Partida Rol por web

&ltp> Había una vez en un pueblo no tan lejano, en una ciudad no tan lejana, personas que comenzaban su día con los primeros rayos de sol. Como todos sabían hoy era el cumpleaños de la ciudad la cual habitaban desde siempre o desde que recuerdan. Las clases comenzaban dentro de una hora y de noche festejarían el año de la fundación ciudad.

&ltp> Algo raro estaba pasando con el reloj grande que habia en la mitad de la ciudad ya que ese mismo dia a la primera hora del dia el reloj cambio de hora cosa que nunca habia pasado hasta el dia de hoy. Una persona nueva yacía mirando el reloj un hombre tapado toda la cara mirando a cada uno, para luego irse. Este día comenzo muy raro.

&ltp>No lo hagas. Eso es lo que mi inconsciente dijo al despertador, consciente de que lo que ayer a la noche tenía que ser "unas birras" se convirtió en unas birras, un ron con cocacola, lo que quedo del ron, lo que quedo de la ginebra de un desconocido y sospechosos hematomas en partes sospechosas del cuerpo. Pero, evidentemente, el jodido  reloj no ha hecho ni caso, y con el más rutinario infierno me ha despertado de golpe, haciendo que mi cabeza explote como un globo de helio. Algún día - pensé - mi personaje madurará y no saldré en domingo.

&ltp>Levantarme fue acto suficiente como para reconocer los síntomas habituales de una resaca espantosa: la boca seca como un desierto, la cabeza comprimida y un aumento muy preocupante de la fuerza de gravedad sobre mis hombros. Café, necesito café. &ltbr />
- Ven, café. &ltbr />
Al invocarle, también me noto las cuerdas vocales oxidadas y desquintadas, y con el más increíble de mis esfuerzos, llego a la cafetera. La preparo, y mientras se calienta, encuentro todo lo que necesito para liarme un cigarrillo. Cuando finalmente consigo empezar el día con mis dos adicciones, me noto en suficiente buena forma como para ducharme, peinarme y vestirme. Una depresión sorpresiva está a apunto de poderme, pero por suerte, he aprendido que el meta es la excusa perfecta para evadirla.

&ltp>- No sería coherente con tu personaje empezar el capítulo sin alcohol, café y cigarro.&ltbr />
Autoconsolada y más o menos presentable, meto el tabaco y la cámara en el bolso y me voy a la tienda de animales. Que remedio, de meta no se vive. 

&ltp>Mientras me dirigía al trabajo, rezándole a quien me quisiera escuchar que no entrara nadie para poder dormir sobre la caja, vi algo raro en el reloj del pueblo. Saqué el móvil para mirar la hora y confirmé lo que llevaba tiempo latente en mi cabeza: la trama había empezado. Marcaban horas diferentes, por lo tanto, el reloj del pueblo había cambiado. Con desesperada alegría, encendí la cámara para grabar el reloj mientras me acercaba corriendo al reloj. Cuando llegué allí, alguien con la cara tapada se quedó unos segundos mirando el foco de mi cámara, provocando que mis temblores de emoción le desenfocaran justo antes de irse. Me moría por seguirle, saber de donde venía y qué quería hacer en nuestro pueblo, pero el miedo y la excitación me superaban tantísimo que me quedé paralizada un rato. Cuando me recuperé, corrí hasta el trabajo con una sonr¡sa en la cara, aunque cada galope me taladrara el cráneo. Al llegar, lo único que le dije al jefe fue:

&ltp>- Ya ha empezado la trama!&ltbr />
 

El Sonido del despertado sonó....Como toda las mañanas a las 7:00 de la mañana. Me preparare como siempre para ir al trabajo, pero antes pasaba hacia el café de la abuelita que todas las mañanas me pedía un café para llevar hacia al trabajo y siempre estaba hay su nieta ayudándola y protestando que si se levanta muy temprano y que esta cansada de estar aquí, que si un día se ira etc.... Como todas las mañana...
Mientras iba caminando mire hacia el Reloj, aquel reloj que hacia tiempo que no funcionaba me quede mirando un tiempo y vi que no era la única que en quedarse mirándolo, que raro nunca a funcionado y ahora por arte de magia lo hace pensé en mi interior...Tras pensar eso me puse en marcha de nuevo. Ay! se me olvidaba por el despiste, no pase por mi árbol favorito, mi árbol de las manzanas Rojas... Cogía exactamente doces para mis alumnos. Antes que llegarse ellos le dejaba una manzana a cada unos de ellos en su mesa... Mientras tanto la profesora los estaban esperando con una bella sonrisa como todas las mañanas en Storybroke

Como siempre, me desperté a las 6:30 de la mañana para estar a las 7:00 en el bar y servir a los más madrugadores su café.

Me levanté con mucho sueño, fui directa a prepararme un buen café que no demoré mucho en tomar. Mi compañera de piso estaba dormida a estas horas todavía. Después del café, me lavé la cara, me cepille el pelo y me lavé los dientes. En el espejo aún veía a una Eileen cansada y con ojeras, no había conseguido descansar bien del todo por la noche. 

Salí con el frío mañanero y cuando pasé por delante del reloj grande de Storybroke, vi que había cambiado de hora, ¿lo habían arreglado? Algunos lo miraban, pero yo no me podía entretener o llegaría tarde.

Entré en el bar y me cambié rápido, mi jefe ya me apremiaba para que sirviera los primeros desayunos, y así lo hice.

"Evan escuchaba interesado lo que decía la mujer. Estaba recostada en el diván y los billetes salían de su boca uno tras otro. Los bollos se acumulaban en el piso a medida que la treinteañera saguía reconstruyendo sus problemáticas diarias. Tenía las manos cruzadas sobre su estómago y la velocidad a la que salían a borbotones los bollos de dinero de su garganta iba in crescendo a cada minuto.
Evan había dejado de tomar notas hacía mucho tiempo. De hecho ya no prestaba atención a la mujer sino que su atención se focalizó en los billetes que se movían como un mar entrelazándose en el piso. Ahora unos bollos se construían entre ellos y podía dar significado a algunas de las formas que observaba. Era claro que uno de ellos era el compañero de trabajo del que hablaba siempre la mujer. Un hombre musculoso que parecía querer trepar al diván. Bollos y bollos de billetes se amontonaban con una forma definida intentando ahorcarla. Pero ella no tenía miedo, seguía vomitando billetes que hacían cada vez más grande al hombre que la asfixiaba.
Poco a poco la terapia fue inundándose de tal forma que los bollos de dinero ya no tenían ni forma ni significado. Cuarenta minutos después ya no la veía. Lo único que había entre ellos eran origamis de billetes que, de una u otra forma, sofocaban al paciente.”
El calor que le generaron los billetes de su pesadilla lo terminó por ahogar a él mismo. Lo despertó en un baño de sudor. Era muy recurrente que se viera reflejada su vida compartida en sus sueños diarios. Abrió los ojos y se tranquilizó al ver que lo único que desbordaba su apartamento no eran billetes sino bollos de ropa sucia mezclada con ropa limpia esperando por ser separada y ordenada. Sus ojos brillaron de alegría y buscaron la luz de la ventana. Un nuevo día le enfrentaría a sus pasiones y a sus miedos. Un día que le presentaría acertijos y personalidades, nuevas y ya conocidas. Un nuevo día era un papel en blanco para que él dibujara lo que quisiera allí.
Se desperezó estirándose, aún en entre las sábanas, y cogió su celular para darse cuenta de que si no comenzaba a correr, no llegaría a desayunar en Granny’s antes de ir al consultorio. 
 

Lunes y el despertador suena puntual a las 7:00 de la mañana. Zacharias apaga de un manotazo el despertador, bosteza y se pone en pie. Como un zombi se dirige al baño para limpiarse bien la cara. Se preparó el desayuno, que se lo tomó con cierta rapidez y no puedo evitar poner mala cara cuando se terminó el café. Se asea, prepara las cosas para las clases y las actividades extra escolares, estaba siendo, como siempre, un lunes cualquiera. Pasó por donde se encontraba el reloj, extrañado al ver que la gente se ponía a mirarlo, se acercó hasta allí y miró el reloj. Las manecillas se habían movido. Se encogió de hombros, supuso que por fin, habían decidido arreglar el reloj o algún gracioso había intentado gastar una broma. 

Miró su propio reloj y comenzó acelerar el paso hacia el instituto cuando descubrió que llegaba tarde. Resopló porque no le iba a dar tiempo fumar un poco. Cuando llegó al aula saludó a pesar de que no había visto quien estaba dentro de la clase.

-Buenos días. 

El despertador sonó a las 6 de la mañana y no pude evitar taparme con la almohada. Estaba bastante cansada, ayer había terminado de arreglar el escaparate a altas horas de la noche. Con ademan cansino me duché y cogí el desayuno para llevar. Quería llegar temprano a la tienda, por si había que arreglar algo de última hora. 

Al abrir la puerta me envolvió el olor a libros nuevos y viejos, no pude evitar una sonrisa. Puse música y comencé a organizar el día. El escaparate lucía hermoso con la decoración por la conmemoración de un nuevo año de la ciudad. Mientras danzaba al compás de la música de los grandes maestros clásicos iba acomodando los libros y trasteando si era necesario.  

A las 8 como siempre destrancaría la puerta y le daría vuelta al cartel de "Abierto". Esperemos que este día sea fructífero. Me senté tras el escritorio y mientras comía una manzana sin pelar, pasaba las hojas de la última novedad de la semana. Hay que saber lo que uno vende.  

El alboroto mañanero de la cuidad. Abro un ojo y miro el despertador, ya son las 8:00 es hora de levantarse. Tras una breve pelea con las sábanas me dispongo a ir a la ducha. Abro el grifo del agua caliente y la sorpresa de la ultima semana, solo sale agua caliente -En casa de herrero cuchara de palo- pensé mientras me congelaba. Otra vez había olvidado arreglar el calentador. Tras la refrescante ducha voy a la cocina y tomo un rápido desayuno. Había que abrir el taller. Ya una vez allí veo como todo el mundo se dispone a dar vida a esta ciudad cada uno con su cometido. Y así es, así comienza otro día en esta hermosa ciudad.

La odiada y estruendosa alarma suena a primeras horas de la mañana. Había trabajado hasta las 5 del mismo día, y solo había tenido tiempo para correr a su casa y dormir una pequeña siesta antes de tener que salir de nuevo camino al trabajo. Había sido una semana difícil, en la que había tomado más turnos de lo que normalmente tomaba, puesto que quería amoblar su departamento apropiadamente. Al mantener dos casas con el sueldo de una persona, había tenido que reducir sus gastos en diseño e invertir la mayor cantidad de dinero en comida y cuentas, como todo buen ciudadano haría.

En un estado que recordaba a un zombie de caricatura, se duchó y vistió, para luego salir corriendo camino al hospital. Como siempre, pasó a comprar un café al bar cercano, rogando por que una fuerte dosis de cafeína fuera suficiente para volver en sí y aguantar otro largo turno en emergencias.

Me despierto con los primeros rayos de sol, con la energía a tope para ir al huerto de debajo de mi casa ¡A mi huerto! Hoy era día de cosecha y tenía de todo, patatas, zanahorias, pimientos, calabazas, tomates... Pero no solo eso, también toda clase de fruta y frutos secos. 

La gente del pueblo sabía que los lunes por la mañana tenía de todo y esperaba a que me vinieran a comprar, hasta las 14.00h del mediodía, que entonces recogía todo y me iba a comer. 

Así que, después de desayunar rápidamente unas tostadas con mermelada de calabaza hecha por mi (por supuesto), bajé a mi huerto y en media hora ya tenía mi paradita de fruta y verdura preparada. 

No me fijé en el reloj, mi alegría hacía que estuviera distraída de esas cosas. 

Un hálito de luz se filtra a través de las cortinas blanquecinas y, gracias a las paredes del mismo tono, la intensidad de éste aumenta hasta que sus ojos se incomodan por el repentino despertar del astro sol para sacarla del amnésico mundo onírico.

¿Acaso alguna vez podré recordar mis sueños?

Se pregunta mientras se despabila. Aún recostada bajo las sábanas pudientes, Antye estira su cuerpo adormilado en una rutinaria actividad y se frota los ojos con una mano libre para luego incorporarse, con la vista cansada busca sus pantuflas y al encontrarlas, se las coloca para así dirigirse a su baño privado. 

Al menos eso podían costear sus padres mientras se encontraban fuera de casa. Tanto tiempo ha pasado sin verlos que le cuesta recordar sus rostros y sus voces, pero la añoranza familiar se ve interrumpida por mojarse el rostro con agua fría y así despertarse por completo. Levanta la vista para verse en el espejo y esboza una leve sonrisa, pues se da cuenta que sigue siendo la misma. 

Siguiendo el protocolo periódico, la joven se introduce a la ducha para bañarse y al terminar, deja otras prendas para volver a hacerlo cuando regrese de la ciudad y así mantener su higiene. Ahí mismo se coloca su uniforme a la vez que piensa si Zacharias por fin habrá hecho la tarea y sin darse cuenta su sonrisa se ensancha más, pues aquél chico le da un poco de diversión a su vida de hábito. 

Cuando abre la puerta se dirige a su cocina para prepararse su típico desayuno: una naranja para sus defensas, medio sándwich de pavo por las proteínas, un vaso con agua sin conservadores y una gelatina para combatir el insípido despertar. Como una autómata, ingiere cada cosa  sin siquiera saborear, pues lo único que le interesa es salir de ahí para que en la escuela le enseñen algo nuevo y después ir a la biblioteca a sacar un nuevo libro, pues anoche terminó una historia que relataba las hazañas de un hombre de edad adulta junto a su fiel compañero que buscaban aventuras a la par de "desfacer entuertos" para así convertirse en caballero y no manchar el nombre de su amada.

E hizo todo eso aún arriesgando su vida...

Antye se va a lavar los dientes y toma su mochila. Antes de girar la perilla se detiene sobre ella y suspira.

¿Qué pasará si hoy hago algo diferente?

Gira sobre su espalda para ver una vez más la casa y, decidida, abre la puerta con una sonrisa rumbo a la escuela. ¿Qué sería de nuevo hoy? Tal vez el aniversario de la ciudad, un evento atípico para un pueblo tranquilo sin nada interesante qué contar; aunque si ocurriese algo, sería digno de relatarse por las semanas que siguen. 

La joven Antye advierte al desconocido que observa la Torre, pero no le presta atención por su moral en asistir a la escuela y así ver a Zack para ayudarle con la tarea. A lo lejos divisa su institución académica y acelera el paso para encontrarse con él. 

El sol entraba por la ventana de la habitación, la primer reacción de James fue tirarse la colcha en la cabeza y pensar que seguía siendo de  noche, pero rápidamente la realidad venció a la fantasía y el joven no tuvo otra opción que darse por vencido y levantarse.

Aún descalzo el frió del suelo penetraba por su piel, un frió intenso que lo mantenía cada vez más despierto hasta que decidió calzarse y empezar a preparar el desayuno. Un desayuno austero que consistía solamente en una taza de café para terminar de decirle adiós a la cama e ingresar a la vida diaria.

Como todas las mañanas James salió a caminar por la ciudad, dando la vuelta por la calle principal y planeando volver a la tienda cerca del medio día con la idea de abrirla, era lógico que los seres humanos normales no iban a comprar CDs o instrumentos un lunes de mañana, por lo que la rutina diaria del joven Spark consistía siempre en dar una buena caminata antes de pasar horas sentado detrás de un mostrador mientras escuchaba a jóvenes hacer los mismos solos de las Metallica todos los días.

Otro día más igual al resto, hoy tocaba ir a reparar una grieta que había aparecido en la antigua iglesia del pueblo.

Me levanto y me tomo mi típico café con leche y medialunas, busco un mameluco limpio, cargo el lavarropas con el que usé ayer así cuando llego de vuelta puedo tenderlo y que esté listo para el día siguiente.

Me dirijo hacia mi pequeño taller, donde tengo mi cinto y herramientas, me pongo el casco y salgo en dirección a mi encargo al día de hoy. 

Por suerte la grieta es pequeña, así que mucho no iba a tardar en repararla, así que voy haciendo planes para ir a dar una vuelta por el bosque antes de volver a casa, me había enterado que hay un puente pequeño que todavía no descubrí, y que el agua que pasa por ahí es deliciosa. El ruido de los animales y de los arboles al moverse con el viento es tan relajante que hace a uno olvidarse de lo monótona que es su vida real. 

Lunes otra vez, es hora de comenzar el día y la nueva semana. Ayer noche me acosté tarde, cerré el local casi a las 12 de la noche: entre ultimar preparativos para la celebración de hoy, echar a los rezagados, limpiar y revisar los proveedores que tenían que venir esta mañana se me hizo tarde. Son las 6 de la mañana, apenas he dormido unas pocas horas, pero el tipo de la cerveza viene a las 7 menos cuarto y tengo que abrirle por atrás para que alcance el almacén.

Me levanto bostezando y rascándome. Me doy una ducha fría, elijo mi traje negro con camisa gris oscura y corbata a juego (que sea un bartender no implica perder elegancia y el Black Rose es un sitio con estilo, así lo diseñé), me visto, me peino, reviso mi barba de dos días. Está correcta. Me enciendo un cigarrillo y bajo las escaleras que conectan el piso con el local de mi negocio, Sí, privilegios de vivir encima de tu trabajo, no llegas nunca tarde. Me dirijo a la barra y enciendo la cafetera industrial. Miro la hora en mi reloj de pulsera. Aún falta un rato para que llegue Eileen, mi camarera. Sólo tengo una porque no puedo de momento pagar a más personal, pero Eileen normalmente vale como dos. Es una buena chica. Enciendo las luces, empiezo a bajar las sillas de encima de las mesas, me aseguro de que todo está donde toca para el servicio de la mañana. La cafetera da un aviso, ya está lista para trabajar. Justo a tiempo. Me preparo un café solo y me lo sirvo en una taza con un trébol verde que pone I love St. Patrick's Day. Le doy una larga calada a mi cigarrillo y con la taza en una mano, abro la puerta delantera del Black Rose, salgo a la calle a tomar el aire y a esperar al tipo de la cerveza. Voy bebiendo sorbos y dando caladas intercaladamente. El tipo llega tarde, hay que jod... En fin. Miro hacia el reloj de la torre, me lo quedo mirando extrañado, algún bromista estará jugando con el mecanismo? Es raro, siempre he creído que esa torre tenía el acceso restringido para evitar esos problemas.

Llega Eileen, puntual como siempre. Miro el reloj, ya son las 7 y el tipo de la cerveza llega tarde.

-Eileen, ponte con los cafés quieres? Stuart llega tarde pero los mañaneros no- le dedico una sonrisa pícara a la muchacha. Efectivamente los primeros ya están haciendo cola para entrar y desayunar antes de iniciar sus propias jornadas de trabajo. La vida es buena. Me acabo el café y entro tras apagar el cigarrillo contra mi suela de zapato (viejos hábitos, zapatos nuevos). Lo guardo en la cajetilla al no habérmelo terminado para la siguiente ronda. Me sitúo detrás de la barra e inicio una nueva jornada de trabajo.

-Como ha dormido mi camarera favorita?- le digo bromeando a Eileen al situarme a su lado, tras la barra, para ir haciendo los cafés y demás.

Me desentumeci despues deotra noche en la que dormia por desgracias del destino solo, me vesti y sin mucha mas premura desayune, comprobe mi triste agenda de trabajo, mientras tomaba el cafe.

Tras no ver mucho en ella decidi que saldria a dar una vuelta por la ciudad haber si volvia con alguien a casa esta noche, pues mi racha cada vez se veia mas afectada, por el ambiente de la ciudad y eso no podia ser, por que no habria una disco decente en el lugar.

Continúo 

Continuo 

Continuo