Partida Rol por web

El bofetón no había servido para más que para comprobar lo suave que era la cara de Kamil. Nadie había despertado, Teo seguía ensimismado y ahora su cara le picaba.

- Perdona Kamil, bueno... algo ya me conoces... a veces me dejo llevar por el drama. - Las voces les interrumpieron - Si, no hay duda de que es Enrique pero los demás... Teo, ¿reconoces esas voces? - pregunto al tiempo que se acercaba a la puerta para asomarse e intentar escuchar algo más.

Teo seguía ensimismado en sus experimentos musicales. Tan sólo dejaba el teclado del piano para apuntar algunas cosas en las partituras que revoloteaban a su alrededor.

- Sí, deben haberse encontrado con los espíritus... hay muchos...

Como si aquello fuera una observación del todo normal continuó con el estudio de una escala.

Mientras Mario se acercaba a la puerta para escuchar con más atención, Kamil se giró hacia Teo. - ¿A quién pertenecen los espíritus, Teo? - le preguntó, esperando obtener una respuesta algo más elaborada por parte de su amigo.

Mientras esperaba la respuesta de Teo, Kamil se dirigió a Mario. -¿Has oído algo más? Ana...

Aunque Teo permanecía ensimismado en su composición sin contestar a Kamil una voz de hombre parecía responder la pregunta de Kamil desde la planta baja:

- [...] tantos nombres para nosotros como quieras pensar. No podemos salir de aquí ni hacer nada por salir. Pero vosotros estáis vivos. Vosotros podéis intervenir. ¡Ayudadnos y podréis salir de aquí con vuestro amigo!

Nos hace venir hasta aquí y ahora ni siquiera me responde... pensó Kamil ante la falta de respuesta de Teo. Entre tanto, las voces del piso inferior seguían hablando y pudo entender algo más de lo que decían.

- Ja pierdolę - exclamó en un arrebato volviendo a su idioma natal.

- Mario, bajemos a ver que ocurre. No creo que Teo vaya a moverse de aquí en un rato - le dijo a su compañero señalando consecutivamente hacia la puerta de la habitación y hacia Teo.

Se fijó en Teo quien seguía a lo suyo con esa normalidad que empezaba a molestarle y asintió a Kamil.

- Sí, vamos. Me preocupa Ana... - y se adelantó a cruzar la puerta de la habitación desobedeciendo a Ricardo.

Mario y Kamil descendieron cuidadosamente por las escaleras hasta llegar a la planta baja. Las voces parecían llegar de una cocina que había al fondo del pasillo. De hecho podían ver a una Ana sorprendida mirando hacia el fondo de la misma, así que ambos amigos se acercaron.

La cocina estaba bastante maltrecha, como el resto de la casa. La mayoría de los azulejos de las paredes se habían desprendido por el paso del tiempo y los muebles de madera, pese a que se notaba que antaño fueron de calidad, pendían ahora resistiendo apenas el paso del tiempo. Varias lareiras, cocinas de leña, formaban los fogones de lo que en un pasado debió ser un lugar de mucho trabajo, donde probablemente se sirvieran opulentas comidas para muchos comensales. A un lado había una gran chimenea de piedra sobre la que todavía permanecía una estructura de metal destinada probablemente a soportar algún caldero de proporciones gargantuescas donde preparar potajes. Y tras los restos de una mesa enorme, frente a la puerta trasera entreabierta, estaba una niña.

Había algo en ella desconcertante. Era una niña en camisón, de unos nueve años y de largo pelo enmadejado negro. Pero su mirada, su rostro, no parecía definirse del todo. No es que fuera neblinoso ni espectral. Era que simplemente costaba retener sus rasgos, como si aquella niña fuera un compendio de todas las niñas de nueve años que hubieran conocido. Y luego estaba esa mirada fija, penetrante, sin atisbo de miedo. Una mirada anciana que para nada se correspondía con la edad del rostro que la encerraba.

A espaldas de la muchacha estaba un hombre alto y fuerte, de pelo canoso y prominente mostacho. Vestía unas ropas de marinero que parecían permanente húmedas, incluso con retazos de algas y en su mirada se adivinaba un incierto peligro. Su voz era grave, como el viento que sale de las grutas marinas. Era el que acaba de hablar.

- Vaya,- dijo el anciano - veo que vuestros amigos se han unido a nuestra conversación.

Ricardo y Ana se volvieron hacia la puerta que daba al pasillo, por la que habían entrado Kamil y Mario.

- Ricardo... Ana... ¿os encontráis bien? - preguntó Kamil a sus amigos cuando entró en la destartalada cocina sin retirar la mirada de las otras personas que se encontraban allí.

- ¿Qui está pasando? - preguntó angustiado. - ¿Di que va ecto? - El nerviosismo de Kamil ante la situación hacía que su acento fuese mucho más marcado que de costumbre

Ricardo estaba sentado en el suelo apuntando con su arma a una de esas figuras. Tan pronto como Kamil hizo acto de aparición el objetivo de ese arma cambió y ahora apuntaba al polaco.

De inmediato el detective relajó el gesto y bajó el arma.

—Sois vosotros —dijo Ricardo—. Perdonad, me estoy volviendo loco.

Ricardo le ofreció la mano a Kamil y con su ayuda se puso de pie. Nuevamente su atención volvió sobre aquel viejo ser.

—¿Y en qué consiste esa ayuda? —preguntó—. Estas criaturas insisten en que estamos atrapados aquí y que Teo nos ha tendido un trampa para que vengamos. Al parecer si les ayudamos podremos salir de aquí.

El detective explicó la conversación con el viejo a sus recién llegados compañeros sin levantar la mirada de aquellas criaturas.

- No lo hagáis.- dijo la niña - Si ayudáis a los rebeldes os estaréis enfrentando a los Carceleros y vuestro destino será funesto. Por el momento sólo quieren a vuestro amigo. Dejad que pase lo que deba pasar, fue él quien hizo la apuesta y quien debería pagar por ello.

- Ya están involucrados. No hagáis caso a esta vieja bruja necia.- dijo señalando a la niña, para sorpresa de Kamil y Mario, que no entendían la lógica de los adjetivos aplicados para ella - Si estáis en Sanabrás es porque ya habéis traspasado el velo. Y si lo habéis traspasado los Carceleros no os permitirán regresar. Es así como funciona esto: como los marineros caídos que se enredan en las algas y que arrastran con ellos a sus compañeros cuando intentan salir del agua. Os ofrecerán una oportunidad si traéis aquí a alguien que os pueda ayudar sirviendo de aval. Y la cadena nunca se rompe...

Miró a Ricardo fijamente:

- Pero existe una manera de romper el círculo vicioso. Hay un ritual pero sólo pueden realizarlo los vivos. Nosotros podemos guiaros, pero vosotros debéis... 

- Si lo hacéis desafiaréis directamente a los Carceleros.- repitió la niña - No tendrán piedad de vosotros. Él mismo lo ha dicho: por el momento estáis vivos, por lo que ellos no tienen poder sobre vosotros salvo que crucéis cualquier línea que os una con los muertos. Y entre esas líneas está colaborar en un ritual.

- Tú mismo lo has dicho bruja: no tienen poder sobre ellos porque están vivos pero eso es fácil de resolver ¿verdad? ¿Cuánto sobrevivirán en una aldea fantasma de la que no pueden salir? Al final morirán y quedarán aquí atrapados, como todos nosotros.

—Hablame de ese ritual —dijo Ricardo rápidamente—. Si hay alguna opción quiero saberla.

El detective se había recompuesto y miraba a sus amigos en busca de quizá algún apoyo. Él tenía claro que haría todo lo posible por sacar a Teo de aquel lugar. En cierto modo Ricardo pensaba que no había forma de salir de aquí y que el viejo fantasma de Tomás tenía razón.

—Mario... Kamil... Ana... ¿estáis conmigo?

Tiene que haber otra salida... pensaba Kamil mientras oía a la niña y al viejo hablar sobre las líneas de los muertos. Sólo es una niña... y un viejo... me niego a creer que sean espíritus... continuaba debatiéndose Kamil con sus propios pensamientos.

- Parece que no hay muchas opciones más, ¿verdad Mario? - preguntó dirigiéndose a su compañero, aunque era más bien una pregunta retórica. 

- Pues claro que estoy contigo Ricardo...

Mario y Ana permanecían en silencio, quizás pasmados por la presencia de aquellos espíritus. Fue el ente que conocían como Tomás quien contestó:

- Hay unas cuevas en los acantilados que bordean la costa. En ellas se oculta un lugar de poder. Cuando los celtas dominaban estas tierras acudían allí para realizar ofrendas a dioses antiguos a cambio de protección, para mantener a los que Acechan en el Exterior aparte. Pero cuando llegaron los romanos los sacerdotes fueron exterminados. El lugar de Poder quedó sin protección y aquellos que acechaban lograron asomarse pero no entrar. Aún así se aliaron con los que habitaban el zona. Sin la sabiduría de los sacerdotes celtas la codicia ganó el corazón de los hombres y rituales más antiguos que el mundo perduraron hasta nuestros días en la oscuridad. Siguieron intentando, siglo tras siglo, que sus sirvientes abrieran la puerta. Pero los sirvientes se dieron cuenta de que si la puerta permanecía entreabierta ellos ostentarían el poder: los que Acechan les darían sus favores por la promesa de apertura así que jugaron un peligroso juego... tentarlos a la vez que les negaban lo que ansiaban. 

La niña se dirigió hacia la puerta trasera de la cocina, que daba al exterior:

- La historia no terminó bien. Cuando los que Acechan se cansaron buscaron a alguien más ambicioso para darle una oferta de poder inimaginable. Cegado por su propia ambición el Indiano intentó abrir el Portal... los nuestros pudieron cerrarlo antes de que pasar algo peor, pero entonces los Carceleros ya habían conseguido enlazar este sitio con su mundo. Y así ahora vagamos nosotros, incapaces de cerrar el Portal porque no estamos vivos, incapaces de descansar porque no estamos muertos, pagando por nuestro pecado de ambición.

Abrió la puerta con la clara intención de irse.

- No escuchéis a éste que ya era un loco en vida. Volvió de la Polinesia con aquella mujer que nadie llegó a ver y engendró a criaturas que jamás abandonaron su cabaña. Por las noches todos escuchábamos los cánticos a aquellos que moraban en el mar. ¿Os fiaréis de este hombre para salir de aquí? No seáis necios.

Se volvió a Kamil:

- Hay otra manera. Abandonad a vuestro amigo. Que pague el precio de su codicia. Id hacia el mar y buscad un bote, abandonad la aldea a través de las aguas y olvidad todo lo que habéis visto aquí.

- Entonces....

Mario llevaba un rato largo callado justo detrás de Kamil, apoyado a una de las jambas de la puerta de la cocina. Observaba el diálogo que se había organizado entre esa niña y ese hombre y sus acompañantes.

- Entonces, - tomó aire antes de decir lo que iba a decir - ¿queréis que cerremos esa puerta? ¿Y qué ritual es ese? ¿Y por qué decís que nos engañó Teo? Por los clavos de Cristo, ¿qué es exactamente lo que le ha pasado?

Estaba más nervioso que antes de bajar. Miró a Ricardo - Mira Enrique... yo no sé pero si tú lo ves bien yo a donde tú digas - se golpeó el pecho - Pero yo sigo sin entender qué carajos de historia se ha montado Teo con estos señores. Ahora, ni loco pienso dejarle ahí por muy tarado que esté - dijo señalando hacia la habitación donde se encontraba el músico.

Ana escucho la conversación entre las apariciones y sus amigos, y llegó a la conclusión de que cada vez se le hacía más difícil saber en que confiar.

Pero le costaba creer que Teo les había traído allí de una manera puramente egoísta, se negaba a desconfiar de su amigo a pesar de que muy en el fondo sabía que les había traído hasta allí movido únicamente por el interés propio.

Solo podía confiar firmemente en quienes se encontraban en su misma situación –Yo también me niego a abandonar a Teo- dijo coincidiendo con Mario.

-Yo estoy contigo Ricardo, pero es muy difícil saber de quién fiarse ¿Confiamos en los carceleros, o los desafiamos? .