Partida Rol por web

Pensar que alguien le había hecho aquello a mi madre me enfermaba, pero que fuese yo el primer y único sospecho... no, no lo era, pues a ojos de Carrigan era el asesino y aquello me consumía. No veía dudas en la mirada del sheriff mientras que yo sabía que era incapaz de hacerle eso a mi madre. No me había dado la vida, pero si una oportunidad, junto con mi padre, para tener una familia e integrarme en la sociedad después de mi pasado de pesadilla.

Pero el sheriff tenía razón en una cosa. Yo no era normal, nunca lo había sido. Quizás porque mi infancia no fue normal hasta que no llegué a casa de los Revok y se molestaron en proporcinarme lo que necesitaba. Pero a pesar de toda la ayuda, de los psiquiatras visitados, siempre fuí solitario y asocial, hasta la llegada de Sam. Pero la pubertad y su marcha empeoraron aquella faceta mía y prefería la soledad a sentirme insultado por los chicos de mi edad... y en el instituto aquello fue mi realidad y mi día a día.

Pero ser solitario y no tener relaciones con los demás, ni necesitarlas o no tener un gran grupo de amigos no te convertía en un asesino y Carrigan me estaba tachando de serlo por... ¿por qué no tenía nada más?

- ¡Mis padres se amaban! Madre se desvivía por padre y padre por ella. No había cabida para nadie más entre ellos. - Le repliqué dolido por aquellas palabras al sheriff. Me daban igual sus explicaciones. Era mentira. Todo era una gran mentira, salvo que mi madre estaba muerta entre mis brazos.

- Y sí, lo deseo de verdad... - Le respondí algo más calmado, pero con mi rostro empapado en lágrimas. - ... y si se centra en mí, dejará que escape el verdadero culpable. - Cerré los ojos. Sabía que no me creía pero... era la verdad.

A pesar de lo tenso que estaba, por tanta acusación errónea, tantas mentiras a mi alrededor y la muerte de mi madre, seguía sin separarme de ella. Clavé mis ojos en los del sheriff cuando me contó lo de Sam y vi el dolor reflejado en su mirada. - No... no puede ser... le juro que... que estuvimos hoy en clase... - Un hombre no metiría jamás así sobre su hija, en cambio... - La abracé, la consolé... - Balbuceé empezando a dudar de mi mismo, puesto que no recordaba que Sam hubiese muerto y la veía siempre. En clase, con el capullo de Dave, cambiándose en su cuarto...

Empezaba a dudar de mi mismo, pero... eso era lo que el sheriff buscaba, que yo dudase, que empezase a creerme sus mentiras y poder colocarme así la muerte de madre, la de la profesora y la supuesta muerte de su hija también. No, no podía dejarme ganar con tanta facilidad.

- No puede sacarme de aquí y dejar la escena sin custodia. La casa sin vigilancia hasta que se recojan las pruebas. Comprometerá toda la investigación. - Le dije de pronto mirándole con frialdad a los ojos, viendo como se acercaba a mí y percatándome en aquel momento de su mano que liberaba su arma de fuego. - Y sabe tan bien como yo que no puede disparar a nadie desarmado, culpable o inocente. Y yo no soy idiota y no voy a tocar ninguno de los cuchillos que tiene madre en su espalda. No voy a dejar mis huellas en ellos para que me pueda colocar esta muerte ni ninguna otra.

Había leído lo suficiente como para saber como funcionaban las cosas en el mundo policial. Yo había alterado la escena del crimen, la había contaminado con mi presencia y mi contacto con madre lo que les ponía más fácil colocarme el muerto. Pero no iba a darles más que lo circunstacial.

- Esta será la última vez que la tenga en mis brazos, señor Carrigan. - Le hablé a mi vecino, a aquel que me dejó jugar con su hija durante años y que una vez confió en mí. La frialdad de mis palabras anteriores se había esfumado por completo y volvía a hablar desde el dolor causado por aquella tragedia y es que sabía porque se acercaba así a mí.

- Déjeme con ella hasta que lleguen sus hombres, ponerme una camiseta limpia después, una de mi padre servirá. No tenemos que movernos de aquí y yo mismo me esposaré si es necesario. Sin resistencia ni violencia. No es necesaria... no hice nada malo, se lo juro señor Carrigan. - Me resistía a separarme de ella. Era plenamente consciente de que en cuanto lo hiciese, jamás estaría a su lado de nuevo al igual que sabía que solo la vería sonreír en mi memoria a partir de ahora.

Brian no dejaba de observar al joven Revok mientras éste alisaba el cabello de la pobre Lisa, su madre, su única madre de verdad, aún sobre el charco de sangre. Aquella escena hubiese sido conmovedora de no ser por el hecho de que ya no respiraba, pero aún así, transmitía más de lo que se veía a simple vista... al menos para el sheriff, que estaba acostumbrado a mirar mucho más allá de lo evidente.

Así fue como pudo distinguir el dolor y las dudas en Ed, pero también el amor y la desesperación. Seguramente, con la muerte de Lisa, había perdido la última oportunidad que tenía para llegar a convertirse en un ser humano normal, si es que algo así existía.

-Estoy seguro de que se amaban. Pero recuerda que el amor va acompañado de muchas otras cosas, algunas de las cuales... son difíciles de soportar. ¿O es que tu amor por tu madre, ha hecho desaparecer todo el peso que llevas sobre tus hombros, respecto a cómo eres y lo que te gusta hacer? ¿Crees que no sé la clase de libros que lees y cómo haces sufrir a los animalillos que consigues atrapar, en el patio de atrás?

Afortunadamente, la parte de él que quería a su madre, deseaba atrapar a la parte que había acabado con ella, y eso estaba creando la única ventana para que Brian llegase hasta él. La confusión sobre la muerte de su hija no añadía nada bueno a aquella combinación que, de por sí, era ya explosiva, pero por mucho que doliese oír su nombre en boca de Ed, su sentido del deber le mantuvo como si no le afectase.

-Estoy seguro de ello, Ed. Creo firmemente que la viste, que estuviste con ella, igual que lo he estado yo muchas veces después de su muerte. Pero eso ahora no importa -le respondió, intentando quitarle importancia... a algo que era imposible de esquivar, una bala a tal velocidad que había atravesado su corazón y lo estaba desangrando sin ninguna posibilidad de curación.

Claro que Ed volvía lentamente a la realidad, arrastrándole a él de camino. No quería dejar la escena, no quería dejar a su madre, no quería marcharse y abandonarla allí como si fuese un trasto viejo, porque no lo era. No lo era en absoluto.

-No voy a dispararte, Ed, no digas eso -le dijo, arrepintiéndose entonces de haber movido su mano. Entonces suspiró y se acercó, esta vez, con los brazos separados de su cuerpo y tras guardar las esposas -. Vamos a hacer una cosa. No puedo quitarte la vista de encima, pero sí esperar a que lleguen mis hombres y tu padre. Hasta entonces, puedes quedarte con ella, a su lado, tal y como estás ahora. Pero haz un solo movimiento brusco, uno solo, o toca algo que no debas, y tendré que llevarte al coche policial. ¿Es de acuerdo?

Brian sabía que lo estaba. Después de todo, su rabia había ido en descenso, a medida que había ido aceptando la realidad, aunque la que tenía que ver con su hija aún no la aceptara completamente. Eso fue lo que le llevó a lanzarle una última petición.

-Y por favor, no vuelvas a hablar de mi hija o juro por dios que tendremos un problema tú y yo, aquí y ahora. Mi hija está muerta y en lo que a mí respecta, bien podrías ser tú su asesino. Así que será mejor que mantengamos las cosas tranquilas. 

Ante la respuesta, abro los ojos un tanto sorprendida. Es que en verdad me preocupa porque esto parece ser un tanto colectivo. Ya somos varios los afectados por aquella influencia nocturna llamada pesadillas. - Tu prueba, no pierdes nada con ello. - respondo sincera, es que no hay otra mejor manera más que intentarlo para saber que se siente ante el encuentro con esa persona. 

- Es muy extraño todo, en verdad que sí. - digo un tanto preocupada, no soy capaz de fingir algo semejante y con solo recordar el sueño que tuve, ni quiero que se acerque la noche. Es sumamente aterrador el pensarlo. - No tenía mucho trato con él, aún así, cualquier muerte en esas circunstancias es preocupante. 

-¿Que passa negro?- gritó al entrar en la estancia en la que se encontraba uno de sus colegas.

Por un momento un escalofrío recorrió su espinazo, si bien en cuanto su amigo se levantó para chocar las manos de aquella forma tan peculiar en la que lo hacía siempre se olvidó de los malos pensamientos.

-Te tengo dicho que si te fumas la mercancía luego no tendrás nada que vender, FattyJoe... venga, pásate una calada-dijo extendiendo la mano.-¿Donde están el resto?

Tu colega te miró medio drogado medio sorprendido, exhalando una enorme humareda por su boca.

-¿E-el resto? ¿De qué resto hablas, tronco? Están muertos. Todos muertos. El año pasado los perdimos a todos sin saber qué cojones ocurría y ahora solo quedamos tú y yo. ¿Qué has fumado, tío? je je -te dijo, pasándote lo que estaba fumando, que desde luego, no era tabaco.

Era una conversación que casi estaba en el límite de la alucinación y la realidad, sobre todo porque Fatty tenía la cara más estúpida que le habías visto en mucho tiempo. Muertos el año pasado... sí, ja, y tú eras la reina de Saba. ¿Pero qué era lo que estaba fumando él?

-Tío... ¿pero que cojones estás fumando, tronco?-agarró el porro y le dio una calada, atesorando el psicotrópico humo en sus pulmones algunos segundos, para luego soltarlo simultaneamente por sus fosas nasales y su boca.

-¿Has estado fumando desde por la mañana?- dijo mirando el porro que tenía en su mano como quien mira el prospecto de un medicamento -Creo que tendrías que  tomartelo con más calma, colega...

Entre las sonrisas por el cuelgue y el humo, era difícil hablar de forma coherente y mucho menos, conseguir transmitir credibilidad. No obstante, Fatty lo intentó, dentro de sus limitadas posibilidades.

-Tronco te digo lo que es. No sé qué te ocurre, pero no voy a seguir hablando de nuestros colegas como si estuviesen vivos, igual que haces tú con esa tía que te tenía tan loco, esa Delilah. 

Entonces, logró ponerse en pie y colocó una mano sobre tu hombro.

-Si me necesitas, ya sabes que estoy aquí, tío. Sé que cuando murió Delilah fue más duro que perder a los nuestros, pero hay muchas más tías aparte de esa.

Entonces, cogió el cigarro de nuevo para seguir fumando.

-Sí que lo es. A nadie le importa la mortalidad que hay en este pueblo. Primero Gaspar, luego DeShawn... Un asesino cruel está junto a nosotras y nadie sabe nada.

Alex empezó a caminar a tu lado, agarrándose de tu brazo.

-Mis padres están pensando en mudarse a otra ciudad. Teniendo en cuenta como está todo, me parece que es una buena idea y yo de ti hacía lo mismo. Podrías ser la siguiente.

La voz de Alex parecía haberse recuperado un poco, pero a pesar de todo, se mostraba muy preocupada, sobre todo al hablar de las muertes de Gaspar y DeShawn. Era por otro lado, algo comprensible porque al fin y al cabo, eran dos buenos compañeros de clase.

-Tú... salías con DeShawn, ¿verdad? No sé cómo lo has aguantado. Yo me habría vuelto loca.

Estaba dolido y las palabras del sheriff no me ayudaban demasiado. Pero no podía derrumbarme y ceder ante su juego mental. Debía ser fuerte. Era un chico listo, inteligente y había leído mucho sobre todo esto. Y lo más importante: yo no era culpable de nada. Debía mantenerme con la mente fría a pesar de que mi corazón estuviese muerto en aquel momento. Los cargos a los que me enfrentaba me llevarían al corredor de la muerte, puesto que estaba seguro que en cuanto me colocasen una muerte, las demás irían detrás y seguidas.

- No hay peso sobre mis hombros, sheriff. No soy el monstruo que está diciendo que soy. No tengo necesidad de ocultar los libros que leo. ¿Acaso alguien que lee libros de terror también es un psicópata? Porque eso es lo que está diciendo. - Es todo circunstancial. No tiene nada. - Me repetía a mí mismo, hasta que dijo lo de los animales en el patio trasero. Entonces alcé mi vista y le miré a los ojos. - No se que es lo que cree haberme visto hacer en el patio trasero de mi casa, sheriff. Pero yo no hago esas atrocidades. - No en el patio trasero, otra cosa era el bosque.

- La única vez que tuve un animal en mis manos en ese patio y que murió en ellas, fue una paloma hace unos meses, quizás ya haya pasado un año... - Fue cuando descubrí mi cruel aficción. - Estaba herida y logré cogerla arrinconándola. Quería curarla... pero de pronto convulsionó y... En la biblioteca leí que fue un infarto causado por el miedo y el estrés. - Le conté sin mentir en nada, solo que los detalles más escabrosos que acabarían metiéndome en líos de verdad, no los conté. Ya sospechaba demasiado de mí sin tener nada realmente, como para contarle que sí, que a partir de aquel día leí como cazar animales y me dediqué a poner trampas en el bosque y a disfrutar de su sufrimento en la soledad del mismo.

No era un idiota que se iba a poner a hacer esas cosas en su propia casa, donde no solo podrían pillarme mis padres, sino que el sheriff era mi vecino y Sam podía verme. - Sam... - Volví a mirar a mi madre, mientras pensaba en aquella chica a la que tanto amé y que ahora... - No puede estar muerta... es... imposible... me acordaría. - Seguía dudando de mi mismo, pero la teoría de que el sheriff quería jugar con mi mente y debilitarla cobraba cada vez más fuerza.

- Entonces no permita que su miedo le traicione, sheriff. No necesitará eso. - Le indiqué mirando su arma. -  No conmigo. Yo no hice esta... atrocidad, le cueste o no entenderlo, jamás haría nada así a nadie. - Le dije negando nuevamente los hechos. Era inocente. Era mi propia madre. ¿Tan difícil era creer en mí? Estaba claro que sí.

- Sabe que sí, sheriff. - Respondí a su pregunta. - No me moveré de aquí, no quiero separarme de ella. - La volví a mirar, mientras que mi mente buscaba que tipo de perturbado podía haber hecho algo semejante a tan maravillosa mujer. - Y no tengo porque huir, soy inocente de esto y de cualquier cosa que me quiera acusar. - Le respondí visiblemente más tranquilo al permitirme quedarme a su lado aquel tiempo extra. - Gracias... - Le susurré al hombre, volviendo a centrar mi atención en mi madre.

Pero tuvo que volver a hablar de Sam y arrojarme ese jarro de agua fría de golpe. Le miré nuevamente, cargado de odio y rabia. - Contente Ed, contente... solo busca provocarte. - Me dije a mi mismo, con la respiración agitada. - Y si deja de lado el tema de Sam, no podrá manipularte más y debilitarme mentalmente. - Mi respiración se fue calmando poco a poco y esperé a estar más tranquilo para responderle. - Me parece bien. Así no podrá decir nada más de lo que se arrepentirá cuando descubra que no es verdad. - Dije dolido por sus acusaciones, refiriéndome a todo el tema de la muerte de Sam y lo que aquello significaba.

- Es bueno que piense que su hija murió, Eddie. Nadie creerá a un loco. - Me dije a mi mismo, buscando consuelo en aquellas palabras, volví a mirar a mi madre. - Ojala pudieses hablar y decirle quien te hizo esto, madre... darnos el nombre del cabrón que te... - Mi cuerpo tembló nuevamente y sentí como me derrumbaba de nuevo por el dolor que me invadía en ese momento.

- ¿Como que Deshawn? Si estaba recién aquí. - digo un poco asustada, pero solo unos minutos había pasado tras haber hablado con el moreno. ¿O de quién estaba hablando? Me pregunto mientras mi rostro palidece, es que claro, lo asocio con rapidez a mi novio y me desespera. - No sé qué está pasando, pero hay que averiguarlo. A mi me aterra ya la noche, con solo pensar que debo dormir, me pongo de los pelos. - confieso aún con ese gesto tan preocupado. 

Luego asiento ante la idea de los Padres de Alex, seguramente los míos querrán hacer lo mismo si están al tanto de esto. Después cuando me pregunta sobre mi relación con Shawn, abro los ojos como platos y niego con la cabeza.- Un rollo, nada importante. - digo para mantener las apariencias, pero no puedo creer que esté muerto, se me parte el corazón en mil pedazos. 

- Conmigo jamás fue malo... - comento y no entiendo, si había estado con él hace minutos atrás. 

Tus palabras y gesto de sorpresa hicieron que Alex dejase de caminar y se girase hacia ti.

-¿De qué estás hablando? DeShawn no estaba aquí. Murió. ¿No lo recuerdas? -te preguntó, extrañada. Entonces oyó de nuevo eso del miedo que sentías cuando te echabas a dormir, y se estremeció -. A lo mejor por eso estás confundida. Mis pesadillas también son horribles y ya no sé qué pensar de ellas.

Finalmente, llegasteis a casa de Alex y esta se volvió para mirarte, desde el escalón de entrada.

-Muchas gracias por acompañarme. Eres una amiga -te dijo, dándote un fuerte abrazo antes de entrar en casa, pero dejándote con muchas preguntas sin respuesta. ¿Qué demonios estaba pasando?

Las risas y el buen humor se le acabaron de golpe a DeShawn. Los desvaríos canábicos de Fatty solían ser divertidos, pero ya le costaba suficiente en mantener a su chica alejada de los asuntos de la banda para que aquel obeso afroamericano se atreviese a bromear con ella.

Un día normal probablemente habría hecho como si no lo había escuchado pero aquella mañana estaba realmente de mal humor.

Agarrando a Fatty Joe de la pechera y apretando los dientes le levantó la camisa un palmo-¡Mira tío! Estoy tenieno un día de mierda y no estoy para ese tipo de bromas de puto drogadicto, ¿entiendes?

Finalmente logró contenerse, soltando a su amigo y dándole la espalda, bufando como un toro. Menuda mierda de día.

Cuando agarraste a Fatty, este tosió ruidosamente, como si se atragantara. 

-E-está bien, está bien. Lo siento. P-pero no te estoy gastando ninguna broma, tío. 

Cuando le soltaste, cayó como un saco de patatas sobre el sofá y entonces, continuó hablándote, con cierto temblor en su voz.

-No sé por qué te enfadas conmigo. Es como cuando encontraron muerta a la tía esa que te gustaba tanto, esa blanca llamada Dela o algo así. Ninguno podíamos decirte nada. ¡Ni que hubiera sido culpa nuestra! Por aquí hay un blanco asesino y la tomas conmigo. ¡Valiente amigo!

Finalmente se puso en pie.

-Será mejor que me vaya a casa. Últimamente mi madre me regaña por todo y no quiero que vuelva a pegarme -te explicó, tocándose el culo, evidentemente, en donde recibía los golpes.

Obviamente, el joven Revok no iba a rendirse tan fácilmente. Ni él, ni nadie lo haría, estando en su misma situación y siendo como él era, y sobre todo, con toda la rabia y el dolor que había en su corazón en aquellos instantes. No era necesario ser un maldito Freud para entender que todo aquel sufrimiento, el que había ido acumulando en su interior a lo largo de sus muchos años de soledad, incomprensión y abusos, luchaba por salir, y que la muerte de Lisa suponía un punto de inflexión, ya fuese porque él lo hubiera hecho o simplemente, por lo que suponía ver como se desmoronaba la familia sobre la que había logrado construir lo único bueno y digno, casi con toda seguridad, de toda su vida.

Por eso, su agradecimiento no solo pareció completamente sincero. Brian estaba convencido de que ciertamente lo era.

No es mi miedo el que me preocupa, Ed, sino mi odio. Pero lo mantendré a raya, no te preocupes. Cumpliré con mi deber, aún cuando sea mi propia sangre la que me empuje en otra dirección.

Y así, mientras observaba cómo el joven Revok se derrumbaba, Brian se relajó, le dio el espacio que necesitaba, retirándose a la puerta y girándose para permanecer de lado, de forma que parecía que en realidad, ni siquiera lo estaba mirando, aunque era más que evidente que no pensaba quitarle la vista de encima.

Mientras las lágrimas de Ed caían una tras otra, sin fin, sobre el cuerpo de Lisa, el tiempo parecía no querer transcurrir, como si lo que pudiera traer fuese todavía peor que lo que había dejado detrás, pero finalmente, en algún momento, ambos escucharon unos pasos subiendo las escaleras.

Eran David y Emily, que habían venido tan rápidamente como habían podido.

En cuanto el joven David dio el primer paso dentro de la habitación, se llevó rápidamente una mano a la boca y tras mover la cabeza buscando desesperadamente el cuarto de baño, salió a toda velocidad hacia él fondo del pasillo.

Emily, en cambio, entró y contempló la escena con tranquilidad. Estaba más curtida. Aunque eso no evitó que se sintiera sobresaltada por el dramatismo, no solo por el crimen en sí.

-¡Dios mío! -exclamó.

Brian tomó las riendas rápidamente, sobre todo para no dejar que Emily se viniese abajo también.

-¿Habéis traído al forense? Emily. ¿El forense?

Emily logró asentir con la cabeza. 

-Está abajo, sacando las cosas.

-Está bien. Entonces, quédate aquí. Vigila a Ed; que no toque nada y que no se mueva de donde está. Yo bajaré a esperar a Seth, que debe estar al llegar. ¿Está claro?

Emily volvió a asentir con la cabeza. El sheriff le echó un nuevo vistazo a Ed, que continuaba con la cabeza de su madre entre sus manos, sobre el charco de sangre, y después, se marchó para recibir a Seth.

Cuando David regresó del cuarto de baño, con bastante mal aspecto, todos oísteis más voces en la planta de abajo. Después, unos segundos de silencio y a continuación...

¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!

La inconfundible voz de Seth quedó casi completamente tapada por el sonido de sus pies saltando los escalones de dos en dos, para llegar lo más rápidamente posible a la planta de arriba, en donde unos segundos más tarde apareció, con el gesto descompuesto.

Durante unos momentos, el tiempo volvió a detenerse, mientras sus ojos recorrían el cuerpo sin vida de su esposa, los cuchillos, la sangre... y a Ed, y entonces, al verlo, justo al mismo tiempo que el sheriff aparecía detrás de él, su gesto cambió. El lamento se volvió odio y rabia y su boca se abrió, no para gritar de dolor, sino de ira.

-¡TÚ! ¡HAS SIDO TÚ, MALDITO ENGENDRO, DESAGRADECIDO Y MALNACIDO! ¡TE MATARÉ! ¡TE MATAREEEÉ!

Los brazos de Brian, junto con los de David y Emily, apenas eran suficientes para contenerlo, pero al menos, sí para impedir que se abalanzara sobre Ed y que efectivamente, lo matara allí mismo. Solo tras un rato forcejeando, lograron alejarlo un poco del marco de la puerta.

-¡NO DEBÍ HACERLE CASO! ¡NO DEBÍ DEJARLA A SOLAS CONTIGO! ¡NO DEBÍ HACERLE CASO!

Finalmente, Seth se derrumbó entre lágrimas, ahogado por la pena, consumido por la misma desesperación de la cual había hecho muestra el propio Ed, solo que en este caso, él se había convertido en un objetivo.

-Seth. Será mejor que esperemos abajo. Edward. Ha llegado el momento. Acompaña a Emily al coche sin rechistar.

Sin soltarlo, Brian empujó con suavidad a Seth escaleras abajo. Bajo ningún concepto iba a soltarlo mientras Ed no estuviera a salvo, ni tampoco iba a permitir que Ed se escapara. En su cabeza, por lo que había visto, ninguno de los dos debía ser culpable, pero sin duda alguna, uno de ellos lo era. 

El mismo que había asesinado a su hija, sin duda.

Tras despedirme de Alex, es evidente que me dirijo hacia la casa de DeShawn para saber si está allí. No sé, mirar por la ventana, o directamente golpear la puerta a sabiendas de que la madre me sacará a palos. Pero me quitará la horrible sensación de saber que ha muerto, es una locura o mi amiga está delirando. Había estado con él, no sé qué ha pasado. 

Así que dirigiendo mis pasos hacia allí, decido ir a esos barrios mientras los nervios toman persona en mi cuerpo. No puede ser, en verdad que no. 

- ¿Odio? - Miré al sheriff cuando me dijo aquello, con mis ojos empapados en lágrimas que tardarían meses en borrarse. - No se que le he hecho para ganármelo. - Le dije con sinceridad y con la inocencia de quien no es culpable de nada por lo que se le pueda odiar, mientras que sorbía por la nariz. - Pero dudo que esta conversación nos lleve a buen puerto y... quisiera estar con ella. - Le dije con el corazón desgarrado y roto por completo, refiriéndome a mi madre. - Supongo que ya tendremos tiempo de hablar cuando me detenga por algo que no hice...

Tras mis palabras, me centré en mi madre. Mi preciosa y adorada madre. - Tranquilo Ed, solo es un bache... - Me dije a mi mismo, buscando algo de esperanza donde no veía nada. - Padre vendrá y lo solucionará todo... - Estaba seguro de ello. Era mi padre, estricto, duro... pero me quería. O eso era lo que madre me decía siempre, que padre se comportaba siempre así por mi bien, aunque siempre me hacía dudar de su amor hacia mí.

Buscaba calmarme sosteniendo a mi madre entre mis brazos, pero me resultaba imposible y no dejé de llorarla el tiempo que estuve allí con el sheriff junto a la puerta, sin dejarme a solas ni un momento.

Entonces llegaron sus ayudantes, o lo que fuesen. No les presté demasiada atención, solamente alcé mi cabeza para mirar quien estaba en mi casa y ver cuantos más me acusarían de aquella muerte solo por ser yo mismo. Mi rostro simplemente reflejaba le dolor de aquella terrible pérdida y volví a centrarme en mi madre mientras que el sheriff daba órdenes a sus hombres.

Pasado un tiempo indefinido para mí, escuché a padre gritar abajo, pero no fui capaz de reaccionar hasta que lo ví frente a mí, gritándome de aquella manera. - Padre... yo... ¿cómo puedes pensar eso de mí? Yo... yo... jamás... ¡Dios! Era madre, mi madre... - No podía creerme que mi padre me acusase de aquella manera. Si tener a la mujer que me dió su amor incondicional, que me hizo sentirme amado y protegido, que me había dado todo aquello que jamás había tenido, muerta entre mis brazos, no fuese suficiente dolor, ahora debía enfrentarme a mi padre... quien debía estar de mi lado, se había puesto en mi contra y si no le hubiesen sujetado.

- Madre, despierta... diles que no fuí yo... - Susurré asustado, indefenso en aquel momento y con el corazón quebrado en mil pedazos ante aquella situación, al cadáver de mi madre. - ... por favor, a ti te creeran... ya que no creen en mí... que lo hagan en ti... - Me hundí de nuevo aferrándome con fuerza a su cuerpo inerte, sintiendo como mil puñales se clavaban en mi espalda, sintiendo el dolor de cada uno de ellos con la fuerza e intensidad del primero.

Necesité unos instantes para calmarme. Mi tiempo con mi madre se había terminado y debía cumplir mi palabra dada al sheriff. Pero quería cambiarme la camiseta antes de irnos y ya no quería una de mi padre. - Por favor... - Miré a los agentes que se quedaron conmigo. - Traíganme una camiseta limpia. Al fondo del pasillo está mi cuarto, en la cómoda hay camisetas oscuras... además, querrán quedarse esta como prueba. - Les dije tratando de serenarme un poco. Luego miré a mi madre y la acaricié el rostro, besándola la frente a continuación.

- Hasta pronto, madre. - La susurré peleando por dentro con dejarla ir y ponerme en pie. Pero le había dado mi palabra al sheriff y debía cumplirla. Así que, me puse en pie y me quité la camiseta, me trajesen una limpia o no, no iba a salir a la calle con una camiseta blanca teñida por completo de rojo por la sangre de mi madre. No pensé en que mi cuerpo también estaría cubierto de sangre por ello y tampoco me importó.

Tendí la camiseta a los agentes. - Puedo meterla yo en la bolsa de pruebas si quieren. - Me ofrecí, para luego mirar a la mujer y tender mis brazos hacia ella uniendo mis muñecas, dejándola que me esposase sin resistirme.- Quizás prefiera que ponga las manos en la espalda. - La dije con tono neutro. - Como me indique así lo haré... - Quien me conociese sabría por aquel tono de voz que estaba muerto en vida.

Demasiado que procesar en tan poco tiempo.

Demasiado dolor que asimilar para las primeras horas del día y no estaba seguro de que llegase a ver como aquel día llegaba a su fin.

- Espera, espera!.- Dije adelantando un par de pasos hacia Dave

Le tomé le brazo reteniéndole en su avance para intentar detener que rajara a Ed.

- No ha sido Ed. Te lo juro!- Dije abriendo mucho los ojos, temiendo en realidad por la vida de Ed.

A al cabeza me vino el momento en el que grité en clase y fue el primero en venir a mi lado. Me puse finalmente delante de él e intenté pararlo poniéndole las manos en el pecho. Dave era adorable cuando trataba conmigo, pero una autentica fiera cuando se trataba de hacerse el machito o proteger lo que consideraba suyo.

- Tuve una pesadilla.. algo raro, Dave. Un tío con cuchillos o algo así...Joder! Solo era un puto sueño pero al despertarme ...señalé con las manos mi abdomen.- Dave, estoy acojonada! Cada vez que cierro los ojos veo a ese tio...su cara. Quemada y con cuchillos en una de sus manos era...era...- Negué con la cabeza y desistí.- Sabes que? No me puto creas! Seguramente me lo hice yo con alguna pulsera de esas de tachuelas o sea sonámbula.. yo que se!

Dave se detuvo a medio camino de la casa de Ed y se giró hacia Samantha. Parecía estar intentando controlarse. 

-Sabes que no soporto que te hagan daño, nena. Es superior a mis fuerzas. Después de la muerte de esa profesora, y tras las muertes de esos compañeros tuyos, la tal Delilah, ese negraco y el tonto ese que tenía nombre de fantasma, no puedo perderte a ti también.

Tu chico se acercó a ti y te abrazó con fuerza. Para él, eras lo único importante que había en su mierda de vida y no deseaba ver como desaparecías, y menos aún en aquel mierda de barrio en el que parecía haber un asesino suelto y nadie tenía el más puto interés en detenerlo.

-Te juro que si te ocurre algo... cogeré la moto y entraré como el puto Terminator ese en la comisaría. Malditos policías bastardos. Ya podrían hacer algo para atrapar a ese hijo de puta que va matando a todo el mundo.

Llegaste a casa de DeShawn más rápido de lo que habías pensado y en cuanto te encontraste delante de su puerta, te asaltaron las dudas y también los miedos. Su madre te había echado de aquella manera, esa misma mañana, y ahora estabas allí, pensándote si llamar o no, porque necesitabas verlo, necesitabas comprobar que estaba bien y quitarte esa extraña conversación que habías tenido con Alex.

Aquella chica no era de las que mentía y engañaba para divertirse. Siempre decía la verdad, igual que siempre estudiaba para los exámenes. Por eso nada de lo que había contado tenía sentido para ti.

Nada.

Pero ahora ibas a poder comprobarlo... si querías, claro. Si superabas tu miedo a la madre de DeShawn

Hay veces en la vida, que con tan corta edad te sometes a lo que sea con tal de saber la verdad. Y en esta ocasión, sin dudas sucede lo mismo cuando allí estoy frente a la casa de la Madre de Shawn para descubrir si las palabras de Alex son ciertas. Creía en ella, no era la típica mentirosa. ¿Además que persona cruel es capaz de mentir con algo semejante? No lo comprendo, si había estado con él hablando dentro del aula de Biología. 

En fin, intento convencerme de que no está en lo cierto y avanzo hacia la puerta, para luego golpear suavemente. Es probable que la mujer quiera matarme, pero al menos saco de mi morral unas hojas del cuaderno, al menos para fingir que le he traído la tarea. Aunque bueno, me ha visto hacerle sexo oral a su hijo, ya las excusas no cuelan. Pero no pierdo nada por ello. 

Una vez llamo a la puerta, aguardo. Nerviosa, preocupada, pero con una necesidad inhumana de saber la verdad.