Partida Rol por web

Nieve Carmesí VII

La Mansión

Cargando editor
11/03/2009, 23:10
Karl Ziegler

Tras el arduo camino, el grupo liderado por el teniente Diederick alcanzó su objetivo. La vieja mansión tenía innumerables señas de abandono, tanto en la propia casa como en sus alrededores: verjas rotas, malas hierbas conquistando cada palmo de terreno, árboles secos.... pero había un inconfundible signo de que aquello eran solo apariencias: las luces que los habían guiado hasta allí a través de la nieve y la lluvia.

El grupo se detuvo al llegar a la puerta principal para estudiar la situación y decidir el modo de acción. Desde luego no era el mejor momento para preparar el terreno ya que apenas podían ver algo a un par de metros de distancia, pero era lo que había y aquella guerra ya les había puesto pruebas de ese estilo más de una vez.

Ocatvius:

Señor, creo que no sería buena idea entrar en la casa. Ese lugar no es seguro, señor, creo haber visto varias figuras en las ventanas, señor. Seguramente es una trampa y los presos nos han conducido hasta ella.

La voz de aquel soldado dirigiéndose al teniente sacó a Karl de sus pensamientos. - Vaya, parece que hoy todo el mundo está dispuesto a opinar... debería andarse con más cuidado en sus modales... -

Hans:

Señor, yo no he visto nada

La voz del artillero hizo que al sargento se le dibujase una ligera sonrisa en el rostro, algo fugaz que solo podría haber intuido alguien que estuviese mirando en el momento justo. Con tanto comentario gratuito el sargento se vio obligado a intervenir. - Las luces no se encienden solas. Claro que es probable que haya alguien ahí dentro. - El tono del sargento, sin llegar a ser ofensivo para los soldados, llevaba la intención de dar un claro toque de atención a sus hombres. Aunque, realmente, el primer soldado que había hablado no era de su pelotón, no lo conocían de nada y esto hizo dudar por un instante al sargento, ¿podían realmente fiarse de él?, quizás fuese un espía o un desertor.

En ese momento el teniente tomó la palabra y comenzó a repartir órdenes de una forma clara y concisa. En seguida todos tomaron posiciones de nuevo y la avanzadilla entró en el jardín en posición de combate. Pero el teniente no le dio ninguna orden al sargento Karl, quizás lo había olvidado, pero eso no era normal en un teniente alemán, simplemente le creería capaz de tomar una decisión correcta por si mismo o, quizás, quería ver como reaccionaba Karl en esa situación.

Por un momento observó la situación tratando de evaluarlo todo. Los tres hombres del frente, guiados por el teniente, eran más que capaces de barrer el terreno hasta la entrada del edificio sin mayores complicaciones. No cabía duda de que Pieter dispararía sin piedad a cualquier cosa que se moviera en una ventana o hiciese peligrar la, a priori, sencilla misión. De Ocatvius no estaba tan seguro pero su semblante de pánico le hacía pensar que no tenía que preocuparse por él, más bien parecía que pudiese salir corriendo de aquel lugar en cualquier momento. Sin embargo, dejar a Grüber solo con los prisioneros le pareció el punto más débil del plan pues apenas tenía conocimiento militar y tampoco era una persona de mucha fuerza o reflejos sobrados sino un hombre de biblioteca cuyos conocimientos no se podían permitir perder en esos momentos y, por muy campesinos que fuesen sus rehenes, dos contra uno siempre es una situación bastante desfavorable.

Con todo esto Karl se dirigió al lugar donde Grüber había llevado a los prisioneros, un trozo de pared cerca de la puerta semiderribada del jardín. Allí estaban a cubierto para cualquier imprevisto pero, a su vez, contaban con una buena posición para vigilar el correcto desarrollo de la misión. Karl cargó su fusil se colocó junto a la pared observando toda la escena, pero con los otros cuatro sentidos atentos a que los campesinos no les diesen una sorpresa. - Grüber, los prismáticos. - Dijo tendiendo el brazo hacia el médico.

Cargando editor
12/03/2009, 09:28
Franz Grüber

El médico reaccionó de inmediato a la orden de su sargento y le devolvió los prismáticos. Con ellos no había visto nada, pero sabía que fuese lo que fuese lo que había dentro de la casa, no los recibirían con los brazos abiertos.

No le gustó en absoluto que lo pusiesen a vigilar a los prisioneros, pero las circunstancias eran excepcionales, cada miembro del reducido grupo era fundamental y por supuesto, en su mente no cabía desobedecer una orden directa dada por un oficial.

Con el rifle en las manos dirigido a los campesinos les habló en ruso - ¿estais heridos? - Aun siendo prisioneros su obligación era mirar por que ninguna persona sufriera.

Espero que acaben pronto con la inspección, si seguimos más tiempo aquí fuera nos vamos a congelar - El joven pensaba en el frio, pero lo que realmente le preocupaba eran las bombas, el ruido que producian aún le asustaba. 

Cargando editor
12/03/2009, 09:57
Octavius Dietrich

De acuerdo señor.

Las órdenes eran claras y directas, y como era de imaginar, el desesperado intento de evitar la entrada a aquel lugar tenía pocos, por no decir ninguno, puntos a favor. Octavius lo sabía, y también entendía el razonamiento del hombre que estaba al mando, que sin lugar a dudas sería el mismo que el del resto de los presentes, pero él había presentido, sentido algo más peligroso que el frío o el enemigo. Y por esa razón había intentado desbaratar la idea de entrar, por eso había mentido acerca de hombres que sus ojos no habían visto. Lo había intentado, pero no había servido de nada.

Nos arrepentiremos. - es lo único que Octavius logró añadir, y aunque no pronunció estas ultimas palabras en voz alta, su rostro se encargó de reflejarlo un instante antes de que el teniente, acompañado tanto de Müller como del soldado Dieter, saliera a la carrera para asegurar la entrada a esa maldita mansión.

Octavius no era un mal soldado, si no más bien todo lo contrario. Lo suyo era la artillería, de eso no había duda, pero no era mal tirador y, lo más importante, desde el principio había acatado las órdenes de sus superiores sin cuestionarlas. Por eso, cuando el teniente abandonó la segura posición detrás del muro, dejó caer su rodilla izquierda sobre la nieve, cerca del muro donde nacía la reja, y alzó su fusil, a la altura de su rostro para poder apuntar. Concentrado, todo y que intuía que nadie aparecería, movió el arma de forma sistemática, paseando su objetivo de una ventana a otra, tanto iluminada como a oscuras, y esperó, pacientemente, a que el teniente Diederick diera la orden para avanzar.

Había recibido una orden, y como desde el primer día en que se alistó, se centró en acatarla y cumplirla. Además, no dejaría aquellos hombres allí solos, ya que quizás, y solo quizás, él podría ayudarlos a enfrentarse a lo que fuera que allí les esperaba.

Nos quiere dentro, nos deja, nos invita a entrar sin más...pero luego vendrá a por nosotros.

Cargando editor
12/03/2009, 11:05
Grigori

Grigori abrió los ojos como platos al ver que ese soldado se le había dirigido en ruso. Pues era algo con lo que no contaba, a partir de ahora el campesino iría con mucha más cautela.

Sin querer ser descortés levantó una palma de la mano para agradecer el interés del soldado.

-Mentiría si dijese que estoy bien. Pero de momento no tengo nada grave, a no ser que tus camaradas se entretengan mirando la fachada de nuestro refugio.-

Con un gesto de la mano, indicó al soldado su intención de sacar la cabeza para ver cómo iba la operación, pues lo que primaba ahora era entrar en esa casa antes que el frío o la metralla acabasen con su vida, y con la de los demás, claro.

-¿Puedo?-

Cargando editor
12/03/2009, 12:13
Franz Grüber

Franz apretó con ambas manos su rifle y se dirigió a Grigori - No, no es seguro - El joven no era muy bueno con un arma, pero a esa distancia hasta un niño podría abatir al campesino, así que estaba seguro que le haría caso.

Espero que estos dos no den problemas. Parecen simples campesinos, pero en estas circunstancias un simple grito de alerta a un escuadrón enemigo y estamos todos muertos - Grüber estaba realmente asustado. Quería que la inspección acabara cuanto antes y poder refugiarse aunque fuese en la tétrica casa.

Cargando editor
12/03/2009, 17:37
Alexeva

Alexeva se estremeció al contemplar el jardín conquistado por el invierno y la casa aparentemente habitada. Se preguntaba quién habría dentro, ¿más alemanes o camaradas rusos? Mientras pensaba en lo poco que le gustaría verse atravesada por las balas de su propio ejército vió volverse al soldado Dietrich, blaco como el papel, con el miedo hablando por su boca. Ese hombre estaba muy afectado por la guerra. Quizá fuera ya un loco peligroso.

Se sentía aliviada de que la hubieran dejado atrás mientras los alemanes aseguraban la mansión. Se cubrió bien tras el muro, no quería verse en medio de un fuego cruzado.

-Yo estoy bien, Herr comandante. - dijo respondiendo a la pregunta del médico, sonriéndo e inclinando la cabeza.

Cargando editor
13/03/2009, 00:56
Pieter Müller

Pieter llegó al jardín de la casa y no sabía se lamentar o no que las estatuas no fuesen enemigos. Miró hacia todos lados, buscando si había alguien más que ellos. Sintió miedo en un momento, pero se avergonzó y dijo para si, decidido, -No, no puedo tener miedo en un momento como este, el miedo lleva a la derrota. Tengo que ser firme, los nervios no me pueden traicionar.- Luego miró hacia las ventanas, sin bajar el fusil.-Yo también estoy bien Franz-Dijo respondiendole al médico.

Cargando editor
13/03/2009, 08:43
Director

Uno tras otro cruzaron la puerta, algunos fija la mirada en la luz, otros atrapada por la figura de mujer o por la presencia del camposanto. Uno tras otro entraron corriendo. Grüber y los dos campesinos cerraban la marcha, algo rezagados.  El viento era ahora un grito, la garganta de un titán no lo habría proferido mayor, las ramas ya no se agitaban, se estremecían y se quebraban.

Todos habían entrado, soldados y campesinos, con Diederich, Müller y Pieter a la cabeza. Pieter tomó posición para cubrir a sus compañeros y más atrás, Dieter y Octavius hacían lo propio. 

Repentinamente, una bomba perdida estalló demasiado cerca del grupo de cabeza, cuando ya estaban alcanzando la escalinata que daba acceso al primer piso.

La honda expansiva, hizo que los tres soldados cayesen de bruces al suelo, que tembló durante un instante de forma violenta, transmitiéndose a la estructura de la casa. Algunas ventanas rompieron. Una lluvia de cristales y arenilla cubrió a los soldados produciéndoles magulladuras. Estaban aturdidos y lo único que eran capaces de oír era el bramido de la explosión retumbando en sus cabezas. Con dificultad intentaron incorporarse, pero nada de lo que pudieron hacer pudo evitar lo que sucedió a continuación cuando una estructura de piedra antigua que, con toda posibilidad era parte de una de las chimeneas de la casa, se precipió desde el tejado sobre el teniente Diederich, aplastándole el abdomen y las piernas ante la atónita mirada de sus compañeros. El teniente, a pesar de su porte marcial, no pudo contener un terrible grito de dolor.

 Desde el suelo, pudieron ver la casa levantándose amenazadora sobre ellos, recortándose contra el cielo...bajo la nieve carmesí.

Cargando editor
13/03/2009, 09:34
Director

Octavius vigilaba la casa mientras todo esto sucedía. Se concentraba en cumplir con su deber, pero todo era demasiado confuso. Se habían adentrado dentro de ese manto de maldad que cubría toda la casa y una sensación de deasosiego lo embargaba. De pronto, es como si algo hubiera despertado...ese aura parecía que ahora fluctuaba y se movía con vida propia alrededor de la casa. Y de pronto, la escuchó rugir...y entonces Diederich murió. Quizá fuese otra cosa, quizá el estrés y quizá no fué otro rugido que el de la tormenta, o la explosión de la bomba, pero quizá...quizá fuese otra cosa.

Cargando editor
13/03/2009, 10:13
Franz Grüber

¡Dios mio! -  Grüber se cubrió la cabeza en un acto instintivo al caer la bomba. Por un instante perdió el rumbo y por un momento pensó que el corazón saldría por su boca debido al miedo.

¡Señor! - En ese momento Franz dejó de ser un soldado para convertirse exclusivamente en médico. Corrió hacia su teniente y comenzó a practicarle los primeros Auxilios.

Aguante señor, ya le estoy aquí. Saldrá de esta - Esta última frase la dijo en un hilo de voz, ni él mismo se la creía, pero puso todo su empeño y conocimientos en salvarle la vida.

Con un rápido movimiento, que ya había repetido cientos de veces, arrancó con la boca la protección de la jeringuilla de morfina y se la aplicó a  Diederich, no quería ni imaginar lo que debía estar sufriendo.

Entonces dirigió una mirada suplicante a sus compañeros - ¡Rápido! hay que quitarle ese peso de encima del cuerpo.

Notas de juego

Si hay que hacer alguna tirada me avisais, aunque tiene pinta, por como está descrita la escena, que no hay mucho que hacer.

Cargando editor
13/03/2009, 10:26
Karl Ziegler

Karl avanzaba en la retaguardia del grupo, lo que hizo que el fotutito impacto de la bomba apensa tuviese efecto sobre él más allá del fuerte estruendo. El sargento apartó la mirada institntivamente durante un segundo y, cuando recuperó el campo de visión, descubría una escena sobrecogedora: el teniente Diederick había sufrido una de las tantas injusticias que ocurren durante la guerra, un soldado ejemplar que siempre cumplía con el protocolo y no dejaba nada al azar fue embestido por la mala suerte de una forma muy cruenta.

Tras un segundo para asimilar la situación el sargento se hizo cargo de la situación al considerar que el teniente no esta en disposición de hacerlo. - ¡Grüber, rápido, ayude al teniente!, yo me encargo de los presos. - Grüber corrió en ayuda del superior incluso antes de que Karl le hubiese dado la orden, ese era su terreno y ahí si que nadie podía susperarle. Tras un segundo más de análisis el sargento continuó ordenando la situación desde la espalda de los campesinos rusos que podían sentir su afilada balloneta.

- ¡Pieter, Dietrich! ¡no dejeis de vigilar las ventanas y los alrededores!, ¡Cubris a Grüber!. -

Grüber:

¡Rápido! hay que quitarle ese peso de encima del cuerpo.

- ¡Müller, Dieter!, ¡los ladrillos! - Dentro de la gravedad la situación parecía más o menos controlada, pero estaban en un momento muy delicado, cualquier inconveniente o imprevisto en los próximos minutos podría ser fatal para todos. Karl vigilaba las ventanas y los alrdedores atento a cualquier peligro sin bajar sus armas de las espaladas de los campesinos, la ballenta en uno y la pistola en la otra pero, casi incoscientemente, no podía dirigir miradas intermitentes al lugar donde Grüber atendía al teniente.

Cargando editor
13/03/2009, 11:40
Octavius Dietrich

Cuando la bomba explotó al frente, cerca de sus compañeros, Octavius sintió como el instinto de la guerra se apoderaba de su cuerpo, y antes de poder pensar en nada, su cuerpo se lanzó al suelo, con ambos brazos alrededor de la cabeza, en un intento de cubrirse lo mejor posible tanto de la bomba en si como de la metralla y los posibles proyectiles, arena, piedras o cualquier otra cosa que habitara en el jardín, que pudieran salir disparados hacia él. Y tan solo unos instantes después, cuando el atronador rugido había concluido y con el alivio de saberse indemne del sorprendente ataque, se incorporó y empezó a correr hacia los hombres que habían encabezado la marcha, posiblemente heridos y por lo tanto quizás necesitados de ayuda.

Durante esos segundos, escasos, pues la distancia no era grande, se sintió capaz de creer que aquello era tan solo el resultado de una bomba perdida, errática en aquella condenada guerra, pero cuando divisó, con tremenda claridad, como la enorme piedra, hasta hacía unos instantes perteneciente a la estructura de la mansión, caía sobre el teniente, su mundo pareció detenerse. El aura, la maldad, volvía a estar presente con aterradora claridad, oscilaba alrededor de ellos y se paseaba libre y exultante por el jardín.

Gruber pasó cerca de su posición, alcanzando la posición del teniente, y sus gritos, solicitando ayuda, aterrizaron en los oídos de Octavius, pero él no estaba en esos momentos allí, se había detenido, asustado, y su mirada vagaba por la fachada de la mansión y el jardín, en busca de algo tangible, de algo que no podría ver pero que sabia que estaba allí. Impotente, pues es la única sensación que parecía acompañar a la creciente rabia que anidaba en su interior, alzo su fusil, más que predispuesto para disparar, y apuntó aquello que creía, ahora con más intensidad, haber escuchado rugir junto con la explosión. Nada. No había nada sólido, solo una sensación y aquel aura de maldad, por lo que el arma se desvió a la puerta, la entrada de aquel indeseable edificio y quizás un buen lugar para saciar su ira.

Cita:

¡Pieter, Dietrich! ¡no dejéis de vigilar las ventanas y los alrededores!, ¡Cubris a Grüber!.

El grito, las ordenes del sargento Karl, también lo alcanzaron de lleno, y en este caso, la autoridad que emanaba de su voz, tuvo mucho más efecto que los gritos del médico. Sorprendido y molesto por su propia reacción, más normal de alguien un tanto desorientado o simplemente cegado por el horror, Octavius respiró hondo mientras desplaza su fusil para apuntar a las ventanas. El mal rato, el desorden emocional que en otras ocasiones lo había dominado, parecía ceder, y, de nuevo, él era el amo racional de sus acciones.

De acuerdo, señor!! No parece haber soldados a la vista!! - gritó, y aunque sus palabras eran simplemente una información para el resto, para él fueron la única forma de aligerar la tensión que lo embargaba en esos momentos, pues si bien no había soldados, si tenían mucho de lo que preocuparse. El aura seguía ahí y el peligro era mucho mayor que cualquier ejército enemigo.

Cargando editor
13/03/2009, 15:20
Hans Müller

Unos minutos después del cuerpo a tierra, Hans Müller se incorporaba siguiendo las mudas indicaciones del Teniente Diederick para continuar el avance hacia la puerta principal de la mansión. El vendaval desatado en que se había transformado la tormenta parecía desear frenar su marcha y la violencia del mismo agitaba los poderosos árboles como si de simples cañizos se trataran, quebrando sus ramas con el ominoso sonido de los huesos rotos. Mas a pesar de su ensordecedor eco, Hans Müller pudo escuchar el silbido de un mortero y un escalofrío recorrió su espalda de parte a parte, paralizándolo. Segundos después, la onda expansiva de la explosión lo arrojaba como un pelele contra el suelo.

¡Pieter!¡Pieter!, murmuró con una voz inaudible para todos. Intentó ponerse en pie, pero fracasó quedando de rodillas en medio de una nube de fragmentos de cristal y polvo de cascotes. Con la mirada extraviada, una expresión alelada y el mundo reducido a un sordo pitido en sus oídos, solo supo que estaba vivo. Volvió a intentarlo y consiguió a duras penas erguirse y mantener el equilibrio, apoyándose contra una pared. Y al girar el rostro, a cámara lenta, sus ojos vieron cómo el cuerpo del Teniente Diederick se rompía y aplastaba bajo el peso de una gran piedra caída de no sabía dónde.

Golpeado por el shock, la boca abierta, los ojos desorbitados miró en derredor, observándolo todo como si estuviera lejos de allí. Gruber, el médico, corría hacia ellos y se arrollidaba ante el cuerpo sangrante del Teniente. Pieter y los demás se movían agitadamente, los rostros desfigurados por muecas. Las bocas se abrían y cerraban. Pero Hans Müller no oía nada, salvo el atronador pitido de sus oídos.

Cargando editor
13/03/2009, 16:00
Alexeva

El bramido de la explosión sorprendió a Alexeva tanto como a los demás, haciendo que se agachara instintivamente. Casi inmediatamente una lluvia de cascotes aplastó al teniente Diederich. La campesina se levantó lentamente, mirando pasmada cómo el oficial gritaba en el suelo mientras Grüber le atendía. Aunque fueran sus enemigos y hubiesen cometido atrocidades contra su pueblo no soportaba ver sufrir a nadie. Ella había matado, sí, pero sus certeros disparos eran sinónimo de una muerte rápida y relativamente limpia.

Espabiló al sentir el arma del sargento en la espalda. Se quedó quieta para no ponerle más nervioso pero giró la cabeza para gritarle una petición.

-¡Herr comandante, por favor, señor, entremos en la casa! ¡Aquí pueden caernos más bombas!

Cargando editor
13/03/2009, 19:21
Grigori

La explosión cogió totalmente por sorpresa a Grigori. Tan encerrado en sí mismo bucando y desechando formas de seguir vivo al menos unos días más le hicieron bajar la guardia. Su cuerpo estaba tenso, puede que más por el frío que aún notaba en los huesos que por un estado de alerta. Por lo que al campesino le pareció que todo el pelotón se le había tirado encima.

El golpe seco contra el suelo hizo que le recorriera un dolor agudo por todo el espinazo hasta las puntas de los dedos, tanto de manos como de pies. Quizá por la inesperada explosión, quizá por haber caído mal, se quedó completamente sin respiración. La angustia que sintió hizo que esos momentos pareciesen una eternidad de torturas, ya que el agobio de no poder respirar le hicieron pensar en lo peor.

Sorprendentemente, el aliento le volvió tan súbitamente cómo se le había ido. Tomó una gran bocanada de aire que le llenara de oxigeno los pulmones, mas lo único que aspiró fue polvo y humo. Grigori empezó a toser violentamente, en un vano intento de purgar sus pulmones. Puesto a cuatro patas, con la espalda curvada y sacudiéndose en espasmos, emepzó a escupir hasta que pudo recuperar su respiración más o menos normal.

Al levantar la vista se dió cuenta que algo no iba como tocaba. Se sentó en el suelo para tranquilizarse y poder tener una mejor vista de lo que sucedía. Aún con los ojos llorosos, y debido al polvo que aún estaba suspendido en el aire, sólo pudo adivinar sombras que se movían nerviosas, confluyendo algunas en un sitio concreto haciendo corrilo. Se volvió con esfuerzo hacia Alexeva, y con más esfuerzo aún intentó preguntar.

-¿Qué ocurre?-

Aunque con la expresión de la campesina tuvo suficiente para saber que algo malo había pasado, la angustia que mostraban ella y el soldado de atrás no podían mentir.

Cargando editor
13/03/2009, 23:19
Pieter Müller

Pieter, al caer, pensó que los enemigos lo tenían, que ya no había escapatoria, que lo remtarían y así acabaría su vida como soldado, y como humano. Pero por suerte no fue así y fue capaz de levantarse. Quedó pasmado al ver al Teniente Diederick bajo ese armatoste de piedra. No imaginaba que alguien con un rango mayor que él tenía tantas posibilidades para morir, perfectamente le pudo haber sucedido a Pieter. Enfurecido, pretendía eliminar al que le hizo eso a su teniente, no necesitó oír las instruccione de Gruber, el quería encontrar al enemigo cuanto antes. Observó cuidadosamente las ventanas y la fachada de la mansión en busca de algo sospechoso, sin bajar la guardia.

- Tiradas (1)

Tirada: 1d8(+7)
Motivo: Buscar enemigos en las ventanas y el techo de la casa
Resultado: 7(+7)=14

Notas de juego

Me gustaría hacer una tirada de percepción, pero veo que ninguna característica se ajusta a lo que necesito. Usaré inteligencia, si está mal repito la tirada.

Cargando editor
16/03/2009, 08:46
Dieter

Dieter se acercó corriendo hacia el teniente con intención de dar cumplimiento a las órdenes del sargento Karl. Una vez junto al teniente, intentó mover la mole que aplastaba su abdomen y sus piernas.

-¡¡¡Maldita sea!!!

Su rostro se volvió rojo, congestionado por el esfuerzo, aun temiendo que por mucho que lo intentase, su esfuerzo no tendría recompensa.

Cargando editor
16/03/2009, 08:52
Director

Mientras Müller intentaba recuperarse del brutal impacto de la honda expansiva, Grüber y Dieter se acercaron al teniente Diederick, que permanecía atrapado bajo una mole de piedra.

El sargento Karl daba órdenes intentando controlar la situación y los que ahora eran sus hombres, las cumplían con premura.

El médico pudo comprobar con desagrado que la vieja chimenea había aplastado por completo el cuerpo del teniente desde los muslos al abdomen. Su cuerpo había sido seccionado en dos por el horrible impacto y la sangre de Diederick, manaba libremente tiñendo de la nieve desde su abdomen y por su boca.. No hacía falta examinar al teniente para comprobar lo evidente; varios órganos vitales habían quedado completamente destrozados...al teniente le quedaba poco de vida.

Octavius y Pieter vigilaban las ventanas de la casa, pero ni en ella, ni en sus alrededores, se veían más vestigios de vida que los escasos matorrales que creían desordenadamente en el jardín, sepultados ahora bajo la nieve.

Los dos campesinos se limitaban a observar su situación. Les embargaba una sensación de impotencia. Sabían que no podían hacer otra cosa que implorar a sus captores que les permitieran ponerse a salvo y así lo hizo Alexva.

Notas de juego

La tirada es correcta, Pieter.

Cargando editor
16/03/2009, 09:14
Teniente Diederick

Grüber aplicó la inyección de morfina al teniente para aplacar su dolor. Al acercarse, el teniente lo agarró del brazo con fuerza; por el dolor, pensó el médico. Pero pronto comprobó que no era así, cuando su mirada y la del teniente se encontraron. Parecía que le quería decir algo.

Con un gran esfuerzo, echó mano al bolsillo derecho de su camisa, sacando una pequeña libreta de pasta dura. Una agenda de bolsillo y se la puso en la mano al médico.

La sangre manaba por su boca, pero con sus últimas fuerzas, consiguió hablar.

-Sois...cof...cofff...sois buen...buenos soldados. Hubiera es...estado orgullosoo...C...con...continuadlo...es...no debe...ser olvidado. Kristine...llevádselo a Kristine, por fffavor. La guerra...la guerra terminará...y...ter...ter...

y entonces, murió.

Cargando editor
16/03/2009, 10:10
Karl Ziegler

Karl seguía el moviemito de los soldaos desde la parte más cercana a la verja del jardín. Todo parecía ir como había planeado en los pocos, pero eternos, segundos que habían pasado desde la caida de la chimenea. Entonces advirtió que una pieza fallaba, Hans Müller había quedado tan consterando por lo ocurrido que era incapaz de moverse y Dieter solo no podía mover la maltrecha chimenea. En ese momento habló la campesina que tenía delante y que casi se había vuelto invisble para el sargento.

Alexava :

¡Herr comandante, por favor, señor, entremos en la casa! ¡Aquí pueden caernos más bombas!

De nuevo hubo que pensar rápido y Karl hizo lo que creyó más conveniente aunque, esta vez, el plan entrañaba una buena dosis de riego, riegoa morir todos congelados en aquel tétrico lugar. Empujó a los campesinos con sus armas mientras volvía a dar órdenes.

- Vostros dos, entrad en la casa - Ordenó a los campesinos. Seguidamente se dirigió junto a Dieter para ayudarle a retirar la chimenea del maltrecho cuerpo del teniente, descubriendo una visión tan desagradabe como sobrecogedora. El sargento miró a Grüber que parecía recibir las últimas palabras del teniente. La mirada del médico no hizo más que ratificar lo evidente: el tiempo del teniente este despiadado mundo había llegado a su fin. Ahora le tocaba a él guiar a los soldados que le acompañaban. - ¡¡Vamos, vamos!!, ¡todos a dentro! - Gritó haciendo gestos con la mano y enjugando unas congeladas lágrimas por el teniente.

Karl esperó hasta asegurarse que todos sus hombre se habían puesto a cubierto en lugar seguro para despedirse del teniente. No le agradaba en absoluto la idea de dejar allí su cuerpo, pero entretenerse en darle una sepultura digna o portarlo dentro de la casa podría tener consecuencias mucho peores. Karl hizo un respetuoso saludo militar ante el cuerpo sin vida del teniente Diederick y musitó algunas sordas palabras antes de darse la vuelta y correr hacia el interior de la mansión con el resto.