Partida Rol por web

-Muchas gracias.- Digo y entro ligero, moviéndome al ritmo de una música que solo yo puedo oír.

Una vez dentro busco un sitio cómodo para sentarme y escudriño la sala.

La tienda no tiene nada de raro en especial. El tipo la verdad es que la tiene muy bien cuidada en todos los detalles. El mostrador está al fondo de la tienda y en las paredes abundan libros y pergaminos viejos, cubiertos algunos de ellos de una fina capa de polvo. El olor de hierbas aromáticas impregna el ambiente y camufla el olor de moho de las cubiertas de cuero de los volumenes más antiguos. Detrás del mostrador tiene extrañas botellas con líquidos de colores vivos y el mostrador es una sencilla mesa de madera pulida cubierta con una tela carmesí y oro. Las velas de las paredes están apagadas y solo queda como luz la lámpara de aceite que tiene el alquimista en las manos, la cual, ha dejado sobre el mostrador y da a las botellas un aspecto un tanto curioso. 

- ¿En que puedo ayudar a los agentes del príncipe?

El teutón deja el escudo a un lado y se sienta pesadamente sobre una silla; el mueble cruje bajo el peso combinado del Gangrel y su armadura.

- ¿Habeis visto recientemente a gente sospechosa acechando alrededor de su tienda por las noches?

Y tanto que cruje la silla, sin ir más lejos las patas de madera de la silla no soportan el peso del gangrel por lo que ceden y el gangrel cae al suelo con un gran estrépito. El gangrel queda postrado panza arriba, como una tortuga, incapaz de darse la vuelta sometido por su propia armadura. 

El Gangrel se levanta pesadamente del suelo, gracias al peso de su armadura. Mira la silla destrozada, y se cruza de brazos

- Vaya, es la cuarta este mes. Creo que mejor me quedaré de pie

Cuando el teutón rompe la silla no puedo evitar pensar una poesía para la ocasión, pero prefiero centrarme en el tema (por una vez). Me levanto y doy una vuelta por la habitación asomándome por las puertas que pueda haber y curioseando por las estanterías.

-Supongo que estamos solos.-

-Veras, mi buen alquimista, nos hemos enterado de que has tenido ciertas “visitas” y no nos ha gustado la idea. Veníamos, entre otras cosas, a comprobar que estabas bien.- Digo sin mirarle y cogiendo un frasco de la estantería para después dejarlo en la mesa.

- Estoy más sorprendido que ninguno de ustedes, mis señores. Hace mucho tiempo que aquí no viene nadie a visitarme. No se que es lo que ocurrió exactamente, ni por qué la gente dejó de visitar mi establecimiento. De nunca he tenido mucha clientela, algún enviado del príncipe ha venido esporádicamente, pero de un tiempo a esta parte ha dejado de entrar aquí la gente y llevo algunas semanas que por aqui no pasa nadie. 

El alquimista no puede evitar echar una mirada de desagrado al corpulento gangrel que le acaba de romper una silla, pero es demasiado educado como para decir nada. En lugar de eso se limita a estirar de una cuerdecilla. Priotek puede escuchar un tintineo a lo lejos y al momento aparece el sirviente por un cortinaje de detrás del mostrador , que al ver la escena, se gira de inmediato y sale con una escoba para recoger los restos de la silla.

¿Ah sí? ¿Y sabe algo de sus clientes habituales?, me gustaría que me escribiera sus nombres en una lista, por si acaso.

-Otra cosa ¿sabe de algún otro establecimiento donde haya sucedido lo mismo? Y… ¿le ha dicho algo su señor tremere?- Digo mientras abro uno de los botes y huelo lo que tiene dentro.

- ¿Clientes habituales? Bah, alguna joven noble ha venido pidiendo un misterioso brebaje que evita la concepción .- Al decirlo hace una serie de aspavientos como para darle importancia al asunto.- Realmente es un jugo de bayas hervido que provoca un aborto. En esta tienda no tengo clientes habituales, la gente no viene todos los días en busca de mis extrañas pócimas, además que no todo el mundo puede pagar lo que cuestan los servicios de un alquimista. Lo que si bien es cierto es que muchos soldados venían por aquí a comprar bebidas que reaniman, envalentonan y piedras de afilar que las tengo más baratas que algunos armeros del distrito militar. Como bien le he dicho antes, no tengo mucha clientela, esa gente que le digo aqui viene cada mucho tiempo. Y no se de quien me habla. Nunca había oido mencionar nada de ningún señor Tremere. 

Al decir Tremere tiene el gesto confuso. 

No me fío lo más mínimo de este caballero su Santísima, ¿qué creeis vos? Sin duda un mentiroso debería acabar en las llamas y en el tormento.

Emerick mira de forma desconfiada al interlocutor, sin duda sus palabras no han sido de su agrado.

Ha conseguido llamar mi atención. Me apoye en la mesa y le mire fijamente.

-Entonces ¿cuál es su relación con Lord Rudolph? Nos habían dicho que estabais bajo la protección de Lord Garzhal ¿No lo conocéis?-

El alquimista se rasca detrás de la nuca con cara de concentración

- Dadme un segundo.- Saca su libro de registro y se pone a mirar cosas.- Si, Garzhal, me suena ese nombre, ese es otro de los que venía como ustedes, a altas horas de la noche, si no fuera porque compraba muchas cosas la verdad es que no le hubiera abierto la tienda. Era un buen cliente, pero hace mucho que no viene, la última vez que vino fue hace unas 4 lunas*. En este libro tengo anotado quien viene a mi tienda, lo que compran y lo que me pagan por ello. Tal vez les resulte útil este libro, si quieren pueden venir a verlo siempre que quieran, lamentandolo mucho no se lo pueden llevar, es necesario para mi contabilidad. 

-Mm… estoy seguro de que usted tendrá a la venta algún objeto donde podamos apuntar ciertas cosas, como un libro en blanco. Ya que le hemos molestado a altas horas de la noche seria poco gentil por nuestra parte irnos con las manos vacías.-

Mientras digo esto me voy acercando a él y cojo el libro de registros para echarle un ojo.

El alquimista se queda pensando y mirando una estanteria

- Libros como tal no tengo ninguno, pero tal vez pueda encontrarles algo mejor. Verán, la encuadernación de un libro es algo muy costoso y encarece demasiado la esencia de lo que queremos de un libro, por eso tal vez les resulte mejor este invento. Se trata de hojas de pergamino cubiertas por dos tapas de cuero y sujetas por un fino alambre.- El alquimista os muestra una libreta de tamaño bolsillo.- Como veis se puede guardar en cualquier parte y es mucho más manejera que esos pesados libros. 

-Me gusta.- Digo cogiendo lo que me ofrece, y me acerco al libro de contabilidad para hojearlo.