Partida Rol por web

El enano permanece impasible ante el tremendo revuelo que se está formando en la taberna, mira a un lado y a otro desconcertado por las acciones de los allí presentes, un humano que salta por una ventana llena de cristales, el bárbaro emprediéndola a golpes con el hombre que se subió a la barra, la elfa subida encima de la espada del mismo hombre y el viejo decrépito izando su cayado de modo amenazador.

La situación es dantesca y pese a que los crecientes latidos de su corazón incitan a que el enano entre en acción, su bien amueblada cabeza no puede sino reflexionar sobre lo que allí está sucediendo ¿Qué me han hecho a mí estos hombres?¿Qué me importa a mí que sean los asesinos de un guardia?¿Qué tiene esto que ver con mi empresa? Lo único que me importa de esto es una mera cuestión de honor, como guerrero no puedo permitir que unos desalmados dañen a un muchacho indefenso.

Tras la estupefacción y las posteriores cávalas, el enano se decide actuar y, sin soltar un sólo mamporro, corre hacia el hueco de la barra para tratar de ayudar al muchacho en su huída.

Corre muchacho, ponte a salvo yo los distraeré si tratan de alcanzarte.

En el desconcierto general, casi todos los clientes se apartan contra las paredes, algunos se esconden bajo la barra. Pero de entre ellos 3 hombres, un enano y una elfa hacen movimientos a contracorriente.

El hombre en tiempos mejor vestido salta por la ventana, clavándose algunos cristales en el costado, haciéndose cortes poco profundo, pero que sangran rápidamente.

Al caer, ve que a su lado yace un soldado real herido de gravedad, entre las patatas del suelo, junto a la puerta de la taberna siete soldados tratan de abrirla, sin éxito, mientras un octavo atiende a su compañero moribundo.

En ese momento, dos de los salvajes se dirigen hacia la ventana, para capturar al prófugo y evitar la entrada de los guardias. Al que va detras la daga de Ashanne le rasga la poca ropa que lleva alrededor de la cintura y se gira furibundo. Lanzándola un brutal codazo. Directo al cuello de la elfa con no demasiada fuerza, pero si para causar daños temporales.

El enano que se pone tras la barra protegiendo la única salida de la taberna enfada al salvaje encima de ella, mientras el bárbaro trata de tirarle de ella. Sin éxito y enfureciendo al bárbaro que le lanza un espadazo certero. Cintra la cara de Zalkar, casi dejándola caer.

El extraño hombre del cayado tan solo trata de mantenerse atento a un posible ataque. Enervando su enorme palo en actitud defensiva, justo cuando los dos salvajes de la ventana pasan junto a él en su camino.

Los salvajes habían dado buena cuenta del joven soldado que yacía junto a mí. Permiteme que te coja prestado esto muchacho. digo mirando al hombre que asiste al soldado herido y asiendo la espada para girarme hacia la ventana y encarar cualquier amenaza que ose salir por ella.

¡¡¡SOLDADOS, POR AQUI!!!

El enano se cuadra con fuerza sobre el suelo y lanza una brutal hachazo sobre las piernas del hombre de la barra, pero no logra hacer blanco, dando con su arma en la barra que se agrieta y los vasos de madera caen al suelo desparramando el contenido.

Yarr se prepara para ayudar a la joven elfa y lanza su cayado contra el hombre que la dió el codazo. Pero sin duda no es lo suyo el pegar, sino defenderse con él. Su bastón silba en el aire sin causar ningún impacto.

Los tres hombres, al ver el desbarajuste de los enemigos que les han tocado en liz, parecen desconcertados ante la ineficacia de los que se han enfrentado a ellos.

El más próximo a la ventana vuelca una mesa, para taponar el vano abierto por Rufnus, el que va detrás al ver como el hombre del palo lo agita en el aire de manera torpe, hace una mueca y lanza un espadazo sobre él. Pero la hoja golpea en una mesa, desestabilizando al hombre que da un paso atrás, sin poder hacer blanco.

Mientras el de la barra, deja de mirar al enano y al grandullón que le detuvo un buen estoque, para lanzarse tras el joven muchacho que ya huye a gatas por la trastienda. Llegando al umbral de la puerta, el salvaje trata de esquivar a Oklayu. Pero se estrella contra él, cayendo ambos al suelo.

El salvaje consigue propinarme un buen codazo en la cara, haciendo que retroceda unos pasos hacia atrás. Me quedo algo confusa por cuestión de segundos para acto seguido percatarme que un salvaje, el que está a punto de atrapar al muchacho de la barra, topa con el enano y cae al suelo.

El salvaje al que intenté atacar con anterioridad muestra intenciones de querer luchar contra el hombre del cayado, pero ambos fallan y el salvaje da unos cuantos pasos atrás al fallar su mandoblazo contra el hombre del cayado. Es entonces cuando veo la ocasión de dirigirme hacia la puerta de la posada e intentar mover la mesa para desbloquear la puerta. Este lugar cada vez es más claustrofóbico...

El enano se levanta como un resorte tras dar con sus huesos en el suelo. Colérico e iracundio observa como su barba ha caido en el cubo de la fregona, que a juzgar por su textura y olor debía de llevar con el mismo agua desde hacía meses.

Brrrrrrrrrrufffffffff....... mi barba, mi barba.... maldito salvaje te voy a desollar vivo, me voy a comer tus entrañas, te voy a enseñar modales y formas a base de jarabe de palo.

HE DICHO QUE POR AQUÍ NO PASA NI UN DIOS.

Apostado sobre sus cortas piernecitas, el enano parece un gigante ante su oponente tendido, enarbola su hacha en el viento como si fuere una bandera y la deja caer con saña sobre su objetivo.

El extraño hombre evita los golpes y escapa, pero de un modo u otro parece ser detenido por el enano. Examinando rapidamente la escena veo a otro hombre libre, asi que reteniendo la adrenalina y las ganas del desquite, se dirige a por el hombre que esta solo.

Zalkar corre para envestirle y empotrarlo en una mesa, el dolo del golpe en la cadera seguramente le impida moverse durante un rato.

Zalkar sale practicamente volando contra su adversario embisitiendo con un grito de animal, proyectando su enrome cuerpo contra el impresionado asaltante, para empotrarlo contra la mesa

AAAHAAHHGGGG