Partida Rol por web

Buenas noches, entren a mi obra a través del espejo. Al ingresar sólo deben dejar vista, mente y corazón. Al salir... ya veremos.

— Me da miedo, no tiene buen aspecto — dijo izquierdo.

— No te preocupes, creo que no se va a mover — contestó derecho.

Hubo unos segundos de silencio acompañados de varios parpadeos. Vista se dio un tiempo antes de volver a "hablar". Izquierdo, más desconfiado, rompió el silencio fruto de la incertidumbre del momento y de que lo estaba observando en aquel momento.

— Está muy quieto... Y tiene la boca abierta, creo que no se encuentra bien. Mira todo a su alrededor, derecho, está oscuro y viejo...

— Quizás sea...¡un fantasma! — rio derecho. Su perspectiva siempre era más optimista —. Es broma... no cierres el párpado, izquierdo. Míralo, está bien peinado y sus ropas lucen bonitas. Creo que, simplemente, quiere estar solo. ¡Está en su casa! No hay mejor sitio que estar en casa.

Otro momento de silencio.

— Ese espejo... no reflejada nada — dijo izquierdo inquieto.

— Estará sucio, ¿no ves el polvo encima de ese reloj y de esas vasijas? ¡Claro, por eso está boquiabierto! Lleva mucho tiempo fuera de casa y se ha quedado sorprendido de cómo está todo a la vuelta.

Derecho asintió orgulloso, mientras que izquierdo lo miró por el rabillo del ojo, no muy convencido.

Mente observó la dicotomía de Vista, primero a la derecha, luego a la izquierda, no con los mismos ojos analíticos, sino con unos más profundos, desde el lugar donde se conectan con la nuez que lo gestiona todo. No sonrió, pero tampoco estaba enfadado, la serenidad de su temple era de notar.

—No tenga miedo, ojo izquierdo, que es mi derecho. Hay una explicación racional para lo ocurrido. Déjeme que os la muestre.

Mente elevó sus manos e introdujo sus dedos en el centro de su cráneo pelado. A continuación, estiró la piel hacia los lados para dejar ver un cerebro rosado que se movía con el fluir de sus pensamientos. Comenzó a hablar.

—En primer lugar, acredito lo dicho por el ojo derecho, que es mi izquierdo: el peinado del señor luce a la moda, según las tendencias y el lugar está lleno de polvo, lo que ha podido ocasionar su aspecto aterrador. Aunque no me meteré en berenjenales de sentimientos, que luego acabo dolido —aclaró, pues ese sería el trabajo del Corazón, quien mejor lleva esos temas.

Por no soltar la piel que mostraba su cerebro, no llevó su manita a la barbilla, como reflejo de pensar, sino que repasó sus labios con la lengua, a modo de saborear la tierna sabiduría que había adquirido con los años.

—Estamos ante un curioso caso de un hombre que pasea por la noche y se encuentra a sí mismo en los albores de la oscuridad, bajo los reflejos de la luna llena. ¿Qué otra cosa cosa podría generar esos contraluces, mezclando al oscuridad más absoluta con esos brillos de luz tan brillantes? —preguntó al resto, indicando el detalle en el que centraría su postura—. Si fuese de día, veríamos muchos detalles, como, por ejemplo, la silueta de aquél cuadro, aunque no tengo ojos como para diferenciarlo. Tan solo sé que estas tinieblas son comunes en la noche.

Cerró sus ojos un momento, pero la masa laberíntica de su cabeza seguía moviéndose, acorde a sus pensamientos.

—Más importante que el momento del día, me pregunto las tres cuestiones clave: ¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué? —Miró a sus congéneres, sabiendo que ellos podrían decir algo al respecto—. El cuando, podría ser... sí, aquella decoración, formas y materiales de los objetos y el modo de vestirse que tiene el señor, podrían ser pertenecientes al siglo XIX o XX. El dónde, si bien no sabemos por qué abre la boca, diría que en su casa, pero no estoy seguro porque tener la casa llena de polvo es de necios o de muy descuidados, con la de enfermedades que trae... —Cerró los ojos y negó girando cuidadosamente la cabeza con sus manos sujetas a la piel—. Por último, el por qué... esto se me escapa. No entiendo las razones que pueda haber porque sé que tiene que ver con las cuestiones del Corazón, campo al que me niego a entrar.

Antes de acabar su intervención, giró su cabeza, resignado, y soltó de las manos, haciendo que la piel se rejuntase por sí misma de golpe haciendo un pequeño chasquido.

La vista no miente. Es miedo. Es miedo, o es un fantasma. Los espejos nos devuelven lo que somos, pero deformados. La decrepitud en su reflejo se hace presente. O quizá el reflejo no es el deforme. Quizá eso es lo que somos ahora y esa otra imagen en que la mente cree es en realidad lo que fuimos.

El jarrón se ve reflejado, pero el fantasma no. El fantasma ha salido del espejo. Y es el reflejo de nuestro miedo. Miedo al paso del tiempo. Miedo a la decadencia. Al polvo que no podemos evitar que vuelva a cubrirlo todo uno y otra vez. El polvo en el que al fin nos convertiremos. Miedo al tiempo, otra vez, porque no lo podemos detener.

¿Dentro de una obra de arte existe el tiempo? Ese es el por qué.

Mente atendió a Corazón, su postura siempre le daba de qué pensar y, aunque pudieran tener sus diferencias, sabía que el conocimiento tiene tantas variantes como individuos que se atrevan a sumergirse. Por eso, en vez de juzgar dueño de sentimientos, guardaría la información en el cajón de posibilidades.

—Si esta obra de arte ha tomado vida y es dueño del paso del tiempo, significa que estamos aquí por alguna razón. Nosotros somos atemporales, aunque a medida que avanza el tiempo nos hacemos más fuertes con nuestras experiencias. ¿Fue este fantasma quien nos convocó? En ese caso, ¿desea ayuda? —les preguntó, aunque no estaba muy convencido de lo que preguntaba—. Ustedes saben que necesito pruebas para considerar a los fantasmas como reales. Señores Vista, ¿ustedes vieron a algún fantasma alguna vez?

Vista escuchaba en silencio la conversación entre Mente y Corazón. Nunca sabían por qué, en la mayoría de las ocasiones, tenían puntos de... vista, tan distantes. Por lo visto, nunca mejor dicho, derecho escuchó una vez que tenía que ver algo con el miedo, el amor y las emociones y los sentimientos. Ver para creer.

— Dice que es un fantasma... — susurró izquierdo a derecho, muy abierto por el miedo que recorría sus vasos sanguíneos.

— Bueno, lo habrá escuchado de mí, soy muy listo — contestó derecho, arqueando una ceja.

Vista se dio unos segundos más para observar lo que tenían delante. Aquella persona seguía parada, en el mismo lugar. Su mirada, de lo que más entendía Vista, era tenebrosa e intimidante. No parpadeaba, lo que daba mala espina a izquierdo.

— ¿No podemos dejar esto en manos de Mente y Corazón? — preguntó izquierdo.

— No, izquierdo, no. ¿Acaso no sabes que los sentidos somos el primer receptor de la información? Después Mente y Corazón que decidan, pero somos responsables de decirles qué está pasando. ¡Somos los periodistas del cuerpo humano! — exclamó.

— Eso me gusta... — dijo izquierdo relajándose un poco.

Vista escuchó como Mente y Corazón seguía divagando sobre lo que observaban. De repente, una pregunta los sacó de su letargo.

— ¿Qué si hemos visto un fantasma alguna vez? — preguntó izquierdo, mirando a todos lados con rapidez.

— Bueno, "ustedes" — contestó con un tono de alabanza — son los encargados de definir a los fantasmas. ¿Existen? Ustedes deciden. Muchas veces, los fantasmas no se ven y se sufren en la mente y en el corazón, pero, qué les vamos a contar nosotros...

Soy el autor, no un fantasma. Aunque el arte refleja el espíritu, entonces pueden ser. Vean allí. Tras esas ventanas está la playa.

— Que está hablando... Que está hablandoooo — susurró a derecho mientras se chocaba contra él.

Izquierdo se quedó muy tenso, mirando a los lados una y otra vez, cuando aquel hombre habló. En cambio, derecho, sonrió fascinado. Aquel hombre no sabía quién de los dos ojos de vista hablaría, pero, todos los demás, sí.

— Me gusta su peinado, señor, aunque sí es verdad que usted es un poco serio... — dijo derecho —. Ha sido un malentendido, no haga caso a izquierdo — derecho habló bajito —, siempre se deja llevar por... el de ahí arriba... — dijo señalando a cerebro.

Ante las palabras del autor, Vista hizo caso y se acercó unos pasos a donde les señalaba el mismo. Derecho y, sobre todo, izquierdo, sonrieron al ver aquella silueta que tenían ante ellos.

— Qué bonito... cuánta luz, me gusta la luz — dijo izquierdo, más relajado.

— Creo que la luz alegra a Mente y Corazón — contestó derecho.

— Pero... ¿por qué no mira por una de las ventanas? Está mirando a la pared... — volvió a decir izquierdo, con tono asustadizo.

— Dale tiempo, se acaba de sentar. Mira el lado bueno, izquierdo, ¡cuánta luz! ¡Y la playa está allá afuera! Está relajada y disfrutando del momento. ¿Hoy es domingo? Seguro que descansa y por eso recoge su pelo en una coleta, desenfadada. Tiene ropas cómodas, sí, tiene que ser domingo. O no, pero bueno, eso no es nuestra competencia.

— Llevas razón, derecho, aquí se está mejor que en aquel cuarto oscuro. ¿Tendrá poderes? Está iluminando todo el cuarto.

— Quizás sea el reflejo del exterior. Pero mejor, le preguntamos a Mente.

De repente, el personaje del cuadro hizo acto de presencia con su voz. ¿El fantasma acababa de hablar? ¿O era el cuadro? Pero ninguna de esas dos cosas podría por sí mismo. El señor se presentó, reclamando la autoría de la obra y presentando otra de sus obras. Mente no entendía muy bien lo que sucedía, necesitaba un momento de reflexión.

—Encantado señor, sabía que no era un fantasma, aunque no imaginaba que fuera el autor de la obra. ¿Se dibujó usted mismo con esa expresión de... susto... bostezo... enfermedad... agonía... ilusión...? No sabría describir la emoción que evoca, podrían ser muchas posibilidades, ¿no creen? —Hizo una sonrisa forzosa, rectangular, intentando entregar un gesto de simpatía.

Seguidamente, mientras Vista contaba lo que sus ojos veían, Mente observó el nuevo lienzo desde un punto crítico.

—Creo que ya puedo emitir un veredicto —aseguró, abriéndose la cabeza por la mitad y dejando ver su rosado cerebro—. La luz de este cuadro me alegra, cierto, aunque no en ese sentido, sino de lo divertida que resulta. ¿No es una luz graciosa? Llega por las ventanas y resplandece la figura, incluso por aquellas zonas en donde no debería. Sin embargo, no es tan potente para iluminar el resto de la habitación. Es una luz graciosa —se respondió a sí mismo—. A no ser que... ¡Correcto! las pareces son negras. Ese debe ser el único motivo por el que los objetos coloridos del cuadro obtienen un contorno iluminado y las paredes, que son negras, no. Sabemos que el color negro absorbe toda fuente luz.

Sonrió, esta vez sin gestos artificiales, pero con un expresión de infante e inocente que le había tocado. En su cerebro, tenía todo el sentido del mundo lo que decía y creyó que podía tener el mismo pensamiento que el autor al decidir pintar de esta manera. Se sentía como un detective destripando el arte.

—En cuanto al motivo de por qué está sentada en ese lugar, se me escapa por completo. No le encuentro ningún sentido racional, ¿tiene una explicación? Se me ocurre que pueda ser algún castigo por portarse mal, pero no, no creo que las mujeres crecidas reciban esa clase de castigos. De hecho, esta mujer no parece obligada a nada, como dice el ojo derecho. —Cerró sus ojos un momento, a modo de concentrarse mejor, dejando que las tuberías de su cerebro se movieran solas al tiempo que trabajaban—. En esa pared negra hay algo que el autor no quiere mostrar y lo ha tapado de negro.

Bajó sus manos y las pieles de su cabeza se rejuntaron de nuevo con un chasquido. Miró al autor, para ver si se había conmovido con su última frase y después a Corazón, para conocer lo que ella sentía al ver el cuadro.

—¿Y qué es lo que mira la mujer? ¿Nada? Eso sería muy aburrido. O tendrá razón mente en qué el autor ha tapado algo con negro. ¿Será por vergüenza?

Sentimientos ambiguos. Corazón nunca podía explicarlos.

—Creo que se trata de soledad. Si fuera a una ventana se le abriría el mundo, pero mirando a la pared, o a la obra oculta de autor, ahí está sola. ¿Por qué no se para?

— Aunque no está frente a la ventana, la luz le rodea — dijo izquierdo.

— ¡De repente te pones místico, pareces mente! — contestó riendo derecho.

Los dos ojos quedaron en silencio, volviendo a escuchar la conversación que Mente y Corazón tenían sobre aquella obra de arte. La curiosidad les llevó a conocer un poco más. Sabían que no estaba en su voluntad la de avanzar hacia el destino que ellos querían, pero no dudaron en preguntarlo.

— ¿Podemos... mirar por la ventana?

— ¡Derecho! — susurró izquierdo sujetando a su par.

— ¡Solo he preguntado! — dijo calmando a izquierdo —. Hombre, sola está. Pero aunque mira a la pared, la luz le rodea, iluminándola como dice izquierdo.

Terminó por llevarse la mano al pecho, cuna de su forma, y de allí sacó el órgano que le daba nombre y sentido, o al menos tanto como podía tener la representación de lo pasional.

—¿Y si no se trata de ocultar sino de buscar? —finalmente opinó luego de escuchar a Mente y a Vista, pero sin dejarse llevar por ninguno de ellos. Corazón tenía su propio lenguaje, su ritmo particular y por supuesto su propia forma de ver las cosas; por eso se dio el lujo de mantenerse en ensoñación mientras que los otros respondían con mayor presteza a la situación. Los sentimientos se muestran cuando surgen, no antes.

—No todo debe tener una explicación clara. A veces una hace lo que tiene que hacer, lo que siente, y en este caso no pienso que la respuesta se aleje mucho de eso… —los “ojos” de la niña fueron hacia el autor o fantasma, pero lejos de dedicarse a observarle pareció querer crear empatía con él. La visión no era su campo.

—Siento que la protagonista de la pintura está buscando en sí misma algo que quizás ni ella conoce con exactitud, también puede ser que esté añorando o soñando. La oscuridad de la habitación tal vez sea un reflejo de la oscuridad de su mente o de la penumbra en su alma… quizás incluso sufre y busca confort en la luz que parece querer envolverla —opinó.

—Si hace poco presenciamos una escena con un fantasma, ¿será esta su viuda? —a ella le era imposible no meter al amor y a la amargura en cada oportunidad.

Mente esperó pacientemente la respuesta de sus compañeros. Cuando terminaron, miró la pared oscura y abrió la boca para hablar, pero no emitió ningún sonido. Quien lo viese diría que estaba asustado por haber visto algo extraño, pero en realidad era el dolor por no entenderlo.

—Espero que la señora no esté buscando lo que estoy viendo. ¿Ese es el fantasma? Será la primera vez que contemplo a uno, aunque está difuminado y camuflado con el entorno. Creí que los fantasmas eran blancos y no negros.

Al no comprender de lo que hablaba, se levantó de su acerco y señaló a la pared negra. Se veían surcos amarillos, pero en un lugar en concreto, justo en el centro, había unos ojos, como los de Vista y si mirabas más allá de ellos, con un poco de imaginación, se veía el contorno de un homínido, como el autor de la obra.

—Ojo izquierdo y ojo derecho, ¿Lo ven, o es solo mi imaginación? Corazón, ¿tú lo ves y si es así, qué se siente? Si mi teoría es cierta, lo que está buscando es al fantasma tras el muro, es decir, ¿al autor? Podría ser, pero no sé. —Torció su cuello de una forma directa y algo robótica hacia donde estaba Vista y volvió a girarla hacia las ventanas—. Quizás la respuesta la podamos encontrar mirando lo que hay fuera de ellas. Tengo curiosidad por lo que veamos a continuación.

¿Creen realmente que han visto a un fantasma?

Antes de que miraran por la ventana, el autor de la obra, Spilliaert, se adelantó mostrándoles un nuevo cuadro. Mente abrió la boca, dejando ver parte de su cerebro rosado lumínico. ¿Acababa de sentir una emoción? No, no lo parecía, intentaba imitar los gestos que normalmente se asociarían al encuentro, desde el punto de vista de su engusanada nuez.

—¡Oh, miren! Ahora podemos ver el rosto de la mujer, aunque es muy diferente a como me la imaginaba. De hecho, tiene más rasgos de hombre. Déjenme un segundo, estoy hablando sin pensar. No quiero caer en prejuicios.

Como acostumbraba a hacer, Mente arrastró de sus pieles y dejó ver su carne palpitante.

—Este dibujo es más sencillo con trazos burdos en el rostro pero finos en su vestido. Colores nulos y la negrura en esta ocasión la tiene la figura, mientras el fondo está sin pintar. ¿Por qué? ¿Se quedó a medio camino? —Se dirigió a sus compañeros y luego al autor, pensando que estaba inacabado, pero no parecía de acuerdo con el veredicto—. Miren, arriba pone "Misère", miseria en francés. El autor necesitó especificar el sentido del cuadro o tal vez el sentimiento que deberíamos sentir, porque de otra manera cada uno podríamos divagar con miles de teorías o sentimientos.

Cerró de golpe su cabeza, seguro de que no necesitaría pensar más tiempo porque estaba seguro de lo que iba a decir a continuación.

—Yo no sé lo que puede significar "Miseria", ya que en mi lenguaje no puede representarse de esta manera. Corazón, ¿sentiste miseria? —le preguntó, tenía sus dudas—. Vista, ¿qué reciben tus ojos? Si me preguntan a mí, lo que yo veo es a una anciana escuálida con los pelos tan largos que parecen llegarle hasta los tobillos. Cierto es que no contemplo belleza alguna, quizás tengo pocas luces en este momento, como ella.

Se cruzó de mini-brazos, esperando sus respuestas.

— ¡Ahhhh! — gritó izquierdo mientras cerraba el párpado.

— ¡No seas cobarde! Somos los "periodistas", ¿recuerdas? Mente y corazón necesitan nuestra ayuda.

Izquierdo, a pesar de todo, no seguía muy convencido, pero hizo todo por participar. Vista escudriñó aquella imagen qué, para su sorpresa, distaba mucho de lo que habían observado anteriormente. 

— ¿Es la misma mujer... por delante? — dijo derecho mientras miraba a todos lados —. Parece que no... La anterior estaba llena de luz, era joven y su posición era cómoda, estaba disfrutando del momento. El cuadro transmitía paz y energía. El color llenaba de vida nuestras retinas... Pero, ¿este?

— Nos está mirando... mal — siguió izquierdo —. No pensaba que fuera a estar tan... ¿desaliñada? — dijo sabiendo que había sido "suave" —. Parece como si estuviera abandonada, sola. Está recién despertada en una mañana cualquiera. Mira su pelo, creo que está un poco despeinada. Ese camisón es para dormir. 

— Es una señora en su vejez, tiene poco peso — continuó derecho —. Pero bueno, tú tampoco tienes muy bien aspecto por las mañanas, izquierdo.

Izquiero frunció el ceño mirando a su par.

— Quizás esté sola, la hayan abandonado por ser una anciana. ¿Podría ser eso lo que decía Mente, "Misere"? Tengo entendido que cuando te haces mayor, te vas quedando más solo y, por tanto, te quedas sin nada, como en la "miseria".

Derecho asintió levemente.

— Veamos qué tiene que decir Corazón — concluyó.

—No lo veo pero lo siento, Mente, y ya que lo describes de esa forma, ¿estás seguro que no es simplemente el reflejo del alma de la protagonista? Una suerte de espejo, una razón para añadir peso al argumento de que busca algo más metafísico o de que se está contemplando. Tal vez ella es la oscuridad, no lo que la rodea —respondió al cerebral luego de guardar silencio unos segundos para considerar la composición descrita. El órgano en su manita pareció estremecerse cuando habló.

Cuando intervino el autor para mostrar su nueva obra, Corazón no estuvo libre de nueva inquietud. En su caso percibió a través de la empatía el peso de la imagen, lo que combinado con las palabras de Mente y la precisa información de los Vista delineó a la perfección la tercera figura.

—Miseria… sí, la siento y en gran cantidad. Es como icor de pútridas heridas en el aire o quizás una desagradable sensación sobre el cuerpo. Me oprime el pecho y causa un nudo tanto en mi garganta como en mi estómago —contestó intranquila al tiempo que la representación física de sí misma pareció querer agazaparse. El órgano vital en su mano se tensó.

—Claramente estamos ante un ser miserable y solitario. Como dice Vista es muy posible que la hayan abandonado cuando su juventud se apagó, o que por lo mismo ella se haya aislado. Desde el cuadro nos mira y nos inquieta… sin embargo también causa lástima. Es como una flor marchita, el cadáver de lo que pudo ser… o un reflejo ominoso —suspiró.

—La mujer de la pintura anterior veía hacia la oscuridad, a unos ojos extraños, ¿no es así? —pero luego continuó hablando con una seguridad en su vocecita que se dejó notar sin dificultad. Al mismo tiempo su corazón empezó a tomar nuevo brío. —¿Quién es el reflejo en el espejo de quién?, ¿o es acaso que las dos existen al mismo tiempo como realidades paralelas y aun así lejanas de la misma persona? —planteó.

—Insisto en que estamos viendo a la viuda del primer fantasma. La mujer rubia está rodeada de luz y aun así se refugia en la oscuridad. Nos da la espalda porque se aísla y en su sinsentido mira directamente hacia una pared donde parece haber algo más que negrura, pero esta última es tan densa que nos oculta los detalles. La segunda mujer, la anciana, parece vernos… ¿pero y si se está observando a ella misma? A lo que voy es que la miseria es la penumbra del corazón, mientras que la vejez es el anochecer de la vida. Al perder la luz te entregas a la amargura y al resentimiento. Tal vez nunca pudo superar la pérdida del hombre que vimos antes y a causa de ello se dejó marchitar de la peor manera posible; perdió el interés en vivir. O quizás lo estemos viendo al revés y es la vieja quien añora a lo que una vez fue, entonces su mirada estaría reflejando una amarga nostalgia… —tras decir ello buscó con un gesto expectante a sus compañeros mucho menos pasionales, pues ella podía seguir hablando por horas sobre lo que sentía pero su pecado más conocido era la falta de objetividad; solo Mente y Vista podían aportar lo necesario para formar o no una opinión completa.

Los dos ojos se movieron en las manitas, mientras escuchaban a Vista y Corazón. Aquellos pensamientos y sentimientos siempre eran algo difíciles de comprender para los sentidos: ellos solo describían lo que veían, nada más.

— ¿Estará embarazada? — comentó izquierdo, dudoso.

Derecho se puso en blanco.

— Qué dices, izquierdo, esa mujer no está en edad de tener hijos. Aunque... quizás haya sido madre muchas veces. Tiene los pechos caídos, fíjate.

Izquierdo se acercó un poco, asintiendo.

— Las palabra "miseria", el color de la imagen, el gesto de la anciana... no es un buen momento para ella.

Mente esperó el turno del habla de sus dos compañeros. Habían decidido seguir un orden y no interrumpirse mientras el otro hablaba. Una idea fantástica que favorecía una conversación placentera. Le encanta seguir un orden cuando se habla de asuntos importantes, ya que toda opinión cuenta a la hora de buscar la verdad. Un turno importante para cada uno para exponer su visión sería lo adecuado, luego vendría la habladuría sin más. Como siempre.

—¡Correcto! —exclamó de un salto—. Vuestras corazonadas y puntos de vista particulares relacionaron esta imagen con las anteriores, algo que no me di cuenta. Habéis mencionado sobre la dicotomía entre esta mujer siniestra, desaliñada y mísera, y la otra mujer inmaculada, arreglada y lucera. ¿Qué son, entonces? Existen varias posibilidades.

Se puso de pie y dando pequeños pasitos asistió al cuadro anterior para luego regresar al de la mujer ruda.

—¿El espejo del primer lienzo está relacionado? Entonces, ¿está colocado donde mira la señora rubia y por lo tanto, se está viendo a sí misma como alguien oscura? O, de lo contrario, ¿no hay espejo en esa pared y lo que acabamos de ver es su espíritu marchito? Lo cierto es que, las dos son opuestas, ¿una cara de la misma moneda? ¿o solo una dualidad como el ying y el yang? En ese caso, el blanco tiene un poco de negro, en sentido metafórico.

Había muchas respuestas y pensó que todavía era muy pronto para darle un sentido. Tendrían que navegar un poco más por las pinturas de Spilliaert. Sin embargo, señaló a Corazón, pues había mencionado algo que le parecía excitante para sus neuronas.

—Si son la misma persona y ellas dos existen al mismo tiempo, eso me recuerda a ¡la física cuántica! Las dos son versiones diferentes de una misma cosa. Una salvia y otra mejorana. Lo que pudo ser y no fue, en ambos sentidos. —Con unos ojos de incertidumbre observó al autor de la obra, dudoso de si estaba en lo correcto—. No sé si Spilliaert tuviera nociones de física cuántica en esa época, aunque puede que se basase en algo parecido.