¿Había abrazado a Ayumi alguna vez antes de ese día? Si lo había hecho desde luego no podía haber sido como ese momento, porque entonces no lo habría olvidado. Al fin y al cabo, el contacto se me da tan mal como las palabras, pero en ese momento era sencillamente natural. La mantenía entre mis brazos con fuerza, como si estuviera intentando protegerla de algo, pese a que fuera demasiado tarde, temblando por algo que ya no sabía si era frío o si eran todas las emociones que, por una vez, exigían expresarse en mi.
—No tenías que hacerlo tú sola —repliqué tercamente, pero sin alzar la voz, mientras todavía la mantenía abrazada—. Si yo no me hubiera encarado a Yamagawa... no habría pasado nada de esto. Y de todas formas... los Wabi-Sabi somos uno. Ninguno tiene que sacrificarse por el resto. Teníamos que haber estado aquí contigo. Yo al menos.
Pero Ayumi lo había hecho. Por mí, y por Konatsu, a la que apenas conocía todavía. Eso era lo que más rabia e impotencia me hacía sentir. Podía intimidar a primera vista, y quizá a veces su tono sarcástico podía interpretarse como arrogancia, pero cualquiera que conociera a Ayumi, que la conociera de verdad, sabría realmente que tenía un corazón muy grande. Suficiente grande como para hacer esto por sus amigos. Y nadie era capaz de ver eso. Los likes de la imagen dejaban claro además que no eran solo los matones de clase los que pensaban así.
Al final, nos separamos y aproveché el momento para mirarla de arriba abajo, frunciendo un poco los labios al fijarme mejor en las heridas y cómo estaba su ropa.
—No estás bien —sentencié firmemente, era algo que cualquiera podía ver—. Entiendo que pienses que si avisamos a alguien será peor... pero, ¿y qué va a pasar si no? Han ido demasiado lejos.
Me habría encantado pensar que iban a dejarlo ahí, pero si se salían con la suya, ¿qué garantía tenía de que no fueran a ir a más? Ese tipo de gente nunca sabe cuándo parar. Pero tampoco era el mejor momento para discutirlo. Todavía nos estabamos calando y las heridas de Ayumi no iban a esfumarse por las buenas, así que como muy poco teníamos que movernos.
—Deberíamos ir hasta tu casa. Aunque... creo que mi madre tampoco estará ya en la mía, y está algo más cerca —Si no queríamos pillar una pulmonía íbamos a tener que secarnos con urgencia—. Es o eso... o la enfermería del instituto, pero si llegamos así van a hacer preguntas.
Aunque las preguntas iban a llegar de todos modos. Incluso si estuviéramos como para ir a clase llegaríamos tarde, y claramente no lo estábamos, especialmente ella. Era posible que incluso llamaran a nuestros padres. En cualquier caso, fuera cual fuera su respuesta, hice algo más que era raro en mí: La ofrecí una mano. Era un gesto natural cuando alguien que te importa parecía tan vulnerable... y en el momento no me paré a pensar que, fuera de contexto, era algo de lo más extraño.
Me la diera o no, ahora sí que abriría el paraguas. Quizá había sido un poco tonto no abrirlo antes, pero tampoco estaba pesando con claridad. Y solo quedaría caminar, pensando en lo simples que parecían las cosas hacía dos días y en lo complicado que parecían todos los que estaban por venir.
Por mucho que comprobaras el móvil, no había ningún mensaje de Izumi. Sólo algunas notificaciones en instagram y algún mensaje de alerta de alguna app que tuvieras instalada. Konatsu, por el contrario, te arrastraba hasta acabar dentro de un aula vacía. Luego, tras asegurarse de que estabais a sola, cesó su marcha y se giró para mirarte al rostro. Parecía preocupada... sin embargo, cuando le dijiste si ella también te ocultaba algo, enarcó una ceja.
—¿Ocultarte algo? —preguntó, visiblemente molesta— . ¿De qué hablas...? Izumi-kun estaba con nosotros hace un momento en el patio. No sé porqué Hikaru-kun te ha respondido así de nervioso, pero hemos estado con Izumi-kun hasta hace sólo un momento...
No parecía estar mintiéndote. En cualquier caso, aún permanecía con el ceño fruncido ante tu acusación... Sin embargo, no te había arrastrado hasta ahí por nada... sino porque quería preguntarte algo, algo que sólo tú podías responderle.
—¿Qué fue lo que... escuchaste antes de... ésos? —preguntó, bajando la voz y titubeando un poco.
Por supuesto, se refería al mensaje que le mandaste cuando escuchaste a los pandilleros. ¿Tenía miedo? Ese titubeo no dejaba lugar a dudas: si no tenía miedo, estaba realmente preocupada. Dadas las circunstancias, no era para menos...
—¿Dijeron que iban a hacerme algo... más?
Ayumi te escuchó silenciosamente. La sermoneabas, pero no replicó. De hecho, no dijo nada, simplemente te miró. Finalmente, cuando le ofreciste la mano, la cogió. Su mano estaba fría como un témpano de hielo, e incluso temblaba a cada poco rato... aunque los tembeques fueron reduciéndose cuanto más tiempo estuvo agarrada a ti.
Era como si... le transmitieras seguridad...
—Vamos a tu casa —dijo, pero aceptando aquella opción como podría haber aceptado otra cualquiera siempre que fuera alejarse de aquel parque.
Bajo el mismo paraguas, tuviste que acercarte a ella hasta el punto de rozar su brazo para que no os mojarais. Por muy grande que fuera el paraguas, erais dos después de todo. Tú sabías que ir a tu casa suponía no llegar luego a tiempo a clase. Era inviable... y no porque estuviese realmente lejos el instituto de tu casa, nada que ver, sino porque apenas quedaban unos minutos para que empezase la primera clase. A Ayumi, por el contrario, parecía darle igual. Dadas las circuntancias en las que se encontraba, ir a clase o no era algo secundario...
Ella caminaba silenciosamente... aunque te miraba de reojo; no fue hasta que llegasteis que te miró directamente. Luego dudó un segundo, aunque acabó hablándote en un tono de voz suave...
—Gracias por estar conmigo, Izumi-kun...
Te lo agradecía de todo corazón. Pero... ahora que lo pensabas en frío... era la primera vez que entrabas con una chica en tu piso... sin haber nadie más en tu casa. ¿Aunque importaba eso ahora?
Una de las cosas que revelaban lo extraña que era esa situación era, precisamente, que fuera yo quien sermoneaba a Ayumi mientras que ella permanecía en silencio. Normalmente ocurría a la inversa, y a veces no necesitaba ni eso: Simplemente me dedicaba una de esas miradas que conseguían que me pensara lo que fuera que había dicho o hecho sin decir una sola palabra. Pero esta vez no hubo ni una cosa ni la otra. Solo escuchó... y me dio la mano.
Estaba tan fría que me dio miedo, y eso que yo también estaba helado. Pero no la solté. En su lugar, lo que hice fue apretar más, y poco a poco... noté cómo empezaba a dejar de temblar. No terminaba de entender el por qué, pero sabía que no podía ser mano, y cuando aceptó que fuéramos a mi casa, asentí con la cabeza.
Normalmente, llegar a mi casa desde el Parque Ueno habría sido un paseo bastante ligero, pero con la lluvia que estaba cayendo se convirtió en toda una odisea. Ayumi y yo caminábamos más juntos de lo normal, intentando refugiarnos bajo un paraguas que era grande para uno pero pequeño para dos, sin romper el silencio en ningún momento del camino. Tampoco nos mirábamos, o al menos, no directamente. De vez en cuando, cuando la miraba de reojo, me daba la sensación de que ella también lo hacía.
Pero no tuve tiempo de pensar demasiado en ello. Por fin llegamos hasta la puerta de mi casa, y después de hundir la mano en el bolsillo, conseguí dar con la llave para abrirla. Como me esperaba, estaba vacía, y en comparación a lo que habíamos vivido en la calle, el interior era de lo más cálido. Y allí volvimos a mirarnos directamente por primera vez desde que salimos del parque.
—No me agradezcas eso —respondí, mirándola a los ojos—. Siempre estamos ahí el uno para el otro. Sé que tú habrías hecho lo mismo.
Aunque no lo dije así, simplemente no podría haber sido de otra forma. Por mucho que ir en su ayuda hubiera significado saltarme clases y seguramente meterme en problemas... volvería a hacerlo sin pensarlo dos veces.
Cuando ya estuvimos dentro y cerré la puerta a nuestra espalda, empecé a plantearme algo más la situación. Ayumi había estado en mi casa antes, sí, pero siempre en compañía de Hikaru, y con alguno de mis padres pululando por la casa. Tampoco es que eso importara mucho... pero quedaba ahí. Sin embargo, había un tema logístico algo más urgente que no había pensado demasiado antess de llegar...
—Si quieres... puedo dejarte una toalla para que te des una ducha. Todavía estás helada —Sabía que podía sonar raro, pero si había una hipotermia en juego, correría el riesgo—. El problema es... que tendría que dejarte algo de ropa mía si quieres que lo que llevas ahora se seque.
Era una forma diplomática de decirlo. Por mucho que se secara, la ropa de Ayumi no iba a quedar especialmente bien. Y la ropa que yo pudiera darle le quedaría algo grande, y aunque con un poco de suerte tendría algo de cuando era algo más joven.. seguiría siendo ropa de chico. Pero era mejor que nada. Más allá de eso, estaba claro que conseguir una toalla para cada uno y encender la calefacción era de lo más prioritario.
Ya cada vez entiendo menos, Konatsu me está reteniendo por otra cosa mientras mi amigo está desaparecido. Es inexplicable la expresión que tengo ahora de puro agobio e incertidumbre ya que no me apetece hablar de otra cuestión y lo que están diciendo de Izumi no concuerda con lo que me escribió a mi. Me estaba pidiendo ayuda para algo que nadie debía enterarse y la verdad parece que nadie de su círculo está al tanto.
—Ya.
La respuesta es un tanto brusca, escueta y sin ánimo de hablar de más. Pero al cabo de los minutos comprendo el motivo de hablar conmigo a solas y suspiro, podría decirle aquello e irme de una vez hacia los exteriores para buscar a mi amigo. No tengo que perder más tiempo, puede ser muy tarde. Más aún cuando me pidió que nos encontremos y directamente ya no está. ¿Habrá encontrado a Ayumi?
—Mira, ten cuidado... Estaban hablando de darle su merecido a alguien y creo que era a ti—le comento rápido—. Lo escuché al pasar, pero no sé más. Ten cuidado, ahora debo irme.
Y no le digo más, simplemente me alejo de aquella chica con la intención de encarar la salida y buscar por los alrededores a mi amigo. Reviso las novedades de las redes sociales, busco entre los mensajes, algo que me dé a entender dónde puede estar Izumi y que le ha pasado a su amiga. Todo es muy raro y me preocupa.
A Konatsu se le cambió la cara por completo. Si ya su rostro era de por sí blanco, en cuestión de milésima de segundo adoptó una tonalidad más blanquecina de lo habitual que denotaba pánico absoluto. No era para menos... la noticia de que los pandilleros querían darle su merecido a ella... no era nada comfortante... Aunque, tras ver su reacción, una pregunta asaltó tu mente: ¿hasta qué punto habías hecho bien en contarle aquello? ¿Podías haberle advertido de alguna manera más suave? Fuera como fuese, mejor que lo supiera por ti a que le ocurriera algo, ¿no?
Aunque en un primer momento Konatsu hizo el amago de detener tu marcha, finalmente se detuvo y te dejó salir...
—G-gracias —musitó antes de que te marcharas del todo.
Nada más salir sostuviste tu móvil en las manos y empezaste a revisar todas las notificaciones mientras andabas en búsqueda de tu amigo. Con suerte tal vez hubiera algún mensaje nuevo de él, o algo que te ayudara a entender dónde diablos se había metido y qué pasaba. Sin embargo, lejos de encontrar nada de Izumi, sí viste algo extraño: se te había etiquetado en una foto en instagram que parecía estar causando furor.
Quizás fruto de la curiosidad, decidiste abrirla para ver lo que era y...
...en ese preciso instante entendiste que habías estado muy equivocado en tus interpretaciones: no era Konatsu de la persona de la que habían hablado los matones... Era Ayumi...
El sonido del timbre sonó de repente, sacándote de tus pensamientos y anunciando el comienzo de las clases...
Ayumi asintió con la cabeza. Un baño le vendría bien si lo que quería era evitar un buen resfriado. Le ayudaría a entrar en calor, y a quitarse por completo la humedad una vez se secara con la toalla. El problema era... precisamente eso, que estaba en tu casa, contigo... a solas...
Aunque, a decir verdad, ella parecía no estar del todo preocupada por ello.
—No pasa nada por la ropa —te contestó—. Un jersey estará bien...
Cuando le diste la toalla, Ayumi se metió en el baño. Poco después, se escuchó el sonido de la ropa mojada siendo soltada en el cesto de la ropa y, finalmente, el sonido del agua... Era imposible no ser consciente de que Ayumi... estaba allí... a escasos metros de ti, desnuda, duchándose. Lo único que te impedía verla era unas cuantas paredes, pero... para una mente adolescente como la tuya no imaginárselo suponía un esfuerzo sobrehumano.
Buscarle la ropa por lo menos te podría ayudar a no pensar de forma pervertida. Aunque... seamos sinceros, ¿imaginársela llevando sólo tu ropa ayudaba...?
...
... no, claro que eso tampoco ayudaba.
...
Justo mientras tu rostro se ruborizaba entre pensamientos adolescentes, sentiste un escalofrío recorrer tu cuerpo, y luego sobrevino un sonoro estornudo. Tu ropa, como la de Ayumi, había acabado empapada... sobretodo tras la carrera sin paraguas del colegio al parque...
Tienes total libertad para hacer lo que quieras, incluso espiarla (lo dejo caer por si acaso, xD).
No había estado para nada bien el ser muy directo con Konatsu, pese a que mi mente está ahora en mi amigo y lo que ha sucedido con él. Por esa razón es que no extendí demasiado la conversación y simplemente me despido prácticamente a las apuradas mientras pienso en los lugares donde puede estar Izumi. Esto conlleva a que avance hacia la puerta mientras tengo el móvil en la mano, lo cual al revisar las novedades descubro que estoy etiquetado en una foto donde aparece Ayumi y lo dicho, más la imagen en sí, habla demasiado y ahí comprendo todo.
Rápidamente y sin importarme en absoluto que el timbre ha sonado, salgo del colegio para ir directo hacia el parque Ueno. Es muy probable que Izumi esté ahí junto a la chica, al parecer la han atacado a ella y esto no iba para Konatsu. Ya me tocará avisarle, ahora la prioridad es mi amigo y pese a la incesante lluvia que ahora terminará por calarme hasta los huesos, avanzo a pie hasta el nombrado parque. Con lo nervioso que estoy, no me interesa que me caiga la bronca. Él me había pedido ayuda y ahora lo estoy buscando por todos lados.
Terminará por volverme loco...
—Vale, un jersey entonces.
Tendría que haberlo pensado antes: No hay mejor prenda para situaciones así que un jersey. Da calorcito, y cuando te queda grande es más un bonus que un impedimento. Estaba seguro de que tenía alguno guardado, así que sería solo cuestión de buscarlo mientras ella se duchaba. Y justo ahí, cuando escuché el agua correr hacia el grifo, fue cuando caí en la cuenta de la situación.
Ayumi estaba duchándose, en mi casa, mientras estabamos solos, y lo único que nos separaba era una triste puerta. Si hubiera tenido una visión de rayos X, incluso una especialmente cutre que solo permitiera ver a través de la madera, en ese mismo instante habría sido capaz de verla, y habría estado... completamente desnuda. Para mis adentros, no pude hacer más que maldecir lo traicionera que era la imaginación...
Y darme más prisa por caminar a mi cuarto a revolver los cajones en busca de un jersey y un pantalón cómodo. Lo peor era que también recordaba lo que había ocurrido en la clase de gimnasia... aquel «puedes mirar»... aquella sonrisa... y si... ¿y si eso significaba que también podía mirar ahora...?
Zarandeé la cabeza para quitarme la idea de encima. ¿Pero cómo iba a significar eso? ¡Y más en una situación así! ¡No tienes remedio, Izumi! Claro, que una cosa era lo que iba a hacer, y otra lo que imaginaba, así que al final me ruboricé... y estonudé. Una, y dos, y alguna otra vez. Me había preocupado tanto por Ayumi que no había recordado que a mí también me hacía falta una ducha... pero estaba claro que compartirla sí que no era una opción.
Tiritando un poco, lo primero que hice fue caminar hasta llegar la puerta del baño, dejando ahí apiladas las prendas.
—Esto... Ayumi-san, te dejo aquí la ropa. Junto... a la puerta.
Esperé su respuesta pero, aprovechando que ella todavía estaba en el baño, tenía la intención de volver a mi cuarto después. Por lo menos me quitaría la ropa mojada, me secaría y me pondría algo limpio. Sería mejor que nada... aunque me daba la sensación de que me estaba olvidando de algo importante...
El algo importante es el teléfono, que imagino que en el siguiente post responderá a Eiji por fin si no pasa nada raro jajaja
Sonreí un poco. Puede que fuera un único artículo a mi nombre, pero era un artículo especialmente importante, y se me había ocurrido a mi. Sí, era verdad que una vez estuviéramos en la tienda a cualquiera se le podría haber ocurrido cuando los viera, pero por una vez me había llegado el momento de lucirme.
Se me puso la piel de gallina cuando del calor del salón pasé al repentino fresco el sótano. Me froté vagamente los brazos para acostumbrarme, y terminé de descender por aquellas traicioneras escaleras. Por suerte, no había vuelto a hacer el ridículo. Me quedé cerca de las escaleras mientras el resto bajaban también, sin poder creeme que Hikaru hubiera tenido antes el valor de venir a rescatarme. Eso sí que era un amigo de verdad.
Llevado por la curiosidad, empecé a mirotear cosas. El único problema es que la caldera tendría que haber sido obvia, y yo no la veía por ningún lado. O estaba en otro lado, o las duchas estaban destinadas a ser una pequeña tortura. Como la esperanza es lo último que se pierde, me agarré a la idea de que sería cosa de mirar por fuera, y aproveché que estábamos ahí abajo para mirotear.
—Jumanji... qué juego más raro, no lo había visto antes. Puede ser divertido —Al fin y al cabo, no es como si un juego de mesa pudiera invocar animales ni cazadores interdimensionales. Espera... ¿por qué estaba siquiera pensando en eso?
También me pareció tenía un toque ligeramente adorable cuando su nariz se ponía roja, pero empatizaba con su sufrimiento. Si había algo que ahí abajo no faltaba, era polvo.
—Habrá que cambiar 'linternas' por 'pilas' en la lista —Cambié el interruptor de 'encendido' a 'apagado' varias veces, sin ninguna suerte—. Estas parecen especialmente potentes. Y con todo eso de ahí... ¿creéis que los dueños de la casa hacían acampada muy a menudo?
Me imaginé una noche oscura, con nosotros cuatro recorriendo el bosque, amparados únicamente por la luz de las linternas. Era terrorífico y apasionante a partes iguales. Pero hablando de cosas terroríficas, eso llegó un poco después, cuando Hikaru enseñó el juego de mesa que él había encontrado. Eso era, definitivamente... una ouija.
Tragué saliva, pensando. El frío que había sentido al bajar al sótano... ¿no solía decirse que el frío en una habitación estaba relacionado con la presencia de espíritus? Y también estaba el ruído, ese ruído que simplemente nada que estuviera ahí abajo podría haber hecho. Y ahora estaba la ouija. ¿Era posible... que allí hubiera fantasmas de verdad? Me había querido decir a mi mismo que no existían, pero...
—¿Creéis... creéis que el dueño de la casa llegó a... usarlo? —Era una pregunta un poco tonta... si estaba ahí era de imaginar que sí que lo habían usado. Era una de esas ocasiones en las que preguntabas cruzando los dedos para que se te hubiera escapado algo. De hecho, miré de reojo a Ayumi, porque si alguien podía quitarnos las fantasías de la cabeza, era ella—. U-uhm... creo que eso... quizá deberíamos dejarlo aquí...
Había una parte de mí, morbosa, que tenía curiosidad por ver qué pasaría si intentábamos usarlo. ¿Se movería de verdad...? Desde luego era una buena pregunta... pero no sabía si estaba preparado para la respuesta.