Partida Rol por web

Me dispongo a seguir amis compañeros, tratando de disimular pero prestando mucha atención a toda la posible nueva simbología que se encuentre en este lugar. Era un hecho, la señorita Wong había conseguid turbarme un poco por fin y llevarme más a su lado del tablero de juego. 

—Podríamos tomar un poco mientras seguimos revisando, esto puede ayudar a calmarnos.

—Entiendo tu pasión por la sangre de nuestro salvador, Frank. Pero dudo que sea el momento o el lugar —digo con un gesto reprobatorio cuando veo el horror. Sharpay desenvolviendo la vajilla que estaba envuelta en una especie de garabatos. Hago un ademán rápido de acercarme para evitarlo pero ya es tarde, para bien o para mal ya los ha desenvuelto. Y, por suerte o por desgracia, a la distancia parecen ser simples dibujos de niños.

Trato de recomponerme y disimular mi anterior movimiento, aunque estoy seguro que mi cara debe ser algo digno de ver. Una mezcla entre desaprobación, miedo y alivio. No puedo evitar dar un suspiro al tiempo que pienso -Cálmate Flaherty, son dibujos y nada más.

En la planta inferior de la sacristía, después de la terrible desilusión de comprobar que la documentación que había ido a rescatar había sido arrojada al fuego por algún alma insensible (o quizá algún alma demasiado joven que se pensaba que todo podía ser susceptible de convertirse en juego), Sharpay sigue insistiendo en su búsqueda de papeles. En esta ocasión les había llegado el turno a aquellos que envolvían piezas de cerámica de antigüedad desconocida. Eran parte de un cuaderno infantil.

Aunque a Gloria Méndez no le gustan los niños, o si le gustan es muy buena disimulando ese hecho, sí le ha llamado la atención el misterioso envoltorio pintarrajeado que Sharpay había recogido. Hubiera preferido, sin duda, examinar el edificio a plena luz del sol, pero parecía que las cosas habían salido de manera diferente a como cualquier de ellos lo hubiera podido planear.

Frank Gambetta, por el contrario, había decidido sacar algún partido de la situación: nada menos que una sacristía llena de vinos de una solera incalculable, aunque de cosechas indistinguibles. Todas las botellas estaban en perfecto estado porque, tal y como él había aventurado momentos antes, nadie había pisado en ese lugar durante mucho tiempo y menos aún un grupo de niños.

Frank coge una botella de vino y una copa que estaban por el suelo y abre la primera. Huele el aroma del vino, que resulta exquisito a su pituitaria amarilla y realiza una primera cata de este. Un sabor fabuloso, ligeramente amaderado, pero sin nada que enviar a otros caldos por los que ha pagado bastante dinero en establecimientos supuestamente respetables y con vinos de las mejores cosechas.

El padre Flaherty no está muy conforme con el comportamiento de Frank. Parece una frivolidad ponerse a beber un vino encontrado en una sacristía mientras hay trabajo que llevar a cabo y un buen número de niños permanecen en ese pueblo. Algo intranquilo por el origen de los dibujos infantiles, decide echarles un vistazo de manos de la señorita Wong.

Una calavera a la que parece faltarle un diente.

Un cuerpo sin cabeza envuelto en llamas.

Una edificación, probablemente una iglesia, con raíces que se hunden en la tierra.

A pesar de que alumbré hacia todos lados y registré la cocina, bajé al sótano sin haber encontrado ningún otro documento. Tras comprobar la normalidad de los vinos, me dirigí a las cajas mientras Frank escogía una botella. La reacción del padre Flaherty al desenvolver la vajilla puso mis sentido alerta. Era tan probable que estuviese pasando por alto cosas importantes… Hacía tiempo que había asumido el riesgo de aquel pueblo, pero el mayor miedo de todos era precisamente ser consciente de la cantidad de cosas que ignoraba. 

Desenvuelvo la vajilla y encontramos unos dibujos que llaman poderosamente mi atención. Los miro todos rápidamente, tratando de formar una idea general. Al ver el segundo, no puedo evitar expresarme con cierto sarcasmo.

—Vaya, parece que a alguien aquí le gusta ver arder cositas importantes —Arrugo el morro, todavía molesta, y comparto mis primeras impresiones—. Según los trazos, es posible que se hayan dibujado por un niño de entre 7 y 9 años. Son muy esquemáticos, pero parece que su autor entiende ciertas relaciones del mundo externo —Extrañada, observo que no está coloreado—. A esta edad suelen usar algo de color, aunque… —Miro a mi alrededor—. Aquí los medios parecen un poco precarios, así que no podemos aventurar por qué su ausencia —Continúo observando las hojas.

Me detengo en el contenido, pero antes de embarcarme en las ideas más disparatadas, trato de pensar algo razonable. Al fin y al cabo no dejan de ser… eso. ¿Dibujos, no? ¿Qué puede haber de realidad en ellos? Intento hacer uso de mis conocimiento mejor avalados y me dirijo a mis camaradas.

—Hay niños que tratan de imitar la realidad, pero otros tantos expresan sus emociones sin disimulo. Muchos pintan monstruos cuando tienen pesadillas, terrores nocturnos o algunas fobias —Miro a mi alrededor, pienso en este pueblo y continúo—. Además, los temores de los niños son aún más sensibles al ambiente que los de los adultos —Vuelvo a mirar las hojas—. Aun así, teniendo en cuenta la calidad del dibujo…, las formas están bien proporcionadas. Y el trazo es bastante ondulado y suave. Desde luego no es el trazo de alguien que tiene miedo. Tampoco el de alguien perturbado o agresivo… Puede que sea simplemente producto de la fantasía.

Pero en el fondo sé que, en un intento de imitar la realidad, puede haber algo más. Desde luego lo que hay en estas páginas… no pinta nada bien.

Intento buscar alguna relación entre el contenido de estos dibujos y lo que hemos visto en Nazarene's Lot. Trato de examinar cada uno y poner en pie algunas ideas que vienen a mi mente. El primero de ellos se asemeja a un esqueleto, al que parece faltar un diente. Si el maíz es, o era, abundante aquí no es de extrañar. El dolor de muelas era muy común entre los mayas y otros habitantes de la zona mesoamericana, posiblemente por el uso de este cereal. Por esa zona se extendió la creencia en el gusano de las muelas. Algunos usaban ungüentos para curarlo, pero la mayoría recurrían a la práctica ancestral de cortar por lo sano. Incluso, en el Popol Vuh, se cuenta que dos ancianos adivinadores, haciendo creer que van a sacar a este gusano, sustituyen la muela del Señor del pueblo por granos de maíz. Pero no es el único relato entre los indígenas…

Sigo con la mirada fija en el dibujo y no puedo evitar recordar al brujo que se convirtió en esqueleto, en un pueblo mexicano. Es la leyenda de un pueblerino, dedicado a jugar con entidades malignas en el panteón del lugar. A medianoche realizaba un ritual y, al tercer toque de corneta, su esqueleto salía del cuerpo, sobrevolando el panteón hasta el amanecer. El pueblo trató de expulsar aquel hechicero, purificando su carne que, durante la noche, permanecía arrugada en el suelo por la falta de osamenta. Cuando comprobaron que el esqueleto no podía volver a su morada, los más ancianos quemaron su piel y sus vísceras. Aún así, el espíritu del corneta maldijo a sus verdugos y siguió vagando por aquel pueblo… Observo más detenidamente el siguiente dibujo.

Ante mis ojos, aparece alguien decapitado y envuelto en llamas. ¿Será el cuerpo en llamas del esqueleto del brujo? ¿Trataría alguien de desterrar algún espíritu, purificando este cuerpo con el fuego? Esta pregunta me trae a la memoria el documento de Henry Willard. Entre los cananeos era habitual quemar a hijos primogénitos en honor a Baal, buscando alguna recompensa por parte de este Dios. Era aún más frecuente en tiempos de crisis, como plagas o sequías. Tan practicado era este culto, así como el uso de la hechicería, que Yahvé prohibió expresamente su uso. Creo que en los salmos dice algo sobre la tierra contaminada por el derrame de sangre inocente. Entonces, una frase, cuyo origen desconozco, viene a mi memoria y se escapa en forma de susurro.

—«No darás hijo tuyo para ser ofrendado a Moloc…» —Curiosamente, el rey de Moab, pueblo de uno de los hijos de Lot y afamado por su gran fertilidad, practicó este ritual.

Aunque en esos rituales no se menciona la decapitación, las cabezas del ganado de los hebreos son moneda de cambio habitual en la expiación de sus pecados. Después de todo, no me extrañaría que esas cabezas no siempre hubiesen sido de animales. Mientras más valor tiene la ofrenda, mejor es la recompensa. Aún así, no son los únicos a los que les gustaba degollar en honor a los dioses.  En el siglo XVII algunos pueblos usaban cabezas santas para purificar agua, bendecir cosechas y evitar plagas y enfermedades. De cualquier manera, son cultos locales poco extendidos, la cabeza se ha usado con mayor frecuencia como trofeo o advertencia…

Contrariada, fijo la mirada en la última página. Curioso… ¿Será esta la explicación de por qué la sacristía no se encuentra en el lugar que esperábamos? ¿Realmente se ha movido el mundo? ¿Forman estos dibujos una secuencia de sucesos, donde fuerzas incontroladas terminan devorando a la iglesia? ¿O, en realidad este edificio no está siendo tragado, sino escupido? Retiro la mirada de los dibujos y alumbro a Arnold para hacerle algunas preguntas, pero no quiero perturbar más su estado de ánimo…, ni tampoco el mío. Después de algunos minutos no consigo encontrar una respuesta satisfactoria a lo que hemos encontrado. Ofrezco las hojas a mis compañeros, para que puedan continuar examinándolas.

Entonces, veo el deleitado gesto de Frank y las palabras del padre Flaherty se deslizan por mi mente. La sangre de nuestro salvador… Las palabras momento y lugar brillan en mi pensamiento.

—Sí, yo quiero un trago Frank, por favor —Me acerco a Frank y, antes de tomar el vino, miro a Arnold esperando que no se moleste—. Lo siento padre, pero no creo que un poco nos vaya a distraer de nuestro trabajo. A lo mejor nos ayuda a templar algo los nervios —Levanto la botella, deseando con este gesto la salud del equipo—. El vino es la sangre de muchos rituales. Es, como ha dicho Arnold,  la sangre del salvador.

Doy un trago a la botella y la ofrezco a Gloria, asumiendo que el padre Flaherty no tomará.

—¿Quieres? —Espero que alguien la coja—. ¿Quién sabe si, llegados a este punto, puede protegernos...? —Recorro el sótano apuntando hacia todos lados con la linterna, para inspeccionarlo a fondo antes de marcharnos. Seguramente Gloria nos indique la siguiente estancia cuando todos estemos listos.

Veo la reacción del padre al estar tomando un poco de vino en este momento, entiendo su reacción pero a veces es necesario un poco de ayuda para "digerir" todo lo que pasa en este lugar y este vino lo tomo como un pago extra por todas las complicaciones que hemos tenido de momento.

—Padre, no se preocupe que no me la tomaré toda de una vez, mi idea es suavizar un poco todo esto. No tengo intensión de alterar mis sentidos para peor —Sonrío bastante amplio mientras le paso la botella a Sharpay que la veo animada a tomar un poco y asiento cuando dice que esto podría templar nuestros nervios.

Me acerco a Sharpay para ver los dibujos que ha encontrado, me causa mucha impresión el de la sacristía hundiéndose, no se si sea premonitorio o si eso le pasó a la sacristía que debería estar al otro lado del puente.

—Será que ahora se van a tragar esta sacristía? o eso fue lo que le pasó a la que está o debería estar en el otro lado del puente?

—A esta edad suelen usar algo de color, aunque… —Miro a mi alrededor—. Aquí los medios parecen un poco precarios, así que no podemos aventurar por qué su ausencia —Continúo observando las hojas.

—Tienes razón, menos mal no los pintaron con sangre... así me gustan más —digo pensando en la mancha que encontramos en la puerta de la casa anteriormente.

Al ver aquellos dibujos un escalofrío recorre mi cuerpo.

—La verdad es que preferiría no encontrarme con la cabecita que ha tenido la idea de dibujar esas... cosas, ¿qué les enseñaban aquí a los niños? O peor, ¿qué les hacían?

Sacudo la cabeza quitándome aquellos pensamientos de la mente y observo el resto del lugar, no parecía que hubiese nada más interesante por allí, salvo los dichosos dibujitos.

Al oír a Frank sonrío, la verdad es que no me vendría mal un traguito, así que cuando acaban ellos le doy un sorbo a la botella sintiendo como el vino calienta un poco mis huesos.

Tras dejar la botella echo un último vistazo por si se nos ha pasado algo.

—Padre, no se preocupe que no me la tomaré toda de una vez, mi idea es suavizar un poco todo esto. No tengo intensión de alterar mis sentidos para peor.

Mientras mis compañeros beben un trago me concentro en ver nuevamente los dibujos, no es que reprobara su comportamiento pero no me interesaba participar.

Los primeros dos dibujos eran muy claros en su temática, la muerte. Uno en su representación más clásica, la calavera, el esqueleto, el cadáver. El otro de una manera un tanto más "extravagante", desde siempre el morir incinerado ha sido una de las formas más terribles de morir. Muchas veces utilizada como forma de tortura antes de la muerte, y muchas otras para purificar a quien es ejecutado de tal manera, la hoguera es un símbolo que genera miedo de solo pensarlo.

En cuanto al tercer dibujo, todo era un tanto más complicado. Podía significar la caída de un santuario por sus propias raíces o su propio peso. También podía significar lo contrario, una iglesia devorada por las raíces de nuevas semillas que aludan a un cambio. La verdad que había demasiadas interpretaciones y creo que sabía el porque de eso. -Ya estoy entrando a ponerme paranoico-

Tras terminar de mirar detenidamente los dibujos veo que mis compañeros han terminado de beber y comento:

—Disculpen que no me una, pero no sería prudente por mi parte —Mientras digo esto no puedo evitar llevar mi mente a las navidades de hace una década. Eran tiempos más felices y más simples, con una persona que ya no está pero siempre me acompaña -Arnold, siempre fuiste un...

Lo último que el grupo esperaba encontrar en el sótano de la sacristía era una serie de hojas de papel con siniestros dibujos claramente infantiles cuyo significado quedaba oscurecido por su difícil interpretación. Sharpay Wong tiene diversas teorías en su cabeza que se basan en las creencias y costumbres que conoce gracias a su familia y a su propia curiosidad insaciable. Tanto ella como Gloria dan un trago al delicioso vino encontrado en el lugar y que Frank ha sido el primero en probar. Arnold, por el contrario, no parece muy partidario de compartir una bebida con todos. De hecho, se excusa al respecto a pesar de que nadie le estaba pidiendo explicaciones por ello, quizá arrastrado por sus recuerdos.

A pesar de seguir buscando durante un buen rato en la sala húmeda, no encuentran nada que les suscite el más mínimo interés. No hay más cuadros ni imágenes, el resto de las hojas del cuaderno infantil empleado para envolver las piezas de porcelana, principalmente platos, vasos y taza, no tienen nada escrito o dibujado y, por mucho que registran en todas las esquinas, no hay nada a la vista. Los tarros de cristal con comida en mal estado que cubren las paredes de tierra apelmazada parecen encontrarse en peor estado que hace unos momentos o, quizá, el olor los hace mucho más repugnantes a la vista que el primer vistazo.

Repentinamente, un estruendoso sonido procedente del techo llama la atención de todos.

Estaba ya cansada de buscar, asqueada por todos los botes de comida que cada vez que los veía me daba la sensación de que estuviesen más podridos, aunque sabía que eso no era posible, cuando oí un estruendo que parecía provenir del piso de arriba.

—¿Qué demonios ha sido eso? Deberíamos subir ¿no?

Aunque había sonado demasiado fuerte, quizás coger algo para defendernos de lo que fuese que había allí arriba sería adecuado...

Escucho al padre excusarse de no tomar una copa pero no ha problema, tendrá sus razones porque después de eso veo que entró en un estado... como recordando algo bastante fuerte. No quiero indagar más para no incomodar.

De repente escucho un sonido fuerte en el techo, y por impulso suelto la botella de vino para tratar de cubrirme.

El techo del sótano parece romperse, a pesar de que sólo está hecho de adobe, y una gran cantidad de arena cae sobre los investigadores del malogrado pueblo de Nazarene’s Lot. Sin embargo, eso no resulta peligroso al no caerse completamente. Lo realmente amenazador son unas raíces, del grosor de un brazo, que descienden animadas como con vida propia sobre los cuatro individuos que están registrando la parte más profunda de la sacristía.

Una de las raíces, especialmente veloz y atinada, agarra a Gloria Méndez del cuello enroscándose en torno a él como una serpiente. La eleva unos centímetros del suelo cortándole la respiración y, tan repentinamente como toda esta caótica situación ha comenzado, regresa a la normalidad. Gloria cae al suelo con un golpe amortiguado por el terreno. No obstante, tanto la raíz como la caída le ha causado un cierto daño del que no puede evitarse quejarse.

Las raíces quedan colgando del techo, como si siempre hubieran estado así y, a no ser por la arquitecta caída en el suelo, podría jurarse que no ha ocurrido nada.

El padre Flaherty se da cuenta que los hongos que han visto antes de entrar pertenecen a un tipo alucinógeno. Quizá alguna variedad de hongos psilocibio que suelte esporas por el aire, cosa que en efecto se está produciendo. Todo lo vivido puede ser explicado como una alucinación colectiva causada por un psicotrópico natural y Arnold se siente impelido a hacerlo para calmar al grupo a pesar de que interiormente no acabe de estar convencido.

Aquellos dibujos habían conseguido perturbarme y, juzgando la mirada con la que el padre Flaherty los observaba, no era la única. Aún así, no me inquietaban más que la propia historia que Nazarene's Lot había estado escribiendo desde que llegáramos. Aunque continuamos inspeccionando el sótano, lo único que encontramos fue más polvo. Daba la sensación de que ni si quiera ratas o arañas podían habitarlo. A pesar de ello, y según escuché a Frank y a Gloria, también para ellos fue un alivio. De alguna forma, temía que apareciese el autor de aquellos dibujos. Aunque, por otro lado, tampoco me sorprendía. Aquel pueblo infame era, en sí mismo, un recoveco pervertido por su propio aislamiento. Probablemente estaba plagado de mejores rincones donde ocultarse… o vigilar…

Escucho la propuesta de Gloria y asiento. A nuestro alrededor todo es silencio y el ambiente parece calmado. Hace algunas horas habría pensado que es lo normal en un pueblo abandonado, pero ya no… La calma y el silencio dan paso a un crujido que precede a un gran estruendo. Mi sentido más primitivo, el de la supervivencia, activa una pequeña almendra en el interior de mi cerebro. Mientras encojo el cuerpo, cubro mi cabeza con las manos y el miedo se apodera de mi garganta.

—¡AAAAY! —Algo terroso se abalanza sobre mí. Puedo notar cómo pequeños granos se introducen rápidamente por todos los pequeños orificios que no he conseguido tapar.

Una ráfaga de imágenes se proyecta por mi mente a la misma velocidad. Entre ellas, la figura de tres niños enmascarados, y la propuesta de Charlotte… volveremos a vernos… ¿no?... ¿Estarían esperando a que llegáramos aquí? ¿Querrían acorralarnos? ¿De dónde viene toda esta tierra? ¿Quién coño está detrás de todo esto? En cada paso que damos, aumenta mi sensación de que esos niños nunca nos han quitado las vista de encima. Todos queremos pensar que sólo es la sensación que crea este pueblo, pero ellos conocen perfectamente nuestros movimientos.

Miro de reojo, para ver qué está pasando. Puedo constatar, cómo el estrés ralentiza el tiempo. Lo que antes parecían garabatos en una hoja de cuaderno, ahora se dibuja lentamente ante mi recelosa mirada. Una espesa maraña, de algo semejante a grandes raíces, parece moverse con violencia bajo su propia voluntad. De repente, una de ellas atrapa a Gloria. Tardo unos segundos en reaccionar, temiendo que realmente la sacristía esté siendo engullida con nosotros dentro. Intento apresar su pie, pero sólo consigo gritar su nombre.

—¡Gloria! —Antes de levantar el brazo, el silencio y la calma regresan.

Parece que el resto del equipo no ha sufrido daños. Corro con urgencia hacia Gloria, tirada sobre la tierra, para comprobar su estado.  Me acuclillo a su lado y le pregunto.

—Gloria, ¿estás bien? —Entre tanto, alumbro brevemente sus ojos para asegurarme de que sus pupilas se contraen con normalidad. Temo que la raíz pueda haberle dañado el cuello mientras la agarraba, o la espalda al caer sobre la tierra. Mientras la examino buscando heridas, le hago algunas preguntas más—. ¿Puedes moverte? —Tiendo mi mano para ayudarla a incorporarse—. Levántate despacio. ¿Te duele algo? —Espero su respuesta—. ¿Te sientes mareada? ¿Recuerdas lo que ha pasado?

Aparentemente no es nada grave, pero trato de buscar algo con lo que aliviar la posible contusión. Me acerco a las botellas de vino y me desprendo de una de las blusas bajo mi chaqueta. La empapo de vino y la aireo hasta que consigo enfriarla. Enrollo la blusa y la coloco sobre el cuello de Gloria, abanicando la tela para evitar que se caliente*. Mientras tanto, retomo y apoyo la idea que ella misma había planteado.

—Debemos salir de este sótano lo antes posible.

Mientras Gloria recupera su compostura, cojo los dibujos, los doblo y los introduzco en el bolsillo de mi pantalón. Miro a mis compañeros y les comunico mi idea.

—Voy a intentar ver qué hay arriba —Remuevo la tierra con los pies, buscando algún tipo de arma blanca—​​​​​​​. No podemos quedarnos aquí.

Camino hacia la escalera y me detengo ante una de las raíces. Incrédula y acongojada, intento examinarla. La huelo y, suavemente, la toco con el dorso de la mano para sentir su textura y su temperatura, casi temiendo despertarlas. Cuando llego, agarro el arma con fuerza y coloco la linterna junto a mi mejilla. Subo lentamente algunos peldaños y muevo la cabeza, intentando captar todo lo posible sin exponerme. Poco a poco elevo mi cabeza sobre la trampilla y compruebo la seguridad que plantea nuestra próxima batida.

¿Qué demonios?

El techo se desplomaba sobre nosotros, aunque por suerte solo es arena.

—Cof, cof... —​​​​​​​el polvo y la arena se me habían metido hasta la garganta, iba a preguntar a mis compañeros si se encontraban bien cuando... algo se enredó en mi cuello y empezó a axfisiarme, voy a morir, en este maldito lugar, ¿cómo diablos he acabado en esta situación? ¿estoy volando? Tiene que ser una pesadilla, sí, eso es, debo haberme quedado dormida, quizás tomé demasiado vino... 

Pero no lo era, porque de pronto volví a caer el suelo y la realidad me golpeó de lleno en la cara.

—​​​​​​​¿Qué cojones? Yo... —​​​​​​​miro a Sharpay que se ha acercado a mí—​​​​​​​ no sé que ha pasado, noté algo en el cuello, me axfisiaba no podía respirar, sentí que me levantaba sobre el suelo y de pronto caí, ¿has visto algo? —​​​​​​​no podía pensar con claridad, lo que quería era salir de ese maldito sótano, en realidad de aquel pueblo de mala muerte en el que había ido a caer por azar del destino.

—​​​​​​​¿Los demás, estáis bien? Salgamos de aquí antes de que suceda algo más, vamos...

Necesitaba respirar aire libre y olvidarme de lo que acababa de suceder, porque por más que lo pensaba, eso no podía ser posible, y yo no me estaba volviendo loca.

En un segundo todo se había ido un poco a la mierda, techos que se rompen, raíces como tentáculos. El mundo se convierte en un lugar más interesante a la vez que tenebroso, y sin embargo hay una luz al final del túnel. No sabía por que pero era lo que sentía, con todo lo que estábamos pasando algo me decía que no debía entregarme a la locura aún. Ese algo es información, saber, conocimiento. Información que había pasado por alto, saber que tenía y conocimiento que ahora me daba valor.

Me acerco a Gloria ignorando completamente a Sharpay -A estas alturas ya es un caso perdido, además en su delirio ya está haciendo lo que quiero que haga- me digo a mi mismo al tiempo que tomo a Gloria del brazo  y llamaba a Frank para que se acercara. En cuanto los tres estuvimos cerca comencé a hablar.

—No me había dado cuenta pero los hongos de antes son de un tipo en específico los cuales liberan unas esporas que, entre otras cosas, causan alucinaciones... Sumados al pobre estado del lugar y a como nos hemos estado sugestionando en el día, explica todo lo que ha pasado —​​​​​​​Señalo con la cabeza a Sharpay antes de continuar—​​​​​​​. Por suerte en su delirio decidió salir afuera, lo cual es la mejor opción. El lugar no es seguro y menos aún si no podemos diferenciar realidad de ficción así que les propongo que salgamos fuera a tomar un poco de aire —​​​​​​​digo con voz calmada al tiempo que me quito la bufanda y se la ofrezco a Gloria—​​​​​​​. Pareces la más afectada entre nosotros, cúbrete las vías respiratorias para evitar seguir inhalando las esporas. Frank, salvo que tengas un pañuelo o algo así a nosotros nos va a tocar tirar con las manos.

Recuerdas que, en el piso de arriba, había una pequeña luz que procedía del techo, lo que te lleva a pensar que tiene que puede haber un piso superior. Y de existir ese piso, bien pudiera contener parte de la documentación que has ido a buscar a Nazarene's Lot. El sitio donde has visto la luz se encuentra casi encima de la cocina.

Cerca, casi oculta, existe una escalera antigua hecha en madera que alcanza al agujero.