Partida Rol por web

Montaña se arriesgó a soltar una mano de la presa para asestar un garrazo a la criatura. Eligió esta vez el daño por fuego y por ácido, temeroso de que la electricidad le diese calambre a él mismo, y receloso que una criatura del espacio exterior no fuese inmune al frío.

Su piel era realmente dura, y era difícil saber si las garras penetraban lo suficientemente profundo para hacer verdadero daño.

Escuchando los gritos de Gavros desde la playa, Alatar realizó un par de pases con sus manos y contempló satisfecho como la sacerdotisa comenzaba a menguar. La mujer berreó frustrada al ver que volvía a su tamaño normal y la impía energía que saturaba su cuerpo desaparecía...

El padre Gavros lanza su conjuro, chamuscando a la bestia a la que agarra Montaña. Zaev recoge su arco pero acaba disparando a alguna nube de apariencia particularmente hostil. Eredhir también hace fuego con su arco, pero su puntería se ve afectada por la combinación de mala iluminación e invisibildad parcial de la abominación tentaculada. Garin también carga contra ella, lanzando hachazos a diestro y siniestro. Incluso Montaña suelta una de las manos para apuñalar con una de sus garras a su presa, aunque el corte del tentáculo que recibió previamente sigue sangrando alarmantemente...

El caballero infernal sigue atacando, consiguiendo cortar varios de los tentáculos de un tajo. Los armígeros, que reciben refuerzos desde el otro lado de la playa, disparan sus arcos pero tienen dificultades para alcanzar a la borrosa silueta del monstruo. La bestia, por su parte, corta y muerde sin piedad al caballero, que escalofriantemente sigue luchando en completo silencio.

La abominación se revuelve de nuevo, succionando parte de la sangre que pierde el bárbaro por sus heridas mientras le lanza un nuevo golpe que casi está a punto de cortarle una mano. Garin también recibe un mordisco del monstruo y tiene que luchar para no acabar atrapado entre sus fauces.

Frustrada al ver disipado uno de sus más poderosos conjuros, la sacerdotisa corre hacia Gavros mientras le apunta con su dedo y aúlla: -¡¡Deja que te muestre el rostro de Aquel que Duerme Bajo los Océanos, pequeño hereje!! ¡¡Descubrirás a un dios que es verdaderamente omnipotente y exige adoración y sacrificios!!

El padre Aximandias quedó cegado por andar viendo las cosas que le decía la sacerdotisa.  Aún así alcanzó a gritarle a sus compañeros:  Si quieren ser curados, ¡acérquense a mí!   

Si oía a Montaña o Eredhir, que realmente necesitaban su ayuda y se acercaban, canalizaría la energía de Farasma, aunque curase a la sacerdotisa de paso, no importa.  Si no se acercaba nadie, invocaría el quitar maldición o restaurar sobre él mismo, para que pudiera volver a ver. 

Por tu fuerza y voluntad, mi diosa.

¡Arg! ¡maldito! ¡Ya verás tú quien se va a comer a quien al final! El mordisco le había dolido. Casi agarra al enano por sorpresa, había conseguido echarse a un lado en el último momento. Estaba luchando demasiado confiado pensando en que lo tenía controlado Montaña. Y ahora que se fijaba bien, su compañero parecía malherido, sangraba abundantemente y no obstante mantenía su agarrón.

Debo matar cuanto antes a este ser antes de que Montaña no pueda más, pensó Garin. Acto seguido atacó mientras se movió hacia la izquierda para dificultarle un poco al pulpo su siguiente ataque. El ataque había impactado, pero no lo fuertemente que habría querido, así que decidió hacer una finta más para buscar un hueco por el que entrarle con más fuerza. Entonces lo vio y lanzó su golpe, sólo que... tras la finta, se encontraba más desequilibrado y había intentado moverse más de la cuenta con tanto peso y estrés de combate. Casi se cae de bruces tropezándose el sólo con su propio pie de apoyo. ¡Maldición! ¡lo tenía! ¡¡aaaaarg!! ¡¡Así no vamos bien!! se lamentaba el guerrero frustrado.

- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Un poco más! 

El elfo seguía disparando flechas a diestro y siniestro, intentando atravesar los tentáculos que se abalanzaban sobre los barbudos del grupo.

Entre flecha y flecha, echó un vistazo a su alrededor, percatándose de la ausencia del sacerdote - ¿Dónde está Gavros? - exclamó.

-Parece que Eredhir y Garín tenían a la abominación bajo control. Pensó mientras echaba un vistazo de reojo. A cierta distancia se encontraba el Padre luchando contra la Sacerdotisa, fuente de toda invocación

-Por fin Gavros le había hecho caso era el momento de aprovechar para atacar conjuntamente.- El semielfo emprendió una rápida carrera para tratar de unirse al combate aprovechando para agarrar correctamente las dagas y pensando en cómo colocar una de ellas en la yugular de la invocadora.

Garin golpea desesperadamente con su hacha a la abominación y Eredhir dispara frenéticamente. Dos de las flechas resbalan sobre la escurridiza piel del monstruo ¡¡pero la tercera se introduce en sus fauces, atravesando el cerebro del alienígena y acabando por fin con él!!

Con pocas acciones ofensivas restantes, Alatar agarra una de sus perlas de poder del bolsillo de su túnica y otro conjuro de rayo abrasador se materializa en su mente, listo para ser lanzado.

Montaña vio como la cosa aquella caía a su lado, inerte, pero se sentía ya cansado para hacer ningún comentario. Caminó hasta ponerse al lado de Gavros y solo entonces se percató de que no veía.

- No sé si puedes hacer magia de esa tuya en esas condiciones, pero estoy bastante malherido.

El padre Gavros estaba cegado, pero quizá Montaña también, pues todo tranquilo le pedía curación sin ver que había una sacerdotisa asesina junto a ellos.   Pero bueno, como sólo la Montaña habló, Gavros asumió que todo estaba bien, así que canalizó la energía positiva de Pharasma a todo su alrededor.

Que la energía de la Diosa Justa, la que nos ve a todos por igual cuando llegamos a la bifurcación final de nuestros caminos, te cure.  Que su energía entre a tu cuerpo, que esté en ti y te traiga a su regazo como la partera recibe al recién nacido.  Que repare todas y cada una de las fibras de tus músculos, que esté en ellos cuando los uses a favor de las leyes de la vida.  Que sea parte de tus huesos, para decorar la osamenta que le dejarás al partir. 

Pharasma está en ti, te cura, y tu en ella, y así se aleja la locura.  Madre de los Huesos, líbranos de los Grandes Bebedores; que su caos se vaya de plano de este plano, para siempre.  Que así sea, en tu santo nombre.

La energía positiva de curación, fluyó de su mano santinguante.

El caballero infernal, atrapado por la abominación sanguinaria, sigue atacando y derramando el viscoso de su interior con un corte vertical. Los armígeros a su mando disparan, anotándose varios impactos con flechas llameantes contra la abominación que muerde de nuevo y sorbe la sangre del acorazado miembro de la Orden de la Pira.

El esperado disparo de la catapulta no se produce esta vez, ¡¡puesto que la dotación de la misma comprueba con horror que varios de sus miembros son arrancados de sus puestos por tentáculos invisibles que no tardan en visualizarse mientras van rellenándose de sangre!!

En la playa, la energía curativa de Gavros baña la zona que lo rodea, curando a varios de sus compañeros que se encuentran cerca... y a la sacerdotisa ya que el clérigo no es capaz de ver nada de lo que le rodea.

-Tus poderes son ínfimos comparados con los que garantizan los Primigenios, esbirro de Farasma. Déjame que te haga una demostración de lo que la adoración al dios adecuado puede conseguir escupe la mujer, salmodiando por lo bajo y agarrando del antebrazo a Zaev. De inmediato un frío preternatural invade al pícaro y visiones de horrores tentaculados amenazan con invadir su mente...

En el puente de la Heraldo Oscuro, el líder de los caballero de la Pira se vió sorprendido cuando parte de la dotación de la catapulta quedó reducida a pellejos arrugados sin una gota de sangre.

-¡¡Por los Nueve Círculos!! no pudo evitar soltar. Al final tendría que implicarse personalmente. Se encogió de hombros y se ajustó el casco sobre la cabeza.

No hay mal que por bien no venga, al menos haré algo de ejercicio.

¡¡Andrónicus, mi alabarda!! ¡¡Demos a ese octópodo volador una muestra de acero chelio!!

¡Así que por aquí andas! -dijo al oír la voz de la sacerdotisa.  

Montaña, camino a atacarla, pasa tocando mi mano. Y la extendió, llena de energía curativa de Farasma, para que al tocarla el bárbaro sanaran sus heridas y pudiera acabar con la que abriera el portal.

Farasma está más allá del caos deforme que invocas, mujer. Ella decidirá tu destino final, pero seguramente no será hacia el abrazo eterno de tus chupadores de sangre, no, ahí no irás.  

Una vez que tocó a Montaña, Gavros se movió 5 pies, con cuidado, en dirección a la voz de la mujer; quería que sus bendiciones pudieran ayudar también a sus compañeros aunque se pusiera en riesgo él mismo.

El guerrero se apartó justo cuando calló el segundo pulpo a sus pies. Otro más! Y ahora queda la bruja. A por ella!! Se dirigió todo lo rápido que pudo hacia la sacerdotisa. La pelea parecía que tocaba a su fin, pero aún podría cobrarse alguna otra pieza.

Montaña sintió el toque cálido de su compañero, sus heridas eran numerosas como para cerrarse todas, pero al menos contuvo la hemorragia. Rodeando al sacerdote, flanqueó a la sacerdotisa y le clavó las garras profundamente.

Eredhir corrió tras sus compañeros, que tenían rodeada a la sacerdotisa. A cada paso que daba podía sentir la magia sanadora de Farasma recorriendo su cuerpo, cerrando las heridas que la metralla de los enormes proyectiles le habían causado. El combate empezaba a inclinarse a favor de los héroes, por fin.

El elfo evaluó la situación: un poderoso conjuro de Alatar había privado a la mujer de parte de su propia magia, pero no podían arriesgarse a que la usara de nuevo... mejor que tuviera que lidiar con sus barbudos compañeros en la corta distancia...

El inquisidor esperó a que la magia de Gavros surtiera efecto sobre Montaña antes de lanzar su propio conjuro.