Partida Rol por web

- ¡HOOOLAAAA! 

Ander gritó. Su intuición no solía fallar, y algo le decía que aquellos seres no eran peligrosos para los niños. Después miró a Zaina con gesto culpable. Y tragó saliva. - Lo... lo siento, Zaina. 

Zaina iba a intentar convencer a Ander para que le dejase probar a salir de allí cuando, de pronto, se dio cuenta de que aquel lo siento podía significar otra cosa. La niña miró a la luz y luego a Ander con la mandíbula desencajada. No podía ser...

–¿Qué es lo que sientes? Esto... ¿es cosa tuya?

Ander negó con la cabeza. Y sonrió. Zaina siempre era muy precavida, y un grito en la oscuridad no parecía lo más seguro. Sin embargo, esta vez no se había enfadado. 

Miró hacia arriba con interés esperando ver algo... ¿una cara conocida?

–¿Qué has hecho?...Decías que el hada amarilla era buena...y ahora... ¿Los has traído tú?– Zaina se puso delante de Anette para protegerla. No quería creerlo. No podía pero aquella sonrisita le daba a entender que sí era él quien lo había traído. Aún así, no quería creer que les hubiese traicionado –¿Quienes son?

-¿Pero qué es eso? o más bien... ¿quiénes son? Porque me siento muy bicho en microscopio, aquí abajo... -no me gustaba esa sennsación de sentirme observada.

Por si acaso, me quité la gorra y comencé a concentrarme en mis poderes de tornado. Si esas cabezas nos querían hacer daño, igual acababan mareadas.

Zaina y Jess no habían tenido tiempo de responder a Robert. Unos instantes después de desaparecer Anette, todo se volvió negro por un momento. Después, al abrir los ojos, se encontraron tumbadas en el suelo del árbol hueco que habían dejado antes. Anette, John y Kolda estaban allí, y la cerillera les zarandeaba con fuerza.

—¡Despertad! ¡Ha funcionado!

Anette estaba exultante. Había conseguido trasladarse al árbol, y al comprobar que los cuerpos de Jess y Zaina seguían allí, se había apresurado a intentar despertarlas.

—No me puedo creer que haya funcionado —dijo la niña—. ¿Qué hacemos ahora?

Kolda se había quedado de una pieza al ver aparecer allí a Anette de improviso. Y aún se sorprendió más cuando Zaina y Jess despertaron.

—¿Pero cómo...?

John no dijo nada, pero al igual que Kolda, miraba a las tres niñas con una expresión de confusión y sorpresa en su rostro. Las gafas se le habían torcido por el respingo, y se las colocó bien mientras observaba incorporarse a Zaina y Jess.

—¡Kolda! ¡John! Anette nos ha traído aquí con las cerillas, que pueden teletransportarnos— después de palparse para ver que estaba entera y con todas sus cosas, Zaina saludó alborozada s sus amigos y empezó a hablar muy rápido, sin saber muy bien que estaba diciendo.—¡Os hemos encontrado! Tenemos que volver a la cabaña. Kate estaba oyendo a un hada pedir ayuda en un baúl... como el año pasado cuando estabas tú. Y la casa está rodeada de aliens. Y quizás podamos salir por los baúles... o quedarnos encerrados ¡Pero no sabemos donde está la oscuridad ni el hada de fuego! Y... y... ¿Y vosotros? ¿Estáis bien? ¿Ha venido por aquí alguien más?

-¡Funcionó! Qué pasada -dije, emocionada. Tenía la esperanza de que así fuese, pero también dejé un hueco para la duda. 

Zai se había espabilado antes que yo, poniendo a todos en antecedentes y esperando respuestas. Me callé esperándolas también, con la duda de qué había pasado mientras estábamos en ese lugar extraño.

Kolda esbozó una sonrisa que dejó ver sus pequeños colmillos.

—No dejaréis de sorprenderme —dijo.

Pero luego, volvió a ponerse seria y echó una ojeada fuera del árbol.

—Llevo un rato tratando de convencer a John para ir a la cabaña... pero el bosque está lleno de esas criaturas grises. Cada vez hay más. Y aparte de eso, John no quería irse dejando aquí vuestros cuerpos sin protección. Menos mal que eso ya no es un problema...

John miró afuera también, con expresión preocupada.

—Creo que no saben que estamos aquí —dijo—. Por lo menos, todavía no. Pero ir hasta la cabaña sin que nos vean va a ser imposible. La mayoría de esos seres han ido en aquella dirección. Temía que ya os hubieran atrapado...

Luego miró a las dos chicas y a Anette.

—Pero si ella puede hacer eso con las cerillas... ¿no podría de algún modo llevarnos a todos hasta allí? ¿O traer al resto aquí? Así podríamos darles esquinazo...

-Es cuestión de intentarlo. Si algo he aprendido con todas estas aventuras es que no sabemos si podemos hacer algo o no, a menos que lo intentemos. Hemos volado, saltado con muelles, creado cosas de la nada... así que podemos intentar lo que tú dices, John. No es mala idea. Mejor llevarnos a todos allí, pero si no se puede, intentaremos reunirnos todos como has dicho.

Qué ganas de saber qué estaba pasando. Qué ganas de ver a los abuelos otra vez.

—Creo que es mejor que vayamos allí— respondió Zaina— En teoría hay un hada encerrada. Kolda podría saber de que lado está, si la conoce. Y desde allí podemos encontrar la salida.

Por un momento pareció dudar.

—Solo que... Kolda. Si encontramos el camino de vuelta, ¿que ocurrirá con la oscuridad? ¿Si nos despertamos la venceremos o simplemente "nos habremos librado por los pelos otra vez"?— preguntó usando la fórmula que había oído usar a los villanos cuando el héroe se escapaba

Kolda escuchó la pregunta de Zaina y negó con la cabeza.

—No puedo decirlo con seguridad —dijo—. Supongo que si conseguimos rescatar a John, y todos salís de esta dimensión, la Oscuridad perdería sus poderes. No tendría mente a través de la que manifestar nada. Como mucho, tendría que buscar una nueva, y tal vez no la encontrase, o tardase décadas... En cualquier caso, a vosotros está claro que os dejaría en paz para siempre.

Pero no sonrió.

—El problema... es que aún no habéis salido, y con que sólo uno de vosotros se quede aquí atrapado, la Oscuridad podría utilizarlo, como hizo con John. De hecho, ya ha empezado a hacerlo con Ander para sacar a esos aliens grises. Tenemos que asegurarnos de que todos consigáis volver a vuestro mundo.

Anette sacó otra cerilla, dispuesta a ser útil una vez más.

—¿A la cabaña, entonces? —preguntó—. Creo que si me tocáis mientras enciendo la cerilla, nos llevará a todos y no sólo a mí. Después de todo, mi ropa viene conmigo cuando viajo...

Sin perder tiempo, todos tocaron a Anette. Un hombro, una pierna, un brazo... incluso Kolda se acercó volando para poner su mano blanca en la cabeza de la cerillera.

Anette se concentró, encendió la cerilla que hizo su característico ¡fris! y...