Partida Rol por web

Paradigma: El Despertar del Héroe

Crónica Privada: Ian

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19/11/2008, 21:03

Miércoles 19 de Noviembre, 2009.

Queens, Nueva York. EE.UU

 

 

Son las 18:40 y tu despertador acaba de sonar... De forma irritante. Hace apenas dos horas desde que lograste dormir, escasas 3 desde que llegaste a casa. Ni siquiera tendrían que haberte asignado este turno, pero no pudiste cerrar la boca cuando Patterson se negó a doblar horas hoy.

Llevabas despierto más de 23 horas y 15 minutos y aún así tu mente, tu alma, te exigió dar la cara. Los incendios no entienden de turnos, de horas extras o noches sin café. Los pacientes heridos tampoco. Así que no tuviste elección.

Aún así, la Dr. Collen te mandó a casa a dormir un rato. Los enfermeros zombies no ayudan demasiado cuando la situación necesita de mentes claras y reflejos felinos.

Por éso has puesto el reloj, y por éso aunque es desagradable te levantas en escasos minutos. Tienes que volver. Es lo que has elegido para tu vida, y aunque sea cansado y a veces agobiante... Lo haces bien, y te hace sentir bien.

Una de esas paradojas vitales que nos arrastran y dan sentido a nuestra existencia.

Despiertas cansado, pero decidido, y te dispones a volver al Hospital. El turno de Logan aún no ha acabado, y sólo te acompaña la mirada risueña de Max, que se acerca y te lame la cara con cariño. A veces podrías jurar que él es más empático que la mitad de tus compañeros en el Hospital.

Tienes 20 minutos para salir de casa.

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20/11/2008, 14:26
Ian McConnel

No....no podía ser...¿ya habían pasado tres horas? Me giré en la cama refunfuñando para mí mismo y me obcequé en permanecer con los ojos cerrados. Ojalá pudiese decir la típica frase de veinte minutos más...y volver a dormirme sin consecuencias. Aún entre las brumas del sueño oí cómo Max se levantaba, se sacudía con ese peculiar sonido perrruno y se estiraba bostezando. El ruido de sus uñas contra el suelo de madera me deberia de haber puesto sobre aviso pero antes de que pudiera registrarlo sentí cómo algo húmedo y suave me baboseaba la cara. Los puntiagudos bigotes del perro me hicieron cosquillas en el cuello y terminaron de sacarme del sueño.

-Está bien...ya me levanto...-rezongué mientras tanteaba con la mano derecha y la hundía en el suave pelaje del animal. Con firmeza le aparté de encima mío y me incorporé parpadeando-dios..Max deberías de lavarte los dientes de vez en cuando...-le dije con cariño mientras retiraba a un lado el amasijo de sábanas en que se había convertido mi cama. Siempre era un auténtico desastre, me movía, giraba, saltaba...era incapaz de estar quieto cuando dormía, sobretodo cuando estaba tan agotado. Algunas de mis antiguas novias incluso decían que las placaba. ¿Placar...? ¿Qué demonios era eso? Dándome cuenta de que estaba perdiendo un tiempo valiosísimo, me levanté aún bostezando y me dirigí descalzo hacia el baño esquivando el montón de ropa sucia que me había quitado tres horas antes y los montones de libros. Un día de éstos, cuando lograse librar y mi vida recuperase un poco de normalidad, incluso tendría tiempo suficiente tiempo para ordenar pero no ahora.

El espejo me devolvió la imagen de un joven un tanto demacrado con el pelo despeinado cuando me paré ante el lavabo. Haciendo una mueca cogí el cepillo de dientes y la pasta y me incliné a un lado para abrir el grifo de la ducha. El agua caliente comenzó a caer a presión haciendo saltar gotas alrededor del plato. Bueno otro día más pensé no muy ilusionado, aunque bien mirado no estaba muy seguro de que se le pudiese llamar día reflexioné escupiendo los restos de pasta en el lavabo. Después me quite el pantalón del pijama (no recordaba habérmelo puesto) y me sumergí en el paraíso. La vida estaba llena de pequeños placeres que la hacían más llevadera y para mí éste era uno de ellos. Males, preocupaciones, dolores, estreses...todo desaparecía bajo el chorro purificador de la ducha. Desgraciadamente no tenía mucho tiempo así que me conformé con un rápido aseo y en cuestión de 5 minutos estaba de nuevo en el dormitorio. El capullo del perro se había vuelto a dormir, esta vez sobre el mullido montón que habían sido mis sábanas, y cuando mis pies rozaron el suelo de madera abrió un ojo escrutador, el hocico apollado entre las patas delanteras.

-Ya sé lo que quieres...-le comenté dándole la espalda mientras rebuscaba en la cómoda en busca de mi última camiseta limpia y unos vaqueros no demasiado raídos. Premeditamente evité mencionar cualquier palabra que hiciese referencia a salir, calle o similar pues no era plan de hacerle ilusiones al pobre-pero ahora no puedo. Dejaré una nota para que el inútil de tu amo lo haga cuando venga ¿vale?-estas últimas palabras sonaron ahogadas pues me estaba vistiendo pero sabía que el perro me había entendido. Y así fue, pues cuando saqué la cabeza por el cuello Max había vuelto a cerrar los ojos y mantenía un silencio ofuscado. Suspirando preferí no añadir nada más y poniéndome los calcetines a saltos me dirigí hacia la cocina atravesando el salón.

Con tanto cambio de turno para ser sinceros no tenía mucha idea de que hora era, ni si era mejor cenar, comer o desayunar así que tras calzarme unas deportivas opté por hacer caso a mi estómago, que para algo era el más sabio de los dos, y hacerme un mega sandwich con todo lo que había en la nevera. Sin poder evitarlo le di un mordisco nada más terminar pero tras echar un vistazo al reloj me di cuenta de que se me hacía tarde, así que lo envolví cuidadosamente para comérmelo por el camino. Tras garabatear una rápida nota en el cuadernos que había al lado del teléfono, (últimamente era mi único medio de comunicación con mi compañero Logan) en el que le suplicaba que no se olvidase de sacar a Max por el bien de nuestro piso y del pobre animal; cogí la mochila allí donde la había dejado caer y salí por la puerta al tiempo que masticaba. Espero que el metro no se haya estropeado otra vez...pensé echando la llave antes de darme la vuelta y correr escaleras abajo.

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28/11/2008, 21:45

 

Cuando sales a la calle, es de noche. No debería ser de noche, porque tu reloj marca solo las 19, pero la oscuridad reina como un velo de terciopelo negro que se deja mecer por la brisa, ya húmeda. Aún así siempre hay gente en las calles. Es Nueva York y siempre hay algo que hacer, algo que comprar, algún espectáculo al que ir... Algún turno de trabajo que cubrir.

Los ritmos en una ciudad tan monstruosa, son contradictorios y personales. Todo funciona siempre, 24 horas, yendo y viniendo en un sin fin de luces y pasos, de vidas que se cruzan sin saberlo una y otra vez.

El aire fresco y empañado te hace sentir mejor, más despierto, tal vez incluso más relajado. Es increíble como puede abrazarte la realidad con su caricia etérea, haciéndote sentir lo que todos sienten, por igual. El aire que lo envuelve todo y a todos.

Avanzas varios metros con prisas, hasta llegar a la boca de metro y sumergirte en ella, aceptando una nueva oscuridad. Esta vez más densa y más espesa, artificial. El sonido de las voces que hablan entre sí, y de los silencios que comparten la mayoría de los viajeros en el andén, te saluda.

Hay bastante gente, pero no es hora punta. Unas 20 personas que tratan de vivir sus vidas, y leen, oyen música a través de sus pequeños cascos o se miran unos a otros.

Bienvenido al Metro de Nueva York, una vez más. Tu nueva jornada comienza, de nuevo.

Notas de juego

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30/11/2008, 17:46
Ian McConnel

Con un pequeño salto salvé los dos últimos escalones y entré en el andén mientras, sin darme cuenta, tarareaba los primeros acordes de It’s a beatiful day de U2. Debía de haber perdido el tren por poco porque unos papeles que algún desgraciado había tirado a la vía aún rodaban entre los raíles movidos por una brisa invisible. El metro de Nueva York, con su ambiente húmedo y cargado de una mezcla de olores indescriptibles me rodeó como una madre que abrazase a su hijo. Lugar de encuentro, de sucesos, donde los habitantes de esta gran ciudad se cruzaban inmersos en su propio universo, a aquellas horas el andén no estaba ni mucho menos vacío. Con pasos ágiles me moví entre la gente esquivándola con soltura hasta situarme en el medio del túnel mientras masticaba los últimos bocados de mi super sándwich. La música, alegre y energetizante, me envolvía pintando con vivos colores mi entorno. No había nada como levantarse y salir el mundo entre los acordes de una buena canción. Deberíamos de llevar nuestra propia banda sonora a todos lados...reflexioné volviéndome hacia una papelera para tirar el envoltorio. Al hacerlo mis ojos se cruzaron con los de una llorosa viejecita que contemplaba con expresión resignada sus manos nudosas. Le sonreí amable y de forma impersonal antes de desviar la vista. Así era el metro, fugaces miradas de extraños que durante unos segundos se asomaban al complejo mundo interior del resto de la gente.

A pesar de haber dormido poco y del estresante ritmo que llevaba últimamente, en aquel momento no podía evitar sentirme lleno de energía y como expectante. Era como si en el puzzle que era mi vida de repente todo hubiese encajado con un sonoro “clic” y el presente y el futuro aparecían ante mí desplegados a mis pies, perfectos. Sin duda, aquella tarde era uno de esos momentos en los que uno siente que no hay un lugar mejor en el que estar que en el que se halla y que no hay nada más en el mundo que pueda pedir que lo que ya tiene. El planeta entero giraba y giraba y mi vida, ese minúsculo puntito en medio de miles y miles de otras luces, era pura armonía. Meneando la cabeza irónico ante mis trascendentales pensamientos busqué casi a tientas dentro de mi mochila el último libro que me estaba leyendo: Las uvas de la ira de Steinbeck. No es que en los últimos tiempos le hiciese mucho caso, para ser sinceros a duras penas lograba leer más de 5 hojas seguidas, pero aún así las desventuras de Joad y su familia en busca de la tierra prometida me tenían totalmente absorbido. Mientras los primeros acordes de “Clocks” sonaban en mi ipod me sumergí en la lectura apenas consciente de lo que me rodeaba en espera de que llegase el próximo tren.

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05/12/2008, 21:32

 

El ritmo vivo y a la vez distante de la música nace y muere en tus oídos, dejándose mecer de una canción a otra. Todo lo que transcurre parece formar parte de una coreografía global, que sólo alguien que pudiera verlo todo comprendería.

Esa extraña sensación de armonía disonante e imperfecta... La paz de Manhattan.

No distingues cuantos minutos avanzan mientras terminas de saborear los últimos mordiscos de tu sandwich y las miradas bailan entre los rostros, volviendo a la palabra escrita entre tus manos. Conciencias que existen en un momento concreto, haciendo coincidir lo imaginario y lo real, el pasado y el futuro, lo pensado, lo hablado y lo escrito.

Manifiestos vitales que se extinguen, sin la certeza de que alguien los recordará.

¿Acaso alguien lee en tu mirada como se lee en los libros? ¿Significas? ¿Trasciendes?

La eterna lucha por una conexión íntima, comunicativa, entre dos personas. Entre dos almas. Sin porqués, sin cómos, sin cuándos. Sin "para siempres".

El ruido sordo y metálico del tren que se aproxima te aleja levemente de tus pensamientos, mientras percibes la presencia de los vagones que se aproximan, dejándose mirar, llenos de hombres y de historias.

Las puertas se abren y la gente entra y sale, buscando sus destinos.

El tuyo está en el hospital, buscando el modo de salvaguardar vidas, de hacer posibles miles de momentos como éste, en miles de vidas diferentes. Vidas que no son truncadas, vidas sanadas, recuperadas. Tu tren te lleva hacia la salvación de otros, hacia tu propia salvación en el proceso.

Notas de juego

*Me tomo la licencia de "crear nuestra propia banda sonora" para este turno, y para la escena en general. Tus canciones son igualmente bienvenidas. Es grato compartir sonidos, además de letras.

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09/12/2008, 13:32
Ian McConnel

Abstraído en la lectura y en la energetizante cadencia de la música tardé unos segundos en percibir la llegada del metro. Alzando la mirada de mi libro, marqué la página por la que iba con el señalador (el ticket de un bus que había tomado hacía días) y dejé que mis ojos resvalasen sobre los vagones que se sucedían ante mí. Con un chasquido las puertas se abrieron y el calor concentrado y los olores retenidos en el interior del tren me asaltaron y envolvieron acariciándome. La brisa húmeda acarició mi rostro y despeinó mi pelo mientras esperaba pacientemente a que la gente se bajase. Tarareando para mis adentros cedí el paso a mis compañeros de andén, mudos testigos de mi vida durante unos minutos, que con mirada perdida fueron entrando algunos a empujones, otros pausadamente, y se fueron sentando. Por fortuna no era hora punta y había suficiente espacio entorno a los asientos como para que pudiese permanecer de pie libremente sin tener que luchar por respirar a cada instante. Observando curioso a mi alrededor avancé hasta un zona del vagón relativamente vacía y poniéndome la mochila por delante para vigilarla bien (uno no sabía cuando algún mangante intentaría apropiarse de algo ajeno) me apoyé de espaldas contra las sospechosamente grises paredes. Tras asegurar mi equilibrio abrí de nuevo el libro por la página señalada y me centré de nuevo en la lectura. Un día normal, a una hora normal, la gente de siempre...salvo quizás los hermosos ojos de aquella joven sentada más allá o la sonrisa desdentada de aquel anciano del bastón no había nada a mi alrededor que me llamase la atención. En otras circunstancias, más cómodas y en las que estuviese más inspirado, a lo mejor hubiera sacado mi bloc de notas para hacer disimuladamente unos cuantos bosquejos de esas personas; atrapando anónimamente instantes de sus vidas sobre el blanco papel, pero aquella tarde estaba demasiado cansado como para intentarlo. En su lugar preferí sumergirme de nuevo en el peregrinaje de Joad y, salvo ocasionales vistazos a mi alrededor para controlar quién subía y bajaba y por cual parada íbamos, me enfrasqué por completo en la lectura mientras la música de The Verve era desgranada en mis oídos. 

Notas de juego

por mi perfecto el otro dia iba a poner música pero no sabía cómo se hacía :)