Partida Rol por web

Abby estaba a punto de sacar los pocos dólares que le quedaban, para unirse a la improvisada timba. Jugar era una de sus aficiones, y le gustaba, aun más desplumar a sus contrincantes.

Pero parecía que la partida tendría que esperar. Los dos hombres armados frente a la puerta del alcalde reaccionaron al fin.

- Claro caballeros, no hay problema, al menos no por mi parte. La joven se desabrochó el cinturón, de donde colgaba la cartuchera que contenía su Colt y el cuchillo Bowie.- Tengan mucho cuidado con mis pertenencias, y no me las pierdan. Guiñándoles un ojo coqueta. 

Entregó las armas a los hombres del alcalde y esperó a ver que hacían sus compañeros. Espero que la líen por una tontería... Pensó divertida, mientras dibujaba una media sonrisa.

De acuerdo, gracias señorita, en cuanto el resto de ustedes me entregue todas sus armas les abrire la puerta y podran pasar. Dice el hombre tras recoger las armas de Abby.

El joven muchacho palpó en su bolsillo los dos dólares con ochenta y siete centavos que le quedaban después de haber perdido todo su dinero. Era demasiado listo para jugarselos a la suerte, la tentación de ganarle los ahorros a esa gente era grande, pero John Grady pensaba fríamente y sabía que entre cinco personas las probabilidades de éxito eran bajas. Alguien tenía que ganar, estaba claro, pero podía no ser él, y decidió no jugarse sus escasas posesiones.

Lo siento viejo. Respondió con una sonrisa tranquila en los labios. Estoy seguro de que eres muy hábil con ese dado  y no me apetece quedar en ridiculo delante de la señorita.  Obviamente sus motivos eran otros pero pensó que diciendo eso en un tono de broma se libraría de alguna que otra insistencia por parte de Bronco Billy.

De todas formas no tuvo que averiguar que ocurríra, pronto los dos hombres reaccionaron y les permitieron la entrada dejando como fianza sus armas. Era lógico. Pensó John Grady. El alcalde no quería ver expuesto su pellejo al mínimo peligro. Sin embargo, a pesar de que lo entendía no le hacía la más mínima gracia tener que dejar su arma en posesión de esos paletos. Le tenía cariño. Aquella pistola representaba su pasado reciente y todo lo que estaba pagando por él.

Recordó la broma que hizo el fortachón hombre que les acompañaba acerca de su rifle y supuso que a él tampoco le haría gracia. Pareció dudar durante unos instantes y después desenfundo el arma con calma y vació el cargador en su mano, se guardó las balas en el bolsillo del chaleco y miró a los impacientes guardias que tal vez no entendieran por que estaba haciendo tal cosa.

No las tengo contadas. Dijo John Grady. Tal vez le devolvieran la pistola pero dudaba de si no se quedarían con la munición aquellos buitres.

Finalmente cerró el tambor y le hizo entrega a uno de los hombres de su Lightning. Era un arma cara y de color plateado, brillaba con el fulgor de un arma nueva, pese a que el mango de color negro estaba algo lleno de polvo. John Grady sabía que un arma asi estaba bastabte cotizada.

Como se te ocurra robarmela, o como simplemente me la rayes... Te juro que te hago tragar las balas. Profirió en una seria amenaza contra el tipo al que le daba el arma. John Grady era muy alto, pero no era un tipo corpulento y además era muy joven, a pesar de ello su presencia parecía irradiar peligro cuando dijo esas palabras. Su mirada se volvió dura y su tez había adquirido un tono pálido. Parecía dispuesto a saltar en cualquier momento sobre ellos a menos que el tipo le convenciera de que iba a tener el arma intacta a su vuelta.

 -Vaya.- Se levantó de nuevo, retiró la canana y la dejó en la mesa de los pistoleros, esbozando una sonrisa ante la inexperiencia de Grady. Volvió a por sus pertenencias que había dejado en la mesa en la que jugarían su partida. Se colocó el nudo de su corbata, se abotonó los puños de la camisa, dejándola en condiciones, ajustó el cuello de su camisa y tiró hacia abajo de su chaleco para ceñírselo un poco. Dio unas palmas en su ropa para quitar el poco polvo que tuviesen. Doblo la chaqueta que reposaba en la silla y la colocó en su antebrazo mientras que con un pañuelo se secaba el sudor debajo de los ojos y con la mano se peinó hacia atas.Recogió el sombrero del barrilete pero no se lo colocó, lo sujetó y lo dejó reposar sobre su pecho. De todas todas, iban a ver al alcalde, que no era poco, había que estar presentables. Esperó a que abriesen las puertas.

El doctor hizo un gesto fastidiado para mostrar que no llevaba armas. Había jurado proteger y cuidar la vida humana, no acabar con ella. Se ajustó la corbata y el cinturón, con la chaqueta pulcramente plegada en el brazo, esperando a que abriesen las puertas. Sacudió una mota de polvo invisible de uno de sus hombros y se de nuevo atusó el bigote y ajustó sus gafas.

Patrick sopesó su rifle. Miró a los guardias. Miró a BB quien había entregado su canana, y a la brillante pistola de Grady.

No le gustó una mierda.

Se acercó a los guardias a la espalda de John, y cuando él dijo lo de las balas, agregó, con su cara más amenazadora: ... hasta el fondo. Con este dedo, mostró un índice grueso, fuerte del trabajo en el campo.

Luego dejó con amor a Cristina junto al otro rifle, susurró un volveré, compórtate, y puso la mano sobre el hombro de John, serio. Vamos compañero. Estarán aquí a la vuelta.

Siguió a BB a la puerta, aunque su mente había quedado junto a aquel pedazo de madera y acero.

Despues de entregarles las armas, aquel hombre os abre la puerta indicandoos que paseis no sin antes hacer un ademan de salir corriendo con vuestras posesiones y una sonrrisa de oreja a oreja.

Tras caminar por aquella hermosa casa, hermosa para las casas que habeis visto en vuestra vida, donde parecia que todo relucia a vuestro paso, alfombras de buena seda, grandes y robustos armarios, preciosos candelabros, lamparas de lo que parecia oro y grandes cuadros. Cuando os encontrais frente al alcalde, este os saluda con un tono seco.

Bienvenidos a mi hogar caballeros, soy el señor Wayne, alcalde de New Luck, ¿a que se debe esta inesperada visita caballeros?

Os pregunta el Alcalde.

El hombretón saluda con la cabeza, aún sin poder sonreir debido a la falta de su compañera... y es que intentaba oir lo que sucedía afuera, casi imaginando un caballo en el cual el horrible guardia huyera con el rifle.

Se paró firme tras BB, esperando que el hombre hablara. Nadie lo había dicho así, pero seguramente era el mejor para el papel de lider... 

John Grady se sintió tentado de robar alguna de las valiosas posesiones del domicilio del alcalde pero lo descartó rápidamente a sabiendas de que sería en su perjuicio seguramente. Aquel hombre vivía demasiado bien para ser el alcalde de un pueblo pequeño. John Grady no sabía por que pero sintió odio hacía él sin aún haberlo visto. Siguió caminando con las manos en los bolsillos hacía el despacho del alcalde. Caminaba mirando a su alrededor y estudiando toda su ostentosa disposición.

Cuándo el alcalde habló John Grady dirigió la vista por primera vez hacía él y escuchó las palabras sin prestarle demasiada atención. Él había colgado los carteles y ordenado a sus hombres que cualquiera que quisiera visitarle preguntando por los trabajos dejara las armas abajo. Un tipo como él no dejaría que sus matones permitieran la entrada a gente con intención de quejarse de la falta de agua en el pueblo, por ejemplo. Asíque sabía perfectamente a lo que venían.

A él no le apetecia hablar con aquel alcalde asíque dejó que lo hiciera Bronco Billy, que además parecía llevar la inciativa en aquel grupo por el momento.

 Ya en el despacho, BB  se dirigió a paso calmado al lustroso escritorio del alcalde Weyne. Mientras lo hacía no pudo evitar mirar rápida e inconsciente mente sus botas, vaya desgracia si estuviesen sucias y manchasen las preciosas alfombras que el contribuyente había pagado. Antes de detenerse añadió un Muy buenos días alcalde, en un tono afable, pero no tan afable como para interpretase con sumisión, si no con una seriedad respetuosa; Había que caer bien desde el primer momento. Acompañó con una seca sonrisa cuando sacó el panfleto de la misión, lo posó sobre la mesa y dio tres golpecitos en él con la punta del dedo índice, no si olvidarse de mirar de medio lado hacia atrás y toser como el que empieza un discurso, toque a sus compañeros para que prestasen atención a las explicaciones del Alcalde Wayne.

Esta es la razón. Yo y mi grupo se interrumpió a si mismo, no quería adjudicarse nada, pero creyó oportuno dar una imagen de unión. En lugar de cinco tipos desconocidos entre sí, es mas plausible aparentar un curtido y versátil comité, versátil desde el punto de vista de la variedad. Yo y mis hombres queremos realizar este encargo. Damos plena garantía de éxito, si quiere un trabajo bien hecho, somo sus hombres. Pero no perdamos tiempo, antes de que nos explique los detalles, le advierto de que nuestros honorarios han de ser un tanto más elevados, 500$ más elevados para ser exacto. Ya simple vista se ve nuestra valía, mire que hombres Añade mientras se orienta hacia ellos, exhibiendoles enérgicamente. Uno a uno les va señalando. Este de aquí es Pat, el brazo más fuerte en kilómetros a la redonda. Grady, la habilidad personificada. Abby, rezuma astucia por sus poros. Lidsay, ¿Acaso que grupo puede considerase tal sin un buen mata sanos? Y yo, la experiencia, la estrategia. Vuelve a orientarse a el alcade. Y todo esto, solo por 100$ más por cabeza ¿Que me dice? Finalmente, se agarra la hebilla de su cinturón.

¿La tirada tendría que haber sido oculta verdad? Perdona ; ) no volverá a pasar.

Abby caminó detrás de sus compañeros observando toda aquella fastuosidad. Estaba impresionada al ver tanto lujo junto. Aunque aquel hombre parecía tener un gusto dudoso para la decoración.

Cuando llegaron a la presencia del alcalde, la joven se llevó una desilusión mayúscula. Aquel hombre era casi un anciano. No sabía porque, pero esperaba que fuera... diferente.

En ese momento BB empezó un discurso que parecía elocuente, así que Abby aguardó a que el alcalde mostrara sus impresiones, con una sonrisa divertida y pícara.

El alcalde guarda silencio durante un instante el cual aprovecha para sacar su pipa de tabaco y encenderla con una cerilla para dar una profunda e intensa calada tras la cual se reclina sobre su asiento para miraros detenidamente mientras suelta el humo que guardaba tan celosamente en su interior durante varios segundos que os parecian interminables.

No. Argumenta el alcalde rotundamente.

¿Y bien? ¿Aun quieren algun trabajo? Dice acercandose lentamente a su escritorio para poner los codos sobre el y quedarse mirando a Bronco Billy detenidamente.

 Que decepción. Pero bueno, había que intentarlo, si hubiese resultado los demás estarían agradecidos, con seguridad. Llevó sus manos a las caderas mientras miraba al suelo y asentía con la cabeza rápidamente; No asintió para  confirmar que querían el trabajo, sino para aceptar que había fallado la negociación. De la misma guisa miró al alcalde.

Si, queremos el trabajo.

El joven muchacho se adelantó unos pasos y se puso a la altura de Bronco Billy.

Queremos saber primero en que consiste el trabajo. Dijo tomando la inciativa. No como falta de respeto hacía B.B. si no como manera de demostrarle a aquel alcalde que el grupo estaba unido y no se iba decaer por no recibir más dinero. 

Sin que nadie se percatara y de manera disimulada John Grady palmeó el hombro de Bronco Billy de forma afectuosa y respetuosa para indicarle que contaba con su apoyo y que había hecho bien al intentar sacarle algo más de pasta a aquel hombre.

¿Y que trabajo de los tres disponibles quieren? Pregunta el alcalde mientras da largas caladas en su pipa y se acomoda en su silla.

El de escolta. Respondió Grady señalando el panfleto que el viejo B.B. había dejado sobre la mesa.

Nos gustaría saber los pormenores del trabajo. Por supuesto que lo aceptaremos, necesitamos el dinero y somos honrados y cumplidores. Aunque algunos seamos forasteros, como puede ver nos acompañan hombres de prestigio en la ciudad. Dijo señalando a B.B. y a Serrucho.

Ja ja ja ja, el alcalde solto una pequeña carcajada cuando escucho lo de hombres de prestigio de boca de John Grady.

Tras una nueva calada, el alcalde se puso en pie y colocando sus nudillos sobre la mesa contesto.

Disculpen la carcajada, siempre me ha hecho gracia eso de hombres de prestigio, no se lo tomen como algo personal. Dice el alcalde con una sonrrisa.

Esta bien, si quereis ese trabajo, ese trabajo tendreis, ahora bien, supongo que es bastante sencillo para lo bien pagado que esta. Debereis escoltar un cargamento de diamantes que se encuentra atascado a dos dias a caballo del pueblo, los diamantes deberan ser traidos hasta el banco asi como los que los custodian, es decir, cuando llegueis a donde se encuentra la carreta con los diamantes los hombres os diran que como los habeis encontrado a lo cual respondereis que tan solo tenian que seguir el brillo de sus diamantes, puede que reciban refuerzos asi que eso es la contraseña, los que esten con los diamantes preguntaran por que han tardado tanto los otros.

Tras una breve pausa el alcalde carraspea un poco y os pregunta... ¿Alguna duda?

Los tipos hablaban, y puesto que la charla era solo sobre diamantes y nada sobre atracadores, ni su vieja Yankton, lo dejó estar. Todo lo que le importaba en este momento era dinero para seguir en la búsqueda. 

Empezó a pensar en recuperar a Cristina, y un caballo... para por fin dedicar tiempo a seguir buscando rumores sobre el moreno.