Partida Rol por web

El elfo sostuvo la mirada del hombre, ciertamente no era la mejor de las palabras para describir lo que sentía. Los elfos veían el mundo de otra manera. Lo que para muchos era una tragedia, a los ojos inmortales de los Eldar podría verse como un tropiezo mas en una larga vida.

- Si, curiosidad por los motivos, curiosidad de saber por que están tan seguros de ello - le contesto con suavidad - Quizas estén en alguna taberna, inconscientes por la bebida ingerida - dijo sereno, sin dejar de mirar a su interlocutor.

- Me gustaría saber donde ha sido, y si esta en mi mano ayudar, hacerlo - dijo a modo de escueta explicación

Una ligera sonrisa se perfiló en el rostro de Balmut. 

- Me alegra oírlo. 

Y sus ojos recorrieron al resto de presentes con una muda interrogante. 

Cuando Krölin salió del bar no sabía donde quedaba la casa de Gloin. Menos mal que allí habían dos humanos que se conocían la ciudad y les guiaron. - Deprisa, no podemos perder el tiempo en este momento. Hay que encontrar a esos enanos lo mas pronto posible. - Estaba ansioso por encontrar a sus semejantes perdidos. 

Una vez dentro de la casa, Krölin se mantuvo de pié, nervioso. Era su primera aventura fuera de la montaña, y ahora se suponía que era su trabajo, y quería empezar a trabajar. Además, una aventura en favor de su señor Torin Escudo de roble y su pueblo bajo la montaña.

¡Por supuesto Mungo! No es fácil acabar con un enano, ¡somos tan fuertes como la roca!

Krölin fulminó con la mirada al elfo, siempre menospreciando a nuestra raza...

En silencio, la muchacha había seguido los pasos de los que abrían la marcha, sin duda, conocedores de la intrincada geografía de la ciudadela; y en silencio había permanecido en el amplio salón, más interesada en los detalles del mismo que en la conversación de sus circunstanciales compañeros. Ensimismada en sus pensamientos, la voz de Glóin la trajo de regreso. Pero no a Esgaroth, sino a la tierra largamente añorada…

Aquel beórnida al que todos llamaban Oso Calvo le hizo una seña a la osezna para que se mantuviera oculta, pero esta gruñó ligeramente y olfateó el aire. El gigante se incorporó y observó la marcha de los forasteros. Luego, se llevó las manos a la boca, a modo de pantalla, y graznó una y otra vez. Poco tiempo después, el viento le trajo un ululato lejano. La osezna espió tras unas rocas y su mirada se cruzó con la de uno de los forasteros. Un enano recio y de luenga barba que escrutó al enorme beórnida y a la osezna que seguían sus pasos sin siquiera ocultar su presencia.

Ahora, los mismos ojos le devolvían el agridulce sabor de aquel recuerdo en una sola mirada. Ella sonrió y saludó con un ligero ademán. De pie, como una efigie alta y orgullosa, alzó su mano y la posó en su pecho; luego la extendió hacia Glóin, casi como un aleteo:

—Mi nombre es Ella, del clan del Gran Oso. O beórnidas, como acostumbran a llamarnos fuera de La Carroca. Soy hija de Arnulf, el gran Oso Calvo —se presentó. —Sus ojos fueron precisos cuando os describieron; como ciertas han de ser las proezas que Beorn contó de los Hijos de las Montañas…

- Salve Gloin, embajador del reino Bajo la Montaña - dijo en un tono educado, mostrando respeto mientras hacia una leve reverencia - Mi nombre es Cuidoron, vengo de Almand, una aldea que esta bajo la protección del Reino del Bosque - se presentó.

- He oído, hemos oído - señalo a sus compañeros - noticias sobre la desaparición de algunos enanos - dijo lo obvio - Es mi deseo, y seguro también el de mi señor,  ayudar en su búsqueda, si esta en mi mano ayudar - dijo para retirarse un poco hacia atrás, no era aun el momento de hablar del tema.

A pesar de la reputación del curtido enano y de su porte aguerrido, Balmut no pudo evitar torcer el gesto ante su engalanado aspecto. El lujo en que se rodeaba, con mayordomo incluido, incrementaba la desconfianza innata del hombre del bosque. Aún así quiso pensar que no había olvidado la crudeza de la batalla. Ni que el enemigo seguía plantando batalla. 

- Mi nombre es Balmut. - dedicó un gesto de cabeza apenas perceptible. - Y me acompaña Inzim. - su mano indicó al perro lobo con un leve movimiento.

Cuando Gloin entró en la sala, Mungo se lo quedó observando con los ojos como platos. Estaba ante una especie de leyenda viviente, no paraba de imaginar la cara que pondría su viejo tío.

Vio como, uno a uno, sus acompañantes fueron presentándose ante el anciano enano. Una vez que el hombre salvaje y su "mascota" pronunciaron su saludo, el mediano dio un paso adelante:

—Esto... ¡encantado de conocerle, maese Gloin! Para mi es todo un honor poder verlo, al fin, en persona— se presentó, Mungo, quizás con una reverencia demasiado exagerada para lo que acordaría el protocolo —. Mi nombre es Bolger, Mungo Bolger. Para servirle.

Pudieron notar la impaciencia que embargaba a Gloin en el intranquilo tamborilear de los dedos del enano sobre la madera de la silla en la que apoyaba su brazo. Con la presentación de la beornida, Gloin pareció ciertamente impresionado pero a partir de ahí aquella presentación individual de cada uno de los componentes del grupo se hizo demasiado larga y tediosa para un enano que sentía la urgencia de rescatar cuanto antes a los suyos. Bien cierto era que los miembros del grupo apenas se conocían, y sin duda no tuvieron mucho tiempo de planear una estrategia para afrontar aquel encuentro pero haber dejado que uno de ellos hablara en nombre de los demás hubiera ahorrado mucho tiempo y hubiera colocado de mejor cara al enano a la hora de explicar sus intenciones.

Por si fuera poco, el grupo contaba con un elfo entre sus miembros, y ni tan siquiera la presencia de un enano pudo evitar que Gloin rememorara con desagrado aquella visita a los calabozos del Rey Elfo junto con sus compañeros durante la gesta de Erebor. Gloin no pudo contener una mueca de desagrado ni disimular su incomodidad cuando Cuidoron mencionó el Reino del Bosque.

Tampoco Balmut tuvo mucho acierto en el tono de sus palabras, pues a pesar de su agradecida brevedad no pudo disimular que no se encontraba cómodo ante lo que él consideraba una extravagante opulencia por parte del enano. Mungo habló con mucha más cortesía que el hombre del bosque pero no parecía estar ganándose la confianza del enano con palabras a juzgar por el gesto de cansancio del enano, quien esperaba que aquello acabase cuanto antes para centrarse en lo importante. También Grimrow, Krolin y Farald se presentaron aunque sólo este último pareció encontrar unas palabras adecuadas para la situación en la que se encontraban.

-Muy bien, muy bien. –Dijo el abrumado enano quien ya no recordaba la mitad de los nombres que le habían dado. –Entremos en materia.

Gloin se levantó hasta una pequeña mesa que coronaba el centro de la mesa, lo suficientemente amplia para dar cabida a un tintero, una pluma y un pergamino sobre el que el enano comenzó a trazar un esquema de la ruta que habían seguido los enanos extraviados a la misma vez que les proporcionaba la información al grupo y señalaba en su dibujo los lugares que iba mencionando.

-Mi primo Balin, hijo de Fundin, dejó la Montaña Solitaria con un compañero. Iban a entregar personalmente una carta, una invitación formal del rey Dain Pie de Hierro al Señor de las Águilas para la próxima Reunión de los Cinco Ejércitos que tendrá lugar al inicio del verano. Planeaba ir al sur a lo largo del río Rápido, para investigar el estado del Camino del Bosque Viejo y posiblemente atravesarlo, ahora que la amenaza de los trasgos ha quedado tan reducida.

En el dibujo de Gloin podía distinguirse perfectamente una vasta extensión de terreno perteneciente a las Tierras Ásperas: gran parte del Bosque Negro, Erebor, Esgaroth, el río Rápido, el Camino del Bosque Viejo y, finalmente, el Anduin y las laderas de las Montañas Nubladas donde se encontraba el Nido de Águilas. Bajo sus pobladas cejas, los ojos del enano se dirigieron de reojo al elfo y bajó la voz para dirigirse más en concreto a la Beornida y a Farald.

-No sé lo que ha pasado, pero desafortunadamente las opciones son muchas en estos días de dudas... Por si los peligros de las Tierras Ásperas fueran pocos, también hay que considerar a los sospechosos habitantes del Reino del Bosque. Son enemigos jurados de la Sombra, pero por desgracia no aprecian a los enanos y vigilan su tierra celosamente. Espero que mis sospechas estén desencaminadas, pero no me sorprendería que Balin volviera a gozar de la famosa hospitalidad del Rey Elfo... 

Krölin se inclinó hasta tocar con la rodilla y una mano el suelo. - ¡Mi señor! - Se incorporó en cuanto Gloin comenzó a hablar y explicar la situación.

El enano escuchaba con atención, incluso miró desconfiadamente de reojo al elfo en cuanto Gloin hubo terminado. - Señor Gloin, he cuanto he escuchado la noticia de la desaparición de nuestros camaradas, he pedido la ayuda de mi buen amigo Mungo. - Señala al mediano, y luego arrastra la mano hacia los demás. - Y a sus amigos. Queremos ayudar en la búsqueda como sea. 

La beórnida siguió con la mirada el dibujo que trazaba el enano y se encontró ante un derrotero bastante similar al que ella misma había transitado, pero inverso. Y la nostalgia volvió a embargarla. Mientras que la muchacha se alejaba de las Nubladas y del Viejo Vado, los enanos encaminaban sus pasos hacia las tierras del Gran Oso y, más allá, donde las Grandes Águilas.

Escuchó con atención las afirmaciones de Glóin, así como sus sospechas sobre el Rey Elfo, y, tras una pausa, inquirió:

—Pero, decidme, ¿cuándo fue que partieron de la Montaña Solitaria? Mejor dicho, ¿cuándo fue que recibisteis a vuestro primo y a su compañero?

El trayecto trazado daba cuenta de ello: los enanos habían pasado por Esgaroth y, sin dudas, habían sido recibidos por Glóin.

—Pero, ante todo, ¿en qué os basáis para afirmar que están extraviados y no en el camino? ¿Acaso ya deberían haber llegado a las tierras de las Grandes Águilas? 

-Evidentemente. -pronunció con cierta molestia el enano, pues aquella circunstancia era fácil de suponer. Un enano como Gloin no iba a esparcir noticias sobre la desaparición de dos compañeros por todo Esgaroth sin que la situación estuviera realmente confirmada. –Partieron muchos días atrás, ya deberían estar de vuelta. Además, en los momentos más oscuros las noches a veces nos traen el dolor de nuestra propia sangre allí donde no somos dueños de nosotros mismos.

Gloin clavó en la beórnida una mirada cansada, llena de experiencia y años que mantenía una cierta tensión apresurada y una preocupación latente ante la suerte que podrían estar corriendo sus compañeros en esos mismos momentos, mientras ellos allí se mantenían al calor de una buena hoguera con un excelente té y sentados cómodamente en sus aposentos. Gloin ya se habría lanzado a seguir el camino trazado en el mapa de no ser que las obligaciones como emisario en Esgaroth le tenían atado. 

Cuidoron miro el plano que había extendido Gloin sobre la mesa. Conocía algunos de esos lugares, aunque la ruta tomada por los enanos iba demasiado al sur. La sombra del oscuro había caído, pero no todos sus seguidores habían desaparecido aun. Un terreno peligroso, en el que el elfo se había criado.

- Iremos en su busca - se limito a decir el elfo. Sabia bien que la relación de su gente con les enanos no era la mejor, muchas heridas seguían abiertas entre ambas razas. Sin embargo, deseaba ayudar de verdad. La frase criptica del enano lo dejo algo turbado. Estaba dolido, pero la manera de expresarlo era demasiado enrevesada.

Mungo se sentía un tanto intimidado por la figura de Gloin. El anciano enano parecía un tanto impaciente y temía que sus modales no hubiesen sido del todo correctos. Cuando se atrevió a hablar, únicamente lo hizo para constatar lo que decían sus compañeros. De hecho, tuvo que dar algunos saltitos para hacerse ver y oír entre el resto del grupo.

—Así es, señor, cómo dice Krölin— dijo, mirando a su compañero —. ¡Sí, sí! Tal y cómo ha dicho el elfo, haremos todo lo que sea necesario por encontrarles.

Balmut estaba cada vez más molesto, pues aquel enano rodeado de lujo ni siquiera era capaz de mostrar la necesaria amabilidad para quienes intentan ayudar. Se planteaba abandonar aquella mansión en el acto, dejar que otros más del agrado de Gloin se ocuparan de sus asuntos. Pero los enanos desaparecidos no tenían la culpa del carácter del emisario. 

El hombre del bosque se quedo en la esquina, callado junto a su compañero canino. Observaban toda la escena intentando no perder detalle. Por desgracia su acrecentado recelo le impedía darse cuenta de datos de interés, quizás alguno que sirviera para engrasar la conversación. Solo esperaba que se dijera toda la información relevante en el menor tiempo posible para ponerse en marcha cuanto antes. Ya había tenido bastante ciudad para una temporada...

Krölin observaba atento el mapa que dispuso Gloin. El trayecto que siguieron los enanos era el mas corto posible, intentando evitar zonas demasiado peligrosas, como el interior profundo del bosque, siguiendo el río. Era un camino de varios días, por lo que sería complicado saber en qué lugar desaparecieron. Sin embargo, el bosque es el lugar mas idóneo para perderse, debido a que es poco frecuentado por viajeros y por que era el terreno mas grande a atravesar.

Pero dentro de Krölin empezaba a crecer otra incomodidad, ¿Quién iba a entregar ahora la carta al Señor de las águilas? - Mi señor Gloin, estando nuestros compatriotas desaparecidos, ¿quién va a entregar la carta de invitación? Debe de ser un evento muy importante del que supera mi entendimiento. - A continuación se volvió a arrodillar frente a Gloin. - Sería un honor portar la invitación en caso de no encontrar a un sustituto y no poder encontrar a nuestros camaradas.

Gloin no mostró su mejor cara cuando su compatriota Krolin se ofreció como sustituto en el caso de no encontrar a los dos mensajeros perdidos. En esos momentos de incertidumbre, la invitación al evento se había vuelto una trivialidad.

-Nuestros amigos ahora son más importantes que el mensaje al Nido de Águilas. Ellos... Ellos tienen que estar bien. -La mirada del enano se turbó durante unos segundos y pasaron de reflejar enfado e impaciencia a mostrar una profunda tristeza por los desaparecidos. Algo en las palabras de Krölin había removido su interior, pero apenas duró un segundo. El enano nuevamente se recompuso y continuó hablando.

-Como ya sabréis he ofrecido una cuantiosa recompensa para cualquiera que traiga con vida a los dos desaparecidos. Pero no estoy buscando mercenarios, sino aventureros motivados por algo más que el dinero, que lleguen hasta el final y rescaten a mi primo y su acompañante.

Las palabras de Krölin habían hecho enojar ligeramente a Gloin, pero había algo más. Krölin se había podido dar cuenta de que tras toda la historia había algo más. Algo que tenía enormemente preocupado a Gloin, y que el enano trataba de ocultar a pesar de que el sentimiento era muy fuerte. Lo había notado en su mirada entristecida, en sus gestos melancólicos y su decaído espíritu. Además, la extraordinaria preocupación que Gloin trataba de disimular era parecida a la que alguien siente por un familiar cercano, por mucho que Balin, uno de los desaparecidos, fuera su primo, la pesadumbre del enano era todavía mayor. Como la que sentiría alguien por un ser muy cercano. El otro enano debía ser muy importante para Gloin.

Balmut torció el gesto ante la intervención del enano del improvisado grupo. No entendía como se le había ocurrido mostrar interés por lo que parecía una invitación a una fiesta conmemorativa cuando habían vidas en juego. Incluso ofreciéndose voluntario para la tarea, con la genuflexión de rigor y seguramente dispuesto a negociar sus honorarios. 

Gloin tampoco le agradó en exceso. Además de su ostentosa opulencia se mostró remilgado para seleccionar a los posibles rescatadores. ¿Acaso le preocupaba que codiciaran sus riquezas y exigieran más pago al descubrir el paradero de sus amigos? Se guardó para sí su opinión, como su poco interés por la remuneración del encargo, y mascó con desagrado cada palabra del enano para intentar sonsacar el máximo de información. Era posible que se le hubiera escapado algo importante.