Partida Rol por web

Retrocedo un par de pasos cuando veo la monstruosidad en la que se está formando el que antes era nuestro compañero, en una bestia como la que acabábamos de combatir, una bestia que debíamos haber matado cuando todavía estábamos a tiempo. Veo la expresión de horror en el rostro de Militsa y yo hago un esfuerzo sobrehumano por seguir adelante, por buscar la valentía con la que seguir luchando. Estoy cansada y herida... pero no quiero morir así.

—Podemos hacerlo, lo hemos hecho antes... —le digo mientras miro al que era Fardhinn.

Coloco la segunda mano sobre la empuñadura de la espada y entonces me lanzo sin esperar más. Puede que el fuego sea su punto débil, pero si arranco la cabeza de su cuerpo no podrá volver a curarse.

Militsa mira a la bestia mientras se transforma, aterrada, inmóvil, por un momento se siente desfallecer ante semejante visión. Luego tiembla, balbucea algo sin sentido, y tomada por el pánico, arroja temblorosa tanto el hocino como el palo en llamas, que se apaga al primer contacto con la nieve. Instintivamente sale corriendo, alejándose del monstruo y de Skadi.

Skadi y el licántropo quedan una frente al otro. Sus miradas se cruzan, y la valiente bandida arremete con su espada contra el enorme hombre-lobo de mirada rojiza. Sin embargo el cansancio acumulado y las recientes heridas del encuentro con Horst no hacen honor a su habilidad con la espada, que roza levemente el pelaje de su monstruoso oponente.

Te alejas del monstruo, de tu compañera y de la pira a toda velocidad, sin mirar atrás, corriendo sobre la nieve, presa del pánico. No sabes a dónde vas, sólo sabes que debes huir, alejarte de allí todo lo que puedas y lo más rápido posible.

Aún aletargado por tantos y nuevos cambios, esquivo el tajo de la bandida por los pelos, dando luego unos pasos hacia atrás y agachando el torso hasta quedar a cuatro patas.

Me siento acorralado, dolido y hambriento. El muchacho que fui probablemente habría actuado de otra forma en estas circunstancias. Pero el instinto de supervivencia del lobezno que soy ahora me pide otra cosa.

—Grrosotras... ¡Trrr-raitoras! ¡C-c-currpabres! ¡Magrrtitas! —bramo con dolor por todo lo ocurrido junto a ellas—. V-volverrremos a verrnos, si es que sobrevivís a este lugar.

Mientras vomito las últimas palabras, las palmas de mis ahora descomunales manos levantan una ola de nieve con la intención de cegar a mi inmediata oponente. Acto seguido giro mi cuerpo y corro sobre la blanca nieve hasta perderme entre las nieblas del desfiladero.

Puede que lo que llevaba vivido en estos días me hubiese hecho esperar casi cualquier cosa, pero desde luego no estaba preparada para ver y escuchar la transformación de una persona en una temible bestia. Aquella imagen me horrorizó de tal manera, que el miedo que sentí me paralizó completamente y luego me hizo huir.

Solté lo que tenía en las manos e instintivamente eché a correr, era lo único que tenía en la cabeza, escapar de allí, salir corriendo. La adrenalina y el miedo que sentía me "empujaban" a dar grandes zancadas y hasta que comencé a ahogarme por la falta de aire, no tuve la necesidad de detenerme.

Con la respiración entrecortada e intentando tomar aliento, me encontraba en medio de ningún sitio, ya no sabía a dónde me dirigía y la angustia tomó el relevo al miedo. Inspiré profundamente y cerré los ojos un segundo para tratar de tranquilizarme y controlar todas las emociones que se estaban descontrolando en mí.

Y mi pensamiento fue el recuerdo de la escena que acababa de dejar atrás, había huido dejando sola a mi compañera. Si continuaba mi camino, puede que al llegar al destino que fuese, su recuerdo y mi conciencia por no haber hecho nada no me dejaran tranquila. Debía encontrar la valentía para regresar y enfrentarme a la bestia.

Intentaba simplificar las cosas, para poder actuar con mayor claridad, la bestia, por muy grande que fuese, no dejaba de ser un lobo y de tener sus instintos, eso sería en lo que me basaría para pensar qué hacer.

Recordé que por ese mismo camino debería encontrarme con el resultado del combate con Horst, anduve un poco hasta que vi los restos de los lobos. Primero busqué la flecha que Fardhinn tuvo que arrojar al suelo para prenderme la antorcha, para escondérmela entre mi ropa. A continuación, elegí de entre los trozos de lobos que habían dispersos, uno de tamaño mediano. Preparé en mi mortero Nerium Simientis y comencé a machacar estas semillas, ese majado lo unté a la pieza y comencé a correr por el camino de retorno, hacia donde se encontraban Skadi y la bestia, para llegar antes de que fuese demasiado tarde.

Cuando reaccionas y recuperas la visión, Vráulforr ha desaparecido en la lejana niebla.

Estás sola junto a la pira en llamas. Todo está en calma.

Cuando vuelves junto a la pira sólo ves a Skadi.

Regreso corriendo por el camino que hace tan sólo un rato acababa de atravesar presa del pánico. Ahora siento el cansancio y el esfuerzo, por que me obliga a detenerme a recuperar el aliento un par de veces y más aún, cargada con la pieza como cebo.

La pira, su olor a humo y su resplandor, me sirven de guía. Al ir acercándome descubro confundida sólo una figura, a Skadi      - ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?- pregunto aún con la respiración entrecortada.

Escucho los pasos de Militsa a mi espalda mientras yo sacudo la nieve que tengo por la cara y la armadura. Ya no hay nada que hacer, el combate ha terminado. Guardo la espada dentro de su vaina y me giro para mirarla cuando escucho su voz a mi lado. 

—Ha huido, ni si quiera ha intentado entablar combate —respondo antes de fijarme en ella —. Si no hubieras salido corriendo quizá lo hubieras visto —reprocho.

Pero tras decir eso, por primera vez me siento segura como para mostrar una leve sonrisa. Estoy cansada y herida, pero no hay enemigos a nuestro alrededor, o eso creo.

—Deberíamos regresar a la aldea, ya no hay nada que nos retenga aquí. Aunque...

Me acerco un poco a ella y la examino, entrecerrando los ojos.

—Cogiste el mapa, ¿verdad? Si esa cosa todavía tiene parte de Fardhinn dentro puede que quiera recuperarlo. Debemos tener cuidado.

Vuestro alrededor está en la más absoluta calma, y a pesar de todo lo que acabáis de vivir sentís un inexplicable bienestar. La nieve del suelo es fina y blanda, algunos copos caen suavemente y se posan sobre ella, el fuego de la pira calienta el aire a vuestro alrededor, volviéndolo agradable, el crepitar de la madera os evoca un agradable hogar, las paredes del cañón os protegen de la ventisca lejana.

- Si, tienes razón, y siento mucho haberte dejado sola con él. No tengo tu valentía-contesté avergonzada a Skadi - Lo único que hice por intentar subsanar mi error era pensar cómo podría haberte ayudado y por eso he traído esto hasta aquí- dije mostrándole la flecha que Fardhinn dejó caer y la pieza de lobo - Pensé que podría engañarlo para que comiese esta carne, a la que le he untado una especie de veneno. Pelear no sé, pero embaucar...eso sí lo domino- dije con la mejor de mis sonrisas.

-En cuanto al mapa, lo tengo aquí- dejo caer el trozo de lobo y rebusco entre mis bolsillos y se lo enseño - Pero...fíjate, tiene un sello de plata, así que, tal vez, no tenga tanto interés en él- 

-Busquemos un lugar seguro y echaré un vistazo a tus heridas. Mañana podemos emprender el camino de vuelta-

Empezáis a caminar recorriendo en sentido contrario el desfiladero que os trajo hasta aquí. Dejando atrás todo lo sucedido. Vais siguiendo las mismas piedras con símbolos, similares a los del mapa. Pero para vuestra sorpresa los símbolos parecen brillar, como si en ellos se reflejase de un modo hermoso la poca luz que se filtra por las nubes. Es luz de estrellas.

La calma y la paz sigue envolviéndoos. Al contrario que en el viaje de ida, sentís armonía en todo lo que veis, el paisaje es hermoso. Camináis sintiendo el placer de cada pisada sobre la nieve, de cada bocanada de aire frío que entra en vuestros pulmones. Os sentís mejor, menos cansadas.

El cielo se va abriendo y deja ver un firmamento infinito. La noche os termina por acoger, pero no sentís nerviosismo, ni desasosiego, sino todo lo contrario. Algo os reconforta y os acompaña. Una presencia poderosa y cálida. Miráis a un costado y podéis ver qué es. Camina junto a vosotras, dejando huellas en la nieve. No sentís miedo, ni sorpresa. Os parece natural verle ahí, caminando tranquilo a vuestro lado, como si ya lo supierais.

Tienes la misma sensación que tuviste en la cueva de los cazadores. Caminas por un estrecho camino sobre la nieve, que lleva a un antiguo templo. Puede que estés dormida, esto parece un sueño. Pero no lo es. Sientes la misma presencia, la que sentiste aquella noche, en sueños, mirando el fuego de la hoguera. Esa presencia bondadosa, cálida y poderosa. Esa presencia que ahora camina a vuestro lado. Ahora no te pide tu ayuda, pues ya la has ayudado.

Tienes la misma sensación que en el sueño que tuviste en la cueva de los cazadores. Te sientes relajada, descansada, como hacía tiempo que no lo estabas. Por primera vez te sientes segura como para mostrar una leve sonrisa. Ya no estás tan cansada, y puedes notar cómo tus heridas sanan rápidamente junto a esta presencia con la que parece que bailes. No hay enemigos a vuestro alrededor, sólo amigos. El oso te mira y te sonríe, amigable, etéreo.

Tras haber perdido la noción del tiempo caminando junto a él, recorriendo desfiladeros y cañones, acompañadas de la placentera y pacífica presencia del oso etéreo, llegáis a un lugar por el que nunca antes habíais pasado. Es un lugar distinto, como sacado de un sueño, diferente a todo lo que habéis experimentado hasta ahora, en vuestras vidas. Podéis sentir el poder que aquí hay, cómo el aire es más ligero, cómo el frío se desvanece, cómo la roca se hace menos dura. Podéis oír el piar de unos pájaros que no veis, y degustar sabores que no tenéis en la boca.

Sobre las paredes brillan esos mismos símbolos de las piedras del camino, pero más grandes, y más hermosos, iluminados por una luz mágica que parece levitar. Del hueco entre ellos es como si brotara un torrente de cálida y acogedora energía, como una fuente de maná, como un río de miel. El oso se vuelve y os mira, para luego adentrarse sereno y decidido en el portal.