Partida Rol por web

-Yo probaré en su oficina -dije mientras me dirigía a la habitación noroeste.

Los tres miembros del grupo se distribuyen por la casa en busca del mayor número posibles de pistas o, cuando menos, de alguna que les haga encontrar un camino por el que seguir. Sí, Rhine Howart parece ser el secuestrador de Christopher Starker, pero nada de eso puede ser denunciado en una comisaría de policía ni ser probado ante un tribunal. Si al menos tuvieran la oportunidad de saber que esas denuncias están prácticamente todas controladas por las mismas fuerzas que les persiguen… pero la ignorancia de la verdad es la mayor arma de los enemigos.

El salón ya ha sido visto por el grupo en cuanto han puesto los pies en la casa. Un poco menos recargado que el resto, pero con igual gusto (ya sea bueno o malo, eso es una cuestión de opiniones) y con artículos de primera categoría.

El cuarto de baño tiene una gran bañera de estilo victoriano que domina el cuarto. También pueden hallarse un inodoro y un lavado. Las paredes están decoradas con un idílico paisaje de una marisma con aves que recuerda muchísimo al de la puerta de Central Park que tuvieron que abrir para su encuentro con el Legionario que les aguardaba en el muelle. Por suerte, parece ser una simple casualidad.

En el dormitorio hay una gran cama de matrimonios. La habitación está totalmente desordenada y la cama sin hacer. Un rápido vistazo a los armarios revela que las prendas de ropa que allí hay son muy similares a los del estudio de Starker, por lo que queda confirmado que viven en él las mismas personas que en aquel.

La habitación que registra Tiffany es harina de otro costal. Está empleada como una especie de estudio o despacho. Tiene teléfono, fax, un ordenador conectado a un módem, una impresora láser y una fotocopiadora. Hay varios montones de papel encima del gran escritorio, en su mayor parte encargos de pinturas recibidas por Starker.

Sin embargo, Tiffany no piensa dejar títere con cabeza y sigue registrando el escritorio, encontrando una carpeta con fotografías en blanco y negro de un joven (que claramente es Starker) charlando con un hombre de unos cuarenta. La cabeza de este último está rodeada con un círculo y también tiene un símbolo de interrogación. Cabe suponer que se trata de Rhine Howart ya que tiene una carta grapada a la foto.

En ella el emisor se declara un apasionado coleccionista y le pide permiso a Starker para visitar la colección. Al parecer Starker se lo negó y, desde ese momento, las peticiones se transforman en amenazas a partir de la tercera carta. Además, en la carpeta está garabateado el número de Roger Moran, el detective privado, al que ya visitaron.

—Aquí hay algo —dije en voz alta para que los demás me escucharan—. Parece que Howard le pidió permiso a Starker para visitar su colección y, ante le negativa, se convirtió en una especie de acosador. Con estas cartas podremos probar que Howard tenía la intención de dañar a Starker. Las guardaré por si acaso.

El dormitorio, aparte de la ropa y los enseres que demostraban que Starker vivía en aquel apartamento, no me reveló nada que pudiera ser considerado de interés. Me sentía frustrado una vez más, con la sensación de estar perdiendo un tiempo demasiado valioso.

Pero la voz de Tiffany me hizo cambiar de opinión. Ella había tenido mucha más suerte que yo y, saliendo del dormitorio, me acerqué al estudio que ella había decidido registrar.

—Podríamos probar que lo había amenazado... Y quizás consigamos que lo investigen —comenté, mientras echaba un vistazo a las fotografías—. Pero Howart es un pez gordo y de ahí a que consideren que pudo hacerle daño... Aún así podemos intentarlo.

Apenas quedaba ya dónde mirar en el apartamento y yo, por alguna razón desconocida, tenía ganas de salir de allí. Quizás se debiera al dibujo que había visto en el cuarto de baño y que tanto me había recordado a la puerta de Central Park que habíamos atravesado dando inicio a aquella absurda y macabra aventura.

Aquella casa parecía un nidito de amor, algo que había sido profanado por las ansias de los perseguidores de Starker de hacerse con su preciado don. ¿Qué habría sido de Carita Schiller? ¿Estaría viva y en libertad y se habría ocultado en algún sitio lejos de la mirada de sus perseguidores? Eso deseaba yo, al menos, teniendo en cuenta los pocos escrúpulos que esa gente tenía para asesinar y condenar a lugares tan… espantosos como el que habíamos visto.

En algunos momentos, mientras había estado registrando el piso, me preguntaba si aquello había sido cierto…

—Si tenemos pruebas suficientes, deberíamos marcharnos de aquí cuanto antes…

Me asomé a la escalera y comprobé el ascensor: no funcionaba a pesar de que pulsé varias veces el botón de llamada. Debía de haberse estropeado de manera definitiva. Entré al apartamento de nuevo y avisé a mis compañeros.

—¡El ascensor no funciona! Tendremos que usar las escaleras…

-No, no creo que sea suficiente, como ya dijo Liam. Pero no creo que podamos encontrar nada más aquí. Así que mejor larguémonos, ahora que está todo tranquilo. Si tenemos que usar las escaleras, que así sea.

El aviso de Liam me dejó preocupado, quizás por la sensación que había tenido mientras descendíamos del ático al apartamento. Las escaleras se me habían hecho interminables y la menguante luz como el color de las paredes me había resultado agobiante, incluso podia decir asfixiante.

Pero quizás era eso mucho mejor que quedar parados en mitad de la nada colgando en el vacío. O peor aún, que el ascensor se cayera de golpe con nosotros dentro.

—Sí, vayámonos ya. No quiero permanecer más tiempo en este lugar —musité, sintiendo de nuevo una opresión sobre mí que mucho temía no iba a abandonar el resto de mi vida.

Todo lo que habíamos vivido las últimas horas, o quizás ya eran años pues esa era la sensación que tenía, me estaban convirtiendo en una persona desquiciada y temerosa. Y yo nunca antes había sido así.

Salí del apartamento y comencé a bajar las escaleras.

El grupo de investigadores comienza a bajar con cierta rapidez las escaleras desde el apartamento de Starker y Schiller cuando las cosas comienzan a marchar mal. Las escasas luces de la escalera se apagan y todo se envuelve en unas horrendas penumbras que, en ese edificio, casi parecen sólidas. Muy abajo, parece activarse un generador de emergencia, o algo similar, y unos puntos de luz se iluminan en todos los tramos de escalera. Son totalmente insuficientes como para poder avanzar con seguridad y ni siquiera proyectan luz más allá de unos cuantos centímetros a partir de ellos. Pareciera que algo devora la escasa luz como si estuviese sediento de ella.

—Esto no puede ser bueno —murmura Lydia en un tono que se hace audible por el silencio imperante—. Nos han seguido. Seguro que nos han seguido…

La doctora no tiene ni idea de que acaba de iniciarse la mayor persecución humana desde hace siglos. Se escucha el sonido de un trueno y comienza un fuerte granizo en el exterior. Quitando esos detalles climatológicos, ni un solo sonido del exterior penetra en el enorme edificio. Un par de segundos después, se escucha un enorme ruido y, al principio, pareciera que el ascensor se ha estrellado en el piso bajo. Pero no se trata de eso. El estrépito ha anunciado la llegada de algo. Algo que comienza a subir por las escaleras con lentitud, dando fuertes golpes con cada paso. Algo que respira, murmura y grita como si tuviera muchas bocas.

—¿Qué demonios…?

Poco después, un hedor a carne muerta y a alcantarilla comienza a ascender por el hueco del ascensor. Lo que sea que ha entrado a través del suelo, pues no cabe duda de que algo lo ha hecho, está subiendo hacia los investigadores que ni siquiera pueden suponer qué es lo que está ocurriendo. Lo que sí parece claro es que están siendo acorralados por algo que ha sido llamado a partir de que, ya de manera oficial, han descubierto la intervención de Rhine Howart en todo este malhadado asunto.

Al parecer, no habíamos logrado salir lo suficientemente rápido del departamento. Una vez más, cosas extrañas comenzaron a suceder. Al principio, intenté tranquilizarme, diciéndome a mí misma que sólo se trataba de un apagón. Pero el destino no quería dejar las cosas así, no.

De pronto, algo comenzó a subir las escaleras. No sabía qué hacer: No había otro camino. Mi única esperanza era que aquella cosa estuviera tan ciega como nosotros en aquella penumbra.

—Shsss. No hagan ruido —susurré, para que sólo mis compañeros me escucharan, al tiempo que buscaba el rincón más oscuro para acurrucarme allí—. Tal vez no nos vea.

Una vez más me arrepentí de haber aceptado acudir al embarcadero. Una vez más me recriminé a mí mismo mi eterna curiosidad por descubrir la realidad detrás de las cosas. Una vez más dudé de que todo lo que estaba viviendo las últimas horas no fuera una terrible pesadilla de la cual no podía despertar o el producto de una mente que empezaba a enfermar.

Pero de nuevo la sensación de que todo estaba preparado para sumirnos en un mal sueño volvió a invadirme. Apenas había llegado a descender unos escalones cuando la oscuridad se hizo tan profunda que el pánico a dar un mal paso me detuvo. El silencio se hizo tan pesado que creía que de un momento a otro nos aplastaría. Y después...

Después preferí que ese silencio hubiera seguido antes de escuchar el estruendo del ascensor y los sonidos que ascendían hacia nosotros. Eran ruidos que consiguieron que la piel se me erizara y que el corazón a punto estuviera de detenerse. Aquello que subía era... No sabía qué podía ser pero empezaba a comprender que no debía ser humano. Los gritos se metieron en mis oídos taladrando mi cerebro y el hedor... Aquel asqueroso olor a punto estuvo de hacerme vomitar.

—No creo que sea tan imbécil de no detectarnos —susurré, intentando que mi voz no saliera demasiado aguda por el miedo que de nuevo me invadía—. Quizás podamos encontrar refugio en el apartamento... O en la azotea al aire libre.

O quizás solo estaba diciendo estupideces. Pero no tenía pensado quedarme allí parado, temblando como una hoja, a esperar que lo que fuera o quien fuera que estuviera subiendo la escalera nos detectara para acabar con nosotros.

Sin hacer caso a Tiffany que prefería mantenerse en un rincón, comence a subir de nuevo las escaleras tanteando con mi mano la pared para no tropezar en aquella oscuridad.

-De acuerdo, entremos por la primera puerta que esté abierta -respondí a la propuesta de Liam mientras lo seguía escaleras arriba

Con desesperación, escuchando sus propios latidos como si se tratase de tambores de guerra, Liam Gallagher asciende la escalera que segundos antes había estado bajando. Asciende escalón a escalón porque tiene la certeza de que se trata de la única forma de poder salvar su vida de lo que sea que está subiendo muchos metros por debajo de él. Y, de haber tenido que abandonar a su suerte a la impresionable Lydia y a la indolente Tiffany, no habría dudado un solo momento en hacerlo. Un sudor frío comenzó a aparecer en su frente mientras sus manos seguían deslizándose poco a poco por la pared. Liam se había enfrentado en un pasado remoto que quería olvidar a algo que le había transmitido un conocimiento prohibido, por llamarlo de alguna manera. Puede que ese algo le estuviese persiguiendo ahora por las escaleras.

Detrás de Liam, la fotógrafa sube la escalera siguiendo sus pasos, aunque desconcentrándose de cuando en cuando por los de Lydia, que asciende detrás de ella. Si esa cosa que de la escalera tenía relación con otras «cosas» que ella había fotografiado en su pasado, era algo que ignoraba. Pero un sexto sentido le decía que su vida bien podría depender de no ser capturada por esa cosa que subía tan pesadamente por las escaleras, prácticamente destrozando el mármol con cada uno de sus pasos. Hubiera sido interesante que alguno de sus contactos en la jet-set le hubiera invitado a algún evento la noche que estuvo cerca de Isaiah cuando fue agredido. Un hombre que aparece y les implica a todos en algo más allá de su imaginación y después vuelve a desaparecer de una manera muy extraña. Pero… ella le había visto después, ¿verdad?

Lydia es la más desconcertada de los tres. Liam le había resultado muy atractivo la noche que le conoció en el hospital cuando llevaron a aquél pobre hombre. Isaiah, se llamaba. Isaiah Green. ¿Por qué le habían llevado? Lydia recuerda que le habían dado una paliza, pero eso no encaja con el hecho de que se encontrasen en el lago de Central Park durante una noche de tormenta. Y esas horrendas figuras en el cielo, en medio de los monumentos funerarios… ¿dónde había asistido a ese funeral de lo macabro? ¿Había ocurrido o se encontraba rememorando los efectos de algún alucinógeno que hubiera decidido experimentar con ella misma? Y luego estaba Tiffany, a la que ninguno de estos hechos parecía impresionarle en exceso, lo que bien pudiera decir que, en efecto, se trataba de cosas que no habían ocurrido nunca.

Lo que para todos es muy real en medio de la oscuridad casi absoluta de la escalera son los pasos acelerados de la extraña criatura que va ascendiendo por la escalera todo lo rápido que le es posible. Liam, casi desesperado, empuja la puerta del apartamento de Carita y Christian, pero la puerta no cede ni un milímetro. La cerraron sin darse cuenta al salir del lugar (no había motivos para no hacerlo) y ahora hubiera podido resultar útil. En todo caso, queda la azotea. Sigue subiendo mientras no deja de escuchar su respiración cada vez más sonora y casi acompasada con los pasos de la criatura. Cuando salen por la puerta de la azotea el horror sigue estando presente: no se ve absolutamente nada salvo el leve resplandor procedente de la escalera. No hay sol, ni nubes. No hay cielo ni sonidos procedentes de la calle. Ni siquiera hay calle, edificios cercanos, antenas o cables. Nada. No hay nada.

Lo que sí pueden contemplar los tres es cómo se acerca a la puerta una criatura surgida de alguna pesadilla. Debe medir cerca de los diez metros y camina a cuatro patas. Es grande como un elefante… como dos elefantes… Su cuerpo es una extraña amalgama de carne y metal, como si su esqueleto fuese de hierro o algún material similar y sus huesos sobresaliesen por todas partes. La zona de la carne está llena de rostros humanos que sobresalen y vuelven a hundirse gritando. La cosa tiene dos ojos de un color enrojecido por la ira y con una aparente inteligencia en ellos. Su boca está llena de dientes como cuchillos capaces, seguro, de destrozar los huesos como si fuesen mantequilla. Y no parece que el hueco estrecho de la puerta de salida a la azotea… suponiendo que ese lugar siga siendo aún la azotea… vaya a retenerle mucho tiempo.

La puerta del departamento se había cerrado accidentalmente y ya no cedía. Para colmo, Liam no tuvo mejor idea que subir a la azotea. Intenté seguirlo, pero para prevenirle: si seguíamos subiendo, quedaríamos atrapados. Pero para cuando lo alcancé ya estábamos en la azotea y, para colmo, el mundo había cambiado, otra vez.

Me sentía como en una película de terror barata. De esas en que la protaginista, semidesnuda, en vez de buscar la salida de la casa, se sube hasta el ático, solo para que el monstruo la acorrale allí. Mis temores quedaron más que confirmados cuando supe qué era lo que nos estaba persiguiendo. Eso, sumado al aspecto de aquel mundo, no dejaba lugar a dudas.

-Se acabó: estamos en el infierno -fue lo único que atiné a decir.

De pronto caí en la cuenta de que Lydia no estaba con nosotros. No había forma de que no se hubiera cruzado con esa cosa. Entonces recordé las palabras de Isaiah.

-Oh, no. La profecía se cumplió. ¡Esa cosa debe haber matado a Lydia!

Con la abrumadora sensación de que el pasado me perseguía para aplastarme con todo su peso, seguí ascendiendo la escalera buscando una salida; una solución al acuciante problema que nos pisaba los talones.

Con frustración y cada vez más nervioso, pude comprobar que el apartamento de Clarita no era una opción. Habíamos cerrado aquella puerta que sorprendentemente se encontraba abierta para nosotros cuando llegamos pero que, ahora que nos urgía un refugio, se mantenía inamovible y hermética.

Seguí ascendiendo sin fijarme si mis compañeras venían detrás de mí. Era incpaz incluso de escuchar otra cosa que no fueran los pesados pasos de aquello que nos perseguía, pero los de ellas no. Y llegué... Por fin llegué a la azotea para descubrir que de nuevo todo había cambiado.

Me quedé petrificado, con la sangre helada en las venas hasta su última gota y entendí que aquel era el final. Nadie vendría a salvarnos, no habría santos milagreros que iluminaran un camino de salvacion. Estábamos en medio de un mundo atroz y desconocido, o quizás solo era el vacío incomensurable y la nada más abosluta, y una bestia cuya ambición era desgarrar nuestra carne y absorber nuestra alma.

Porque aquello que nos perseguía era una abominación sacada del mismisimo infierno. Sí, Tiffany tenía razon, estábamos en el infierno.

Fueron sus siguientes palabras las que me hicieron apartar los ojos de aquella bestia que a punto estaba de alcanzarnos para mirar a mi alrededor. Era cierto, Lydia no estaba allí y yo no había hecho nada por ayudarla. Negué con la cabeza con la cara crispada por una mueca de asco y terror.

El pasado no me perseguía para aplastarme, engullirme y destrozarme... El pasado ya me había aplastado, engullido y destrozado.

Mirando hacia la puerta de la azotea comencé a recular hasta el borde con la clara intención de, llegado el momento y antes de que aquel monstruo me alcanzara, me tiraría al vacío. Aunque... ¿dónde caería?

Observando los movimientos de Liam, logré deducir lo que se proponía. Parecía una locura, pero... ¿Tendríamos realmente otra opción? Y si aquel lugar era el infierno... ¿Se podía realmente morir allí? Y en todo caso... ¿Sería preferible una caída de cientos de metros a ser devorado por esa cosa? Demasiadas preguntas y muy poco tiempo para responderlas. Sólo por si acaso, seguí a Liam. Quién sabe, si esa cosa decidía cargar contra nosotros, tal vez podríamos apartarnos en el último segundo, y sería él quien cayera. Sonaba arriesgado, pero podría funcionar. De cualquier manera, no era como si tuviéramos muchas opciones más.

Los gritos de horror e intenso dolor de Lydia Rivers resuenan durante lo que parece una eternidad y, muy probablemente no sean más que uno par de minutos. Su rostro aparece en el cuerpo de la cosa que ha subido por la escalera y vuelve a hundirse en la inmensa criatura. Cuando resurge en la piel del enorme ser, una boca procedente de otro mundo parece proceder de su boca.

—Quedaos aquí conmigo —pide con un ruego sosegado que no parece propio de ella—. Aquí seremos todos felices al fin, en el interior del vientre de la Bestia.

Otro chillido de puro dolor contradice sus palabras, si es que ella las ha pronunciado, y da a entender a Liam y a Tiffany que cualquier idea que pudieran haber tenido de dejar que la criatura les alcanzara no es más que una auténtica locura. Los dos retroceden como acto reflejo antes de que Liam tome la decisión más atrevida de su vida (y quizá la última) seguido por la intrépida fotógrafa. Ambos saltan al vacío más absoluto que les rodea.

El vacío oscuro les rodea como si quisiera devorarlos, pero la situación es muy similar a la ya vivida la primera vez que fueron transportados a la Ciudad de los Muertos. De alguna forma saben que han tomado una de las opciones correctas. Era imposible que supieran que la más pequeña luz frontal podría matar a esa criatura, de nombre Cairat (aunque se discute si es una criatura única o una raza entera dado que nunca se ha visto a más de uno).

Caen y caen durante un tiempo y a una velocidad indeterminada. En un instante quedan parados, o al menos esa es la sensación que les transmite su cuerpo. Frente a ellos han un ojo de unas dimensiones tales que, de ser acorde al tamaño de una persona, esta mediría más de dos kilómetros de altura como mínimo. Es un ojo azulado que casi no se mueve para captarlos y que pareciera ver más allá de lo meramente aparente. Puede que, incluso, el ojo no sea más que la materialización comprensible de otra cosa.

—He sido informado de que estáis buscando al hombre llamado Christian Starker, ¿es eso cierto? —pregunta una voz cavernosa como el eco de mil montañas. No parece que exista la posibilidad de mentir a una criatura como esa y, de hecho, el que os consulte parece en todo caso una señal positiva al respecto de sus intenciones.

Finalmente lo confirmamos: Esa cosa se había tragado a Lydia. Al parecer, también hablaba a través de ella. Obviamente mentía: Ni en nuestras peores pesadillas accederíamos a quedarnos con "ella". 

No parecía haber otra solución: Deberíamos dar otro salto de fe. Caímos por un negro vacío hasta que, de alguna manera, ya no había gravedad. Entonces apareció ese ojo. Al principio fue aterrador, pero luego nos habló esa voz y no parecía amenazadora.

-Es cierto -le respondí, aún sorprendida por la situación- Han ocurrido cosas extrañas y creemos que él es la clave para entender lo que ocurre.