Partida Rol por web

Robert escuchó la propuesta de Zaina, y le pareció una gran idea.

—Oye, es verdad —dijo—. Con un poco de suerte no necesitaremos cuerdas.

Se agachó junto al baúl y colocó los brazos alrededor. Pesaba como un condenado, y por un momento Robert temió que estuviera fijado al suelo... pero luego se movió y por fin logró volcarlo.

Desde abajo vieron como el rectángulo de luz se giraba y se hacía más fino según el baúl rotaba. Pero el mundo que les rodeaba siguió inmóvil. Ahora la abertura era como una ventana vertical, pero seguían sin poder llegar hasta ella.

—Ups... No hemos avanzado mucho —dijo Robert, asomándose por el hueco para comprobar que sus amigos seguían allí abajo.

–Dadle un par de golpes. Como un bote de ketchup– exclamó Zaina haciendo bocina con las manos– Seguro que así funciona. 

Al menos en casa funcionaba siempre. Tío Jacob siempre decía que un par de golpes firmes lo arreglaban todo: la tele, la camioneta, los botes de ketchup... incluso el mazo de cartas antes de repartir, para que le diese suerte en la partida.

Con mucho esfuerzo, Robert consigue tumbar el baúl, pero ni de broma la entrada se acerca al suelo, como ellos han pensando en un primer momento. 

-¿Estás segura? No sé yo si funcionará... Pero vanos a probarlo.

Tienen que darse prisa porque tienen que ayudar a John y a Kolda a entrar en la casa cuando lleguen a los alrededores de la cabaña.

¿Y pensar en muelles? ¿Tener muelles en los pies, para poder saltar como si estuviésemos en colchonetas hinchables, o en camas elásticas?

Quizás fuese una solución rara, pero podría funcionar.

Cerré los ojos y deseé muy fuerte que a nuestras zapatillas pudieran salirle esos muelles chulos y alcanzar la abertura que necesitábamos para salir...

Ya había convocado alas y tornados... Unos muelles debía de ser algo más fácil.

Jess dudaba de que algo tan absurdo pudiera funcionar, pero la verdad era que la idea se había formado con mucha nitidez en su mente. Unos muelles gruesos y fuertes en los pies de cada uno de ellos, y todos saltando para alcanzar la abertu...

En ese momento, fue como si el suelo se moviera y todos estuvieron a punto de caerse de culo. Pero no había sido otro temblor, ni nada parecido. A la luz de las cerillas de Anette, pudieron ver que las suelas de sus calzados se habían separado del resto del zapato, y entre las dos piezas habían aparecido una especie de muelles que les dificultaban mantenerse de pie. ¡Había funcionado!

Ahora podían intentar alcanzar la abertura sobre sus cabezas. Y al estar colocada de forma vertical y no horizontal, sería más sencillo. Lo de volcar el baúl no había sido mala idea, después de todo...

Robert, asomado aún al hueco del baúl como si fuera una ventana, sonrió de oreja a oreja al ver aquello.

—¡Qué pasada, Jess! —exclamó—. ¡Vamos, daos prisa! ¡Os ayudaremos desde aquí!

Y se tumbó en el suelo, sacando los brazos por la abertura para tratar de agarrar a sus compañeros cuando saltaran.

Ni yo me lo creía, la verdad... ¡Pero funcionó! ¡Ahora había que aprovecharlo! Intenté acomodarme al nuevo calzado de canguro dando unos pequeños saltos.

Era como las colchonetas o las camas elásticas, cada vez botaba más y más, dependiendo de mi confianza y de mi impulso*.

Visualicé la abertura del cofre, y miré a los demás.

-Si no estáis seguros, nos cogemos de la mano y saltamos todos juntos, o por parejas... ¡Pero no perdamos más tiempo! 

Me dispuse a saltar, si nadie me cogía la mano, saltaría sola. Si no, con el que se venga.

Zaina agarró de una mano a Anette dispuesta como siempre a ayudarla, aunque no tenía muy claro cómo. La gitanilla parecía más nerviosa de lo habitual, y no solo porque no fuese muy buena con aquel tipo de ejercicios. Había algo más que la inquietaba... –¿Apareceremos allí arriba?– preguntó a Jess– Nuestros cuerpos...o bueno, el mío al menos y supongo que el tuyo también, estaban en el bosque. ¿Seremos dos nosotras? ¿O cuando crucemos despertaremos en los cuerpos? Espero que no...necesito que estemos todos juntos para salir de aquí. La niña daba pequeños botecitos, mirando hacia arriba dispuesta a saltar. Esperaba dar un salto lo bastante fuerte, pero no estaba muy segura de que aquello fuese a salir bien del todo. Solo esperaba no arrastrar a Anette al suelo si se caía y que fuesen capaces de coordinarse. A ojos de Zaina, la pequeña que les acompañaba erala clave de todo.

Tragando como si tuviese una bola en la garganta, se dispone a ser valiente.

-Robert, yo me colgaré. Tú cógeme de los tobillos y asegúrate de que no nos caemos. 

En muchas pelis de acción hay una escena similar en la que uno del grupo se descuelga o algo así y el otro sujeta con fuerza una cuerda para evitar que caiga mientras usa lo que haya como punto de apoyo o algo así. Lo que está claro es que ella no sería capaz de sujetar a Robert en caso de necesidad.

-No me sueltes...

Ander no se podía mantener recto, pero le hacía mucha gracia. Era como aquellas veces que fueron a los columpios hinchables. Se pegó un buen par de tortazos contra aquel enorme castillo. Lo difícil que era mantenerse en pie y no caerse al suelo. 

Se concentró mucho y trató de saltar lo más alto posible, esperando que pudieran cogerle sus amigos. Él pesaba poco, así que seguro que los muelles le lanzaban muuuuuy arriba. 

La idea de Kate era buena. Si reducían la distancia que les separaba de sus compañeros, estos no tendrían que saltar tanto. Con cuidado, Kate se dejó caer por el hueco del baúl, mientras Robert y Siobhan la sujetaban cada uno por una pierna. La niña era ligera, y entre los dos podían con ella sin demasiadas dificultades.

Abajo, el grupo intentaba acostumbrarse a sus improvisadas habilidades. Era más fácil saltar que intentar mantenerse en pie, así que dieron saltitos en el sitio como si tuvieran un pogo entre las manos, y esperaron su turno. Jess saltó primero y estuvo a punto de alcanzar la mano de Kate, pero se quedó corta por muy poco. Aterrizó lo mejor que pudo para evitar darse un buen golpe.

La siguiente fue Zaina, que se había agarrado a Anette para ayudarla a saltar. Se impulsó tan fuerte como pudo, mientras la cerillera hacía lo mismo, y las dos se lanzaron hacia arriba. Consiguieron agarrarse a las manos de Kate, pero su peso fue demasiado para la niña y la mano de Zaina se le escurrió. La gitanilla cayó y se golpeó con el suelo en una cadera, lo que le hizo ver las estrellas de inmediato. Pero al menos, Kate tenía bien agarrada a Anette...

Sin perder tiempo, Siobhan y Robert tiraron de las dos niñas y lograron subirlas hasta la relativa seguridad del desván de la cabaña. Luego Kate volvió a salir para intentar coger a Ander, pero a pesar de que el niño había saltado bastante, se quedó corto también. Cayó de nuevo a la oscuridad, pero consiguió aterrizar bien para no hacerse daño.

- Jopetas... -se le escapó a Robert, al ver que sólo habían conseguido sacar de allí a Anette-. Bueno... ¡no importa! ¡Ha faltado muy poco, chicas! ¡Seguid, seguro que lo conseguís!

Pero el que de verdad le preocupaba era Ander, que al ser el más pequeño se había quedado bastante lejos con su salto.

Se siente un tanto inútil al ver que solo puede atrapar a Annette, pero es una pequeña victoria en esa gran batalla que es el intentar atrapar a todos. Intenta no desanimarse y vuelve a descolgarse de nuevo con la ayuda de los demás.

-¡Jess, Zaina! ¡Tenéis que impulsar a Ander antes de intentarlo vosotras! Es demasiado pequeño y no conseguirá llegar. Entre las dos, podéis saltar y ayudarle a llegar.

No sabe si se ha explicado muy bien.

-Saltad los tres y en el aire lo impulsáis. Yo intentaré cogerlo.

-Dame la mano, Ander... ¡Te auparemos! -no estábamos como para dejar a nadie atrás, menos aún a Ander. 

De nuevo me agaché para tomar impulso, y empecé a botar una y otra vez, cada vez más alto, y procurando que Ander hiciese lo mismo.

-Zaina, ¿cómo vas? -me concentré en la mano que me esperaba, intentando volar un poco hacia ella. Ya lo habíamos hacho antes, así que... no estaría mal repetir y volar, ahora que nos venía de perlas.

–Pero no podrán cogernos a los tres a la vez...

Zaina se frotaba el trasero. Le dolía más que aquella vez que se había caído de culo de un árbol al que se había subido para ver un nido. Mientras tanto, intentaba con muy poca gracia dar pequeños saltitos para equilibrarse, aunque a pesar de todos sus esfuerzos, trastabillaba. La niña miró entonces a Ander

–¡Oye! Ya sé que puedes hacer. Salta un rato y cuando estés a un poco de altura, con el siguiente salto disparas al suelo. Subirás lo suficiente para que te cojan.

Robert escuchó la idea de Zaina y asintió. Le parecía que merecía la pena probarlo.

—Eso está bien pensado —dijo—. ¡Inténtalo, Ander! Pero ten cuidado de no apuntar a las chicas.

Ya habían visto lo que la pistola del pequeño Ander podía hacer, y no era ninguna broma...