Partida Rol por web

Tras analizar la situación en la que se encontraban, Kamil no encontraba una solución "lógica", si es que ese término podría aplicarse a la situación en general sobre que hacer respecto a la llamada del espíritu de la casa.

- Tenemos que llegar a los acantilados y parece que bajar hacia el muelle por ese camino nos llevará hasta allí - dijo señalando el camino parcialmente envuelto en niebla - pero no sé si será más seguro esconderse y pensar con más claridad en la situación. No parece que el espíritu de la casa quiera hacernos daño, pero no lo podría asegurar...

También podemos dividirnos y multiplicar posibilidades... ¿qué opináis?

Ricardo no dudó un instante. Cuando alguien llamó desde la casa y les ofreció protección contra los cancerberos el detective se dejó caer sobre los imaginarios brazos de ese alguien o ese algo que se los ofrecía.

La lógica había dejado de tener sentido y una vez la mente analítica de Ricardo había dejado de tener ese lastre las cosas empezaban a ser más fluidas, su mente no se hacía tantas preguntas y podía pensar en lo que de verdad importaba.

—¿Quién sois? —preguntó nada más ver a la criatura que les había hablado— ¿Qué carallo son los cancerberos y qué debemos saber de ellos?

Las preguntas salían casi atropelladas de la boca de Ricardo que, por un momento, se había olvidado de sus amigos.

Se metieron en la casa cerrando la puerta tras ellos. Era, como todos los demás hogares de Sanabrás, una vieja casa de pescadores abandonada. Los muebles que habían conformado una especie de sala común eran poco más que maderas podridas en el suelo y el hogar de la chimenea yacía semiderruído y atrapado por malas hierbas. Una puerta de madera que conducía probablemente a una segunda estancia todavía se conservaba a duras penas colgada de unas oxidadas bisagras.

- Ssssshhhh...

La figura que les había llamado y ahora pedía silencio era poco más que una sombra difusa entre las paredes con la forma de una mujer. Instintivamente los amigos silenciaron sus preguntas mientras escuchaban como en el exterior las cadenas se aproximaban a la casa. Había un sonido adicional: una especie de gruñido gutural acompasado por unos pesados pasos. Todos sintieron nuevamente esa tensión en la espalda, ese mareo en las sienes de quien está sometido a una presión y un peligro inminente.

Por suerte para todos las cadenas se alejaron siguiendo probablemente el camino que ellos habían abandonado.

- El Cancerbero es el ejecutor de los Carceleros. A nosotros no puede hacernos nada pero a los vivos... ah, los vivos sois su presa favorita. Tomás nos advirtió de vuestra llegada. Algunos de nosotros os ayudarán pero no debéis fiaros de los otros. Los Resignados os entregarán con gusto a esa bestia sólo para evitar que podáis intentar romper el maleficio del pueblo.

-- ¿Y cómo podremos saber quién de vosotros resultaría de fiar? -- preguntó Kamil cuando la mujer les habló acerca de los resignados. La situación parecía complicarse por momentos, ya que a la propia presencia del cancerbero, de los carceleros... ahora había que sumar también la de los resignados...

Kamil escuchó como el ruido de las cadenas se alejaba poco a poco de donde ellos se encontraban hasta que el silencio reinó nuevamente en la vivienda.

-- ¿Hay alguna otra forma de llegar a los acantilados? He leído que en algunos pueblos de costa, existen túneles en los sótanos de las viviendas que pueden llegar a comunicar con cuevas naturales en los acantilados... -- comenzó a decir Kamil interrumpiéndose ante la mirada de sus compañeros -- ... sí, lo leí en algún sitio... los lugareños usaban esos túneles para transportar las mercancías que llegaban a la costa provenientes de naufragios y así se evitaban tener que declarar sus hallazgos -- terminó de explicar.

-- ¿Hay algo así en Sanabrás? --

Ana sopesó las posibilidades que ofrecía Kamil –Pienso que es mejor que no nos dividamos- dijo finalmente tras morderse el labio pensativamente. Ricardo tomó la iniciativa y se adentró en la casa, aquella parecía tan buena opción como la otra e igual de arriesgada.

La medara crujía bajo sus pies a medida que avanzaba por la estancia detrás de Ricardo y de Kamil –Vamos Mario- dijo a su amigo.

El polaco se dirigió a la Sombra y formuló varias preguntas, eran buenas, pero habia una más sobre la que Ana sentia curiosidad -¿Por qué los resignados no desean romper el maleficio?

Ricardo estaba perdiendo casi toda noción con la absoluta realidad que siempre había tenido como máxima expresión de su psique. Esos tres amigos eran lo poco que quedaba de esa realidad y cada vez le resultaban más distantes.

—¿Cómo llegamos a las cuevas? —dijo casi escupiendo la pregunta—. Debemos llegar allí cuanto antes.

Pronto le llegó la misma pregunta disparada por Kamil. En realidad Kamil había hecho la pregunta antes pero Ricardo la enfatizó y la llenó con la prisa que ahora envolvía sus acciones.

La figura asintió. 

- Túneles de contrabando. ¿No os indicó Tomás el camino? En su tiempo eran muy utilizados para lo que dice el extranjero. Luego, cuando el pueblo se dedicó a otros menesteres, siguieron siendo útiles para alcanzar el mar. Cuando salgáis de esta casa cruzad la calle y meteros por el callejón que hay enfrente. Veréis los restos de una cuadra. Entre los escombros tiene que haber una trampilla que lleva a unas cuevas naturales que desembocan en los acantilados. Pero tened cuidado... si escucháis una llamada no la atendáis. Este mar está lleno de peligros que no podéis siquiera imaginar. Seguid pegados a las rocas hasta la cueva, allí os estará esperando Tomás. 

Luego se volvió hacia Ana:

- Porque creen que algún día los Carceleros cumplirán su palabra y nos librarán. Pero no es así. Somos polillas atrapadas por la luz y la única manera que tenemos de abandonar este lugar es atraer a otras polillas. Algunos nos hemos negado a seguir el juego y queremos romper la cadena. 

—¿Una llamada como la tuya? —inquirió Ricardo.

Estaba realmente tenso y sin esperar la respuesta se acercó a una de las ventanas de la casa para mirar entre las rendijas de los tablones que la cerraban. El lugar estaba muy oscuro, casi no se podía ver.

—¿Cuándo podemos salir? Esos cancerberos o carceleros o lo que sean... ¿nos escuchan? ¿sólo nos ven? ¿nos sienten? ¿qué debemos hacer exactamente para evitarlos?

Ricardo le había robado las palabras de la boca a Mario. "¿Una llamada como la tuya?" No podía quitarse la sensación de estar siendo guiados como ovejas y de que la tensión no les daba margen para pararse a pensar.

- ¿Qué será de vosotros cuando se rompa el maleficio? - le preguntó a la sombra

- Una llamada como la que os trajo aquí. ¿No os dais cuenta? ¿Qué os contó vuestro amigo? ¿Qué con vosotros aquí tendría otra oportunidad? ¿Y que entonces sería libre? ¿Os lo contó todo? ¿Qué os dijo que pasaría si no era capaz de cumplir su parte del trato? ¿Os dijo cuál sería vuestro destino?

-Teo nunca pondría nuestra vida en peligro- Ya había escuchado acusaciones parecidas y, sinceramente, estaba harta. Aquello le ponía de mal humor, quizás porque en el fondo sabia que podría ser verdad ¿Qué sería capaz de hacer ella misma por salvar su vida?.

El espectro solo había respondido a una parte de la pregunta de Ricardo pero faltaba lo más importante -¿Cuándo podremos salir de aquí y cómo podemos evitar a los carceleros?- repitió.

La sombra movió la cabeza. O eso al menos parecía su movimiento. Cada vez resultaba más difícil distinguirla de las otras sombras de la habitación.

- El Cancerbero ha pasado de largo... al menos de momento. Debéis apresuraros.

Después lanzó un extraño suspiro antes de contestar a la pregunta reiterada de Ana:

- Los Carceleros no acudirán. Ellos se mantienen al otro lado del Portal, acechando. Es el Cancerbero el que debe preocuparos. ¿Teo no pondría en peligro vuestras vidas? Ha hecho más que eso: ha vendido vuestras almas. Si morís aquí, en Sanabrás, quedaréis atrapados como nosotros. Y se os ofrecerá un pacto... un pacto mediante el cual podréis intentar liberar vuestra alma a cambio de algo... siempre y cuando como aval atraigáis a alguien que responda por vosotros. ¿Os suena de algo? Algunos de nosotros hemos rechazado ese pacto y esperamos que un vivo consiga realizar el Ritual. Por eso los Resignados os ayudamos... sólo vosotros podéis realizar el Ritual mientras permanezcáis vivos. 

Las palabras de aquel fantasma calaron muy hondo en la cabeza de Ricardo... empezaba a atar cabos y el resultado de esa elucubración no le gustaba.

—¿No lo entendéis? —inquirió Ricardo a sus compañeros—. Somos el aval de Teo. Si no cumple su pacto nosotros responderemos por él... y ya sabéis qué significa eso. Sospecho que su pacto tiene que ver con esa obsesiva melodía que trata de encontrar. Y esos Carceleros son los que nos retienen aquí y los que también le retienen a él y probablemente a todos esos fantasmas de los que habla —dijo señalando a la sombra—. Si esos Carceleros no pueden hacernos daño, entonces sólo tenemos que preocuparnos de ese Cancerbero. El perro de presa de los vigilantes.

Ricardo abrió la puerta.

—Pero ahora tenemos una oportunidad: ese ritual. ¿En qué consiste? —preguntó directamente a la sombra—. Sea como sea lo ejecutaré. ¿Cuánto tiempo tenemos?

- El que podáis manteneros vivos. El Ritual sólo puede ser ejecutado por los vivos. Por eso los Carceleros han enviado al Cancerbero, su ejecutor. Si perecéis en Sanabrás quedaréis atrapados como nosotros... 

La sombra fue disipándose.

- Tomás conoce el Ritual. No os fiéis de los Resignados. No os fiéis de nadie en Sanabrás. 

Y como si ese último consejo le costase el esfuerzo de mantenerse en ese plano la sombra se disipó.

Ricardo se asomó cautelosamente al umbral. La espesa niebla dificultaba la visión pero atisbó el callejón que le había indicado la sombra. Del Cancerbero, fuera lo que fuera, no había ni rastro. Ni tampoco se escuchaba ahora el repiqueteo de cadenas.

—Vamos —dijo Ricardo iniciando la marcha hacía el lugar que había citado aquella sombra.

Kamil escuchaba con atención el discurso de la aparición intentando descubrir la verdad detrás de sus palabras, sin embargo, antes de poder sacar nada en claro, la figura se evaporó frente a ellos.

- Es el momento - dijo Kamil después de que Ricardo se asomase y no viese rastro alguno del Cancerbero - Vayamos a la cuadra y busquemos la trampilla que nos llevará a los túneles.

Cruzaron rápidamente la calle siguiendo las indicaciones de la sombra para alcanzar los restos del mencionado granero. Kamil se adelantó mientras Ricardo cubría el área siempre con su arma a punto. No estaba demasiado seguro de que aquello valiera de nada contra las sombras pero el Cancerbero, aunque no lo habían visto todavía, parece ser más... físico. Toda aquella situación era una locura descontrolada pero el detective estaba acostumbrado a jugar con las cartas que le daba la vida, no a lloriquear cada vez que la baraja viniese trucada.

De pronto Kamil les hizo una seña. Había encontrado la trampilla y al levantarla unas escaleras de metal incrustadas en la piedra descendían hacia un húmedo túnel natural subterráneo. Pero lo que a Kamil le llamaba la atención eran los grabados de las paredes. 

Cuando Kamil encontró la trampilla en el fondo de la cuadra, no pudo evitar un gesto de alegría al ver que, al menos hasta el momento, lo que les había dicho la última aparición parecía ser verdad. Inicialmente la trampilla se resistió a sus esfuerzos por abrirla pero por fin, después de que una película de sudor comenzase a empapar su espalda consiguió abrirla y descubrir unos escalones metálicos incrustados en la pared de piedra que descendían hacia la oscuridad en una espiral hipnótica.

Sin embargo, algo más llamó su atención. Al acercarse más, pudo ver como la totalidad de las paredes de piedra estaban recubiertas por una serie de líneas y puntos que claramente no se debían a la acción geológica, sino que alguien se había molestado en grabarlas a mano.

Haciendo una seña a sus compañeros para que esperasen unos instantes, Kamil estudió con atención los grabados. Aunque no era un experto en lingüística, le pareció que los caracteres podían ser runas célticas, lo cual encajaría con la localización donde se encontraban ya que se creía que los únicos lugares de la península ibérica donde habían existido druidas era en Galicia y Asturias. Tras observar las runas le pareció encontrar un patrón en las mismas, un fragmento que se repetía una y otra vez como si de un mantra se tratase.

¿Qué significaría eso? ¿Una advertencia de peligros más adelante? ¿O un conjuro de protección? La propia idea de pensar en magia, conjuros y tradiciones druídicas hubiera causado carcajadas al propio Kamil hasta hace un par de días, pero ahora todo parecía jodidamente real.

-Ey chicos... mirad esto - susurró Kamil a sus compañeros al tiempo que les explicaba sus hallazgos.

Pese a la locura en la que estaban metidos, Mario comenzaba a recuperar el aliento y tranquilizarse después de que la última aparición se esfumase sin haber respondido a su pregunta. Se sentía protegido por el hacer de Ricardo, pero también quizás ayudase en algo el sentir el calor del brazo de Ana al que por momentos se agarraba y por momentos dejaba que fuera ella quien apretase.

Mientras tanto, Kamil levantó la trampilla sin ayuda pero no sin esfuerzo y Ricardo seguía cubriéndoles la espalda. En ese momento una sensación de inutilidad inundó su mente. Miró hacia el suelo y se fijó en sus zapatos de piel de 300 euros empapados y destrozados - ¿Dónde creías que ibas Mario? - Ana tiró de su brazo y le miró sonriéndole. Eso volvió a tranquilizarle. Le devolvió la sonrisa justo cuando Kamil reclamaba su atención.

Mario encendió su mechero y se acercó para ver a qué se refería. - ¿Runas dices? Sí... pero también parecen letras ¿no? Incluso palabras.... - Intentó identificar algún patró y se fijó en la parte final.

- Mira, mira. Aquí parece que ponga Bach. ¿Bach celta? Wagner si me apuras... Igual me equivoco, aunque sí. Mira - señaló con su dedo acercando la llama justo al símbolo final, una especie de H - Esta la conozco. - sonrió - La llevaba tatuada Martín en las nalgas. - Miró a Ana - Sí mujer, a Martín a tí sí te le presenté ¿no? ¡El rubio mujer! Bueno, que se me va... él me dijo que significaba destrucción o algo así. Era un tío un tanto raro.... pero qué culo tenía. Si señor.