Partida Rol por web

Desembarco del Rey era una ciudad superpoblada que apestaba a humanidad y a alcantarillas, al perfume empalagoso de sus prostitutas y a los desechos de comida y residuos que se acumulaban en las calles. Absolutamente repugnante y desagradable para quien, como ellos mismos, llegaban de rincones más tranquilos de los Siete Reinos. No obstante, la ciudad se había servido de sus mejores galas para celebrar el torneo. Las calles lucían banderolas de llamativos colores y la zona del torneo lucía colorida y muy vistosa gracias a los diferentes pabellones de las casas y a las decoraciones que el Rey Robert había mandado colocar en las recién construidas gradas, plagadas de escudos de los participantes y de las casas nobiliarias más importantes de los Siete Reinos. 

En medio de aquel ambiente festivo, la marcha de los Dannett tras la muerte de su joven señor, era un simple chascarrillo que se perdía entre la infinidad de asuntos interesantes que sucedían alrededor del Torneo. Sí era cierto que la muerte entre agónicos gritos de Adham, y la posterior marcha de su familia, habían dado mucho de qué hablar durante aquella mañana. Pero tras la inicial consternación y el sentido pésame, la buena gente de la ciudad había dedicado su atención a temas más alegres. A fin de cuentas era un torneo y había que disfrutarlo. 

El ambiente que se encontraron en el campo de justas al salir del pabellón familiar era bastante festivo, había algunos juglares recitando, varios malabaristas realizando sus trucos con fuego y muchos vendedores ambulantes de las más diversas cosas: comida, figuras de los Siete, juguetes de madera con la forma de jinetes a lomos de sus caballos con ruedines para poder simular las batallas y otra infinidad de objetos. Como ya sabían, ser Adrik se enfrentaría al dorniense ser Gennady Shanin y ser Roshar al hermano mayor y embrutecido de Orten. Pero la primera justa que les afectaba era la de Whalen contra ser Langley Woods, el prometido de Marita Lugus. Por tanto, la familia Lugus al completo se encontraba en las gradas del torneo para ver como se enfrentaban a los Crogall. 

Se escucharon algunos abucheos cuando el nombre de Whalen Crogall fue anunciado por los heraldos, pero su intensidad y especialmente su número habían descendido considerablemente desde que el Rey Robert decretara la inocencia de los Crogall. Whalen lucía magnifico sobre su caballo gracias al esfuerzo de Willard, que había pulido a conciencia su armadura, quitado las pequeñas abolladuras del combate con Adham y cepillado a Bella hasta darle un aspecto de corcel de leyenda. Por su parte, Langley Woods se mantenía sobre el caballo por pura suerte, mantenía sobre la silla una postura desgarbada y sostenía la lanza de una forma que provocaría la ira de cualquier maestro de armas. 

Whalen se sintió intimidado, una vez más, por los abucheos. No estaba acostumbrado a ello, pero se concentró en su rival. Langley Woods. El prometido de Marita. Compartía el aspecto tabernario de la mayoría de los Lugus. Langley, desgarbado sobre la silla, seguramente lo iba a pasar mal en el tálamo de los Lugus.

Fue a presentar sus respetos ante el palco Real, saludó a su adversario con cortesía y al público, que ya no abucheaba, más pendiente como estaba de ver una buena justa.

Después de lo acontecido al jornada anterior Whalen se sentía más seguro de sus capacidades. Tomó aire, se bajó la celada y espoleó a Bella hacia su adversario. Galdrín le había enseñado que no era buena idea confiarse, así que el primer pase fue precavido, elevando bien el escudo, cubriendo gran parte de su cuerpo, lo que le confería un ataque menos poderoso.

Evan Crogall tomó asiento entre el público. Escuchó estoicamente los abucheos, y se alegró al comprobar que ya ganaban los aplausos. Confiaba en las posibilidades de Whalen en esta ronda, y así lo hizo saber a los nobles que había alrededor. Quería aparentar normalidad y, sobre todo, calma. Graves acusaciones se habían vertido contra él, y contra el honor de su Casa.

A su lado, Lady Varya lucía impresionante, pero él apenas la miró. Mientras hablaba con un lord de una Casa menor, le hizo un gesto como adelantándose a su petición de ausentarse.

-No le agradan estas justas, dijo en voz alta y por un breve instante su mirada se cruzó con la de ella. Imperceptible para todos, pero en esa mirada se concentraba toda su alma y todo su corazón. Confiaba en ella para lograr ese acercamiento a Piper. El tiempo corría en su contra...

Lady Varya siguió a su señor hasta la zona del torneo, iba en silencio, con la frente alta pero medio paso por detrás, intentando pasar desapercibida. En el día de ayer había disfrutado de las justas, el corazón acelerado con cada pase, las manos tensas en la falda de su vestido y un calor subiendo desde su estómago que hacía que los labios se le entreabrieran buscando el frescor del aire, aunque cuidó que no se notase y siempre comenzaba a aplaudir un poco tarde, como si lo hiciese por reflejo. Lo único malo había sido el veneno y la posible vinculación con su casa. Pero hoy era distinto, tenía una misión que cumplir y su rostro permanecía imperturbable mientras sus ojos se deslizaban por las gradas en busca de su objetivo, el prometido de Iris Dannet o ella misma*.

Con el gesto de su esposo, y sus palabras, la dama tuvo el decoro de sonrojarse ligeramente y cuando sus ojos se cruzaron inclinó suavemente la cabeza, para todo aquel que mirase simplemente asentía a la aseveración del lord pero ellos sabían de lo que hablaban sin palabras. Como siempre.

Se levantó despacio y avanzó con pasos medidos, como si tuviese todo el tiempo del mundo, pues las justas durarían un buen rato y después del primer día de tener que estar presente, hoy acababa de ser disculpada. Se movía muy despacio, dándose tiempo para encontrar a su 'presa', si no lo veía se pararía con Orten o con ser Gennady, por si tenían alguna noticia nueva.

Ser Roshar se adelantó al grupo de la familia para ir en busca de Orten Lugus. No sabía cuanto tiempo tenía antes de su propia justa, pero al menos intentaría quedar con el joven para hablar más tarde. Empezaba a plantearse el presentarse al encuentro. Tenía poco que hacer contra el Lugus. Nadie se extrañaría, tenía una reputación. Pero la casa y su señor parecerían más débiles. Debía justar. 

Buscó con la mirada al soldado que había hecho como su escudero el día anterior y le hizo un gesto hacia las lanzas. Dejó que se ocupara de preparar la armadura, o de fingirlo para pasar el marrón a otro, y se dirigió hacia los colores Lugus. Quizás pudiera tener un encontronazo contra su rival y... El caballero no encontraba forma de lograr suficiente ventaja sobre un caballo. Si tuviera a Rata...

-Ser Roshar. - Le saludó Orten Lugus abiertamente cuando vio que el caballero se dirigía hacía la zona de las gradas donde se encontraba la familia Lugus, no muy alejada de los Crogall. -Os toca contra mi hermano, os deseo suerte. - Era difícil saber si el pequeño de los Lugus le deseaba fortuna como mera formalidad o si lo hacía porque ante el bruto de su hermano era mejor ser afortunado cuando se enfrentaba uno a él en combate.

La familia de Orten miraba la escena expectante, había algo de curiosidad en saber qué motivo tenía el caballero para un acercamiento a pocos minutos de enfrentarse a un miembro de la casa. Marita Lugus mostraba los ojos algo achispados, señal de que había empezado a beber desde bien temprano en aquella mañana. No parecía mostrar mucho interés en lo que sucedía en la liza de combate con su prometido. Ser Naton no se encontraba presente, había ido a las caballerizas para preparar la justa.

Lady Varya no tuvo excesiva dificultad en reconocer al mercader prometido de Iris Dannett, era un orondo tipo que ocupaba dos asientos en las gradas, abanicándose con cara sofocada y enrojecida mientras clavaba sus ojos en el combate. Un sirviente que se encontraba sentado en la fila inmediatamente posterior cargaba con sus pertenencias. El mercader, tal como habían escuchado de él, no era un hombre joven, pues ya contaba con más de cuarenta años y la dejadez de su estado físico le hacía aparentar algunos más. Tenía una gran barriga y una incipiente calvicie que trataba de disimular echándose el pelo hacía delante, el cual además lucía grasiento y encanecido. Vestía una túnica granate de tela ligera y fresca y unas sandalias de cañamo.

-Mi familia política me repudiaría, -le dijo al hombre que tenía a su lado con una sonrisa que provocó que su papada temblara bajo su barbilla, - pero apostaría todo mi dinero por el Crogall. Ese tal Woods no sabe ni como coger la lanza.

Langley Woods picó espuelas tímidamente y dirigió su caballo en pos de enfrentar a Whalen. El caballero parecía tener problemas para mantener en horizontal la lanza, pues una vez la hizo descender quedó demasiado baja y se tambaleó de un lado a otro mientras intentaba subirla. Langley mantenía la concentración en ello cuando, al alzar al fin la vista, se encontró de bruces con el potente y bien dirigido golpe de Whalen. La lanza del Crogall estalló brutalmente contra el pecho de Langley Woods y se partió estallando en una lluvia de astillas, sin embargo, Woods no consiguió devolver el golpe a su rival.

Langley se fue hacía un lado de la silla peligrosamente, perdiendo el equilibrio y cayendo contra el suelo tras intentar sin éxito alguno recobrar la compostura sobre la montura. El desafortunado jinete rodó por la arena de la liza tras darse un duro golpe contra el suelo. Durante unos instantes, en lo que Whalen llegaba al final del recorrido y daba la vuelta a su caballo para ver el resultado, Langley Woods se quedó tendido en el suelo bocabajo sin moverse un ápice. El silencio se hizo en las gradas, recordando cómo había terminado el anterior rival del Crogall. Pero un suspiro contenido se generalizó entre los presentes cuando Langley sacudió la cabeza, se dio la vuelta y le se levantó a duras penas. Con paso serpenteante se dirigió hacía Whalen para felicitarle por la victoria y preguntarle por el precio del rescate que tenía derecho a poner sobre su armadura y su caballo.

El joven notó el tremendo impacto contra el pecho de su adversario, pero no pudo saber el alcance de su acometida hasta que llegó al final de la pista y arrojó su lanza rota al suelo. Willard no estaba por la labor, no le ofrecía una nueva lanza, miraba a la pista, a lo que sucedía detrás de Whalen, por lo que dió la vuelta para saber qué ocurría. El público estaba en silencio. Woods estaba en el suelo, inmóvil.

Nononono... Joder. No me digas que lo he matado... No, joder.

Pero el patoso caballero se movió y toda la grada suspiró de alivio, él el primero.

Al ver como se acerca el joven, Whalen desmonta, se sube la celada y acepta sus felicitaciones con modestia. Ser generoso habría sido un gesto que podría malinterpretarse e incluso podría tomarse como un desprecio hacia su oponente, por lo que decidió pedir un rescate justo. Después de todo, alguien como él debía saber que no iba a llegar muy lejos en el torneo.

Lady Varya se acercó al mercader, escuchando sus últimas palabras una leve sonrisa se dibujó en el femenino rostro, y se acabó parando al lado del orondo hombre.

-Y haríais bien, mi señor. -habló de forma comedida la dama, sin apenas apartar la mirada de la arena de las justas lo suficiente para que Piper se diese cuenta que estaba hablando con él -No es bueno mezclar sentimientos y negocios, aunque qué le puede enseñar una humilde dama como yo a un mercader de su calibre.

No añadió nada más, le gustaba empezar escuchando mucho y hablando poco para escoger la estrategia a seguir.

Ruber Piper se giró con curiosidad hacía la dama, sin embargo cuando descubrió quién era volvió la mirada al combate después de dedicar una mirada desdeñosa hacía Lady Varya que la recorrió de arriba a abajo.

-Humilde... -Repitió antes de soltar un bufido por la nariz que pretendía ser una carcajada incrédula. -¿Desde cuándo una Crogall es humilde? ¿No tenéis herederos a los que envenenar o algo semejante? -Sus palabras eran una clara invitación a que se fuera.

La señora de la casa Crogall elevó las cejas con la contestación recibida, no esperaba un abrazo caluroso pero tanta bilis no era buena, a pesar de eso no perdió la sonrisa.

-Desde que es tratada como una forastera en su propia casa. -dijo con cierta amargura y resentimiento en su voz -El único heredero que me preocupa es el que está en la justa ahora, y no es por su salud precisamente.

Los brazos de Varya se cruzaron rodeando su cuerpo, como si estuviese tratando de protegerse con ellos.

-¡Bravo! ¡Bravo!, exclamó Lord Evan con un entusiasmado algo exagerado al ver como Whalen derribó a su contrincante. -Honor a los Crogall.

Miró sonriente a los que tenía alrededor, asintiendo y sonriente. Era importante mantener la fachada. Pero por dentro Evan seguía de reojo los movimientos de Lady Varya y de Ser Roshar. La auténtica lid se estaba librando en otros campos. Una intriga peligrosa y delicada, pero igual que con Whalen, en ésta tampoco podía ayudar directamente. Suya era el cometido de mantener las apariencias y esperar el siguiente golpe.

Cuando vio a Whalen acercarse al hombre derrotado, Lord Evan se puso de pie. Por momentos parecía incluso orgulloso de su hijo.

-Ya me han prevenido sobre vos, Lady Varya. No me embaucaréis a mí con tanta facilidad como embaucasteis a Lord Evan. - No era difícil suponer, según esas palabras y la actitud que mostraba el mercader hacía ella, que sus oídos habían sido contaminados por los años de enemistad de los Dannett y los Crogall.

El caballero saludó con una leve inclinación al joven Lugus y le agradeció sus buenos deseos con la mirada perdida en los alrededores. Sus ojos pasaron por la liza a tiempo de ver la gran actuación de Whalen. Le gustaría que ganase el torneo pero no hizo ningún comentario. 

- Quizás deba poner en práctica la técnica que me relatasteis.- comentó con una sonrisa, iniciando una conversación trivial en la que poder aprovechar un cambio de tema para realizar su pregunta. - No habrás visto a la joven de la posada ¿verdad? - centró su atención en el rostro de Orten. - No consigo quitármela de la cabeza. -

No era el mejor encuentro para sonsacar información. Todo muy apresurado, con demasiada gente alrededor y mientras otro miembro de los Lugus se preparaba para justar contra el Blackfist...

Ser Roshar se preguntaba hasta donde sabían. O de cuanto podían estar seguros. 

-Ah, entiendo. -Dijo Orten asintiendo con la cabeza y mostrando una sonrisa cómplice. A pesar de ser un hombre más dedicado a los placeres de la lectura que a los placeres que normalmente atraían a los hombres, como la lucha, el vino o las mujeres, Orten comprendía la necesidad de Ser Roshar. Había leído demasiados relatos como para no saber hasta que punto un hombre podía perder la cabeza por una mujer, aunque no la conociera. El joven Lugus descendió el volumen de su voz para responder a Roshar, pues aquel no era un tema muy apropiado para tratar en público.

-Sí, sé que esa mujer es una de las que suelen estar por el Manantial de Jade. Prácticamente es la segunda casa de mi hermano y sus hombres. Cuando las chicas no están en la posada, suelen trabajar allí.

Entretanto el heraldo anunciaba a los siguientes contendientes de la justa, un fornido caballero norteño y un veterano caballero de pelo blanco. Las apuestas estaban en favor del norteño con notable diferencia.

Ser Roshar igualó el tono de Orten. 

- Sí, volveré a buscar allí... - quedó pensativo, alzando la mirada hacia los distintos caballeros que iban a justar durante el día. - Me preocupa un poco lo que me comentasteis sobre su pasado. - volvió la atención sobre el joven Lugus y se rascó el cogote. - Podría acabar con problemas. ¿Cree que será verdad?

-Es lo que se dice... - Dijo el joven encogiéndose de hombros. -A mí me pareció algo extraño, a fin de cuentas es la hija de un noble. - Razonó Orten extendiendo las palmas de las manos. -Pero pensándolo detenidamente, es una buena tapadera si pretendes desaparecer de tu familia.

- ¿Lo que se dice? ¿lo dice más de una persona? - se volvió a rascar la cabeza. - Sí, parece una buena tapadera, pero no parece haberle funcionado por lo que me cuenta. - movió la cabeza como si hubiera tenido una gran idea. - Se ha hecho popular y se permite rechazar clientes. ¿Y si lo inventó para ganar más monedas? - se mostró entusiasmado. 

La dama sonrió mirando hacia el combate, su hijastro acababa de ganar y se permitió girar el rostro para enfrentar al comerciante. 

-¿Me decís que enamorarse está terriblemente mal y concertar un matrimonio es lo correcto? Supongo que las cosas son distintas aquí en Poniente -se encogió ligeramente de hombros como si en verdad el tema no le interesase lo más mínimo -, aunque en todos sitios se necesita un heredero que perpetúe el apellido y maneje la casa. A poder ser un heredero que sepa llevar esos asuntos, no un imberbe que sólo se preocupe por sí mismo y su imagen.

Sus ojos se dirigieron de nuevo a Whalen y una ceja se elevó en su cara, como si ya hubiese evaluado la mercancía y la hubiese encontrado poco satisfactoria.