Partida Rol por web

Todos os retiráis a dormir. Todos excepto varios resbaladizos squalidos que se mantienen despiertos para hacer guardia. Todos excepto también la druida Militsa, que se retira al interior bosque que acaba de invocar, escabulléndose entre el follaje, escapando de la vigilancia de los enormes ojos de los anfibios, buscando la soledad.

Dormís y conseguís descansar. Pasan varias horas, tumbados sobre el verde musgo, la verde hierba, rodeados de las luminosas florecillas. Pero algo sacude vuestro sueño, algo oskuro se muestra en vuestras mentes y os hace despertar entre fríos sudores y fuertes palpitaciones. Ya no hay musgo bajo vuestras cabezas, ya no hay verdor a vuestro alrededor. El bosque ha muerto, y muestra ahora negros troncos calcinados, ramas llenas de espinas, carente de vida, carente de luz. Ya no hay hojas, consumidas y convertidas en negro polvo, en cenizas.

La protección que Beory os brindaba con su bastión natural se ha esfumado. El torrente de agua cristalina se ha secado. Los squalidos se inquietan y toman sus armas, nerviosos. La Korrupción ha tomado el lugar, lo ha mancillado y conquistado. Una neblina magenta se empieza a levantar entre los restos del bosque muerto. Las Sombras se acercan.

¿Crees que así escaparás de mí?

Sigo aquí. Sigues conmigo.

Eres mío. Me perteneces.

¿Puedes sentir cómo la Oskuridad os rodea?

Es el momento de entregarme a alguien en sacrificio.

Un gesto muy noble por tu parte, bardo.

Ahora estás más cerca de mí.

Lo sabías; sé que lo sabías.

Por eso lo has hecho.

Por eso has asumido la Korrupción de ese guerrero acabado.

Puedo hacerte fuerte.

Puedo hacerte poderoso.

Busca más Korrupción.

Busca la luz violeta en la mirada del guerrero.

Puede ser tuya.

Puedes unirte a mí.

El descanso era muy necesario, así como los sueños para reorganizar los pensamientos, y ver mejor las cosas al día siguiente. Pero a mitad de la noche, los sueños dejaron de ser agradables, para convertirse en una mezcla de Kaos y oskuridad. Y al despertar, vieron que todo lo que se había logrado, se había perdido, rápida y cruelmente. Las hojas y ramas, no eran más que polvo, los troncos heridas calcinadas. El lugar había sido reclamado por la oskuridad.-Hemos de ponernos en marcha, pero primero debemos encontrar a Militsa, que no veo que este con nosotros.-Se armo y junto a Lomo Plateado, salió al exterior de la cueva, y busco donde podría encontrarse la druida, pero de momento sin perder de vista a sus compañeros, ya les faltaba un miembro del grupo, había que evitar que todos se dispersasen, no sabía que les podría estar amenazando desde las perpetuas sombras que reinaban en este lugar. Así, que espero al resto de sus compañeros, antes de comenzar una búsqueda por los alrededores.

Ya no tengo la sombra del kaos en mi alma, pero aún así, el sentimiento de alivio no puede superar al de desconsuelo al ver el resultado de mis conjuros. Miro al horizonte y puedo ver cómo, de nuevo, la oskuridad nos acecha, se terminó la tranquilidad.

Necesito algo más para enfrentarme al kaos, medito unos minutos y me preparo para un nuevo ritual.

{Señora de toda vida vegetal concédeme la virtud de portar un estandarte de tu fruto,

Permíteme apoyar mis fuerzas en él,

Que su apoyo me de el aliento que necesite,

Que su firmeza me otorgue la resistencia a la oskura inestabilidad}

Repito esta estrofa dos veces

{Madre Beory bendice este báculo con tu inmenso poder,

Otórgale el beneficio de la flexibilidad y de crecer sin mesura,

Convierte este roble en una enredadera que repte por los lugares más oskuros,

Oprimiendo hasta acabar con el aliento del kaos que tenga cerca,

Que posea un abrazo mortal}

Repito esta estrofa otras dos veces

Del inerte suelo de Nuanta brota un joven y vigoroso roble. Un rostro se dibuja entre sus nudos, un heraldo de Beory, una antigua deidad venerada por los druidas de la Vieja Fe. Es el anciano Obad-Hai, exarca de la Diosa Madre. De sus ramas entrelazadas obtienes un largo báculo, que se levanta por encima de tu cabeza, un estandarte con el símbolo del anciano, su propio rostro, como emblema. El báculo, el Estandarte de Obad-Hai, tiene vida propia, y el rostro del enviado por tu madre parece observar todo a su alrededor. Ahora eres su portadora, y sus ojos verdes te observan a ti también.

Lomo Plateado huele algo. Ha encontrado un rastro, en esa dirección, hacia el interior del bosque muerto. Ahora que no hay maleza ni follaje quizás sea más fácil moverse por él y encontrar a Militsa. Aunque esa neblina no te da buena espina.

Me reúno con el resto.

Sigues cerca de la entrada de la cueva, donde los squalidos y tus compañeros se preparan. Pero algo alejado en dirección a donde crees que Militsa salió antes de que os dispusieseis a dormir. Lomo Plateado te acompaña; huele algo. Ha encontrado un rastro, en esa dirección, hacia el interior del bosque muerto. Ahora que no hay maleza ni follaje quizás sea más fácil moverse por él y encontrar a Militsa. Quizás sea más facíl verla, aunque esa neblina no te da buena espina.

Y la ves, allá, a lo lejos, realizando uno de sus conjuros. De lejos ves cómo hace crecer un robusto roble, para luego comprimirlo y retorcer sus ramas en un largo bastón que sobrepasa su cabeza, y con el que empieza a caminar de vuelta. Avanza hacia ti, con paso firme. Su rostro parece descansado, rejuvenecido. Su mente parece mucho más despejada. El bastón, el báculo, tiene un símbolo en él, un símbolo que conoces. El bastón es un estandarte de la naturaleza, con el emblema de Obad-Hai, un antiguo dios de los bosques, relacionado con Beory, adorado por cazadores y druidas.

Militsa y Eranor se reúnen a las afueras del campamento de los squalidos. Lomo Plateado lame la mano de la druida en señal de amistad y respeto. El rostro del estandarte, el emblema de Obad-Hai, está hecho de hojas de roble, pero parece tener vida propia. Sus ojos se abren, dejando ver una mirada profunda; una mirada que observa todo con atención.

Resonaba aquella voz en mi cabeza. La había acallado la música, pero me abrumaba el peso de Desmond ahora. En una duermevela, medio dormido, medio soñando, la volví a oir. Pero no tenía el escudo de mis notas. Y volvía a resonar. Y sonaba profunda, más nítida, más clara, dentro de mi cabeza, en mi medio sueño. Esta vez, le respondí en mi cabeza. Supuse que me escucharía. 

- Al fin creo que se quien eres. Y no creas que es por ti por quien he asumido el dolor de Desmond. No se qué voy a ser ni cuál va a ser mi camino en esta historia. No se. Aun no he decidido si quiero poder, reconocimiento... Pero si hay algo que he buscado. Los que quieren algo conmigo, deberían saber qué busco. ¿Tú lo sabes?

Le reté. No se si era lo mejor. Quizás estaba jugando con algo que era demasiado poderoso para mi. 

Eranor, que se había alejado un poco para buscar a Militsa, sin perderse de vista desde el campamento squalido, regresa con la druida. Les acompaña su fiel lobo. La druida luce más serena, más tranquila, más equilibrada. Os llama la atención un largo bastón de madera que antes no portaba. En la parte más alta, a modo de estandarte, un verde rostro confeccionado con hojas de roble mueve sus ojos como si estuviesen vivos, mirando atentamente en todas direcciones, fijando su mirada en cada uno de vosotros.

¿Que sabes quién soy? ¡No!

¡No tienes ni idea de quién soy!

No puedes ni imaginar mi poder,

no sabes ni dónde estoy,

no sabes ni de dónde vengo,

simple e insignificante mortal.

Da igual que no sepas tu destino.

¿Tu destino? Tu destino me pertenece.

Tú me perteneces, Rupert de Adalas.

Y nada me importa lo que tú quieras.

Tú eres mi siervo. Tú eres mi voluntad.

El sueño que tenía, medio incómodo por el lugar, inquieto e incierto por lo que podría pasar en el futuro y las angustias pasadas y presentes, pero medio reparador, al fin y al cabo, se vio truncado por una sensación completa de temor, casi pánico. Me moví incómodo, y eso terminó de despertarme. Pero no en el lugar dónde me había dormido. O si. Pero había "muerto". Se había oskurecido. Y por lo que decía Eranor, que ya se había puesto a ver todo antes que el resto, faltaba Militsa. 

- ¿Alguien sabe dónde está? Si la magia verde de Beory que generó esto era de ella, o la Oskuridad ha podido vencer esta fuerza aquí presente, o Militsa ha caído, o incluso, se ha alejado y no puede ayudar a este bosque. No se. ¿Alguien ha visto algo? - Pregunté a los squalidos, aunque sabía que podrían no entenderme. En cualquier caso, hice como Eranor. Cogí mis escasas pertenencias, era todo lo que podía hacer en ese momento. Y prefería la acción a no hacer nada. Sin embargo, Eranor fue más rápido, y sencillamente estaba ya listo, y había salido antes de que pudiera seguirlo, de modo que en realidad esperé en la puerta, con atención a dónde estaba Eranor, que no se alejó demasiado. Al fin, volvió, con Militsa. Y ella portaba un bastón nuevo, extraño. Sentí que me observaba. 

-Militsa, me he llevado un susto, todos nos lo hemos llevado. ¿Qué ha pasado con esta protección? ¿Qué te ha pasado a ti? - Se notaba que me me había angustiado este momento, esta tensión. 

De pronto, pensé que no había sido buena idea hablarle. Retarle. Esperé que nadie se diera cuenta. Me daría vergüenza no haber sido capaz de resistirme...Decidí no responderle esta vez, pero era inquietante, y acababa de decir que yo sería su servidor, y que de esta forma, haría lo que él deseara. Y había cambiado su tono. Esta vez no me tentaba. Me amenazaba y me ordenaba. De algún modo, parecía que ahora tenía... ¿dos servidores? ¿O ello había liberado a Desmond? Quizás sólo le estábamos haciendo el juego...

Lomo Plateado encontró rápidamente el rastro de la druida, y sin necesidad de alejarnos mucho de la entrada de la caverna, encontramos pronto a Militsa, que parecía serena y descansada, y que se encontraba junto a un imponente bastón con el rostro de Beory. Siguió a la druida junto al resto de sus compañeros, sin hablar, tranquilo, pero inquieto porque los ojos de Beory se movían y se fijaban en todos ellos.

Cuando llegaron a la entrada de la caverna se encontraron con Rupert, que ya había salido a ver donde se encontraban. Habría que esperar a que el resto se prepararan y emprender su camino, en busca de la fuente, en el que seguro que se encontrarían con muchos problemas y obstáculos, que tendrían que superar por el bien de su mundo y el de este. Tal vez por el bien de todos los mundos, ya que el equilibrio de las energías de la fuente tendrían repercusiones en todos los sitios. Tan distraído iba con sus pensamientos, que ni hablo cuando llegó a la entrada de la caverna. 

Le dedico una sonrisa al gesto de ir en mi búsqueda a Eranor y en silencio regresamos con los demás.

Con una calma recién instaurada respondo a Rupert -Agradezco su preocupación, ahora me siento mucho mejor. Simplemente ha pasado lo que tenía que suceder-contesto con voz firme.