Partida Rol por web

A pesar de vuestros esfuerzos por detener el asalto, cada vez son más las criaturas que asaltan vuestras posiciones, tantos que incluso empiezan a obligaros a retroceder y reorganizaros, pero el peor problema es que empiezan a llegar otro tipo de monstruos y no únicamente los bakemonos.

- Mientras el "mar está en calma", me acerco a Saito - Teneis unas profundas heridas, y mi intención, aún sin ser shugenja, es la de aliviaros de parte de ellas, pues os hará falta para lo que nos venga a continuación - Saco mi equipo de medicina y me preparo para tratarle las heridas - Mucho no es, es la primera vez que la uso en combate, pero es lo mejor que se - Le digo con sinceridad, mientras acabo de vendarle, recoger mi equipo de medicina y preparar mi wakizashi de nuevo para entrar, esta vez sí, en combate

El movimiento de la naginata de Ako fue realizado a la perfección, a pesar del cansancio que empezaba a entumecer los brazos de la joven samurai-ko. La criatura de las Tierras Sombrias que habia intentado matarla, que los cangrejo que luchaban a su lado llamaban bakemono, cayó por fin y Doji Ako pudó cambiar la guardia y realizó un gesto seco que sacudió la ancha hoja de la naginata y arrojó lejos un salpicón de la negra sangre de la criatura, devolviendo algo de brillo a la misma.

Sin embargo, la satisfacción que pintaba el rostro de la joven Grulla se borró rápidamente, al comprobar que las bestias de las Tierras Sombrias, lejos de amilanarse, estaban atacando con más brio y amenazaban con superar a los defensores.

Doji Ako apretó las manos en torno al astil de su arma, elevó la hoja de la naginata y, lanzó un alarido de rabia a la vez que se lanzaba de nuevo al ataque.

Respiré agitado mientras remataba la criatura que tenía delante. Había vencido a mi primer oponente en la muralla. Sonreí brevemente al darme cuenta de esto, antes de levantar la cabeza para no distraerme y mirar alrededor.

Los otros dos Hiruma blandían también sus katanas, una de las cuales cortaba a su enemigo con un filo imponente. Mientras tanto, la shugenja disparaba con su arco, y a un lado el enmascarado estaba siendo atendido por un miembro de la familia Yasuki que había venido con nosotros.

Intentando abrirme paso entre la multitud me dispuse a acercarme a estos dos como podía. Mientras la Yasuki estuviese ocupada con el tratamiento, dudaba que el sujeto pudiese defender a cualquiera de los dos, por lo que como bushi mi responsabilidad era cuidarles las espaldas hasta que pudieran unirse en el combate nuevamente.

El estilo de combate del dojo Kaiu tiene un gran énfasis en la defensa, como el resto puede ver (y Ginawa no dejar de agradecer) dado que sus ataques fueron detenidos por los filos de los bakemono, cosa que no hubiera pasdo de llevar un tetsubo, imposible de parar, pero sus defensas y su juego de desvío con la espada y con el tessen eran mucho mayores, con lo que desvió todos los ataques que le llegaron sin problemas.

"¡Hirotaro y el del abanico ocupaos de los caidos!"

Ryoga tuvo suerte de que "el del abanico" se enterase de su descripcion pese a su pésimo trabajo localizando a alguien, principal razón por la que demasiado-duro-para-recordar-nombres era el momento en el que alguien era una pérdida en la Muralla y lo mandabas a culaquier otro lado menos importante. 

Levantó en una semicircular tras desviar un golpe para avisar de que el mensaje había sido recibido y esperó a que uno de sus compañeros se trabase con el bakemono para desplazarse hasta donde se encontraba Otohime y... su compañero no estaba curándola. Lo hubiera maldecido, pero entonces empezó a lanzar fulminantes rayos a sus enemigos, lo cual tenía que valorar honestamente como infinitamente mejor y más molante. Empezó a rebuscar en la bolsa para sacar gasa y fulminante: aquello iba a ser no del todo agradable se temia.

*ruidos de vendas siendo rasgadas con los dientes*

Una cura de urgencia y un emplasto bajo ella para prevenir dislocados más tarde, se sacudió el sudor: en medio del campo de batalla, era todo lo que había podido hacer. Buscó con la mirada la presencia de cualquier otro de sus compañeros que estuviera herido.

Saito habia recibido un ataque totalmente fortuito por parte de uno de esos seres inmundos. Hizo acopio de toda su voluntad para intentar encajar lo mejor posible el impacto, que aun asi habia sido evidentemente doloroso. La joven Yasuki se esforzaba por ayudarle a recuperarse antes de la siguiente oleada de monstruos que sin duda seria mucho peor. Saito tenia a Kusanagi en la mano izquierda lista para cubrir a la joven Yasuki y a si mismo en caso de que los otros guerreros fuesen sobrepasados.

- Noble Yasuki-San, gracias por preocuparse por este monje errante. De seguro no olvidare sus esfuerzos, que espero sean recompensados por las Fortunas y los Kami. Vuestra tecnica nada tiene que envidiar a la de otros mas veteranos, soy afortunado de teneros a mi lado. Ahora poneos a mi lado, contendremos juntos a la proxima oleada... - Indico con un gesto a su espada ancestral.- Esta espada se forjo para combatir a los monstruos de mas alla del Muro y proteger a los servidores del Imperio, y hoy honrare ese juramento.

Nanako se acerca al herido kiei Hiruma

"Compañero! Ven, te ayudare con tus heridas!" Dice intentando atender sus heridas... pero no tiene nada parecido al exito.

"Kusó!" Piensa "Si al final tenia que hab3r usado la magia desde el principio!"

Aoki vio otra oleada de enemigos llegar hasta lo alto de la Muralla. Era lo normal, supuso. Nunca había estado allí pero había escuchado las historias. Respiró profundamente y se colocó justo detrás de los guerreros Hida, para apoyarles en el combate.

Las oleadas parecía que cesaban cuando más y más enemigos volvieron aparecer, lo cuál hizo soltar un suspiro de resignación a Hirotaro. Al ver enemigos más poderoso y más grandes, retrocedió unos pasos para poder posicionarse mejor para lo que venía encima.

Mi katana atraviesa el bakemono con un movimiento simple, pero se bien que esto es solo el calentamiento muchos más esperan y no podremos tener algo como un respiro.

Me mantengo en la zona de troneras para cubrir a los arqueros como a los shugenjas que aquí se encuentran de los pocos bakemonos que se puedan infiltrar en la muralla.

Rechazaron los trasgos por muy poco, pero venian más y más. Claramente era una batalla perdida, enfrentarse a olas y olas de enemigos sin parar. Pero aquello sería lo que pensaría alguien racional. Ragu se consideraba a si mismo un pensador bastante pragmàtico. Su vida de bandidaje e infamia hacía que no estuviera muy constreñido por las nociones de honor, clan o servicio al emperador. Más bien todas esas cosas le daban igual. Pero podía entender que, una vez empezaba a correr la sangre, no había sitio para excusas.

Casi de forma mecánica, su hacha subía y bajaba hundiéndose en trasgo tras trasgo. Inevitablemente, terminaría arrastrado por la marea de mónstruos que, salpicando el mar de trasgos, empezaban a llegar a la muralla. Pero la forma de encarar la vida del bandido es asumir que uno está condenado desde el principio. Al final, Ragu pensaba que la vida consistía en una apuesta a ver quien conseguía burlar a la muerte durante más tiempo.

Tras la ayuda del tercer "Cangrejo" los Bakemonos sucumbieron a filos de sus Katanas. Los jovenes habían sucumbido a la primera oleada y no era poca cosa.

El joven Niou observó como una joven se ofrecía a curar las heridas de su compañero Kihei. Buen combate Hirumas, hemos honrado a nuestros ancestros. Pero nos tendremos que preparar para la siguiente oleada. 

Hiruma Niou adoptó una posición defensiva junto a sus compañeros para cubrirlos, mientras su compañero era atendido.  Kihei, yo os cubriré mientras eres atendido.

Este se dirigió a la joven tan servicial. Y cuando acabes puedes seguir conmigo. Si eres tan amable. Mientras aguantaré aquí la posición por si hay un segundo ataque.

Por cierto soy un maleducado, soy Hiruma Niou y es un placer servir a vuestro lado.

- Será todo un honor - Respondiendo a Saito - Pero antes dejadme que cure las heridas de este otro miembro del clan de la familia Hiruma - Refiriéndome a Hiruma Niou - Encantada, me llamo Yasuki Sakura y sin ser una elegida de los kami intento ayudar, pero no me voy a quedar curando heridas de todos pues mi intención es luchar como cualquier otro miembro del clan Cangrejo, pero intentaré aliviaros de alguna herida - Y haciendo una pausa - Creo que verme en esta situación me ha descentrado algo y no soy capaz de vendaros bien, es un corte algo profundo y no se cómo tratarlo en condiciones Hiruma-sama, lo lamento... Y respecto a las oleadas de criaturas, ¿no se podría hacer algo para detenerlos? ¿Agua o aceite hirviendo? ¿Balas de paja prendidas?... - Mientras guardo otra vez el kit de medicina y me preparo para el siguiente embiste cerca de Saito

Habías dispuesto de un pequeño instante de tranquilidad para reponeros, ¿pero a qué coste? Para cuando queríais volver a hacer frente a los trasgos, estos han conseguido penetrar en vuestras posiciones en gran número y resultan demasiados para contenerlos. Aún así continuáis luchando con ahínco, repartiendo a diestro y siniestro o sanando a los heridos lo suficiente para que puedan volver a pelear, pero entre tanto caos Katagi y Niou varias heridas que terminan, especialmente éste último, e incluso una de las criaturas consigue avanzar hasta llegar a por Sakura y un nuevo oponente se alza frente a Katagi.

Los trasgos terminan llegando en gran número, demasiados para hacerles frente y haciéndoos recular a pesar de vuestros esfuerzos. Eso sí, es en los momentos de mayor necesidad cuando se ven los más grandes sacrificios y donde nacen los héroes, por lo que a pesar de las heridas que vais sufriendo, os sentís en la obligación de darlo todo y dar buena cuenta de los enemigos que se os abalanzan como una marea imparable.

De todos modos, no todo el mundo goza de esas grandes oportunidad, hay gente que únicamente puede dedicarse a defender la línea, tal y como ahora les ocurren a Kyo, Otohime, Ragu y un malherido Aoki, pero bajo la mirada de vuestros ancestros, sabéis que flaquear no es una opción viable.

Por otro lado, dos de los que si reciben la oportunidad de forjarse una leyenda son Ryoga y Ako, quienes descubren a uno de los artífices de este asalto o por lo menos algo que no es ni un trasgo, ni siquiera un ogro, sino un demonio, un oni de aspecto humanoide, piel gris y un cuerpo muy musculado, similar al que podría tener un simio. Posee garras como cuchillos y mantiene oculta la parte superior de su cabeza bajo una negra capucha, aunque cualquiera se preocuparía antes por sus dientes que por lo que pueda tener oculto.

Entretanto, Ginawa ve como la torre comienza a ser alcanzada por varios trasgos sin que nadie parezca llegar a verlo, quizás sea el único que consiga alcanzarlos y conseguir que continúe disparando.

Sin embargo, el destino de Hirotaro es diferente. Está habiendo demasiadas bajas en los defensores de la Muralla y es consciente de que cada vida cuenta, incluso la un Hida al que le ves como un ogro le aplasta cuando el Cangrejo le atraviesa el cráneo con su wakizashi, teniendo la mala fortuna de que la mole inerte se desploma sobre él atrapandolo y quedando a merced de los trasgos.

Era la primera vez que una criatura de ese tipo caía bajo su tetsubo, y aunque quizá sería la última, no sería por dejar de intentarlo. Pero cada vez llegaban más, y pronto criaturas de mayor tamaño y ferocidad se unieron a los en comparación flojuchos Bakemonos. Kyoshi apretó los dientes y, afianzando su agarre sobre la empuñadura, empezó a retroceder lentamente para no separarse del resto de la formación.

Otohime se preparó para la siguiente oleada tras haber sido sobrepasada por aquellos monstruos. Temiéndose lo peor, hizo una señal a las troneras en las que pedía ayuda. Aunque esperaba poder resistir un asalto más, consciente de que estarían ocupados con aquellos que estuviesen en peor condición. Ahora solo quedaba mentalizarse, por su familia.

Nanako saca un pergamino, intentando sanar las heridas del tullido Hiruma.

¡Pero parece que las fortunas no están de su lado esta tarde! Ni siquiera este hechizo tan básico ha funcionado.