–¡Caperucita! Vamos An, necesita nuestra ayuda.– Zaina instó a su nueva amiga a ir corriendo hacia donde venía la voz. Podía ser perfectamente que se hubiese asustado al ver el lobo, pero ella no recordaba que Caperucita tuviese miedo, al menos no al principio. No hasta que vio que su abuelita no era su abuelita. Mientras corría, cogida de la mano de Anette hacia la voz, se decía a sí misma que no hacía más que ir e un sitio a otro sin poder pensar o hacer lo que tenía que hacer.
De pronto ocurrió algo muy extraño.
En menos de un segundo, la luz de ese día artificial parpadeó y pareció apagarse... como si el sol fuera una bombilla gigantesca que fallaba y luego de pronto se hubiera hecho de noche. Al mismo tiempo el suelo tembló con violencia, se levantó un viento terrible y Zaina, Anette y Kolda escucharon un grito agudo y espantoso que les penetró hasta lo más profundo de la mente. Se taparon los oídos en un acto reflejo, pero no sirvió de nada.
¡AAAAAIIIIIEEEEEEGGGHHH!
Luego el sonido cesó, el temblor remitió, el viento volvió a la calma y la luz del día volvió a brillar. Pero a las niñas y al Hada buena tardó un rato en bajarles la adrenalina...
La carta que Zaina llevaba en el bolsillo volvió a temblar y a calentarse. A través de la tela, Zaina escuchó un grito atenuado de la Reina Hada.
—¡Aaaaagh! ¡Maldito... crío...!
Lo primero que hizo Zaina cuando se recuperó del pasmo fue mirar la carta para ver si todo estaba bien. ¿Qué demonios habría sido eso? Al ver al hada bufar, Zaina no pudo evitar soltar una exclamación de triunfo.
¡JA! Mis amigos han acabado con uno de vuestros trucos. No nos venceréis.
La Reina Hada no contestó. Se aferraba la cabeza como si le doliese mucho y se encogía sobre sí misma, apretando los ojos. No parecía escuchar a Zaina.
—¡Mátalo! —gritaba—. ¡Mátalo, mátalo ya! ¡No lo necesitas!
Y se movía rítmicamente, hacia delante y hacia atrás, mientras seguía sufriendo por algún motivo que no entendían.
Anette tiró de la manga de Zaina. Era evidente que estaba asustada.
—Zai... ¿qué hacemos?
En ese momento, Caperucita Roja volvió a aparecer entre los arbustos. Se le había caido la capucha de la cara y tenía el rostro desencajado de miedo. Vio a las dos chicas y al Hada, y corrió hacia ellas... ¡para cubrirse detrás de Zaina!
—¡Ayudadme! —chilló—. ¡Está viniendo! ¡Me sigue!
Parecía que la niña de la capa había perdido el miedo a Zaina y Anette... probablemente porque tuviese mucho más miedo a otra cosa. Zaina avanzó dos pasos y aseguró la carta del hada mala de forma que no pudiese salir y que nadie pudiese sacarla. Después sacó el mechero y el spray y lo agitó. Aún quedaba un poquito, lo suficiente para freír a lo que quiera que apareciese para dañarlos. Tenía la escopeta de feria, pero tenía tan pocos cartuchos que prefería acabar con el spray. Había que apuntar menos y podía hacer arder cualquier cosa.*
–Coged piedras... ¿Qué se acerca?– ¿Sería el lobo que enfadado con Caperucita por no seguir el camino la había atacado directamente?
*Cuando se acabé haré una bomba. Te voy avisando xD
Zaina preguntó aquello, pero Caperucita estaba tan asustada que no podía responder. Tenía la mirada fija en un punto de la arboleda, que se movía. Fuera lo que fuera, estaba allí.
Entonces salió, y Zaina no pudo evitar que su mandíbula inferior se quedase colgando por la sorpresa. Era un ser... muy extraño. Pequeño, achaparrado hasta el punto de no ser mucho más alto que las niñas, pero con una cabeza enorme y ovalada. Tenía los ojos enormes y completamente negros, y se movía con torpeza, moviendo unas manos de tres dedos. Su piel era arrugada y de un tono grisáceo.
Volvió la cabeza hacia donde estaban las tres chicas, y Caperucita volvió a gritar. Aquella vez, Anette se le unió.
El ser de color gris dio un par de pasos hacia donde estaban. Parpadeó una vez y se quedó mirándolas con una expresión carente por completo de emociones.
— Gl'gab... —balbuceó—. L'gab xlab gldga...
Y empezó a andar hacia ellas.
Kolda tenía la boca y los ojos tan abiertos como Zaina. No podía dar crédito a lo que estaba viendo.
—Pero qué dem... ¿Qué demonios es... eso?
Cuando consiguió superar el shock, Zaina no pudo evitar sentir una punzada de miedo, alegría y muchas más cosas que no tenía claras.
–Es...Es... ¡¡Un alien!! ¡Está sacando cosas de la cabeza de Ander!
Zaina solo conocía a un niño que le gustasen tanto los aliens. Bueno. Le acababa de conocer, pero para ella era obvio. Pero ¿la oscuridad le habría afectado? ¿O habría venido para ayudarlos? Solo había una forma de saberlo. Despacito bajó un poco el arma. Aquello era más raro que toda la historia el medio pollito, el que se metía cosas por su medio culito y las sacaba en el momento apropiado ¿estaría también por allí?
– ¿Glabd ngar? ¡Frlzzz!– La niña imitó los ruidos, como quien imitaba a un perro. Esperaba no estar diciendo nada ofensivo. Tío Jacob siempre decía que si no sabías lo que decías era mejor callarse. ¡¡Pero no podía callarse!! ¡Ander estaba cerca! ¡Lo presentía! Y seguramente los demás también. El "bicho" empezó a acercarse a ellas– Para, ¡Para! ¿Donde está Ander? ¡Ander! ¡Dinos donde está!
Justo cuando Zaina empezó a hablar imitando los sonidos del... alien, para después preguntarle dónde estaba Ander, pudieron oír una voz aguda que venía de la arboleda.
—Jijiji... esa no es muy buena idea —dijo burlona—. Yo que vosotras, echaría a correr...
En ese momento, el hombrecillo levantó una mano y pudieron ver que en ella llevaba una especie de pistola reluciente, parecida a la que Ander tenía de juguete. Su rostro no reflejaba ninguna emoción, pero la pistola empezó a brillar. ¡Iba a disparar!
Asustada al ver el brillo, la niña volvió a levantar el pequeño e improvisado lanzallamas y lo activó mientras daba a las niñas la señal para que atacasen, como si fuese la general de un ejercito.
–¡Disparad!– dijo refiriéndose a las piedras. Con una buena llamarada y dos fuertes golpetazos dudaba que le quedasen ganas de seguir molestándolas. Y luego se aseguraría de que ese maldito hada mordiese el polvo... o se esconderían en casa de Caperucita o de su abuela. Lo que más cerca quedase.
Gasto 3 tabas de inteligencia. (se recuperaban descansando, si mal no recuerdo)
Caperucita se había quedado paralizada de terror, pero Anette había hecho de tripas corazón y se había agachado para coger la piedra más grande que pudo encontrar. Cuando Zaina dio la señal, apretó el spray apuntando al alien.
¡Pschhh! ¡FLAMMM!
La llamarada desconcertó al ser gris, e hizo que su disparo se desviase. Un rayo láser de color rojo impactó en un árbol cercano y lo partió en dos con un chisporroteo. Caperucita gritó asustada, y justo en ese momento Anette lanzó la piedra con tan buena suerte que alcanzó al alien en un ojo. Aunque teniendo en cuenta que eran ojos enormes, tampoco era difícil.
Tabas descontadas.
El hombrecillo dio unos pasos atrás, cerrando los ojos con fuerza debido al dolor.
—¡Glab! —exclamó—. ¡G'lxab nglaxbab!
Disparó otra vez, a ciegas, pero el rayo láser se incrustó en el suelo, chamuscando la hierba.
Kolda se apresuró a actuar y se lanzó a toda velocidad contra el alien. No era muy grande, pero sí lo suficiente. Cargó contra él con un hombro para hacerle trastabillar y caerse al suelo. Luego volvió volando a toda prisa.
—¡Ahora, corred! —gritó, y se apresuró a poner tierra de por medio con ese extraño ser.
–¿Está más cerca el pueblo o la casa de tu abuelita?– Zaina volvió a levantar el lanzallamas y apretó, esperando que saliese fuego a tutiplén. Quemaría a ese alien hasta que se acabase el spray, aprovechando que estaba aturdido. LE quemaría los ojos y las manos. No iba a hacerles daño – Tenemos que llegar a alguna casa. Rápido.
Zaina no tenía claro si aquella era o no la tierra de Caperucita, pero antes de que la asustara Kolda parecía muy tranquila. Demasiado para estar perdida.
Mientras Zaina accionaba otra vez su spray y con ello carbonizaba a ese ser pequeño y gris, las niñas miraban aterrorizadas. El alien chilló y se retorció, rodando para tratar de apagar las llamas. Como no lo conseguía, se levantó y echó a correr, gritando de dolor. Lo perdieron de vista entre los arbustos, pero todavía oyeron sus gritos durante unos interminables segundos...
Spray agotado. Puedes quedarte el bote por si quieres tirárselo a la cabeza a algo en plan crucifijo del padre Brandt, pero poco más...