Partida Rol por web

Los soldados corren por las calles persiguiendo a aquellos que pretender defender la ciudad. Gritos de guerra resuenan por los callejones. El teutón avanza hacia la prisión cuando el preso emerge por la puerta, seguido por el médico y el juglar. El preso guarda un poco la distancia con respecto del teutón. Parece dudar de éste. 

El teutón mira a sus viejos "camaradas" y al prisionero. Le mira y se dirige a él.

- Vaya, que feliz coincidencia. Precisamente te venía buscando; el hombre que se hace llamar el Librero quiere verte

Emerick miró al que ahora era parte de él y preguntó tranquilamente al teutón
¿Como avanza la situación, querido amigo?

- Sinceramente, no creo que Rudolph pueda hacer nada. Están armados, preparados, son numerosos y cuentan con ciertas sorpresas. Hacedme caso, esta no es vuestra batalla. No os estoy pidiendo que os pongáis de mi lado, pero tampoco me gustaría que mis hermanos os hicieran algo.

- Ajá, sabía que mi hermano no me olvidaría en este nido de ratas. ¿Donde se ha metido?

- Se ha ido a dar cuenta de unos cuantos soldados; le he perdido la pista, pero seguramente estará dirigiendo a las tropas en algún lado.

El preso sale corriendo para unirse a la batalla. Al primero que se cruza en su camino salta como un animal contra su cuello y se alimenta de él hasta dejarlo seco en el suelo, sin vida. Después lo perdeos entre la turbulencia de la batalla. 

Os quedais solos en mitad de la masacre. 

Escucho a teutón y me quedo viendo el destrozo. Tras unos instantes miro a mi compañero malkavian y le digo. –No creo que sea muy seguro seguir por aquí. Quizá deveriamos ir a un lugar seguro… ¿fuera de la ciudad quizá?-

Será lo mejor -confirmó el malkavian. Al fin y al cabo ya habían hecho suficiente perdonando la vida al preso y ayudandolo a recuperar sus fuerzas.

Miré al teutón y le pregunté -¿Por donde están atacando? ¿Tienen la ciudad rodeada? ¿Crees que podremos salir sin llamar mucho la atención?- No era típico de mi no llamar la atención, pero creo que la situación lo exigía.

- No os puedo garantizar vuestra seguridad si vais por ahí solos; será mejor que vengáis conmigo. Os escoltaré hasta la salida de la ciudad. A fin de cuentas, parece que habéis liberado al prisionero; el Librero estará contento con eso.

-Bien pues. Guianos.-

El teutón se va abriendo paso a través de la batalla hacia la puerta de la ciudad. Al llegar allí, Wulfrick lo llama a gritos mientras corre hacia él, parece que trae un mensaje importante. 

Parece que reclaman a nuestro compañero defensor. Miro como Wulfrick se acerca y le saludo con la cabeza cuando llega a donde nos encontramos.

El teutón se acerca a Wulfrik

- ¿Que desea, señor?

- Te necesitamos Teutón, vamos a asaltar la capilla Tremere.- tiene un brillo desquiciado en los ojos, tal vez esté luchando contra su bestia interior, o las llamas que se extienden por los tejados se reflejan en sus pupilas, pero se puede entrever en el tono de su voz la emoción del momento. 

Los ojos del teutón se iluminan y sonrie con satisfacción

- Perfecto. Vamos allá.

El camino dorado es un hervidero de actividad. Soldados van de aquí para allá como locos esgrimiendo sus espadas y despedazando a los pocos aldeanos que son lo bastante estúpidos de mostrarse agresivos ante los que vienen a liberarlos de los opresores de Rudolph. Claro que tal vez la manera de entrar en sus casas gritando y esgrimiendo espadas no sea lamás apropiada. 

La casa del alquimista está medio destruida. Tabiques han sido derribados y el fuego ha consumido gran parte de la casa, pero los soldados entran todos en tropel, buscando la entrada a lo que es la capilla en si misma, que a pesar de ser subterránea, la entrada no andará muy lejos de allí. Cuando por fin dan con ella, se lanzan en tropel hacia allá. 

Al momento, el fuego y el acero se hacen uno y comienza el asalto de la capilla. Algunos neonatos de los tremere corren a defender a sus señores, así como las gárgolas, hacen lo propio. Los hombres del Librero presentan fiera batalla. 

Vayamonos sin llamar la atención -sugirió el medico-artista al trovador pensando que no sería agradable para su señora que participase en una orgía de sangre

- Si, será mejor que os mantegais al margen -dice sonriente el teutón, mientras se adentra en la capilla