Partida Rol por web

Sonido de vasos de madera y cerámica suenan tras la barra, la puerta que daba al almacén se abre y los que estan de pie pueden ver al joven Roy gateando mientras la cruza.

Uno de los hombres primitivos, de una poderoso salto se alza sobre la barra, para lanzarse tras ella a por el muchacho. Pero se gira y grita a los otros dos.

¡SALIDA!

Mientras fuera, los soldados gornorianos aporrean la puerta dando gritos de amenaza.

Abrid la puerta en mombre del rey. Son asesinos. Han matado al sacerdote del templo de Pifo.

El enano, que se encontraba dando un inacabable trago de cerveza, es súbitamente sorprendido por el estruendo que se origina en la taberna, alza los ojos del espumoso vaso y mira de reojo como un hombre armado entra dando una patada a la puerta de la taberna.

La escena le coge de sorpresa y la cerveza discurre por un camino inusual subiendo hacia su nariz, el atragantamiento es morrocotudo y la espuma empieza a manar por sus orificios nasales manchando su tupido bigote.

koff, koff, koff... ainch.... koff, koff, koff... El enano trata de coger resuello y algo aturdido echa mano de su hacha, adopta su tradicional posición de defensa y observa estupefacto cómo otros dos hombres más entran en la taberna.

La reyerta no parece ir con él pero mantiene su posición defensiva El que se acerque se la lleva, el que se acerque se la va a llevar...sus músculos se tensan y su venas comienzan a marcarse en los brazos.

Cuando ve como uno de los hombres salta sobre la barra en post del ayudante del tabernero dice en tono amenazante.

No oséis tocar al chaval y largaos de aquí como alma que lleva el diablo o tendréis mayores problemas que luchar contra cuatro soldados rasos.

Viendo al hombre que da el salto para arrimarse al camarero, Zalkar toma una decisión. El otro camarero le ha sentado mal mi disposición con la chica, mi mejor muestra de disculpa y amistad con el camarero, más que estarme quieto seria portegerle la estancia...Sea pues.

Dejando el hacha en la mano izquierda Zalkar se abalanza sobre el hombre y le agarra con el brazo libre para sacarlo de ahí por la fuerza y rescatar al indefenso chaval.

Mi semblante muestra la incertidumbre que las ambiguas palabras del hombre me transfieren. Supongo que si son cosas de ese palacio que dice no puede ir explicándolo a diestro y siniestro. O quizás ha querido decir otra cosa y no le he entendido bien. Aún hay cosas que se me escapan... Por si acaso, me limito a sonreír de forma amigable para evitar algún mosqueo innecesario como la situación anterior con aquel hombre enorme.

- Claro que le entiendo... Supongo que han de ser noticias muy importantes para hacer llamar al señor Taurnil, ¿no? -le pregunto más que nada para conversar con alguien. Aquel lugar se me antojaba inapropiado para mí.

El muchacho que ayuda al señor Taurnil pregunta si alguien más va a querer algo, puesto que el elfo dijo que él invitaba, y unos cuantos le piden más cerveza para acto seguido escuchar un alboroto creciente fuera del lugar, en la calle. Me quedo mirando confusa al gentío y parece que todos se percatan de lo mismo.

- Ya era raro que no hubiese una pelea... -murmuro y hago ademán de ir a mirar hacia el exterior cuando antes de moverme del sitio siquiera entran en el lugar tres hombres de aspecto un tanto tosco para ser de ciudad. Quizás sean habitantes de las montañas y de los bosques, pero sus armas portan demasiada sangre en ellas.

Todo sucede muy deprisa. Entran pidiendo que alguien les diga dónde tienen la salida trasera mientras bloquean la puerta con una mesa. El muchacho que hasta hace unos segundos estaba en la barra, desaparece, y esos hombres lo que hacen es ir a buscarle cuando de repente uno de ellos salta la barra. El hombre enorme con el que había tenido antes una discusión absurda toma su enorme hacha a dos manos preparado para defenderse de los intrusos, el enano de igual modo, pero el humano al ver al intruso saltar la barra le intenta agarrar con su mano libre. Yo me quedo en alerta, con una mano en el cinto, cerca de dónde escondo mi daga. Un lugar cerrado no era el mejor sitio para ponerme a disparar flechas...

Al ver la sangre, tanto el soldado como en el suelo, mi rostro, ya de por si serio a causa de la noticia recibida en la posada, se ensombrece aún más, sin duda ante la posibilidad que aquello sea sangre del emisario, y así, con una férrea máscara de preocupación, me acerco a la puerta que da acceso al palacio, dispuesto a atravesarla.

Vengo a ver al Rey Drerick. - afirmo, como información para los guardas, por si se les ocurriese intentar detenerme, cosa que espero no se les ocurra. - ¿Esa sangre es del Heraldo que a venido a ver al Rey? - agrego, deteniéndome el tiempo justo para recibir la respuesta que confirme mis sospechas.

Así es Duque Taurnil. Ha muerto en mis manos. - Le responde el soldado que sujeta la ropa ensangrentada. - Una lástima era un joven muchacho.

Puede pasar, el rey está reunido con el Duque Amtrep.

Cuando Taurnil se disponía a pasar el goblinj al que sirviera el licor en el odre real aparece corriendo hacia la puerta. Sorprendido de ver al elfo, casi derrapa al frenarase a su altura.

Taurnil. El rey le ha mandado llamar, que suerte que esté aquí. - Acaba la frase ya le indica con la mano que le siga. - Vamos, vamos.

Mi primera reacción al ver como irrumpen los 3 salvajes es echar mano a mi cinturón. MIERDA. La vaina vacía me recuerda dolorosamente que mi espada espera ser enderezada por el herrero.

El gemido en el exterior me indica que un hombre a caido y, de buén seguro, una espada huérfana espera ser asida por una mano diestra.

Me dirijo hacia la ventana. Tratar de abrir la puerta con estos salvajes cerca y desarmado sería un suicidio.

Mientras me acerco a la ventana cojo una silla y la lanzo contra ella justo antes de saltar al exterior

hecho

La silla golpea contra el marco de la ventana, con el consiguiente estropicio y ruido.

Los tres salvajes, no tardan en reparar en el viajero desarmado. El que estaba sobre la barra al notar la mano de Zalkar sobre su brazo, se gira, para tratar de asestarle un espadazo.Pero el fallo en la consecución le brinda a Zalkar la oportunidad de atacarle de algún modo.

Los otros dos, van hacia Rufnus, con idénticas intenciones.

¡Arggggg! - Al gritar sus bocas dejan ver unos afilados dientes tallados para ser una auténtica sierra.

Al ver que dos de esos salvajes acechan al muchacho de detrás de la barra, me avalanzo sobre la espalda de uno, daga en mano. No sé ni por qué lo hago ni qué hago exactamente ya que lo hago sin pensar. Ellos acechan, yo también. ¡Está desarmado! Qué cobardes... No iba a permitir una liza de dos contra uno y encima dos armados contra uno que si sabía sostener un arma ya es todo un acto de iniciación a los combates...

El hombre enorme ha detenido el avance de uno de esos salvajes en pos del muchacho. Suerte que ha conseguido quitarle un enemigo de encima al pobre muchacho. Intentaré ayudar en todo lo posible. Será como una cacería... en un sitio muy muy cerrado... Sí, será complicado.

Salir a traves de la ventana cerrada no fué tan agradable como si hubiese estado abierta. Un par de rasguños en los antebrazos y en la cara así lo atestiguaban cuando llegué a la calle entre trozos de madera y cristales.

Mi primera reacción fué buscar con la vista el cuerpo del hombre que había oido gritar instantes antes, con el fin de hacerme con un arma. Mi cerebro bullía buscando soluciones a la extraña situación en la que me hallaba, con u salvaje tratando de partirme en dos y mis manos desarmadas por primera vez desde que salí de la casa de mi padre.

¡POR AQUI SOLDADOS! Granjearme el favor de los hombres del rey podía irme bién en este brete... y más adelante.

Viendo el hueco que deja en su defensa el hombre de los dientes afilados, Zalkar suelta un golpe directo con el brazo que le quedaba libre, y en el que aun sostenia el hacha.  Iba a deshacerse lo antes posible del hombre de la barra y despues ayudaria a la mujer con los otros, ya que uno de los clientes habia salido corriendo (o saltando mas bien) fuera de la posada y los demás parecian no reaccionar.

Tras soltar el hachazo, Zalkar se dispone a saltar sobre la barra para tener un combate mas cerrado con el guerrero y restarle movilidad.

Una nueva historia sin duda que contar. - Piensa el ermitaño juglar. Al levantarse del taburete, alzando su cayado en pose defensiva.