Partida Rol por web

Samay escuchaba tras la puerta de su habitación individual tratando de hacerse una idea, lo cual no era muy difícil, de lo que pasaba. Al final su pálpito era cierto y se desvelaba el verdadero nombre, si es que era ese, de Caedum.

¡Toma ya!- Le hacía hasta gracia. Ella se encontraba en una posición cómoda, la que le daba no estar durmiendo con el fugitivo, así que, cuando escuchó el ruido pro la ventana y los pasos apresurados de los soldados hacia la calle corrió a asomarse por la ventana. Y allí estaba Oswyn, rodeado de tres soldados más armados y...¡sorpresa! El semiorco caía tórpemente a su lado. Samay se iba a divertir mucho desde su privilegiado palco. Pensó un segundo y tomó su arco de al lado de la cama, por si acaso. Después, con un movimiento brusco, como alguien enfadado porque lo levantaran de un plácido sueño demasiado temprano, abrió la ventana.

- ¡OIGAN!¿QUÉ PASA AHI?- Gritó a pleno pulmón, con una voz estridente, cubriéndose el pecho con una mano pero dejando, deliberadamente, que sus sinuosas formas quedaran semidescubiertas bajo el fino camisón para placer de los soldados, y el de sus dos compañeros "fugitivos". Entrecerró los ojos fingiendo escrutar a Caedum y Kalimash, como si acabara de reconocer sus rostros una vez quitado el velo de somnolencia que cubría sus ojos.- ¿ESOS DOS NO SON LOS HEROES DE ANOCHE?¡NOS SALVARON A TODOS, SALVARON A MI ANCIANO PADRE, POR LOS DIOSES,NOS SALVARON DEL ATAQUE DE LOS GOBLINS!- Seguía gritando como una loca histérica con el fin de despertar a los vecinos y que se formara un buen tumulto. Apresar así a unos héroes, qué deshonor...- ¡Sí, son ellos!¿A dónde se los llevan? ¿Qué mal han hecho? ¿Quienes son ustedes?- Soltaba preguntas, una tras otra, como si fueran rápidos flechazos esperando poder entretener a los soldados o avergonzarlos.

La locura se desató de golpe en aquél lugar, sin darle tiempo siquiera a hilar que, por supuesto, Caedum era Oswyn y aquellos eran los que le perseguían; aunque les había avisado de que era un fugitivo, no había caído en la cuenta de hasta que punto todo podía estar relacionado, hasta ese momento. Habría reído si no fuera porque de repente Caedum empezó a trepar desde la ventana para segundos después volver a aparecer a través del marco en caída libre. Seguido fue Kalimash, que se lanzó como un jabato borracho por el mismo camino – eso tenía que doler –, y un instante después Eladamri empezaba a descolgarse también por el alfeizar, acompañando el sonido de pasos alejándose escaleras abajo a la carrera. 

– ¿Es que aquí nadie puede ser nor...? – los gritos de Samay que resonaban a través del ventanal abierto cortaron su reflexión, interrumpiendo sus palabras. No pudo menos que suspirar y acercarse a su camastro, dónde recogió sus cosas, se vistió en segundos, y levantó su bastón con un grácil movimiento –. Pues parece que no. Maldita sea...

Lamentando semejante despertar, sin prisa, salió de la habitación por la puerta y bajó con rostro taciturno por el camino de las personas.

Aturdido, se levantó sacudiéndose el polvo, consciente de la escena tan ridícula que acababa de protagonizar. Y mientras se sacudía, se sobresaltó cuando aquella masa de cien kilos aterrizó al su lado. Al retroceder instintivamente, se dio cuenta justo a tiempo de que casi chocó con Eladamri, que también descendía (aunque de un modo algo más sutil).

- ¿Pero qué carajo estáis haciendo? No os metáis en esto. Creedme, no queréis problemas con este tío. Estaré bien - susurró entre dientes antes de girarse hacia los soldados. Aguantando la risa al oír lo que gritaba Samay, se dirigió a ellos.

- Vaya, vaya, vaya... eso es interesante. ¿Así que os pagan más si estoy vivo? Entiendo que si me resisto tendréis que matarme para defenderos... así que no os preocupéis; no voy a resistirme. Ahora bien... - dijo mientras sacaba su daga. - Tal como yo lo veo, si voy con vosotros moriré de todas formas y lo pasaré bastante mal antes. Así que decidme... - Sonrió sádicamente con una mueca mientras colocaba la punta de la daga contra su pecho, a la altura del corazón.

- ¿Cómo vais a convencerme para que me deje atrapar con vida?

Cuando termina Oswyn de hablar, los "captores" parecen desconcertados y sin saber qué hacer te trataremos bien dice uno de ellos obligado más por la situación que por la sinceridad. 

De la posada sale el alguacil junto con dos guardias, llevan las armas desenvainadas No es esto lo que acordamos, nada de violencia, no permitiré esto en Punta Arena, como os dije es un héroe local al que debe mucho este pueblo. Soltad las armas dice dirigiéndose a los "captores" o habrá sangre y no será la de él dice señalando a Oswyn.

Después salen dos soldados con espadas, con la misma vestimenta que los otros "captores", también de la posada con paso rápido. Y uno de ellos con la voz del que os habló arriba grita a la par que ataca al alguacil por la espalda SANGRE!! dándole un golpe que hubiera tumbado a más de uno de vosotros.

Las conversaciones se tornaron en gritos rápidamente, haciéndole acelerar el paso mientras bajaba por las escaleras, a tiempo para ver salir de la posada al que creía que era el alguacil, y a juzgar por los guardias que le acompañaban, así era. Suspiró, volviendo a reducir el ritmo de un trote ligero que le había hecho bajar los escalones de dos en dos, a un caminar tranquilo, seguro de que Belor solucionaría las cosas. 

_^<<Ser un héroe tiene que tener sus cosas buenas – se dijo a si mismo, sonriente, al darse cuenta de que era algo que Samay ya habría supuesto mucho antes que él –. Maldita listilla..._^>>.

Su pensamiento fue acompañado por un chasquido de la lengua – ¡tsk! – que le borró el gesto divertido, más por no querer demostrar que así era que por otro cosa. Sin embargo, no logró quitarse del todo aquella agradable sensación hasta que segundos después vio a los guerreros a los que seguramente había seguido – y por tanto los que habían llamado con malos modales a su puerta –, salir tras Cicuta con las armas desnudas. 

Sólo entonces se dio cuenta de que las cosas no iban a salir bien como imaginaba, y volvió a correr hacia la calle para ayudar a que las cosas se calmaran, de un modo... u otro.

Desde la ventana Samay pudo ver perfectamente todo lo que pasaba y cómo el alguacil de Punta Arena salía en defensa del héroe local. 

Esto se anima.- Pensó con una sonrisa incipiente en los labios que, muy a su pesar, se cortó de inmediato cuando Belor Cicuta fue atacado vilmente por la espalda.  Inmediatamente Samay profirió un grito aterrador y se encogió tras el alfeizar de la ventana.

¡Qué hijos de puta!- Allí escondida tomó el arco y una flecha y se asomó de nuevo con la intención de clavar una flecha a uno de aquellos desgraciados desde su posición privilegiada.

Las palabras de Oswyn me desconciertan un poco, pero ya había tomado una decisión iba a salvarle el culo a ese chico sin importar las consecuencias.

Caedum, Oswyn o como diablos te llames no hagas una locura, entre todos podemos poner en su lugar a estos patanes. - digo en tono conciliador mientras mantengo mi acero listo para actuar.

De pronto el alguacil Belor sale de la posada y trata de buscar una solución diplomática al asunto, lo que me tranquiliza un poco, al menos hasta que uno de esos bastardos lo apuñala por la espalda como un jodido cobarde.

Alguacil Belor. ¡Esos bastardos atacaron al alguacil por la espalda! ¡No los dejeís escapar! ¡Rápido llmad a la guardia! ¡Tenemos que prenderlos a todos por su crimen! -grito a todo pulmon mientras acudo a mi energía arcana para mejorar mi capacidad de combate y luego me lanzo al ataque contra el primer soldado.

Ya se ha recuperado de las escasas heridas de la caída, por lo que se abalanza sobre uno de los exploradores. Pero demasiado rápido ya que no ha recuperado aún el equilibrio del todo y su hacha golpea el suelo donde estaba el explorador un instante antes.

En otras circunstancias habría acudido tan rápido como pudiera a ayudar al alguacil, por puro sentido de culpabilidad, pero aquel "esto no es lo que acordamos" le hizo un poco más difícil sentirlo por él. Tenía curiosidad por saber qué habían acordado exactamente, pero eso tendría que esperar. En cualquier caso, estaba ocurriendo exactamente lo que no quería: otra gente se estaba involucrando en su huída y sin duda habría consecuencias. No podía afirmar que conocía a quien intentaba darle caza desde hacía ya unos años, pero desde luego sabía de lo que era capaz y sabía que no olvidaría.

Por eso nadie podía volver a informar. Ninguno de ellos debía salir con vida. Sin duda acabaría enterándose de todas formas, en cuanto este grupo al que se enfrentaban (no sabía muy bien si se trataba de soldados o cazarrecompensas) no regresara, enviaría rastreadores haciendo preguntas. Y había demasiados testigos, no necesitarían ningún hierro al rojo vivo para obtener respuestas, sólo un par de jarras de cerveza a la persona adecuada. Pero al menos ganarían tiempo.

Dejó caer la daga y rápidamente atacó con su espada larga al soldado que acababa de golpear Eladamri, tratando de no darle oportunidad de recuperarse y contraatacar.

Los tres que rodean a Oswyn le atacan sin piedad, a matarlo, de los tres ataques Oswyn sólo esquiva uno los otros dos dan y uno de hecho da de pleno; sin embargo, no consiguen hacerle nada, ni un ligero rasguño atraviesa la piel de este. El "captor" que acertó de pleno abre los ojos de par en par y exclama ¿¡Cómo!?

Belor se revuelve a atacar a quien le sorprendió pero falla. Los dos guardias de Punta Arena atacan acertando uno de ellos.

Los dos "captores" que salieron de la taberna matan a Belor Cicuta que cae al suelo inconsciente y desangrándose.

Desde la ventana Samay vio cómo el alguacil caía abatido por dos de los soldados embutidos en la armadura. Tensó el arco de nuevo, indignada, y soltó una flecha que rebotó contra la armadura de uno de los soldados haciendo un ruido característico.

- ¡Tks!- Chasqueó con la lengua contra el paladar expresando su fastidio y frustración. Al menos Oswyn no parecía estar soportándolo mal a pesar de haber sido alcanzado por dos de sus adversarios. Empezaba a creerse que su encuentro con el tal Balder ese no fuera sólo un sueño.

Los enemigos parecían bien protegidos, nada como los goblin de la otra vez. Así que el bardo con voz tonante empezó a entonar:

¡Sajad rajad!

¡Rompe y rasga!

¡Sus entrañas derramad!

¡Muerde y masca!

¡Con la guadaña decapitar!

¡Con la espada ensartar!

¡¿Y con el hacha?! ¡¡Voltear!!

El semiorco sigue añadiendo armas a la tonadilla y cuuando parece quedarse sin inspiración vuelve a entonar el estribillo -¡Sajad Rajad¡- mientras tanto no se queda quieto, sino que da un paso para seguir rodeando a su enemigo.

Independientemente de la apreciación artística, de golpe las armas parecen ser mas livianas y buscar la sangre del enemigo como si todos estuviesen contagiados por la sed de sangre del bardo.

Maldito cobarde escurridizo, quédate quieto y combate como un verdadero hombre. - refunfuño mientras trato de ensartar al soldado con mi estoque errando el blanco.

No podrás evitar mi estoque para siempre, tarde o temprano te rebanare el gaznate. - digo con voz amenazante mientras mantengo mi posición.

Cuando vio a los soldados abalanzarse sobre él, no pudo evitar pensar que era extraño que lo quisieran muerto antes que libre. Por lo que él sabía, la prioridad del benefactor de aquellos soldados era obtener cierta información que sólo él podía darle.

Pero tampoco podía darle muchas vueltas al asunto, ya que tenía otras preocupaciones más inminentes y cortantes. Dos de ellas impactaron contra su piel sin ser capaz de perforarla, y se preguntó por un momento si él mismo habría puesto una cara parecida a la que habían puesto aquellos soldados. ¿En qué lo habían convertido?

Desconcertado como estaba, trató de decidir entre intentar acabar con el enemigo ya herido, o atacar al explorador y darle algo de cobertura a Kalimash mientras entonaba su canto. Pero lo cierto era que Kalimash parecía estar perfectamente a salvo, sólo estaban interesados en él, así que se decidió por intentar reducir el número de enemigos.

Fue uno de esos golpes en los que todo acompaña. La fuerza y el ángulo perfectos, el enemigo se mueve exactamente como esperas, un poco de suerte... y por supuesto, una buena dosis de moral tras haber salido indemne de ataques que, el día anterior, seguramente hubieran acabado con él.

          El sonido de los versos pronunciados por la inconfudible – y a la vez siempre cambiante – voz de Kalimash se unió al ruido de la batalla que estaba teniendo lugar en el exterior, aunque por las maldiciones, los gritos de sorpresa, y los alaridos de dolor, supuso que las cosas estaban una vez más encauzadas a su favor. Tal vez por eso se refrenó, o tal vez simplemente porque no quería salir bajo una lluvia de acero, pero el caso es que aminoró el paso y, en vez de salir a lo loco a la calle, lo que hizo fue golpear con brutalidad la puerta de la taberna hacia afuera, y aprovechar para empezar a entonar mientras miraba la situación de fuera...