Partida Rol por web

Al principio, la guitarra parecía que sonaba bien, pero después de unos segundos, comenzó a sonar de forma extraña. Entonces abriste los ojos y viste, para tu sorpresa, que había un rostro en mitad del armazón. Y lo que era peor.

Te habló.

-Ey, mejor irse con la música a otra parte, ¿no? ja ja ja ja ja.

Tras decirte eso, abrió la boca y te dio un buen mordisco en los dedos, lo que te hizo soltar la guitarra en el suelo. Esta se enderezó, y de pronto surgieron dos piernas y dos brazos de ella, y finalmente, la cabeza, la misma, en el extremo.

-¿Te apetece tocar un poco ja ja ja ja? -te preguntó la guitarra, riéndose. Tú todavía estabas doliéndote por el mordisco y retrocediste, no sin antes fijarte en su mano derecha, cuyos dedos movía sin parar, y en los cuales parecía haber afiladas cuchillas.

El muñeco avanzó hacia ti extendiendo el brazo que llevaba las cuchillas, arañando todos los instrumentos musicales o más bien, haciéndolos trizas, troceándolos, para a continuación girarse hacia ti.

-Venga, hagamos un dúo.

Una de las cuerdas de la guitarra se soltó y se ató alrededor de una de tus piernas mientras otra lo hacía alrededor tu brazo. Las cuerdas apretaban cada vez más y tiraban de ti, atrayéndote hacia aquella cosa, que continuaba moviendo sus cuchillas, ansioso de que llegaras.

Sigo corriendo como si no existiera mañana, tanto que mis piernas comienzan a tensarse debido a los nervios y la actividad en sí. No importa, más aún cuando el escenario regresa a lo que era y todo parece demasiado horrible, peligroso, aterrador. Me detengo unos pasos para equilibrar la respiración, escucho aquellas palabras de mi padre en la mente, resonando como si se tratase de un mantra y no me agrada, juro que no. 

Mi pecho se agita, estoy agotada pero retomo la marcha hasta que lo veo. En ese instante mis ojos se abren de par en par, no sé que hacer, mi rostro se desencaja de repente en una expresión de horror. No digo nada, es que soy incapaz de hacerlo y cuando veo que ese ser comienza a quitarse la piel, doy pasos hacia atrás, alejándome como sea. 

Finalmente termina su proceso, queda allí alguien que da la impresión de haber sido expuesto a quemaduras. Es horrible, en serio que lo es. No lo soporto más, no quiero escucharlo ni verlo, nada. Así que comienzo a correr hasta que me dirijo a un sector donde no veo aquel cable cruzado en el suelo. Tropiezo y caigo al suelo, es brusco, sorpresivo... Hasta que un grito desolador sale de mis labios. 

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOO. - y es justamente aquello lo que me devuelve a la habitación. Estoy sentada en la cama y gracias al efecto de la paranoia, observo cada rincón. Es mi casa, no hay peligro. Pero estoy sudada, la camiseta, las sábanas, aún siento como mi pecho sigue agitado. Ha sido en verdad horrible, una maldita pesadilla... Las odio. Me incorporo de la cama, quiero darme una ducha. La necesito. 

Al sentir los dientes hincándose en su carne gritó sintiendo un espasmo  y, tras parpadear, se encontró en la oscuridad de su habitación, empapado en sudor y aún gritando, no sabiendo muy bien si por el dolor o por el miedo.

Con el corazón a mil  se levantó de la cama tirando las sábanas al suelo. con las manos temblorosas empezó a palpar la pared con desesperación hasta dar con el interruptor de la luz. Una vez en la seguridad de la habitación iluminada comprobó de un vistazo su habitación, dejando para lo último su balón de baloncesto, el cual le costó unos segundos el ser capaz de darle la vuelta para comprobar que ninguna cara macabra le esperaba en el reverso.

Aún tratando de contener los desbocados latidos de su pecho, se llevó la mano a la pierna donde había recibido el mordisco

Mis pasos me guiaron hacia una escena bastante grotesca, algo que verdaderamente no llegué a ver en aquel lugar que se había vuelto extraño para mí al girar por un lugar que no conocía. En mis primeras adopciones si había visto el maltrato, lo había sufrido. En el orfanato no era habitual ese trato, aunque habían niños que si decían que les habían azotado en aquel lugar.

Pero esta era la primera vez que lo veía.

La mujer se giró y me miró con aquella horrenda cara. Su forma de hablarme, su mirada. Me hicieron dar un paso atrás. No la conocía de nada. Sentí un escalofrío en el cuerpo y me fuí a llevar las manos a la boca, cuando las vi. ¿No era más que un niño? No podía ser... ya iba a cumplir los 19 años... ¿Qué me estaba pasando?

Y entonces aquel niño giró la cabeza de aquella espeluznante manera haciéndome olvidar por completo mis preguntas y mirarle con verdadero pavor. Su voz gutural me heló la sangre y sentí como el miedo y mi cabeza se ponían de acuerdo a la vez. Comencé a caminar hacia atrás, queriendo salir de esa habitación cuanto antes, pero sin darle la espalda a aquella horrible criatura. No dije nada. Aunque hubiese querido, no hubiera logrado articular palabra.

En cuanto puse unos cuantos pasos lejos de ellos, me di la vuelta, dispuesto a salir de allí corriendo.

- No debí volver. No tendría que estar aquí. - Pensaba mientras corría lejos.

Tu carrera te llevó a lo largo de aquel extraño y familiar edificio en el que habías pasado tanto tiempo, primero por el pasillo y después, una vez alcanzaste la primera puerta, subiendo las escaleras. Deseabas escapar, pero tus piernas te llevaban precisamente en dirección contraria, hacia arriba, como si tu objetivo fuese diferente.

Subiste los escalones de tres en tres, aceleradamente, y cuando por fin llegaste arriba...

... la sala en la que entraste, que correspondía en realidad los dormitorios, estaba llena de una docena de niños de diferentes edades, que se volvieron al unísono hacia ti, para mirarte

Lo peor es que al girarte, volviste a encontrarte con aquella mujer, en una imagen que te recordaba de nuevo a la mujer que te daba aquellas palizas.

-¿No irás a marcharte ahora, verdad? Por fin nos hemos reunido.

Y por si aquello fuera poco, aquel niño desagradable, llegó arrastándose hasta tus pies.

-¡Cógeme en tus brazos! -te dijo, dando un salto hacia tu cuello, mientras aquella horrible mujer te cubría con sus brazos, y los niños se acercaban a ti, cerrando el círculo.

El sentimiento de agobio y claustrofobía aumentó hasta extremos insospechados, mientras el bebé deforme clavaba sus dientes en tu cuello y apretaba con fuerza.

De alguna manera sentía como mi cuerpo corría por donde le daba la gana. Yo sabía que la salida estaba en la planta baja, pero de golpe me vi subiendo las escaleras hacia los dormitorios. - No, mierda Ed, ¿qué haces? - Me reprendí a mi mismo, sabiendo que estaba auto-encerrando.

Pero el subconsciente era listo y jugaba con lo que sabía y en aquel orfanato había un lugar donde siempre me sentía a salvo: mi cama. Cada vez que tenía miedo me escondía bajo ella y esta vez, al igual que otras tantas, corría hacia mi escondite. Crucé la puerta que reconocí enseguida como la de mi dormitorio y el de varios niños más. Pero allí no estaba mi cama... pero sí un grupo de niños que se giraron al escucharme entrar.

Sus miradas no me gustaron, no conocía sus rostros y me intimidaban. Miré a mi alrededor, aquel no era mi cuarto. Era un dormitorio, sí, pero no el mío. - Yo... no... lo siento... no es mi dormitorio. - Fue lo poco que acerté a decir y me di la vuelta para salir de allí, encontrándome a aquella vieja frente a mí.

Esta vez la vi con más claridad, más detalle... los recuerdos vinieron de golpe a mi memoria. Creí que la había olvidado con el paso del tiempo. Ella no pertenecía al orfanato, sino a una de las adopciones. Nos tenía mal cuidados y nos pegaba si llorábamos o molestábamos. Cuantas veces me puso el culo rojo con sus azotes. Pero... - Estás muerta... ardiste en la casa... - Dije caminando nuevamente hacia atrás.

Entonces aquel asqueroso bebe o lo que fuese apareció tras ella. Su gutural voz me hizo mirarle con terror y su petición me provocó nauseas... No se de donde sacó fuerzas para aquel impulso, pero su salto le hizo alcanzarme y sentí como sus dientes se clavaban en mi cuello, mientras que la vieja me agarraba con fuerza y sentía que me ahogaba, mientras gritaba de dolor y trataba de respirar y zafarme de aquel pequeño monstruo y su familia.

Al menos vi que mis manos volvían a ser mías y no las de un niño y eso me dió renovadas fuerzas. No se bien como lo hice, pero logré quitarme a aquel pequeño demonio de encima y se lo lancé a la vieja a la cara, lo que me dio tiempo suficiente como para  alcanzar la puerta, corriendo por el pasillo hacia la salida de aquel horrendo lugar.

La guitarra cobró vida de algo macabro que no me gustaba para nada.

- Ahhh!- Chillé soltando el instrumento musical y tirándolo al suelo

Pero como si fuera un ser extraño empezó a tener forma mas, humana, para acojonarme más aún.

- Suéltamé. Suéltame! Socorrro...- empecé a gritar asustada como nunca en mi vida lo había estado. No sabía que hacer, salvo intentar tirar de aquella presa en la que me había sumido.

¿Quien era ese tio? porque me perseguía? ¿Acaso no era esto un sueño? Pero era tan real! Las cuerdas de al guitarra tiraban mas y mas de mi y estaba tan cerca de sus garras que podía casi notar el como iban a desgarrar mi piel.

Grité como una histérica cuento podía, pero nadie me podía ayudar. No podía escapar!

Por fin te deshiciste de todos ellos, aunque no completamente. Mientras corrías, podías oír detrás de ti los pasos de todos ellos, persiguiéndote, gritándote. Aquellos niños querían algo de ti... pero no sabías el qué. Lo único que sí sabías era que debías salir de allí.

Y así, corriendo, no llegaste a las escaleras, sino a un nuevo pasillo, uno distinto, más oscuro, lleno de vapor y de sombras, y con tuberías recorriendo sus paredes como si fuese un sitio muy diferente.

Pero... ¿qué lugar era aquel? No te sonaba de nada y además, temblabas de los pies a la cabeza. ¡Tú, temblabas! Delatne de ti había un muro de ladrillos del cual no podías pasar. Habías llegado al final de tu camino.

Al mismo tiempo, el siseo del vapor escapando de las tuberías y el sonido de cadenas chocando entre sí, te hizo volverte varias veces en busca de algo de lo que continuar huyendo. Ya no había niños, ni tampoco estaba aquella mujer, pero sí que sentías... percibías, que alguien te observaba.

-¿Es que no te ha gustado la casa que he buscado para ti?

La voz procedía de un extraño hombre que había aparecido de la nada en mitad del corredor por el que habías llegado. Su voz era muy similar a la que habías oído en boca de aquel extraño bebé, pero su aspecto era sin duda más amenazador. En una mano parecía llevar un guante con afiladas cuchillas y un particular sombrero ocultaba su cabeza.

-Supongo -te dijo a continuación, encogiéndose de hombros -, que tendré que echarla abajo.

Y en ese momento, sin previo aviso, el muro que tenías delante, cayó sobre ti. Todos sus ladrillos se lanzaron sobre tu cuerpo como si estuvieran vivos, tirándote al suelo, cubriéndote entre gritos de dolor y de terror, y al levantar la vista, volviste a ver a aquel hombre, con una pala en las manos, cargando ladrillos y lanzándotelos sobre la cabeza, mientras se reía sonoramente.

-Es malo empezar la casa por el tejado. Lo mejor es hacerla ladrillo a ladrillo ja ja ja ja ja -te dijo, descargando una y otra vez más y más ladrillos sobre ti.