Partida Rol por web

Orten saludó amablemente a Ser Roshar, como quien se encuentra con un conocido que le cae bien. Pero arrugó el rostro en cuanto el caballero del Puño Negro le mencionó lo de apostar.

-Oh... no, yo no suelo... Aunque me gustaría que ganara Ser Adrik. Creo que el siguiente duelo sería con Whalen, lo cual sería muy interesante de ver.

Orten y su hermana Marita, la cual parecía estar padeciendo una resaca terrible, eran los únicos miembros de su familia que habían permanecido en las gradas tras la derrota del hermano mayor de la familia. La joven Lugus estaba boqueando, aferrándose al poco aire fresco que llegaba a ella entre la multitud, sin gana alguna de moverse de aquel sitio. Y Orten, por su parte, no se sentía indignado con la derrota de Naton, sino más bien todo lo contrario.

-¿Vos habéis apostado?

En la liza, los dos contendientes volvieron a coger las lanzas para un segundo encuentro. Ser Adrik se mostraba enérgico y confiado tras el primer golpe. Sabía que había logrado golpear duramente a su adversario estando estado a punto de tumbarlo, mientras que él no había recibido daño alguno. Ser Adrik sostenía firmemente la lanza sobre su impresionante caballo, con la armadura brillando al sol y un aspecto poderoso. Por contra, Brian Telson se mostraba renqueante, tomó la nueva lanza a duras penas y se sostenía tembloroso sobre el caballo, haciendo un gran sobreesfuerzo.

La segunda de las cargas comenzó y los dos jinetes espolearon sus caballos para que partieran al galope contra su oponente. Pero antes de que ambos caballeros se cruzaran en el centro de la pista, Brian Telson levantó su lanza y frenó el caballo. Un símbolo inequívoco de que entregaba la victoria a manos de Ser Adrik. El joven Crogall sosegó a su corcel y se paró junto a Telson, quien tiró la lanza al suelo para llevar la mano al costado golpeado por Adrik y se deshizo del yelmo mostrando una mueca de dolor en el rostro.

-Me habéis vencido, ser. Enhorabuena. - Le dijo a Ser Adrik. El Crogall se preocupó por su estado y le ofreció atención médica pues parecía obvio que Telson estaba herido. El público quedó algo decepcionado del desenlace de tan buena justa, pero había sido una victoria muy caballeresca y deportiva.

La señora de la casa se alejó de las gradas, podía oír los vítores con cada pase que se daba pero no se preocupó por el resultado, sentía que el hijo de Joseph saldría airoso del combate. Ese muchacho se merecía más que ser un segundón en una casa de tercera, porque eso era la realidad aunque ella estuviese muy a gusto con su vida, pero con las acusaciones que se estaban vertiendo sobre ellos durante todo su viaje no creía poder hacer lo que le prometió a su madre. ¿Quien querría emparentarse con los "asesinos" Crogall? No, lo primero era limpiar el nombre de la familia.

Sus pasos la llevaron sin darse cuenta más lejos de lo que pensaba y decidió acercarse al prostíbulo para preguntar por cierta joven, su excusa: un obsequio para los jóvenes ganadores de su casa.

Aunque no era habitual que una dama, y mucho menos una del estatus de Lady Varya, entrase en el Manantial de Jade, la madame que se encargaba de regentar el negocio que en realidad pertenecía a Lyle Cervecero la recibió con buenas maneras y la invitó a sentarse en el sillón de plumas de un pequeño cuarto lleno de alfombras, tapices y perfumado por los inciensos traídos desde el extremo más oriental del mundo. 

-¿En qué os podemos servir, mi señora? - Le preguntó ofreciéndole un te frío. -¿Algo para vuestro esposo, para vos tal vez?

- No... - El caballero quedó pensativo un par de segundos. - Creo que no. - Alzó los hombros, restandole importancia. 

Echó una ojeada a la hermana de Orten mientras se llevaba una mano a la sien.

- Veo que no soy el único.

Y regresó la atención sobre Orten.

- Sí, sí, será un duelo interesante. - su tono no revelaba gran interés. - No se dejará de hablar de los Crogall durante todo el torneo. - dijo con cierto hastio. - ¿Cómo están yendo sus intereses en la visita a la gran capital de los siete reinos? - Cambió de tema con rapidez, aunque Ser Roshar parecía buscar conversación más por aliviar su malestar que por el contenido de la misma. - ¿cuánto tendrá que soportar el enojo de su hermano? -

-Si os soy sincero, Ser, estoy deseando volver a nuestro hogar. Desembarco del Rey es menos fabuloso de lo que me había imaginado... creo que es ese olor permanente a humanidad. - Dijo arrugando la nariz con desagrado para después soltar un suspiro. -Pero me temo que hasta que no pase el torneo no regresaremos. Mi hermano quiere participar en la contienda y aguardaremos al gran baile, por supuesto. -No iba su casa a mostrar una falta de cortesía al irse antes del evento final. 

Orten entornó los ojos con paciencia infinita cuando el caballero se refirió a su hermana, la miró tambaleante en su asiento y después se encogió de hombros como si no tuviese remedio alguno. Cuando el tema de conversación viró hacía su hermano Naton y su inconmensurable enojo tras la derrota en la justa, Orten alzó la vista hacía el cielo para ver la posición del sol y calcular la hora y después con una sonrisilla socarrona le contestó. 

-Calculo que a estas horas ya estará apurando la segunda de las jarras en la taberna. Cuenta un par más y su enfado se habrá reconvertido en ansias de venganza para la contienda, si es que Whalen participa. Otras dos, y una pelea con algún desconocido, y como nuevo. ¡Ah, mirad! - Orten señaló al campo de justas. -¡Parece que Ser Brian se retira! 

El torneo continuaba, y Lord Evan siguió los eventos con interés. De vez en cuando buscaba con la mirada a Ser Roshar, y no dejaba de pensar en Lady Varya. Ellos dos tenían el cometido de averiguar las piezas que faltaban del puzzle.

El heredero observó la justa y se quedó pensativo ante el desenlace de la misma. Justar contra su primo le parecía extraño. Además, deseaba quedar como un caballero tan noble como ellos. ¿Qué podía hacer para ello? Renunciar al combate sería un insulto para su primo. Dejarse ganar también. De hecho, lo había visto en liza y llegado el momento sería un encuentro muy igualado.

Luchar contra el dorniense habría sido más sencillo.

Céntrate, Whalen. hay aquí mucho más en juego que este estúpido torneo. No te puedes permitir otra paliza como la que te ha dado Naton.

Willard... Llamó la atención de su escuero, que había observado la justa a su lado, con la nariz apoyada sobre un valla. Recoge mis cosas y ponlo todo en orden. Voy a felicitar a los contendientes y luego voy a ir al pabellón a descansar. Nicholas me ha ordenado reposo absoluto.

Esperó a una prudente distancia hasta que ambos justadores habían acabado de hablar para acercarse.

¡Ha sido un placer ver a tan hábiles caballeros batirse! En un encuentro así no hay vencedores ni vencidos.

Tras varios apretones de manos, abrazos y muchas sonrisas anunció que se retiraba a descansar.

La señora de la casa Crogall llegó al Manantial de Jade como quien entra en la mejor posada de Desembarco y cuando vio a la mujer que regentaba el lugar se acercó a ella sin mediar palabra, esa clase de asuntos se trataban en privado.

Varya avanzó siguiendo a la madame, su rostro no mostraba ningún signo de censura ni alboroto por lo que se llevaba a cabo allí dentro, entró en la sala designada dando un vistazo alrededor e intentando ver si había oídos y ojos indiscretos, y se sentó y aceptó el te que le ofreció la mujer. La verdad es que el paseo, a pesar de ser lento, la había cansado un poco y sentía que necesitaba ese refrigerio, su salud no excatimaba ocasión para recordarle que se debía a ella.

-Quizás en otro momento. -contestó a la propuesta con una leve sonrisa después de un primer sorbo -Estoy aquí por otras personas, con lo que hemos pasado y con los resultados del torneo, los jóvenes de nuestra casa se merecen un poco de agradecimiento y solaz. Me gustaría buena compañía para ellos, nada muy ostentoso, joven, atractiva, recatada... alguien con quien se sientan a gusto, puedan tomar una copa y hablar de cualquier tema intrascendente. Si tenéis señoritas así, quisiera verlas.

El caballero sonrió.

- Suele coger a todo visitante por sorpresa. - respondió con respecto al mal olor reinante en la capital. - Pero ofrece gran cantidad de oportunidades. Y de placeres. - Y de peligros...- omitió.

Ser Roshar se mostró divertido con el relato de Orten sobre las costumbres de su hermano para liberarse de sus enojos.

- Pobre desconocido. - Sintió el escozor de las heridas que le había provocado en la justa y se imaginó lo que podía hacer con aquella tremenda fuerza sin control sobre otro borracho que no lograse evitar la pelea. Por su bien esperaba que el Lugus hubiera perdido ya suficiente coordinación a causa del alcohol.

- ¡Oh!- siguió el dedo del noble. - Tendrás el duelo que tanto querías... -

No se le escapaban los posibles pensamientos de ambos contendientes. Los dos primos se enfrentarían ante la nobleza del reino y la presión podía ser un factor clave en el resultado. Se le ocurrió lo difícil que sería aguantar a la madre de Adrick si llegase a proclamarse ganador del encuentro.

- ¿Tienes favorito?

-Por supuesto, mi señora. Enseguida os mostraré lo mejor que el Manantial de Jade puede ofrecer para satisfacer los deseos de esos apuestos jóvenes de vuestra casa. - La madame dio unas palmadas y una sirvienta apareció en el umbral de la puerta, una simple mirada bastó para que ella entendiera qué era lo que su ama necesitaba. Aunque una mujer de su posición no debería saberlo, Varya conocía bien el procedimiento debido a los años que había pasado trabajando en un burdel similar en una vida tan lejana y distante que parecía pertenecerle a otra persona. Con aquella simple mirada, la madame le había transmitido a su sirvienta qué chicas debían presentarse allí para la ocasión. No en vano, la madame ya había diseccionado a su cliente nada más atravesar la puerta del burdel. Sabía si era un veterano en tales oficios o un novato que buscaba extrenarse, si era un hombre pudoroso o un lascivo, y para todos ellos tenía un grupo de muchachas que les servirían adecuadamente. También sabía cuánto dinero estaban dispuestos a gastarse, o cuánto les podrían sonsacar, si el cliente era humilde la mirada de la madame indicaría a la sirvienta que trajese al grupo de chicas menos cotizado, pero si como en este caso la madame veía que había una posibilidad de hacer una buena caja, la sirvienta aparecería con las mejores muchachas del burdel.

Pocos minutos después, ante lady Varya se cuadraron cinco esplendidas jovencitas. Tres de ellas eran chicas morenas de la propia ciudad, aunque las habían vestido de un modo exótico para hacerlas parecer de lugares remotos. Una cuarta era una dorniense de piel aceitunada y mirada afilada como la de una serpiente. La quinta muchacha era una joven pelirroja de tez blanquecina de la que Varya pudo adivinar que apenas llevaba un mes en aquel oficio. Aquella fue la que la madame trató de colocarle.

-Esta es Aris. Una joven norteña tan apasionada como delicada con los jóvenes señores. Existe la creencia en algunos lugares de que el pelo rojizo simboliza la pasión y el fuego. Vuestros muchachos no la olvidarán.

-Creo que Ser Adrik es un maravilloso caballero, pero mis esperanzas están con Whalen. -Respondió Orten. -Creo que me identifico con él en cierto modo. Aunque ya me gustaría a mí saber justar tan bien. -Bromeó.

Mientras tanto, abajo en la arena de combate, un grupo de sirvientes cargados con grandes dianas preparaban todo para la competición de arquería y una compañía de teatro se encargaba de amenizar a los presentes haciendo una cómica representación de las justas que hizo que el Rey Robert se pusiera rojo como un tomate de tanto reír. Cuando todo estuvo listo, los heraldos anunciaron los hombres de los participantes de la competición de arquería para que bajasen a la liza y ocuparan su lugar. Lord Crogall se encontraba entre los requeridos.

La competición era sencilla. A una distancia de 50 metros se encontraba una diana a la que el concursante debía acertar, para ello disponía de tres intentos y de no acertar al menos una flecha quedaría eliminado de la competición. Para quienes lograban pasar de ronda, la diana era colocada a una distancia mayor y así sucesivamente durante cuatro rondas. La última decidiría al campeón.

Lord Evan esperó paciente su turno. Cuando uno de los siervos de la Casa le entregó su arco, pasó la mano por la madera con suavidad. Hacía tiempo que disparaba, y era más que probable que su participación en el torneo se iba quedar en una breve anécdota. No obstante, quería estar presente. Los Crogall iban a dar la cara, y tanto en la derrota como en la victoria iban a honrar el escudo de la familia.

Apuntó con cuidado y soltó la flecha. Y luego repitió, con una sonrisa en los labios mientras apoyaba su rostro a la cuerda del arco. Fue el tercero de sus disparos el que más le recordaba su época de luchador.

-Los años no pasan en balde, les dijo a los presentes. Se mostraba caballeroso con los que lo habían hecho bien o mejor que él, y esperaba el veredicto de los jueces.

La distancia a la que se encontraba la diana no era muy elevada y fueron muchos los arqueros que lograron acertar en la diana. Aún así hubo quien falló alguna flecha y quien con cierto ridículo las falló todas. Langley Woods, que había demostrado ser un desastre en la liza, dejó patente que tampoco era muy buen arquero. Sus flechas salieron desviadas por varios metros de la diana, e incluso una estuvo a punto de ir contra el público clavándose en una de las vigas de madera de las gradas. Entretanto, el señor de la casa Crogall, a pesar de sentir que estaba algo desentrenado, consiguió que todas sus flechas acertasen en la diana. Incluso pareció que, tras un poco de calentamiento, sus músculos habían recordado la precisión y agilidad que tenían antaño y la última flecha acertó en pleno centro de la diana.

Aquella primera ronda de la competición consumió el resto de la tarde y, para cuando un joven dorniense llamado Pyp logró acertar las tres flechas en el centro, la noche ya estaba cayendo sobre Desembarco y se clausuraba aquella jornada del torneo. La multitud fue abandonado las instalaciones y dirigiéndose a sus casas, a las tiendas de las diferentes casas o a las respectivas posadas que ocupaban. Tras varios días de celebraciones y alcohol, parecía que la gente había decidido darse un respiro aquella noche antes de afrontar la recta final del torneo.

Lady Varya esperó a que llegasen las muchachas haciendo ver que bebía, para cuando entraron y les echó un vistazo se empezó a preguntar si aquella chica que se hacía pasar, o no, por noble trabajaría allí, o no.

-Estoy segura de que sería así, -contestó a la madame en referencia a la pelirroja, pero el que su "nuera" tuviera ese mismo color la hacía fácilmente descartable -pero nada de pelo de fuego. Ya hemos tenido bastante de su explosividad.

Dedicó una mirada a las otras, cuando llegó a la dorniense ésta se tornó apreciativa por un instante antes de desecharla, como si fuesen sus gustos los que estuviese dejando de lado en pos de los de los hombres de su casa.

-No me convencen, ninguna.

Se llevó la copa a los labios mientras esperaba a que abandonasen la estancia y cuando quedó a solas con la mujer le explicó lo que quería físicamente*.

Había sido un día largo, y Evan se alegró de regresar a su pabellón. Llegó antes que el resto, y allí esperaba la llegada de Lady Varya. Lentamente, se quitaba la chaqueta y con los dedos apretaba los músculos del antebrazo. Había notado al disparar las flechas un ligero temblor. No era gran cosa, pero el día siguiente necesitaba corregir eso para la competición.

¡Qué tontería! ¿Acaso importa la competición de arco cuando los Crogall están en una situación tan nefasta?

Las armas siempre habían sido el refugio de los hombres. Todo se veía más sencillo cuando se cargaba con la lanza, o cuando se empuñaba una espada. El enemigo, el rival, estaba enfrente. Y la habilidad o la pericia iban a dictar un vencedor.

Lord Crogall suspiró, y se giró hacia su esposa cuando la escuchó entrar. Sus ojos verdes recuperaron un tono más cálido a pesar de todo. Como siempre cuando la contemplaba. -¿Habéis podido averiguar algo?, le preguntó y se sentó en una silla enfrente de ella. La noche aún era joven, y podían reunirse con el resto en el pabellón por si había algo que comentar.

-Ah... -Musitó la madame algo disgustada porque Lady Varya rechazara a sus mejores chicas. Si las muchachas se sintieron ofendidas por el desdén de la dama no lo mostraron e incluso se despidieron de ella con una reverencia. En cambio, la gerente de establecimiento era más vieja y curtida y su posición le daba ciertos privilegios a la hora de tratar con la nobleza que las otras muchachas no tenían, por ello en su rostro pudo leerse perfectamente que no le gustaban las maneras de Lady Varya. A pesar de ello escuchó la descripción que estaba daba de lo que le interesaba y mostró una sonrisa que dejaba ver que había adivinado sus intenciones y que la descripción tan detallada no era por casualidad, sino que buscaba a esa chica en cuestión.

-Os referís a Lidda. Esa furcia ya no trabaja aquí. Se fue sin decir nada de buena mañana. Mejor así, era la que más dinero conseguía sacarle a los clientes pero era demasiado exquisita para este trabajo. Creo que se consideraba superior al resto. Si queréis satisfacer a vuestros chicos, lo que habéis visto es lo que hay disponible. - Añadió al final sin ápice de la amabilidad con la que le había tratado anteriormente. 

Si a la señora le escocieron las palabras de Varya, a ella tampoco le gustó la contestación de la madame, pero se guardó de que su expresión o su pose denotasen nada. Se llevó la copa a los labios de nuevo, lentamente, como si en vez de haberla despedido la mujer le hubiese invitado a una amena charla.

-Hay personas que no saben cuál es su lugar, ni la suerte que tienen de tener para comer -comentó mirándola a los ojos con una sonrisa -seguro que cuando se de cuenta volverá mendigando por un lugar. Una lástima que hoy viniese por ese tema, otro día seguro que una de sus chicas será perfecta para el cometido que busque.

La dama dejó la copa en la mesita que había para tal efecto y se levantó, se despediría cordialmente de ella y saldría. Debería buscar alguna compañera con la lengua floja.

Varya pronto averiguó que la Madame no era la única escocida con la marcha de Lidda, pues sus compañeras de oficio tampoco estaban nada contentas con la repentina marcha de la misteriosa muchacha de cabellos rubios. Su espantada había molestado a los jefes, y eso les hacía estar de mal humor y pagar el plato roto con quienes sí tenían cerca, es decir, con ellas. Además, Lidda ya no caía bien de por sí antes de su marcha debido a que era una de las favoritas de Lyle Cervecero y de la madame por ser quien más dinero conseguía sacar a los clientes. Además el hecho de que se permitiera el lujo de elegir con quien iría a compartir alcoba y ellas no pudieran hacerlo, no era algo que levantase demasiadas simpatías.

-Era mala compañera, y una egoísta. No sé dónde se habrá ido, pero espero que aparezca su cadáver en el Aguasnegras. Sería verdaderamente irónico. -Río una de las prostitutas con las que Lady Varya más pudo hablar. -Ella tan selecta con los clientes y va a dar con un asesino.

Lady Varya escuchó a las mujeres con atención y respeto, interviniendo con algún que otro monosílabo cuando vio que hacía falta para que continuasen. Al finalizar la charla les dio las gracias por su tiempo depositando dos venablos de plata en mano de la prostituta que más había hablado, uno para ellas y otro por si la madame les preguntaba qué les había dado y les exigía una parte.

-Si os enteráis de alguna noticia os agradecería que me lo hicierais saber discretamente.

Si no sabía dónde encontrarla le diría que ella iría a la posada en algún momento del día mientras durase el torneo y que de no ser así, o si fuese algo urgente, que el correo debía buscar el emblema del lagarto-león en la explanada.