ex-marine había traspapelado o confundido el nombre. En cualquier caso, valía la pena comprobar lo que ponía en la lápida. El resto de pruebas, habiendo pasado dos meses, serían imposibles de encontrar.

Iría primero a la tumba del crío y después al panteón de los Wheeler.

Los senderos recebados con gravilla blanca dividen los diferentes prados en pulcras parcelas. Aquí y allá, bancos de cantería, estátuas tranquilizadoras y pequeños bosquecillos.

Las cruces y las lápidas se extienden por las dos pequeñas colinas que forman el cementerio. La tumba del joven Antón Turé se encuentra en una ladera al sur. La tierra parece haber sido plantada recientemente, anuque se nota la marca de terreno removido.

La lápida, una fría y sobria losa de color gris, sólo muestra el nombre del niño y la fecha de su nacimiento y muerte.

Después de presentar sus respetos a la tumba profanada y de comprobar ciertos datos con sus notas, Oakley se encamina con paso vivo hacia el panteón de los Wheeler.

El mausoleo de los Wheeler es una pequeña construcción neoclásica, apenas lo bastante grande para albergar ambos féretros, que queda eclipsada por otros pertenecientes a familias más adineradas. Sin embargo, está labrado en granito con mucha maestría. En su fachada sur, dos lápidas indican los nombres de los fallecidos, así como las fechas de nacimiento y muerte.

Todo coincide con los datos que ya poseías al respecto.

Oakley examinó con cuidado los contornos del mausoleo. Que le condenaran si sabía algo de mampostería, pero al parecer el tal Wheeler esculpía con una elegancia impresionante, y aunque ya habían mirado en el Ayuntamiento sin éxito, quiso asegurarse de que el tipo no se fue al otro mundo diseñando su última morada con algún tipo de mensaje oculto...

La estructura es neoclásica, bien acabada pero carente de florituras. Las imágenes de ángeles son bastante buenas, pero no parecen tener ninguna referencia oculta. Tampoco encuentras símbolos ni marcas extrañas en lugares inaccesibles.

Es una bonita tumba de granito. Nada más.

Un agradable prado sobre una de las colinas que rodéan la ciudad. Su alta cerca de hierro está decorada con hiedra de un verde resplandeciente. Un arco de granito da entrada, coronado por un ángel de aspecto beatífico. A lo lejos, el campanario blanco de una iglesia corta el cielo.

La guardia de seguridad te toma los datos al entrar y al ver tu credencial te indica un sendero.

- Por ahí se fue su compañero, Agente.

Oakley se encuentra en hu habitual actitud ensimismada, frente a un pequeño mausoleo de granito con dos tumbas. Es imposible saber si está frustrado o absorto en sus pensamientos.

Lo cual, por otra parte, es bastante normal en él.

Asietno al agente antes de aparcar y de salir del coche. No me gustan los cementerios, nunca me han gustado.

Camino hacia donde esta y me paro a su lado mirando el mausoleo

Agente Oakley murmuro 

Pasó una mano por el frío mármol sólo para sentir su textura y entonces oyó una voz que se el antojó venida de dentro del panteón. Su corazón se sobresaltó.

No su rostro.

-Agente Van der Meiner. No hay mucho que mirar aquí. He confirmado que el agente GARRETT vino aquí a desenterrar el cuerpo que usted examinó: el niño Antón Turé. Por alguna razón no se creía que hubiera fallecido. Por lo demás, no he encontrado nada -hizo una pausa mientras la miraba tras sus gafas. No parecía mostrar demasiadas secuelas después del disparo. Aunque él nunca dejaría de ver su cara contrayéndose de dolor nunca. Y tampoco se lo perdonaría.

Nunca.

-¿Qué tal las pruebas forenses? ¿Algo nuevo?

Miro el panteon, asi que fue aqui donde lo saco.

la verdad es que no hay mucho que ver, puede que se me pasara algo por alto, traje algunas carpetas, pero despues de un tiempo no hay ningun informe medico y decir que murio de causas naturales con esa edad sin poder ver el cadaver, no se yo si seria normal.

Tal vez deberiamos pedir la inhumacion de lcadaver, no me gustaria nada mas que meter las manos en un cuerpo putrefacto sobre la fria mesa de autopsias mientras al resto se le pone la cara de color verde. Una sonrisa se forma en mi rostro durante unos segundos...

Una brisa fría recorre el césped bien cuidado del Cementerio.

Un agradable prado sobre una de las colinas que rodéan la ciudad. Su alta cerca de hierro está decorada con hiedra de un verde resplandeciente. Un arco de granito da entrada, coronado por un ángel de aspecto beatífico. A lo lejos, el campanario blanco de una iglesia corta el cielo.