Partida Rol por web

Me giro y esbozo una amplia y caballerosa sonrisa.

- Oh, vaya, señorita. - Hago una ligera inclinación. - En cualquier caso, mi compañía acaba de ganar enteros.

Verla por un momento sin compañía me va a facilitar el asunto de la carta. Miro alrededor, por si alguien nos observa. Y bajo la voz un poco, para intentar que no salga de aquí.

- Tengo algo para usted. - Aquella frase tenía muchas interpretaciones, pero intenté mantener la seriedad. - De parte de Jareth. Aunque supongo que es algo que preferirá que le de en un ambiente con menos ojos.

Luego recapacito sobre sus palabras.

- ¿Mujer? ¿Con nosotros? - Oh, mierda. - Creo que se equivoca. ¿A quién se refiere?

Empezaba a sospechar que el otro grupo también estaba siguiendo un plan parecido al nuestro. Y habían conseguido infiltrar a alguien con mucho más estilo que nuestro querido capitán.

Ventana abierta. Fachada Oeste, piso, 5a contando desde la derecha.

Con este anodino mensaje se despide de sus compañeros y se lanza a la catarsis en busca de un acceso discreto desde el que trepar al tejado. Si se hubiera tomado la medicación, aquel canalillo de desagüe le habría parecido evidentemente poco solido, pero la euforia es la euforia.   

Hoban se mantuvo atento, pero haciendose el tonto. Si ellos iban a actuar lo iban a hacer ahora, asi que se preparó para intervenir en caso de que alguno de los miembros del otro grupo hiciera algo.

Gideon no tenía muy claro qué se estaba cociendo, pero estaba bastante seguro de que se estaba cociendo algo.

Recibís un rápido y críptico mensaje de Randall antes de que su comunicados se apague.

Ventana abierta. Fachada Oeste, piso, 5a contando desde la derecha.

En las palabras tecleadas rápidamente y sin demasiado orden, Richard reconoce la intranquilidad propia de la fase maníaca del chiquillo.

La llegada de los Courtland hace que toda la sala desvíe su atención hacia ellos. Por un momento, tú mismo te giras para observar a los anfitriones, una mujer no muy alta y algo regordita y un hombre estirado con gesto prepotente. Ambos personajes deben estar más cerca de los sesenta años que del medio siglo, y eso si no han sobrepasado ya las seis décadas. Por un momento, te recuerdan a tu familia y te hacen preguntarte qué habría sido de ti si hubieras seguido con ellos. Tal vez habrías estado en esta fiesta como invitado en vez de tratando de robar parte del tesoro de la familia.

Devuelves tu atención al salón y nada parece haber cambiado demasiado. Cuando te parece que desde aquí arriba no vas a poder hacer mucho más, recibes el mensaje de Randall.

La señorita Kazakov asiente y se mueve ligeramente hacia un lado.

- Un mensaje de Jareth, supongo... - dice con una sonrisa estudiada. - Puede deslizarlo en mi bolso discretamente. Ahora mismo todo el mundo tiene la atención centrada en los anfitriones, - dice levantando las manos para sumarse al aplauso generalizado cuando aparecen los Courtland y aprovechando el gesto para hacer que su bolso quede suficientemente cerca de tus manos.

Frunce el ceño ligeramente cuando le dices que no conoces a ninguna mujer.

- ¡Ah! Lo lamento... - dice encogiéndose de hombros. - Pensé que la acompañante del hombre que estaba hablando con ustedes era parte de su grupo. Supongo que me equivoqué.

Busca con la mirada al señor Harrow, que se está acercando a saludar a los Courtland.

- Ahora, si me disculpa, supongo que Warwick querrá que esté a su lado cuando salude a los Courtland - dice inclinando ligeramente la cabeza antes de ir a unirse con su cita.

No parece haber ningún movimiento sospechoso ahora mismo, pero por un momento te preguntas si estás en el lugar adecuado. Si alguien quiere aprovechar la fiesta para dar un golpe, no parece probable que vaya a llamar la atención de los invitados en el salón principal, salvo que pretenda crear el caos suficiente para escapar o despejar la sala. Sin embargo, todo parece demasiado tranquilo por el momento...

Si al menos pudieras estar seguro de que hay otro grupo dispuesto a dar un golpe. Buscas a tu alredededor: tan sólo el señor Pettit parece tan fuera de lugar como vosotros mismos y está solo, observando tranquilamente a los recién llegados anfitriones mientras se acerca a otra mesa donde sigue quedando algo de mango.

El horno empieza a humear y los cocineros no tardan en girarse hacia él. Aprovechas el momento para descargar un extintor cuando alguien abre la puerta del horno, apagando el fuego que empezaba a extenderse a partir de los suculentos panecillos que un joven cocinero estaba preparando.

- No entiendo... Lo había puesto a menos temperatura... - empieza a escusarse el chaval.

El ajetreo en la cocina llama la atención del chef, que vuelve a entrar desde la despensa.

- Mon dieu! ¡No puede uno ni salig dos minutos fuega! ¿Qué ha pasado aquí? - Observa la escena mientras uno de tus compañeros le cuenta lo ocurrido. - Bien hecho, señog Wilson. A pesag de su absoluta cagencia de modales, pagece que ha sido un aciegto contgatagle... - Se vuelve hacia el joven cocinero y casi te da pena el chaval. - En cuanto a usted... voy a teneg que enseñagle a usag un hogno... - dice agarrándole del brazo y sacándole de la cocina de una forma que te recuerda a tu madre tirándote de las orejas mientras te llevaba a una sala de castigo.

Atraviesas el patio a toda velocidad, manteniéndote agachado para que nadie te vea. Conociendo el recorrido de los guardias que pasean por la zona, sólo necesitas confiar un poco en tu suerte para que los que vigilan determinados accesos no miren hacia ti en el momento en el que pasas. Parece que tienes suerte, porque llegas hasta la pared sin escuchar ningún tipo de alarma.

Te agarras con fuerza al canalón y empiezas a trepar por él, apoyándote en las piedras de la recargada fachada de la mansión. Tal vez Todd y Bane hayan traido algo de cuerda que te hubiera podido ayudar a escalar el edificio, pero no tenías tiempo para acercarte a la zona más próxima al aparcamiento externo para hablar con ellos.

El canalón cruje a mitad de tu ascenso, y notas cómo los tornillos que lo mantienen pegado a la pared se empiezan a desprender de la misma. El brusco movimiento hace que estés a punto de perder el pie y caer de vuelta al patio, pero la estructura aguanta y consigues mantenerte en ella. Apresuras tu ascenso sabiendo que el canalón no aguantará tu peso durante mucho más tiempo.

Por fin llegas a la azotea. El canalón parece seguir suficientemente anclado a la pared como para no derrumbarse en las próximas horas, pero ahora mismo no resulta un modo de escape factible, pues si vuelves a apoyarte en él, seguro que se desprenderá completamente de la pared. Resulta evidente que, si alguien ha entrado por esa ventana, no ha subido al tejado de la misma manera que tú.

Randall se deja caer en el tejado, mirando las estrellas, su verdadera casa de nómada espacial. Ha triunfado frente a los guardias y el destino le ha sonreído cuando el canalón podría haber cedido y matarle. Era imparable, era el puto amo. Si los guardias de abajo no estuvieran armados, haría un baile de la victoria. ¿Por qué no dejaba de tomarse la medicación más a menudo? La vida era mucho más colorida y divertida. Se ríe en silencio, la hostia de contento. Pero aún no estaba todo hecho tenía que quitarle el cetro a una familia de pijos, aunque ya no recuerda ni para que lo quiere.

Con cuidado de no levantarse mucho para que su silueta no recorte contra el cielo y de no pisar ninguna teja suelta, contempla el lugar en busca de pistas. Sus ojos se achican cuando encuentra un lugar por el que colarse. Evidentemente está cerrado, pero tiene un mini tenedor de caracoles…

Intento deslizar el sobre con discreción en el bolso de la señorita, como ella me ha indicado. Espero que la gente esté muy atenta a los anfitriones, porque me siento torpe al hacerlo.

Luego busco con la mirada al hombre que hablaba con nosotros y sobre todo, a su acompañante. Estoy convencido de que el instinto de Xiao le ha dicho algo. Y quizá yo sea más capaz de juntar las piezas del puzzle.

Xiao se aleja con el sobre en el bolso y nadie parece haberse dado cuenta de la entrega. Una cosa menos de la que preocuparse...

Buscas con la mirada a tus compañeros: Hoban está solo, algo fuera de lugar en la fiesta. Tal vez sería una buena idea que os juntarais para actuar juntos. Sigues mirando por el salón y ves a Carl Pettit junto a una de las mesas, sin hacer demasiado caso a los anfitriones que acaban de entrar. Su acompañante, sin embargo, no aparece por ningún sitio.

Agazapado en la azotea, te acercas a la cornisa justo encima de la ventana abierta. El polvo del tejado está bastante removido en la zona, señal de que ha pasado alguien no hace mucho tiempo. Te agachas junto al borde de la pared y ves un par de arañazos recientes en la piedra, signo de que han utilizado algún tipo de arpón para descolgarse hacia la ventana y lo han retirado para no dejar señales de su paso.

Bueno, al menos ahora estás seguro de que alguien se ha colado en la casa y no son alucinaciones causadas por la combinación del alcohol con tus medicinas.

Miras por la zona y ves una puerta que sale a la azotea. Corres hacia ella mientras sacas un juego de ganzúas del dobladillo de la cintura de tu pantalón. El cerrojo es sencillo y no tardas en esuchar el chasquido que revela que has desbloqueado la cerradura. Pones la mano en el tirador, pero te quedas parado justo antes de abrir la puerta. Miras una vez más y ves un cable en la esquina superior. Además de la cerradura, este acceso está conectado a un sistema de alarma: si abres la puerta, todo el mundo en la sala de vigilancia va a saber que estás aquí.

Todd parece impacientarse en el exterior sin saber qué está ocurriendo:

Chicos cuando estéis a punto de armarla me avisáis con algo de antelación, y si queréis que la armemos para causar distracción tengo algunas ideas...

Randall contempla el mecanismo de seguridad electrónica, evaluando las posibilidades de desactivarlo o asumiendo si tendrá que dejarse caer por la venta, sin arpón ni nada. Rápidamente teclea un mensaje para sus compañeros:

Xtou rn l trjdo. Vneana aiberta. Alrien se ha coladp yap pot aqiu cno nu arpo´n*

Teclea sin mirar, en su mente redactado con una mecanografía impecable. Pega un respingo al sentir algo en su espalda, pero solo es su propio sudor frío.