Partida Rol por web

Gliriel no alcanzó a reaccionar, cuando Kuznak corrió hacia el enemigo, que atacaba ferozmente a aquellos que el perro evidentemente ya consideraba compañeros. Cuando el perro estuvo lo suficientemente cerca, Gliriel se percató de que poco a poco, el diabolico ser estaba siendo rodeado, y al tener tantos ataques que bloquear y esquivar, su defensa comenzaba a flaquear, permitiendo a sus enemigos impactar con mayor facilidad.
Sin embargo, Gliriel apenas le hizo un rasguño con un poco de suerte. Indudablemente, tener cuatro brazos ayudaba en la labor de bloquear.

Los movimientos, sumamente medidos, del extraño ser, le permitieron evitar el feroz mordisco de Kuznak, pero sus movimientos dejaron expuesto parte de su pecho, donde la lanza del druida consiguió hincarse y hacerle brotar aún más sangre.

El monstruo se tambaleo. Evidentemente estaba herido de gravedad, pero permaneció en silencio, dispuesto a, si moría, llevarse a alguno de los presentes con el.

Los arqueros orcos habían ido feneciendo uno a uno facilitando de esta manera que los ataques a distancia fueran una impedimenta tal, que perjudicaran los ataques cuerpo a cuerpo de sus compañeros a aquella critatura "multimiembral". Cuando el señor Carabellota se disponía a descargar sus balas contra el orco restante, la figura de su amigo Arza El se interpuso en su punto de mira. Fue entonces cuando notó la proximidad de la criatura a su derecha. Menzo había planteado a gritos a sus colegas de batalla que lo dejaran vivo, pues parecía un ser que pudiera dar mayor información del causante del Mal que desprendía aquellas angostas grutas. El estado de la criatura era lamentable, parecía que en cualquier momento se derrumbaría muerto en el suelo y pese a ello, aún seguía defendiéndose a muerte y blandiendo sus espadas contra un enemigo muy superior en número. Eso tenía un nombre: fanatismo. "Morirá sin decir una sola palabra...morirá luchando hasta el final".

Esos pensamientos pasaron fugazmente por la cabecita del mediano y comprendió entonces que quizás el orco fuera de lengua más ligera y de voluntad más débil que aquel que blandía las cuatro espadas. Así que sus pies se giraron un poco para encarar al moribundo espadachín y descargó su bala contra él.

Metió su mano por el medio de su arco y levantó el brazo haciendo que este le quedase colgando de su hombro derecho, sacó la varita y apuntó con ella al bicho, en el preciso instante en que la activó recordó como el conjuro de Dramir no le había echo efecto antes -ehhh- , tarde los proyectiles ya estaban en el aire, pero esta vez parece que si lograron lastimar al cuatrobrazos. Parecía que su enemigo ya no confiaba tanto en su suerte, y se había callado, así que itentó picarle -si alguno quiere crias de este que avise antes de que acabemos con el, Rakas ¿tu no querías ser papa?-

Para sorpresa del mediano, su proyectil no consiguió impactar en el cuerpo del "multimembral" pese al cuidado que puso en apuntar, evidentemente el extraño ser estaba bien protegido y sus movimientos defensivos lo ayudaron a esquivar la bala helada.

Sin embargo la varita del mago si que fue eficaz, de alguna manera, la protección mágica que había evitado el rayo de su compañero no fue suficiente para que los proyectiles mágicos erraran su blanco

Estaba claro que el extraplanario no sobreviviría a estos ultimos impactos. Auqnue quiso mantenerse en pie, probablemente más por su fuerza de voluntad que por sus fuerzas físicas, no lo consiguió... simplemenet cayó al suelo y dejo de hablar. Los muertos no hablan

Su compañero, al ver que estaba solo, se alejó un paso e intento acabar, por lo menos, con el semielfo que se le había venido encima antes de huir. Sin embargo sus heridas no lo ayudaron a apuntar bien, su su disparo se perdió lejos del cuerpo de su objetivo

Levanto mi maza para golpear a la aberración esta, cuando dos proyectiles de energía mágica (cortesía del elfo) revientan en la criatura socarrándole la piel. Que por cierto; mucho brazo y mucha cosa, pero a la hora de la verdad, el tufillo que desprenden sus quemaduras mágicas huele a pollo quemado como las de cualquier hijo de vecino. - Pues vaya, si que nos ha durado poco el bocazas… - Comento algo decepcionado mientras compruebo con el pie que efectivamente el bicho se haya muerto y bien muerto. Ya solo queda un verdadero peligro en esta sala y no es el orco que queda precisamente. A ver quien es el guapo que se atreve a tranquilizar ahora a Rakaaas… Yo desde luego prefiero pasar el marrón de momento, que hay excusa. Dejo caer el escudo al suelo, y blandiendo la maza a dos manos, cargo contra el pielverde que queda... – ¡¡¡MALDITO ORCOOO, TE VAS A ENTERAR DE LO QUE ES UNA ENSALADA DE LECHES AL ESTILO PELOOOOR!!! - ... y en una suerte de golpe ascendente le incrusto la mandíbula inferior en el cráneo. UPS...  Desearía que no hubiera muerto tan rápido... Ahora si que ya no tengo excusa.

El feroz mazazo del sirviente de Pelor fue suficiente como para acabar con el último de sus enemigos. Repentinamente, al mirar alrededor se dieron cuenta que, sin sufrir demasiadas heridas, habían acabado con el asentamiento orco e incluso con su invitado.

Evidentemente el lugar donde estaban era la vivienda, excepto el hueco por donde había salido el visitante, en el resto de la cueva se veían algunos sucios jergones, algo de comida (en no demasiado buen estado) y restos de armas. Aparentemente las unicas ármas en buen estado eran las que tenían los combatientes.

Antes de que el guerrero pudiera descargar un nuevo y bestial golpe con su guja, el resto de compañeros habían acabado con todos los enemigos. Sin un objetivo claro, la mirada del bárbaro recorrió a los que aun se mantenían en pie, los ojos se fijaban en cada uno durante unos instantes para, frustrados, posarse retadores en otros. Finalmente un ligero gruñido escapó entre los dientes antes de que con un violento gesto descargara un nuevo golpe sobre el cuerpo caído de aquel ser que tan poco disfrute le había proporcionado.

En el interior no hubo lucha alguna, en aquella extraña relación entre energía y ser cada uno había aceptado su rol, Rakas recuperó el control de su cuerpo, tras años de experiencia y aprendizaje con sus mayores había comprendido como liberar aquella energía elemental y belicosa, sin embargo no había logrado aún controlar este proceso y siempre quedaba exhausto.

Agotado se apoyó en la pared y sostuvo con el asta de su arma, observó el panorama a su alrededor para comprobar que había realizado un buen trabajo, aunque se extraño del ensañamiento que había sufrido el cuerpo del engendro de cuatro brazos, pronto comprendió que el mismo era el culpable. Mientras se encogía de hombros una sonrisa cansada asomó a sus labios, siempre era mejor descargar la tensión sobre un muerto que sobre un amigo.- Quizás deberíamos registrar bien estas cavernas y los cuerpos a ver si encontramos algo de interés, incluso parece un buen lugar para descansar unas horas antes de volver a remar.- En su estado actual pensar en coger los remos le parecía una tarea digna de titanes y él por el momento no estaba a ese nivel, por extraño que pareciera el bárbaro necesitaba un descanso.

-si, lo mejor será descansar un rato, y por ahora no creo que tengas que remar, todabía no hemos mirado lo que hay al final del otro tunel- dijo señalando a una de las paredes -el tunel por el que avanzasteis tu y Arianne creo que continuaba, tal vez mas adelante encontremos a Tharaz Rho-, se acercó al bichejo que ahora estaba en bastante mal estado tirado en el suelo, y con cuidado de no mancharse demasiado revolvió aquí y allá revisando el cadaver por si llevaba algo de interés. -veamos si el querido amigo tenía algo mas que berborrea encima-

Mientras el bárbaro respiraba profundamente, tratando de recuperar el aire perdido, el mago comenzó la búsqueda en el cuerpo del extraño ser. No parecía haber mucho un par de espadas cortas, una aparentemente "del montón", pero la otra con una extraño tono grisaseo, una poción entre los pocos ropajes que cubrian su mugriento cuerpo (que, a diferencia de los orcos no tenía escaras. Ni visibles ni tapadas con los harapos que vestía) y una bolsa de cuero bastante pesada que colgaba de la cuerda que hacía las veces de cinturón

Al morir el último enemigo, Gliriel se quedó tenso, casi conteniendo la respiración y mirando al rededor, como si esperara que una parte del techo se desprendiera y del agujero resultante emergiera una oleada interminable de orcos mugrientos y apestosos con ansias de carne cruda de aventurero.
Segundos más tarde, se calmó al ver que sus compañeros se relajaban, y se bajó de su querida montura para ver como el mago inspeccionaba al monstruo.
Cuando se acercó al mismo puso cara de desagrado y se alejó un poco.
No había reparado en el hermoso aroma que desprende nuestro amigo. Ecthelion, debes tener la nariz tapada.

Luego decidió hacer algo más productivo y revisar el cuerpo del orco más cercano.
Me agrada la idea de descansar, pero...-hizo un silencio mientras buscaba algo en el cuerpo del orco-no se... no me gusta la idea de no saber que hay en el túnel restante, no se a vosotros...
Quizá ahi esté el nido de la reina orco, por ejemplo, con todos sus hijitos adorandola, y nosotros aqui durmiendo como si nada... O pueden venir más "cuatrobrazos", quizá este no era el único.
Quien sabe.

Vaya… sus labios se curvaron con un marcado gesto de decepción, no porque hubiera esperado más de Cuatrobrazos o le hubiera parecido corto el combate, sino porque se había acabado la conversación. Por una parte, lo lamentaba, conocerse en profundidad era fundamental en las relaciones personales, aún así cuando lo vio derrumbarse, se apartó un par de pasos por si acaso aquella cosa explotaba y comenzaban a salirle criaturas del vientre. No era que tuviera miedo de lo que pudieran hacer, era que incluso la mera imagen del proceso le resultaba francamente desagradable. Una cosa era asistir a un parto y otra, bien distinta, a una explosión demográfica.

Al ver que no se producía ningún fuego de artificio, estiró el cuello, mientras escuchaba al bárbaro instándoles a revisar cadáveres y al druida hablando de reinas orco. Echó un vistazo al entorno, por si acaso percibía movimiento en el resto de la cueva en la que ahora deambulaban después de haber abatido al último de sus oponentes, y al sentir la tranquilidad reinante, se alegró de que todo hubiera vuelto a la calma de momento. Enfundó la espada corta que portaba en la mano torpe y recogió la del suelo. Espero que no me guardes rencor… le susurró, adoraba aquella espada mágica, un recuerdo de glorias pasadas, y la había dejado caer con un simple gesto, como si ésta no le importase lo más mínimo.

Al ver a todo el mundo registrando a diestro y siniestro, de sus labios escaparon las siguientes palabras, yo es que… ladeó ligeramente la cabeza, debiera regresar a esos remos que andáis mencionando, aunque no sea en realidad más que para recoger mi arco, se encogió de hombros, que se quedó allí… revisó su entorno con el ceño fruncido. Bueno, dependiendo de si continuaban o descansaban, ya se preocuparía de ese pequeño detalle. Fue entonces cuando por el rabillo del ojo percibió algún que otro objeto mágico por ahí deambulando y una espada rara, ¡caray!… se aproximó a los objetos, ¡qué extraña! Es gris como la ceniza, como si la hubieran construido a base de rescoldos… alzó ambas cejas y sonrió: Cenicienta…

Lentamente el aire fue llenando sus pulmones de manera más sosegada, el cansancio remitía y las fuerzas regresaban. Sus compañeros registraron los diversos cuerpos añadiendo al botín nuevos collares y monedas, además de los arcos, un botín que en las tierras del norte bien podía haber pertrechado a los guerreros de algún clan convirtiéndolos en la envidia del resto. Rakas escuchó las palabras del resto y descubrió que se había olvidado por completo del otro túnel, del pasillo en el que Arianne y él habían luchado antes de entrar en aquella caverna, antes de descansar lo mejor era asegurar el lugar.

Estirándose cuan largo era Rakas se volvió a incorporar y dio un par de zancadas hacia la encrucijada para echar un vistazo a aquel pasadizo que se perdía en la oscuridad, no parecía que por el momento pudiera llegar peligro alguno, pero no estaba de más ser precavidos. - Recojamos lo que pueda sernos útil y terminemos de revisar este lugar, empiezo a tener la sensación de que a cada paso surgen nuevas cuevas, túneles y singulares enemigos, parece que esta maraña de pasadizos no tiene fin y empiezo a estar harto de respirar este aire enrarecido.- Dijo el bárbaro volviendo con sus compañeros y sacando aquel morral que tan útil les resultaba. Abrió éste y sacó parte del contenido pues en cierto modo temía olvidar algo en su interior y no poder recuperarlo, además no era necesario que Arianne fuera en busca de ningún arco, el mismo guardaba una de aquellas armas sobretensadas. - No hace falta que regreséis a las barcas, aquí tengo un arco que quizás podáis usar.- El joven observó durante unos segundos la figura de su nueva compañera, sopesando si poseería la fuerza necesaria para poder utilizar aquel arco con soltura, tras pensar en como se desenvolvía en el combate llegó a la conclusión de que no tendría problema alguno y termino por tendérselo junto con una amplia sonrisa. - Sin duda ganaríais a más de uno de los presentes en una pelea a puñetazos.- tras estas palabras volvió a centrar su atención en las armas que habían tomado de los muertos, dejó de lado las armas que consideraba menores, no por su tamaño, sino por no ajustarse a sus preferencias como eran el estoque y la espada corta, y tomó aquel arco corto, le sorprendió la fuerza con que estaba tensado, no muchos serían capaces de tensarlo con facilidad para disparar. - Creo que por el momento me quedaré con este arco, cuando salgamos ya pensaremos que hacer con él.

Una vez sustituidas algunas de sus armas fue introduciendo en el morral los colgantes y monedas que habían saqueado, las armas por el momento sería mejor llevarlas en las barcas hasta que decidieran cual era la mejor manera de transportarlas.- Venga amigos aun tenemos que limpiar este antro.- Estaba claro que Rakas se había repuesto de su agotamiento y volvía a estar dispuesto para el combate.